UN APASIONANTE PROBLEMA

Tuve una compañera en la Facultad, que para enternecer el rigor académico del profesorado alegaba que era alumna libre. Su argumento no surtió efecto con el profesor de Derecho Internacional, pues fue respondida por éste con un cínico exabrupto, no desprovisto de hieratismo: “libre, dice; señorita, usted es una ingenua”. Pese a mis años, sigo incurriendo en esa misma tierna ingenuidad. Me asalta el estupor cuando leo u oigo declaraciones como las realizadas por nuestra Consejera Elena Cortés, como si acaso cupiese esperar algo diferente de sujetos tan faltos de discurso, como si otra cosa fuese posible.
Ha dicho la Consejera de Fomento, de fomento del robo, pues hasta la fecha no se conoce que haya promovido otra actividad más que esa, que asaltar supermercados para llevarse carros de comida no es robar. Y ha añadido que "… vivimos en una sociedad en la que la riqueza está fatal distribuida y hay que cambiar esa distribución de la riqueza…".
Recordé un epigrama, creo que anónimo, que leí en el ABC de Sevilla, el domingo 17 de junio de 1973; y, aunque me molestó, pues en aquellos tiempos ya empezábamos a estar abducidos por las ideologías izquierdistas, me hizo mucha gracia, y se me quedó grabado. Decía así:
Proudhon, autor nada bobo,
Hace tiempo publicaba
Cierto libro en que afirmaba:
“La propiedad es un robo”.
Lo vi en el aparador,
Entré, lo compré, lo abrí,
Y en la portada leí:
“Es propiedad del autor”.
No piense el lector que se halla ante un nuevo fenómeno como Kim Peek –inmortalizado en el séptimo arte en Rain Man- que tenía en su cabeza un calendario exacto de 10.000 años y sabía de memoria 9.000 libros, o como el ingeniero hindú Reivaj N. Zitro, el memorioso, que recordaba a sus sesenta años lo que había comido en cada uno de sus días. Yo recordaba solamente el poema y donde lo había leído. Así que pensé que tal vez por medio de Google podría situar la fecha exacta y conocer más detalles respecto al contexto. Así fue. Las redondillas cerraban un artículo publicado en la tercera página, titulado el “Apasionante problema de la propiedad”, firmado por Alfonso Junco, de la Academia Mejicana. El artículo es interesante, y me ha llevado a reflexionar sobre esta clase de enemigos de la propiedad. De la propiedad ajena, por supuesto, la de ellos es sagrada. Dice el autor: “La propiedad –la propiedad honrada, por supuesto- es mi trabajo acumulado…es el premio de mi sobriedad, de mi ingenio, de mi esfuerzo”. Sujetos como la Consejera, obviamente, no se compadecen con la definición. Pues no se da en ellos el predicado de la proposición. Es decir, no tienen trabajo, ni sobriedad, ni ingenio, ni esfuerzo. Ni vergüenza. Son sujetos, estos políticos progres -Susanita, Marito, Elenita, e tutti quanti- que nunca han tenido un trabajo, pero nunca les ha faltado un sueldo. Por eso, su potencial riqueza siempre será espuria.
Me parece también muy acertado el autor del artículo cuando dice que el desasimiento voluntario lo practicaron los primeros cristianos con hambre amorosa de perfección, y quienes les siguieron en el ejemplo, abrazando la perfección evangélica en la vida religiosa, fueron perseguidos y vejados por el comunismo, cuando éste, si obrase con sinceridad, debería haberlos reverenciado como arquetipos. Es verdad, razonamiento impecable. ¿Qué les impide a estos peculiares redistribuidores de la riqueza practicar el comunismo voluntariamente entre ellos y los que piensan como ellos?  Si son capaces de gobernar un imperio, una nación, una comunidad autónoma, no les faltará competencia técnica para organizar y gobernar una comunidad de bienes, sin duda, mucho más reducida. Seguro que si lo hicieran tendrían el respeto y el reconocimiento de sus conciudadanos. Y es que, como dice Alfonso Junco, “lo que es adorable por amorosa elección es abominable por obligada violencia”.
De eso he tenido esta misma tarde un admirable ejemplo: un grupo de jóvenes enfermeros, de ambos sexos, del hospital de San Juan de Dios de Bormujos, pedían alimentos o donativos para adquirirlos y hacerlos llegar a los necesitados, en las puertas de un hipermercado, ofreciéndose gratuitamente a tomar la tensión a los donantes. Practicando la verdadera solidaridad -no la mercenaria de las Organizaciones Gubernamentales, parásitas del presupuesto-, sino la que se ejerce a costa de un sacrificio personal, por convicción, entregando a los demás lo que cada uno puede ofrecer, en su tiempo libre. En libertad, sin violencia. Tome nota la Consejera: así se hacen las cosas en una sociedad libre y democrática.
También me indujo a la reflexión, además de a la ingenua perplejidad, esta otra frase de la joven redistribuidora de riqueza: “no se puede situar a los débiles al mismo nivel que a los poderosos, que tienen estatus y poder para robar a manos llenas, no hay una absoluta correspondencia”. Si se analiza bien, la frase compendia la ética de la izquierda andaluza: se trata de robar a manos llenas. La injusticia es que unos tienen más posibilidades que otros, que no hay “correspondencia”. Porque unos sólo pueden robar carros de comida en los supermercados, o el uso y disfrute de las piscinas de los hoteles de lujo, y otros tienen más facilidades, gracias a su estatus. La acción política estriba, por tanto, en igualar las posibilidades y potencialidades de unos y otros para robar en igualdad de condiciones. Que todos podamos robar igual, de eso se trata.
Lo verdaderamente escandaloso es que eso se diga desde el Gobierno. Y se practique por los miembros del partido del Gobierno y por los diputados de la mayoría que sostiene al Gobierno. Yo me figuro que esto pasa en pocos sitios, además de aquí. No lo concibo en ningún otro país de similar cultura y sistema político. Los andaluces terminaremos gritando al cielo, como Segismundo: ¿Qué más os pude ofender, para castigarme más?
O puede que no; al fin y al cabo, esto que tenemos es lo que quisimos.

Max Estrella, cesante de hombre libre.
Septiembre, 2012