EXHORTACIÓN A LOS INGENUOS

Estamos hartos de advertir a los ingenuos, en una especie de letanía pagana, que abandonen toda esperanza de cambio en la política española. La política en este país está concebida –usando la expresión acuñada por Spinoza- “sub specie aeternitatis”, es decir, como aquello en lo que el tiempo jamás provoca cambio alguno. La viva refutación de Heráclito y cuantos le siguieron. Aquí, la dialéctica de Hegel le hubiese valido a éste ser contratado en el Club de la Comedia. Y no me explico que, con tantos marxistas (carlistas, no grouchistas) como aquí tenemos, no hayan mandado a Marx y Engels a los albañiles, el materialismo dialéctico a la mierda y luego se hayan suicidado. Aquí, en la política, nada cambia por la naturaleza de las cosas. Aquí los cambios siempre se han hecho del mismo modo que la morcilla: con sangre. Lo demás, las más de las veces, ha quedado reducido a ligeras variaciones. Ahora no va a cambiar la cosa.
De modo que quienes piensan, esperan y desean que las urnas traigan algo diferente están muy equivocados.
El cambio necesario para superar este estado de cosas ruinoso y antidemocrático debería consistir –a grandes rasgos- en hacer eficientes y sostenibles económicamente las estructuras político-administrativas –ningún país puede permitirse por mucho tiempo cuatro administraciones territoriales, 18 parlamentos, 18 gobiernos, 50 diputaciones y cabildos, 500.000 cargos públicos, etc.-; en instituir una verdadera separación de poderes -“que el poder frene al poder” como afirmó Montesquieu-; en aprobar una ley electoral que garantice la democracia representativa, es decir, la facultad de los ciudadanos de elegir -y destituir- a sus gobernantes; y, por último, en devolver a los individuos y a la sociedad civil los derechos y la posición que el colectivismo y el Estado ultraintervencionista les han usurpado.
Ninguno de estos cambios vendrá de la mano de quienes son los artífices del sistema vigente: Partido Popular y Partido Socialista. Ambos han tenido la ocasión de cambiar las cosas y, sin embargo, por el contrario, lo que han hecho ha sido reforzar el sistema: multiplicar las estructuras político-administrativas, parasitarlas, enterrar a Montesquieu y, en suma, privilegiar su posición oligárquica.
Rajoy ha demostrado ser tan inmovilista –o tan cobarde- como aquél del que hablaba Borges: un pájaro anidaba en la quietud de su pecho horizontal.
Y qué esperar de Pedro estornudo. Es un pitagórico, en el sentido de que es la reencarnación de Zapatero. Tan ambicioso, tan sectario, tan rencoroso y, probablemente, tan inútil. Pero, en todo caso, tan lúcido como para no acabar con un sistema que posibilita que gente como ellos puedan llegar a presidentes del Gobierno.
En cuanto a los nuevos partidos autoproclamados regeneracionistas, estos “renovadores de la nada” –como llamó entonces Txiqui Benegas a otros que se les parecían-, ya han dado muestras, en cuanto han tocado poder, que su discurso no se compadece con sus actos.
¿Puede, acaso, a estas alturas, esperarse algo de Ciudadanos, que sostiene al régimen más incompetente y corrupto que ha conocido la historia de España?
Y lo mismo sucede con Podemos Unidos, un partido o movimiento, o como quieran llamarse, que no es sino la nueva careta que enmascara al partido Comunista de España -que sabe desde hace tiempo que de ir a cara descubierta sería tragado por el sumidero de la Historia, como ha sucedido a todos los comunismos de los países occidentales desarrollados-, y a esa nueva casta oligárquica de demagogos populistas que vienen con el discurso de la regeneración democrática pero que en el fondo –como han demostrado- son tan corruptos, tan déspotas y tan nepotistas como la casta que critican, con la agravante de que tienen las manos manchadas con el dinero sangriento que reciben de regímenes totalitarios y sanguinarios que los financian y apoyan.
Así las cosas, la única esperanza tal vez consista en lo que el gran Ortega ya advirtió, esto es, en el inmenso poder destructor de los demagogos. Sólo queda confiar en que la irresponsabilidad de los demagogos termine estrangulando al país. Entonces, si aprendemos la lección, puede que otras generaciones conozcan,  resurgida de sus cenizas, una España mejor.
Mayo, 2016

RÓDOPE DE TRIANA

Leo con estupor que las fuerzas vivas, los poderes fácticos, el todo Madrid y hasta el sursuncorda encarnado en la oronda humanidad del Rasputín de Cazalilla, se han dado cita en el Ritz para oír a la "esperanza de Triana". Más de 600, estiman los papeles, estuvieron en ese desayuno. Por supuesto, el Ritz. Como corresponde a una socialista de Triana -¡Arriba parias de la tierra!- Es difícil entender esta querencia al lujo y al relumbrón que tienen los socialistas. Cosa de genes y esnobismo, seguramente. ¡No lo iban a celebrar en la taberna de Pica Lagartos con toda la chusma!, dirán sus palmeros.
Hasta los más ilustres gacetilleros de la Corte se han hecho eco del espectáculo. Ahí está, sin ir más lejos, Raúl del Pozo que le ha dedicado su columna en El Mundo: Susana, la “reina Sol”. Columna, para mi gusto, más que meliflua empalagosa y menos empalagosa que untuosa. Dice Raúl que le llaman así los de Izquierda Unida; ellos sabrán por qué, puesto que han estado en su gobierno hasta el domingo por la tarde, como dicen en mi pueblo.
Yo, por mi parte, de apodarla para esta ocasión, la hubiese llamado Ródope (la de mejillas de rosa). Como la célebre cortesana griega del siglo VI a.C., coetánea de Esopo, Ródope de Tracia. Ródope de Triana, pues.
A. Kauffman
Esopo y Ródope
Fuente: Wikipedia.
Cuenta Heliodoro de Emesa en las Etiópicas -y así lo cita Robert Burton en su “Anatomía de la melancolía”, una de las más bellas obras de la literatura y uno de los más grandes compendios de sabiduría- que el encanto de Ródope era tal que hasta el mismísimo Calasiris, sacerdote de Isis y reverendo anciano, se lamentaba de que, al ver por casualidad en Menfis a la traciana Rodopis, no pudo ya apartar sus ojos de ella: “No ocultaré que ella se apoderó de mí con su presencia y que incluso asaltó mi celibato, que yo había preservado hasta mi avanzada edad…
Debía ser así, porque otro cultísimo escritor –Laurence Sterne- en su obra “Tristram Shandy”, una eminente joya de la literatura inglesa, citando a “no sé yo quién”, anotó que “Ródope de Tracia producía una fascinación tan ineludible, y atraía de tal manera a la gente, que si uno se encontraba con ella, le resultaba imposible no quedar cautivado”, como le ocurrió al anciano Calasiris.
Y es que, desde mi ciudadanía andaluza y mi condición funcionarial, que me obligan a padecer –lo quiera o no- las consecuencias de los actos de nuestra trianera Ródope, me resulta difícil comprender que tal sujeto (o sujeta, en la neolengua del régimen) pueda provocar fascinación alguna en ningún ser racional y decente. Si sometemos a riguroso escrutinio sus actos y sus palabras, nada encontraremos en ellos digno de admiración. Más bien lo contrario. Su discurso es una retórica vana –ni siquiera helada y laboriosa nadería, como diría Borges-, pues carece en absoluto de aportación personal alguna; es una sarta de lugares comunes, de uso común entre la casta política -también hay que decirlo, especialmente estólida en esta desdichada Andalucía-. Sus actos y sus logros, ahí están. Y no digamos nada de su catadura moral, de la que prácticamente a diario da muestras la prensa que no está bajo su férula.
Fruto –vano- de una nueva casta de políticos profesionales que no han trabajado en su vida, sólo reconozco a nuestra Ródope el discutible mérito de poseer, a falta de inteligencia, un depurado oficio para el medro y la maquinación y un fuerte instinto maquiavélico de supervivencia. Del que, por cierto, han sabido dar muestras los más autoritarios gobernantes que en el mundo han sido. Como las malas hierbas, nadie que valga más que ella puede medrar a su lado.
Ante tan irracional fascinación, yo me pregunto: ¿es este un país de idiotas o de sinvergüenzas?
Por cierto –para sobreponer al estupor la indignación-, ¿Qué hacía en dicho acto Gaspar Zarrías, imputado en una de las piezas del expolio de los Ere? ¿Quién lo había invitado? ¿En concepto de qué? ¿Es que lo tienen secretamente colocado en algún carguito?
Y sigo preguntando, ¿Qué habría pasado si en lugar de Susana hubiese sido Rajoy el conferenciante; y en lugar de Zarrías, el invitado hubiese sido Bárcenas? ¿Se imaginan la que se hubiese armado? Pues eso, algo huele a podrido en el PSOE.

Mayo, 2016

ESTAMPAS TOTALITARIAS ANDALUZAS (III)

Tics totalitarios
Ahora que la Asamblea andaluza –en un insólito ejercicio de parlamentarismo democrático; que sospecho no volverá a repetirse- ha reprobado a un consejero del gobierno susanista y que el cuarto poder ha puesto el foco en el sujeto, creo oportuno el momento para hacer memoria. Me mueve solamente la intención de llamar la atención del lector sobre algo que la prensa ha obviado y que, sin embargo, por fortuna, nuestra presidenta –que está ahí para corregir, a todos- ha subsanado, por algo se llama Subsana: me refiero al currículo del lenguaraz consejero.
Estoy seguro que, incluso los desmemoriados, la mayoría recordara el encomiable (para el régimen) trabajo de acoso realizado bajo su dirección sobre la labor de la jueza Alaya, ebúrnea encarnación de la Justicia. Desde privarle de los medios necesarios para realizar su labor en lo que calificó “ese rollo de los Ere”, hasta aquellas irónicas declaraciones públicas preguntándose de dónde sacaba el tiempo para estudiar tantos asuntos, o los machistas cínicos halagos –que no merecieron reproche alguno del feminismo progresista-: “…trabaja mucho y encima sigue guapa”.
El lector más memorioso tal vez recuerde la polémica suscitada por el PSOE a finales del 2014 acerca de la decisión del Gobierno (del PP, claro) de instalar concertinas en la valla fronteriza de Melilla. Pedro Estornudo (y no me refiero al escribano de dicho nombre, ilustre personaje del entremés cervantino “La elección de los alcaldes de Daganzo”, sino al secretario general del PSOE al que gusta aludirse como Pedro Snchz, onomatopeya antonomástica del estornudo) se apresuró a cargar contra dicha decisión gubernamental con toda su artillería demagógica, disfrazada de filantropía, y con todo su rencor sectario y cainita, enmascarado de integridad y principios; o sea, como acostumbran en su secta. Olvidó decir Pedro Estornudo que su partido, en el año 2005 siendo presidente del Gobierno su correligionario Zapatero Fons Amoris, instaló un sistema aún más agresivo.
Pues bien, al hilo de este escándalo salió a la luz algo que la Junta ocultaba celosamente: las dos terceras partes de los centros de menores regentados por la Consejería de Justicia estaban dotados de concertinas. El inefable consejero De Llera justificó el hecho diciendo que las concertinas, puesto que apuntaban hacia fuera, no estaban puestas para evitar la fuga de los internados sino para impedir intrusiones (por favor, aguanten la risa; un poco de seriedad). Olvidó el consejero que, conforme a esa lógica, otro de los servicios bajo su autoridad, la Escuela de Seguridad Pública de Andalucía, parecería entonces, más que centro de formación, campo de concentración pues las alambradas de espino que la circundan, rematadas en un ángulo de 45 grados de inclinación, apuntan hacia adentro, obviamente no para impedir intrusiones (pues en tal caso lo harían hacia afuera, según declaró), sino para evitar fugas. Impepinable.
Consta, asimismo, en el currículo del consejero susánido otro apunte de corte totalitario, que también ha quedado impune a la crítica: la creación de la Web de la Verdad. Hay cosas que, verdaderamente, resultan difíciles de creer, pero en este régimen y, más aún en manos de un desertor de la justicia, todo es posible. En efecto, la Consejería de Justicia e Interior, que dirige –todavía- el fiscal heterodoxo, tuvo alojada entre las páginas de su Web oficial una sección (hoy desaparecida) dedicada a la desacreditación, injuria, menosprecio y estigmatización de los funcionarios que se atrevieron a denunciar las irregularidades que sucedían en su Consejería.
¿Se refería a esto doña Subsana, cuando habló del currículo del reprobado? En esta desdichada tierra, en la que oído, vista, lengua, razón y entendimiento no sirven a la prosperidad sino al desconsuelo, es preferible, tal vez, ser ignorante; como sabiamente dejó escrito Quevedo.
Mayo, 2016

UNA FÁBULA

Un hombre llevó su coche al taller para realizar la revisión periódica, a la que obligaba el fabricante so pena de perder los beneficios de la garantía. Entregó el coche un día 20 de diciembre. Pasaban los días, las semanas, los meses y el sufrido cliente no obtenía ninguna satisfacción del taller, sólo excusas: “ya pronto estará…; los mecánicos lo están discutiendo…; el jefe de taller los ha llamado…; es que hay una cosilla que…; a ver…parece que…; no, no puede llevárselo, está en el contrato, lo firmó usted a la entrega...” Y así, el hombre sentía su propiedad secuestrada y sus nervios alterados. Al cabo de cuatro meses y medio el taller comunicó al cliente que podía retirar su vehículo, pero que debía traerlo de nuevo el 26 de junio, y no usarlo hasta entonces. No habían podido hacer nada. En verdad, no habían hecho nada –decían- pero era necesario para el buen funcionamiento del vehículo hacer lo conveniente. Por eso debía volver al taller. Ahora bien, antes de retirar el coche debía abonar la factura. ¿Qué factura? dijo sorprendido el cliente, reprimiendo a duras penas su cólera. ¡Me dejan sin coche medio año; no hacen ustedes absolutamente nada al respecto, más que molestarme con llamadas y mensajes y excusas y, encima, pretenden que les pague. A ver, esa factura!
La factura contenía los siguientes conceptos: Por tener la empresa el taller, tanto; por tenerlo, además, abierto al público, tanto; por admitir el coche, tanto; por meterlo dentro, tanto; por tenerlo aquí tantos meses, a tanto el mes, tanto; sueldos de los 350 mecánicos contratados para su caso, tanto; sueldo de los 266 mecánicos que revisan el trabajo de los otros 350, tanto; gastos de herramientas (Ipod, tablet, internet, etc., que pasan a propiedad de los mecánicos), tanto; gastos de transporte por todo el globo terráqueo de los 616 mecánicos (para inspirarse y hacer el trabajo mejor, si llegan algún día a hacerlo), tanto; otros gastos varios, tanto.
Dejo ahí la historia y les pregunto: ¿No pensarían ustedes, acaso, que ese taller, más que taller, es una cueva de ladrones; y que el dueño del coche es un tonto, si llega a pagarles lo que le piden? ¿Llevarían sus coches a un taller como ese?
Pues bien, aunque tal vez no se hayan parado a pensarlo eso es exactamente lo que la oligarquía partitocrática (incluidos los nuevos oligarcas de los autodenominados partidos “regeneracionistas”), que mangonea este país de todos los demonios, está haciéndole a usted y a mí. Nos cobraron el 20 de diciembre: por el taller, por meter el coche, etc.; los 616 parlamentarios han cobrado durante estos meses, han viajado a costa nuestra, han comido, han bebido y… ¡no han hecho absolutamente nada! Y ahora pretenden que el 26 de junio volvamos a pagarles por lo que no hicieron el 20 de diciembre.
Si no se lo cree, vea los siguientes datos y juzgue luego si no se trata de un robo. BOE del 8 de mayo: Por cada diputado o senador: 21.167 euros; por cada voto al Congreso: 0,81 euros; por cada voto al Senado: 0,32 euros; para gastos de correo –se manden o no las cartas-: 0,18 euros por elector (36 millones de electores). Ríase ahora: los partidos reciben 0,18 euros por elector, pero si deciden hacer los envíos postales sólo pagarán ¡0,006! Y, lo más grave, el resto hasta el coste de la tarifa, es decir aproximadamente 0,50 euros por carta, los pagaremos los contribuyentes. ¡Siiii, usted va a pagar aunque no desee recibir la basura electoral (opción, la de rechazar publicidad no deseada, que no le van a dar porque dañaría sus intereses económicos). En fin, muchas decenas de millones de euros, a los que hay que sumar bastantes centenares más por otros conceptos: gratificaciones a jueces y funcionarios de la llamada Administración electoral; gastos extraordinarios de seguridad; indemnizaciones a los miembros de las 60.000 mesas electorales; elaboración de centenares de millones de papeletas y sobres; etc., etc., etc., total centenares de millones de euros. De nuevo.
Creo que en alguna otra ocasión –y es que en la política española nada cambia- he citado el cuento que Quevedo narra en “La Fortuna con seso y la hora de todos”: Uno enfadado porque los ratones le roían los mendrugos de pan, las cortezas del queso y los zapatos viejos, trajo gatos para que le cazasen los ratones. Y viendo que los gatos, además de los ratones, se comían la carne del asador, le vaciaban la olla y le limpiaban de viandas de la despensa, dijo: “Vuelvan los ratones. Pues, como gatazos, en lugar de limpiar la res pública, os engullís el reino entero. Infames, ratones quiero, y no gatos.”
Esto, ni más ni menos, es lo que nos sucede. La enfermedad de este país. El problema de este país se llama partitocracia. Aquellos que debieran ser la solución son, sin embargo, el problema. Esta casta inicua estraga el reino y roba a los que debiera servir. Y no hay ámbito alguno en la sociedad que pueda sustraerse a su voraz ambición. Tampoco la libertad se salva. Dicen que el régimen chino, en su crueldad, obliga a los condenados a pagar la bala que ha de matarlos. Esto se parece en el concepto. Pagar al verdugo.
Claro que esto sucede porque lo toleramos. Ahora -del mismo modo que las ranas de la fábula de Esopo- toca padecer las consecuencias de nuestros actos y deseos.
Mayo, 2016.

UN GOBIERNO DE TODOS LOS DEMONIOS

Echa a andar la legislatura y sus primeros pasos no auguran nada bueno. En la sesión inaugural hemos visto el verdadero rostro de la política española y el de sus primeros actores: farsa castiza, tragicomedia ibérica. Me vienen a la mente los versos de Gil de Biedma:
Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?
¡Ay, la madre España!, este país de todos los demonios en donde el odio, la intolerancia, el resentimiento no son, sin más, resentimiento, intolerancia y odio sino el estado natural del español, en el que sólo parece hallarse a gusto.
¡Ay, la madre España!, que siempre ha sabido estigmatizar la diferencia. Que siempre ha sabido transformar la diferencia en odio. Que siempre ha sabido convertir en enemigo al diferente.
¡Ay, la madre España!, que siempre ha vivido de espaldas a la razón y al sentido común. En la que de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa, como advirtió y lamentó Machado.
¡Ay, la madre España!, que nunca ha sido una sino dos, irreconciliables –esto también lo profetizó Machado-; moros y cristianos, cristianos viejos y marranos, isabelistas y carlistas, monárquicos y republicanos, centralistas y federalistas, conservadores y progresistas, rojos y azules, izquierda y derecha, odio frente a odio; y así hasta que, a fuerza de intentarlo, consigamos que esta desgraciada piel de toro quede reventada y podrida en medio de la nada, pasto de los buitres carroñeros –como poética y alegóricamente quedó registrado en las bellas y flébiles imágenes finales de la Vaquilla.
Empiezan a florecer los frutos de la semilla que sembró el zapaterismo: los pactos del Tinell, las líneas rojas, la estigmatización del PP y sus votantes, el furioso afán, en fin, de excluir de la vida política a media España, la otra media España que no comulga con los bobos dogmas del “correctismo progresista”. Comienza a prender de nuevo la llama del resentimiento, del odio, del guerracivilismo, cuyos rescoldos estuvo avivando el estúpido sectarismo zapateril durante ocho años.
¿A dónde nos llevará esta estéril insensatez? ¿Cómo va a terminar esta locura estúpida? Vuelve a mí Gil de Biedma:
De todas las historias de la Historia
sin duda la más triste es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.
El pesimismo que profeso respecto a nuestra especie –y, particularmente, respecto a nuestros gobernantes- no me permite albergar otro juicio: acabará mal, sin remedio.
Max Estrella, cesante de hombre libre
Enero, 2016

MÁS HUMANOS QUE LOS HUMANOS

2016. Nacerán los que sin embargo ya fueron y vieron además su tiempo -su insuficiente tiempo- consumido. Cosas de esa paradoja humana que es el tiempo. Materia deleznable, o sea, que se desliza y resbala con suma facilidad, como ya apuntó el homérico poeta porteño. Nacerán la temerosa Pris y el lúcido Roy Batty, replicantes.
Llegan a un mítico L.A. que, sin embargo, parece más una de esas ciudades nuestras gobernadas por los Socio-Podemitas. Llenas de bicicletas, suciedad y propaganda. Llegan y nada ha cambiado. Porque aquí nada cambia nunca. Llega un momento en que ni siquiera la podredumbre avanza, lo piensa Roy Batty, y parece que estuviese pensando en Andalucía.
Nada ha cambiado ni para ellos –más humanos que los humanos, según el lema de la Tyrell Corporation- ni para nosotros. Nada. Ni para ellos, creados para ser esclavos y vivir con miedo, ni para nosotros. Pobres diablos que vivimos una versión de la vida –no una vida- diseñada y escrita por otros. Que somos sólo modelos creados en serie, moldeados y, tal vez algunos afortunados, pulidos. Que, como a ellos, nos han implantado la ilusión de que somos dueños y señores de una existencia real. Que nos han implantado en los genes la resignación y la esperanza. Única forma de aceptar algo que ningún organismo vivo, después de vivir y evolucionar miles de años, podría conciliar consigo mismo. Única forma de soportar que la vida que nos toca representar es tan sólo una sombra irreal, una historia contada por un necio, llena de ruido y furia, como dijo Shakespeare por boca del ambicioso, oblicuo y agudo Macbeth. Única forma de aceptar la maldición –registrada en los más antiguos mitos- que pesa sobre la especie: hacer el mal. ¿Para qué sirve todo esto, se pregunta Rick, el blade runner, el asesino de androides? ¿Por qué debo hacer esto? Y la respuesta es esa: a dondequiera que vayas te obligarán a hacer el mal. Esa es la condición básica de la vida... Y la paradoja de que a veces resulta mejor hacer algo malo que bueno.
Retornan y nada ha cambiado; y comprueban que nada mejor ha hecho el hombre que pueda justificar su redención. Regresan y sólo encuentran un mundo materialista. No existe la compasión: “…sólo tenemos la palabra…sólo su palabra de que sienten compasión. Nada hay que pueda ser conmovido en su interior”. Sin embargo, nos dan una lección. Hacen honor al lema de sus creadores: “Más humanos que los humanos” y se rebelan porque aman la libertad más que nosotros. A pesar de saber que no hay salvación posible.
¿Sueñan los androides?, se preguntaba Rick. Era evidente; si no, no arriesgarían su corta existencia por vivir una vida mejor, sin servidumbre.
Eso es lo que nos falta –no resignación y esperanza-, rebelión y deseo de ser libres. Sueños. Nos faltan sueños.
Max Estrella, cesante de hombre libre
Enero, 2016

QUIEN NO TE CONOZCA QUE TE VOTE

Cualquiera que sea dueño de su pensamiento y opinión sabe que lo único que debe cambiar para que Andalucía florezca es el régimen que la parasita. Sabe que para que los niños tengan futuro, los jóvenes esperanza, los ancianos cuidados y respeto, los parados trabajo, los trabajadores justicia, los emigrantes patria, los andaluces dignidad y los políticos vergüenza, es preciso que el régimen que sufrimos desde hace más de tres décadas sea exterminado y no quede de él ni el recuerdo.
Por eso, precisamente por eso y para eso, algunos votamos en las pasadas elecciones andaluzas a Ciudadanos; para que hicieran lo que es necesario: acabar con el régimen. Hasta el más tonto de todos ellos –mucho más listo, por cierto, que el más listo de sus votantes, según queda demostrado- lo sabía. Sin embargo, los traidores usaron el voto otorgado para todo lo contrario: es decir, para que nada cambiara, para sostener al régimen corrupto y cleptocrático.
No hay nada más contrario a sus palabras que sus actos. Prometían ser los regeneradores de la vida pública, intransigentes con la corrupción y los corruptos. Y no sólo no han hecho nada (aparte de dar puñaladas a dos cadáveres políticos; gran gesta que no paran de recordarnos), sino que en el papel que han asumido de sostenedores o mamporreros del régimen han revelado que pueden ser más servilones, más lacayunos, más viles y  más ruines de lo que les exige el guión. Tras la máscara de Catón y Robespierre hemos visto, sin embargo, a los cabezones marcianos de Mars Attacks disparando sus rayos letales a todo lo que se meneaba, al tiempo que decían: “no huyáis que venimos en son de paz”. Son lobos con piel de cordero. Son, ciertamente, dignos siervos de sus amos. Tal para cual.
Callaron e hicieron el egipcio (o sea, ponerse de perfil y extender la mano) en el golpe de estado que inauguró la legislatura. Lo han vuelto a hacer con ocasión de la votación de la ley de presupuestos para 2016; en esta ocasión su papel ha sido más activo, aunque no menos vil. Me avergüenzo profundamente por haberlos votado. Impiden a la oposición (pues actúan de facto como cogobernantes) su legítimo ejercicio y hasta les niegan el acceso a la documentación y a hacer copias de los documentos. Cosa, por cierto, que practica la junta de Andalucía con la ciudadanía, a pesar de las leyes (estatal y autonómica) -o mejor dicho, violándolas- sobre transparencia pública; y que no parece importarles mucho, digo a estos regeneracionistas. Claro que qué transparencia van a predicar si al día de la fecha sus nueve parlamentarios siguen sin hacer públicas sus declaraciones de la renta, y, en su lugar, aparece el siguiente mensaje: “La declaración del IRPF correspondiente al ejercicio 2014 estará activa a partir de la finalización de su plazo de presentación.” Para partirse, ¿verdad?; cuando uno ha pagado ya hasta el segundo plazo, sus transparentes señorías gozan de un misterioso e incógnito régimen.
Y, por supuesto, no me olvido de esa felicitación pública que, con ocasión de la infame sentencia del Constitucional legitimando la administración paralela del régimen, se ha hecho a sí mismo, y al régimen que sostiene, el namberguán del partido. El hombre a un flequillo pegado se ha felicitado (haciendo alarde de una extraordinaria ignorancia, y mezclando churras y merinas) porque la mayor operación de enchufismo practicada en la historia de occidente haya concluido felizmente para los nepotes. Claro que hay que tener en cuenta que este señor, el del flequillo superlativo y felón, es partidario del paradigma cosmológico de un universo en expansión…de cuñaos. ¡Anda que no! (Por cierto, ya iremos conociendo los rincones oscuros de las biografías de la oligarquía Ciudadana. Que hay en ellas muchos fenómenos “singulares”).
Pero, ¡ojo!, no se culpe sólo al camaleónico Marín de felón. Todos ellos, me refiero a toda la dirigencia del partido y a sus altos representantes, son igualmente felones. Todos, sin excepción. No hemos oído en público ni una voz discrepante; aunque en privado –sépalo bien señor Marín- algunos digan que no son marinistas. No, entonces serán submarinistas. Ya no cuela.
Por eso ahora yo no votaré a Ciudadanos. Pasará un elefante por el ojo de una aguja antes de que yo vuelva a votarlos. Y lo mismo espero de aquellos que desean una Andalucía próspera y libre; y de aquellos funcionarios que creen en una Administración sometida al imperio de la Ley; y de aquellos centenares de miles de opositores que han realizado y realizan un gran esfuerzo para acceder por sus méritos a unas plazas que ya nunca les serán ofertadas, pues han sido adjudicadas a dedo a los hijos del régimen.
Por eso y más, digo a estos usurpadores de votos: quien no te conozca que te vote.
Max Estrella, cesante de hombre libre
Diciembre, 2015

EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL BENDICE LA SACROSANTA TRADICIÓN PATRIA DEL ENCHUFE

Disculpe el lector –tan paciente y benevolente como desocupado- el ejercicio de petulancia, pero tengo que decir que el desenlace de esta desigual contienda ya estaba anunciado desde sus inicios.
Ya lo advertí cuando, a finales del año 2010, comenzaba la lucha: “Yo, que practico el pesimismo racionalista, pienso que esta guerra está perdida, porque, como dijo De La Boetie –hace ya cinco siglos-, el hombre no ama la libertad, porque si la amara sería libre. No obstante, del mismo modo pienso que, aunque sea una causa perdida, hay que dar la batalla. Por dignidad.” (Por dignidad)
Unos días más tarde, en el ocaso del año, el Sindicato Andaluz de Funcionarios (el único entre los sindicatos de la Administración andaluza que mantiene la dignidad y la toga limpia de polvo del camino) presentó querella contra el presidente de la Junta de Andalucía y todo el Consejo de Gobierno por presunto delito de prevaricación cometido con la aprobación del decreto-ley 5/2010 –vulgo decretazo o ley del enchufismo-; querella que fue admitida a trámite por el Tribunal Supremo. Volví a manifestar entonces (Griñán ante el Sanedrín) mi escepticismo respecto a la suerte de la querella. Dije entonces, y sigo sosteniendo ahora porque nada ha cambiado, que no hay esperanza en un sistema en el que los distintos poderes del Estado se retroalimentan para defender sus intereses oligárquicos. Sostuve que nada cabe esperar de una justicia sometida al poder político; y que la justicia aquí agravia más que el delito. Y, efectivamente, el TS acabó dando carpetazo a la querella al estilo de Muñoz Seca: tengo su escrito delante, pronto la tendré detrás…
(Por cierto, el Tribunal Constitucional ha sentenciado recientemente que el Consejo de Gobierno usurpó la potestad legislativa con tal acto; o dicho de otro modo, los hechos -y la calificación jurídica de los mismos- denunciados por el Sindicato Andaluz de Funcionarios ante el TS se revelaron ciertos; o sea, el Consejo de Gobierno actuó contra la Constitución y, sin embargo, a pesar de la querella, eso no ha merecido por parte de la justicia, no digo ya un reproche penal, sino ni siquiera una apariencia de investigación; no se han molestado siquiera en subir el telón y representar la farsa, pese a habernos cobrado la entrada.)
Un par de años más tarde, unos días antes de las elecciones, cuando la efervescente revolución funcionarial llenaba las grandes alamedas de bravos efímeros luchadores y de contumaces oportunistas, seguí advirtiéndolo (A vueltas con la justicia): “Hace algún tiempo que, en estas mismas acogedoras páginas, manifesté mi escepticismo respecto a que esta vía –la judicial- pudiese proporcionarnos alguna satisfacción (…) Así pues, abandonen toda esperanza aquellos que confiaron en la solución del conflicto por la vía judicial (…) La única rendija abierta a la esperanza se llama cambio político. La única oportunidad de vencer en este conflicto es acabar con este régimen putrefacto y fétido. Ahora tenemos una ocasión, tal vez la última. Delenda est Cartago.
Y así, en otras diversas ocasiones.
De modo que el reciente pronunciamiento del Tribunal Constitucional ni me ha sorprendido ni, menos aún, decepcionado, ya que ninguna justicia espero de los jueces; y, como dijo un socrático personaje de Hitchcock –el capitán Wiles-: “bienaventurados los que nada esperan, porque no quedarán decepcionados”.
Para quien no esté enterado, si queda alguno, el garante de la Constitución ha venido a dar la razón en esta guerra contra el enchufismo al régimen andaluz y la puntilla al modelo constitucional de Administración Pública consagrado en la Constitución de la que, supuestamente, eran garantes. También han liquidado el modelo de Función Pública imparcial, profesional y meritocrática; y el acceso de la ciudadanía a la misma en condiciones de igualdad.
El Tribunal Constitucional ha consagrado el mayor atentado cometido hasta la fecha contra los principios constitucionales de acceso a las funciones públicas y contra el modelo constitucional de Administración Pública. Ha consagrado que la gestión ordinaria de los asuntos públicos quede en manos de entidades de naturaleza privada o híbrida, no sometidas al derecho administrativo y, por tanto, a los controles jurídicos que garantizarían que su actuación se somete al imperio de ley y se realiza en favor del interés general.
Por si eso no fuese suficientemente grave per se, el garante (jajaja) de la Constitución da también sus bendiciones a la mayor prevaricación de la historia de España: la conversión en empleados públicos (y que se deje de palabrerías y distinciones bizantinas que lo único que ponen de manifiesto es que tienen plena conciencia de lo que hace) de una legión de aproximadamente 30.000 personas, que han accedido al empleo público sin que mediara convocatoria pública, ni concurrencia en régimen de igualdad, ni pruebas objetivas de acceso conforme a criterios de mérito y capacidad, ni transparencia en el procedimiento de selección, ni, en suma, ninguno de los requisitos ni garantías exigibles para ello en un estado de derecho.
Con esta sentencia infame el Tribunal Constitucional abre una vía inquietante y muestra el camino a seguir a las administraciones y a los ciudadanos. A las administraciones les manda el mensaje de que, pese a lo que establece la Constitución, su voluntad está por encima de las leyes; que pueden hacer de su capa un sayo para eludir los controles legales, bajo el argumento de la potestad de autoorganización.
Y, siendo eso malo, es peor aún el mensaje dirigido a los ciudadanos. Permítame el lector que lo ponga en román paladino, con el que suele el pueblo hablar a su vecino; vienen a decir los magistrados (excepto uno, lúcido y más decente): “Señores ciudadanos, que tontos y que ingenuos son ustedes. Mira que creerse lo que dice la Constitución. Pero so pánfilos, no veis que es todo mentira, desde el artículo 1, ese que dice que la soberanía reside en el Pueblo. Jajaja, pero que cándidos, ¡creerse eso de la igualdad en el acceso a las funciones públicas, conforme a los principios de mérito y capacidad!, para partirse. No se dan cuenta ustedes que lo que hay que hacer, en vez de estudiar y prepararse, es apuntarse a un partido político o tener una buena recomendación o un buen enchufe. Aprendan ustedes de nosotros, no sean idiotas”.
No puedo evitar acordarme de Pacheco, el ex-alcalde de Jerez –el que dijo que la justicia es un cachondeo, y se quedó corto- y de Quevedo. De Pacheco por su cortedad de miras y su tibieza. Si hubiese creado una empresa municipal y hubiese metido a toda su familia, a todo su partido y a medio Jerez y luego hubiese creado una agencia municipal e integrado en ella la empresa con toda su cohorte de enchufados, todos serían empleados públicos y él estaría colmado de bendiciones, y hasta seguiría de alcalde. Como un señor. En lugar de eso, en vez de enchufar a 20.000, sólo metió a dos; y está en la cárcel (el fiscal le pidió 20 años). Pobre imbécil.
Y es que, como dijo Quevedo, en España los grandes crímenes se premian; se coronan, dijo. Aquí lo que no está bien visto es el delito al por menor, el menudeo.
No hay remedio, ni esperanza, esto durará sin duda alguna más de lo que duró el túmulo sevillano a Felipe II. ¡Oh, gran Junta!, Roma triunfante…
Max Estrella, cesante de hombre libre
Diciembre, 2015

ESTAMPAS TOTALITARIAS ANDALUZAS (II)

El remake andaluz de Minority report
La Junta que cual Midas invertido –aludo al participio del verbo y no a la condición sexual del rey frigio- corrompe cuanto toca, ha convertido un luctuoso drama personal, familiar y social en un vil episodio de adoctrinamiento ideológico. Me refiero a la violencia contra la mujer o violencia sexista (no me gusta el término violencia de género acuñado por el correctismo feminista. Es más, no me gustan las feministas, precisamente porque creo en la igualdad de todas las personas sea cual sea su sexo.)
Todos los totalitarismos, pasados y presentes, usan el lenguaje y la propaganda como instrumentos para el adoctrinamiento; cuestión esencial para su supervivencia. Se trata de la mixtificación de la realidad. De enmascarar la realidad, de manipularla al servicio de la ideología. Se trata en suma, como señaló Orwell, de controlar la realidad y mantener la mentira siempre unos pasos delante de la verdad. El régimen andaluz no es diferente; es más, derrocha maestría en la tarea.
La Junta –administración del Partido Hegemónico (HP)- usa la flébil tragedia de la violencia sobre la mujer para ocultar una inconfesable y vergonzosa realidad: el estrepitoso fracaso de sus políticas. Para ocultar su falta de convicción en el empeño. Y su ineptitud, su incompetencia y su incuria.
Según los datos contenidos en el VII informe del Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer, Andalucía encabeza -¡cómo no!- la funesta estadística de víctimas mortales, partes de lesiones y número de denuncias; muy por encima de comunidades como Cataluña, Madrid, Valencia o País Vasco.
Los fatídicos datos evidencian y destapan otra triste realidad: el atraso económico, educativo y cultural en que este inicuo régimen tiene sumida a la sociedad andaluza. Pues la violencia contra la mujer es propia de sociedades poco desarrolladas. La violencia de esta naturaleza suele darse entre sectores de población de escasos recursos económicos, cultura y educación. Y, también, en sociedades ideológicamente contaminadas del buenismo multiculturalista, que no sólo se muestran cobardemente incapaces de plantar cara a creencias retrógradas y reaccionarias, sino que, incluso, exigen respeto, compresión y tolerancia –es su cultura, dicen- respecto a costumbres, hábitos y convenciones sociales que limitan la libertad de la mujeres y degradan su dignidad, rebajándolas a la aberrante condición de mero objeto doméstico; y todo ello ante el estrepitoso silencio del feminismo gobernante.
No conviene al Régimen atacar el problema en sus causas (es decir, en el déficit educativo y en el subdesarrollo económico que propicia una sociedad subsidiada y, por tanto, sumisa y acrítica) porque es tirar piedras sobre el propio tejado. Y, también, porque ello sería un reconocimiento implícito de la existencia de una desagradable realidad que desdice la imagen de la Arcadia feliz que vende la propaganda oficial. Ya lo advirtió Quevedo: en la ignorancia de los súbditos está la garantía de los tiranos.
En ese contexto, ya de por sí suficientemente vergonzoso, viene el Régimen a añadir su marca de la casa: un esperpento neototalitario al que ha bautizado en su neolengua como “detección precoz de la violencia de género”.
Algún iluminado ideólogo del Régimen ha decidido resucitar a Lombroso, ese trasnochado criminólogo del XIX, que sostenía que el delincuente nace no se hace; que no es preciso que el delincuente delinca (delinqua, según Chaves) pues se le puede identificar a priori por la forma del cráneo y sus facciones.
O, más probablemente, el iluminado vio Minority report y pensó que si tres idiotas visionarios (precogs) eran capaces de convertir el delito mismo en pura metafísica, aquí se podría hacer lo mismo; al fin y al cabo, en el Régimen no faltan idiotas.
Y así nos vemos ante ese engendro totalitario, imaginado por Philip K. Dick, implantado en la Arcadia socialista. La teoría del precrimen. La abolición del sistema punitivo posdelictivo. La detención de los delincuentes en potencia, antes de que puedan cometer un acto violento. El estigma de Caín marcándolos antes de que infrinjan ninguna ley, porque sin duda lo harán.
Ninguno de estos iluminados propagandistas se ha parado a pensar que aplicar el término precoz a un hecho delictivo es una estupidez, amén de una contradictio in terminis, un oxímoron. El delito existe o no existe. El Régimen confunde precocidad con prevención. Pero claro, lo de la prevención ya está inventado; por otros. Y encima no vende como lo de la detección precoz. ¡Lástima!
En fin, este es el nuevo orden: unos cuantos idiotas (lo dice Philip K. Dick, no yo) rigen nuestro destino.
Max Estrella, cesante de hombre libre
Noviembre, 2015

ESTAMPAS TOTALITARIAS ANDALUZAS (I)

Las orejas del régimen y el pensamiento único
Hace unos días Luis Marín Sicilia recomendaba la lectura de Goebbels, el ministro de Propaganda del régimen nazi, para evidenciar ciertas actitudes del actual presidente de la Generalidad de Cataluña y de su entorno. A mi juicio llevaba razón. Pero todo lo que denunciaba en su artículo es igualmente predicable del régimen que padecemos en Andalucía. En estas páginas hemos señalado que el régimen nacionalista catalán y el régimen socialista andaluz son primos hermanos. Comparten su naturaleza neototalitaria, mixtura de populismo, despotismo tocqueviliano, autoritarismo bananero y decisionismo político manifestado de modo obsceno en el desprecio de la ley y del parlamento; y esa caracterización ideológica queda plasmada en sus respectivos estatutos de autonomía, que son precisamente clónicos.
Ahora bien, una cosa diferencia ambos regímenes -y no es baladí- que hace aún más odioso el andaluz frente al catalán. Me refiero a la característica esencial de todo totalitarismo: la estructuración de la sociedad en torno al partido único, que todo lo penetra. En nuestra realidad sociopolítica, no partido único sino hegemónico; el régimen puede permitirse el “lujo” del pluralismo político, ya que no deja de ser una mera declaración formal que no se proyecta en la realidad fáctica. En esta legislatura tenemos la confirmación de lo que digo. Pero sobre todo, esta nota diferencial se evidencia en el hecho de que en Andalucía los escándalos de corrupción no son asunto del partido sino de la Junta de Andalucía; esto es, de las instituciones que el partido parasita. Partido y Estado (digámoslo así, salvando las distancias) constituyen la misma cosa. Como en la extinta Unión Soviética, como en la Alemania Nazi, como en Cuba, como en cualquier régimen totalitario.
Aquí, como en todos esos regímenes no existe el principio de separación de poderes, o de equilibrio y contrapeso de poderes, propio de los sistemas democráticos. Aquí el Parlamento ni siquiera llega a ser apéndice del ejecutivo (del partido) sino una claque bienpagá y en cuanto a la justicia no alcanza siquiera a aparentar la severa categoría del mayordomo de un lord inglés sino que más bien parece un mozo de cuadras encargado de limpiar los cagajones del establo. También tenemos ejemplos recientes de ello.
Pretendo hacer llegar al lector, a modo de postales, nuevas muestras de la iniquidad del régimen, que no sólo le sorprenderán sino que, sin duda, le dejarán un sentimiento mezcla de hastío y desasosiego. Comencemos  la serie:
La red de agentes anti-rumores, o la opinión ortodoxa.
Los hechos: la Junta ha creado una red de agentes anti-rumores “para detectar rumores y/o prejuicios, investigarlos y hacer propuestas directas de intervención que afecten a la población inmigrante o que se puedan dar entre personas de diferentes nacionalidades y/o etnias”.
Lo que no dice es quienes serán esos agentes. Quien los seleccionará. Con qué criterios. Quienes serán los investigadores. Quienes los proponentes y ejecutores. Y quien los pagará. Perdone el lector este desliz, sobraba la última cuestión: es lo único que siempre está claro en lo que hace la Junta, los paganos seremos usted y yo. Como siempre.
Analicemos el asunto. Sólo concibo dos hipótesis respecto a la naturaleza jurídica de los rumores: Una, que de algún modo sean ilícitos; bien porque constituyan delito, bien porque sin llegar a serlo lesionen la honorabilidad de las personas. Y, dos, que no sean ilícitos en modo alguno; o sea, que constituyan una opinión lícita, amparada, por tanto, por la libertad de pensamiento y de expresión.
Pues bien, si se trata de lo primero, en una sociedad democrática para prevenir y perseguir delitos está la policía. Aquí, por cierto, a falta de una tenemos cuatro policías. Y para perseguir lesiones e intromisiones ilegítimas en la honorabilidad de las personas, nuestro ordenamiento jurídico democrático pone a disposición de los ciudadanos diversos instrumentos jurídicos protectores o reparadores.
Entonces, si los agentes anti-rumores no están legitimados legalmente para actuar en tales supuestos -so pena de incurrir en delito-, sólo cabe una opción: el régimen los ha instituido para controlar y perseguir las legítimas opiniones de los ciudadanos que no se acomoden a la ortodoxia ideológica.
Necesariamente Orwell viene a nuestra mente: Garantizar que todas las opiniones están de acuerdo con el punto de vista ortodoxo es tan importante para la estabilidad del régimen como la represión.
Y en verdad de eso se trata y a ese fin sirve esta red de orejas y delatores: la estabilidad del régimen mediante la propaganda, la mixtificación de la realidad, el adoctrinamiento, la acción para modelar conciencias. A todo esto el régimen, en su neolengua, lo llama “efecto concienciador”, en la lengua de los hombres antiguos se llamaba lavado de cerebro. En definitiva, se trata de controlar, perseguir y estigmatizar la opinión inconveniente, la heterodoxa, y sustituirla por la que prescribe la doctrina del pensamiento único. Esto en la neolengua del régimen se define como “deconstruir para construir ciudadanía”; en román paladino (con el que suele el pueblo hablar a su vecino) se llama ingeniería social.
También persigue el régimen con esto ampliar su tejido clientelar entre la población inmigrante mediante la compra de voluntades, mediante la creación de adeptos a su causa, subvención mediante.
En una democracia, si se diera este caso, cosa improbable, la fiscalía actuaría en defensa de la libertad y los derechos de la ciudadanía. Aquí, donde precisamente el promotor de la totalitaria idea es “el fiscal que no amaba a la justicia”, el “notorio detractor”, el Nota, no podemos esperar que eso ocurra.
Por cierto, conviene recordar que todo esto sucede con el beneplácito del partido Ciudadanos. Partido que puede incluir en su ideario su condición neototalitaria; adquirida por impregnación o contagio. Continuará.
Max Estrella, cesante de hombre libre
Octubre, 2015

LA INCORREGIBLE SUSANA

Creo que la mayoría conoce la fábula de la rana y el escorpión: Un escorpión pidió a una rana que le ayudase a cruzar un río. La rana –ingenua y confiada, cual votante andaluz de Ciudadanos- accedió a llevarlo sobre sus espaldas pensando que ningún mal debía temer, ya que en tal caso el ingrato huésped correría su misma fatal suerte. A mitad del trayecto el escorpión picó a la rana. Ésta, sintiendo el mortal aguijonazo, preguntó ¿por qué me has picado? ¿No comprendes que ahora moriremos los dos? El escorpión respondió: lo sé. Es mi naturaleza, no puedo dejar de ser quien soy.
No traigo a colación el cuento para ilustrar a Juan Marín, el Felón, y a su disciplinada y silente hueste sobre el sentimiento que albergamos quienes fuimos sus votantes, ni sobre el destino que le espera haciendo de rana de Susana; aunque, tal vez, no esté de más el recado admonitorio, que para eso son las fábulas morales.
No, lo que me hace pensar en esta fábula es la naturaleza inmutable del despotismo. La imperturbable condición despótica del régimen que -ya en su cuarta década- pastorea a los mansos andaluces (beeeeeeé). Lo que me hace pensar en esta fábula es que, a pesar de las palabras –huecas como cañas- y desmentidas por los hechos, el rostro del régimen permanece inalterable. El régimen es el mismo y también su dirigencia, aunque cambien periódicamente de careta. Llámense el bueno de Manolo o Pepe el Sencillo o Susi la Deseada, la jeta del régimen es siempre la misma. Susana es Chaves y Griñán, con más tetas (¿verdad, Valderas?) y menos cabeza. El régimen persevera contumaz en su ser, del mismo modo que el escorpión de la fábula; y su rostro es siempre el mismo: el rostro del déspota.
No me excedo. Según el diccionario, es déspota quien gobierna sin sujeción a la ley y abusa de su poder y autoridad. Y ¿acaso no es eso lo que aquí viene sucediendo?
El régimen socialista, su princesa de fresa, arrinconan las leyes más sagradas –la Constitución y el Estatuto de Autonomía- para convertir en ley su voluntad. Gobiernan por decreto-ley. Aquí el gobierno legisla y gobierna. ¿Sirve para algo el Parlamento? En el último año y medio el gobierno andaluz ha aprobado 21 decretos-leyes (record Guinness europeo) frente a sólo dos leyes políticamente relevantes (Presupuestos y Transparencia).
Desdeñan el estado de derecho y ultrajan el principio de separación de poderes, uno de sus pilares, para imponer su voluntad por encima del parlamento y de los tribunales. Convierten en realidad andaluza los principios del decisionismo político: el Führer hace el derecho.
Y siendo la cuestión de suma gravedad, causa pavor cuando se analizan los detalles y pormenores de tan descarado despotismo.
Y si no, vean ustedes el caso del último decreto-ley aprobado por el susanismo: Un decreto-ley aprobado con dos únicos objetivos: de un lado, eludir arteramente el cumplimiento de las sentencias dictadas contra la Junta de Andalucía obtenidas por el Sindicato Andaluz de Funcionarios ante el TSJA, el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional; y de otro, evitar que este sindicato pueda recurrir la arbitraria decisión juntera ante los tribunales. Estos dos objetivos, se resumen en uno: privar a una persona del derecho constitucional a obtener la tutela judicial efectiva, consagrado en el artículo 24 de la Constitución. Es decir, a obtener de la justicia un pronunciamiento basado en derecho y a que se haga efectivo.
Tal como acostumbra, la Junta no respeta los requisitos formales y materiales exigidos por la Constitución y el Estatuto para el ejercicio de la potestad legislativa. Pues, de un lado, en el aspecto formal, ni se dan objetivamente los motivos de urgencia que alegan (¿urgencia?, ¡después de llevar cuatro años mareando la perdiz!), ni existe necesidad alguna de modificar la ley de la Función Pública andaluza para su propósito, ya que nada en su articulado impide un desarrollo reglamentario como el que pretende la Junta (de hecho, la modificación de la norma reglamentaria constituye el meollo del decreto-ley); y de otro, la materia que el régimen pretende regular está vedada al decreto-ley, pues éstos no podrán afectar a los derechos, deberes y libertades regulados en el Título I de la Constitución; supuesto en el que nos encontramos al verse concernido el acceso a las funciones públicas en condiciones de igualdad, regulado en el artículo 23. (Pregunta colateral: ¿Do están los ilustres letrados del Gabinete Jurídico? No respondan, no digan nada; hagan como ellos)
Sobre lo anterior, lo más grave y escandaloso es que este decreto-ley está dictado despóticamente contra una persona: el Sindicato Andaluz de Funcionarios. Por cierto, el único entre los existentes en la Administración General de la Junta de Andalucía que defiende los intereses del funcionariado sin sectarismos, haciéndolo compatible con la defensa del interés general, que queda satisfecho cuando las leyes son obedecidas y respetadas.
Aquí, pues, no ha cambiado nada; a pesar de que el partido socialista -padre, sustentador y beneficiario de este nefasto régimen- no goza de mayoría parlamentaria –o tal vez por eso- se atreve a usurpar al parlamento la potestad legislativa, y no para una noble causa sino con el abyecto fin de privar a una persona jurídica del derecho constitucional a la tutela judicial; y, dicho sea de paso, con el consentimiento de la oposición, que constituye la mayoría. Una callada, costosa, decorativa e inútil mayoría.
Max Estrella, cesante de hombre libre
Septiembre, 2015

OPERACIÓN ALAYA

No es mi intención hacer un panegírico de la juez ni tampoco un alegato contra las calumnias, injurias y vituperios de los que viene siendo objeto. Para lo primero, de ser justos, sería necesaria cuando menos la inflamada oratoria de Marco Antonio ante el cadáver de César; y no la humilde pluma de un diletante. Para lo segundo, cualquier discurso sería un empeño inútil, pues la ebúrnea juez no precisa defensores. Su irrefutable defensa la proclama por sí sola la catadura moral de sus detractores.
Después de soportar estoicamente las infamias de la insolente y estólida dirigencia del Psoe (por no decir sus ladridos y rebuznos, para no ofender a inocentes y nobles animales); después de padecer los escraches –impunes- ante la puerta del juzgado de los sindicalistas apesebrados y cebados como puercos (que los puercos me perdonen) en las zahúrdas del régimen; después de sufrir en los medios –los de ellos, casi todos- el horrísono concierto del repugnante coro de voceros mercenarios; después de todo eso, digo, ha entrado en escena la justicia para representar el último acto de este drama: El sitio y aniquilación de Alaya.
Dice Cervantes -nunca deja uno de disfrutar ni de aprender con él- que así como los cometas cuando se muestran siempre causan temores de desgracias e infortunios, ni más ni menos la justicia.
Sólo que ahora el signo de las desgracias es algo más que un cometa: es una conjunción pajiniana (no sean malpensados, lo digo por doña Leire) que ha alineado a tres elementos de cuidado: la jueza Núñez Bolaños que, cual Penélope, desinstruye por las noches lo que Alaya instruyó de día; O que, como Jack el Destripador, te despieza un sumario antes que un carnicero un pollo. Penélope la Despiezadora.
Luego, en el centro del eje: el Juez Supremo de Andalucía. El que se reunió con Griñán en San Telmo justo cuando la jauría de Alaya ya le estaba oliendo a éste el trasero. Sin que, por cierto, el Psoe –ni sus satélites- se rasgaran las vestiduras, ni pidieran explicaciones a los reunidos y, menos aún, presentaran denuncia a la Fiscalía. Claro que –ahora lo hemos sabido por la prensa canalla- no hablaron de cómo neutralizar la acción de la jueza sobre los altos dirigentes junteros sino de lo caros que se habían puesto los alquileres con la dichosa burbuja inmobiliaria. Si en lugar de en Granada don Lorenzo, el Magnífico, estuviese en la Grecia de Pericles los atenienses dirían de él que le caben 1300 bueyes en la boca. Pues para referirse a los jueces que no actuaban como era debido, decían: “ese tiene un buey en la lengua”, ya que una de las monedas que usaban estaba sellada con la figura de un buey.
Y en el otro extremo, cerrando la tríada justiciera, el inefable consejero de Justicia, no podía faltar. Claro que, en cierto modo, comprendo y no me sorprende que el Notorio Detractor –llamémosle así, como hizo Alaya ante el CGPJ- no muestre respeto alguno por la Justicia o, más aún, que la desprecie y ultraje, aun siendo fiscal de profesión; o, precisamente, por eso. Al fin y al cabo, está en la naturaleza humana que aquello que se acomete sin pasión, sin convicción y por obligación termine no sólo corrompido por el orín de la rutina sino, además, siendo despreciado. Sin embargo, no consigo comprender, y me sorprende y no le perdono, que siendo el Nota (notorio, según la RAE) un connaisseur (o, como dicen en mi pueblo, un enterao) no haya mostrado algún respeto -ya que no a la justicia- a la belleza. Pues, como dijo un sabio perro cervantino, por nombre Cipión, es prerrogativa de la hermosura que siempre se la tenga respeto.
O sea, que todo está dispuesto para repetir el espectáculo -que ya resulta aburrido, por conocido y reiterado- de cómo el régimen socialista andaluz se cisca en la justicia.
Después de esto, encontrar en Andalucía a un juez que se atreva a hacer justicia a los poderosos será tan improbable como que una higuera dé nueces. Llegado el caso, el remedio apropiado tal vez fuera el que proponía aquél perspicaz editor de la mítica ciudad de Liberty, en el lejano oeste: si han de prevalecer la Ley y la Justicia en nuestra tierra, la primera medida es echar de las ciudades a los jueces… y luego cazarlos a tiros como a perros. El pobre viejo era un poco radical.
Max Estrella, cesante de hombre libre
Septiembre, 2015

EL NEGOCIO DE LA POBREZA

Lo dijo Balzac hace ahora casi doscientos años: “Está claro que la caridad no da buen resultado más que como negocio”. Dicen que el Tiempo es sanador de males. En eso vienen a coincidir Franco y Antonio Banderas; aunque Su Excelencia no se limitaba a decirlo: en su escritorio dedicaba una gaveta para los reposados asuntos que el Tiempo había de resolver, eso dicen. Pero el Tiempo, que es caprichoso, arbitrario y cruel, como todos los dioses, también lo corrompe todo. De manera que si Balzac, a mediados del XIX, ya se quejaba amargamente de la dureza del alma humana, hoy, sin duda, estaría escandalizado con el estado de la cuestión.
La filantropía, que nos llevó a los soberbios y estúpidos jóvenes de mi generación (tal vez otro día hable de la juventud) a idolatrar a caritativos benefactores de la humanidad como Stalin, Mao, Fidel, Hoxha y tantos otros de la misma calaña, es hoy un negocio muy bien organizado.
Los filántropos (que, naturalmente, son progresistas -disculpen la hipérbole- de izquierdas, feministas, ecologistas, animalistas y todos los demás istas -“ista”, “ista”, “ista”, Zapatero…, etc., ¿recuerdan?- que el estúpido correctismopolítico impone) han corrompido absolutamente la solidaridad y la han convertido en un pingüe negocio.
Lo primero que han corrompido ha sido –como acostumbran- el lenguaje, las palabras. No hay nada de ingenuo en ello, al contrario. Hay que empezar por ahí para que el plan triunfe. Está claro que los totalitarismos usan el lenguaje para modelar el pensamiento. Ahí vamos, objetivo: pensamiento único. Como dijo Humpty Dumpty: “Lo importante no es saber lo que significan las palabras, sino saber quién manda”
Obsérvese que ya no hablamos de Caridad y, además, tenemos asumido que es un concepto vergonzoso. Y todo porque en nuestra cultura es un concepto del credo cristiano; cuando, como todas las virtudes, tiene su origen en la filosofía grecorromana y en la recepción que de ella hizo el cristianismo. Abominamos del ejercicio de la Caridad, cuando el significado de ésta no es sino amor al prójimo, sentir con él sus penalidades, compadecerse de sus miserias, o sea, ser misericordioso. Ahí están las famosas obras de misericordia del credo cristiano. Ya quisieran estos filántropos de plasma y papel cuché que todas sus oenegés y sus concejalías y consejerías y diputadías de asuntos sociales, con todos sus millones de euros y todo su apostolado de delegados, cuñaos y asesores, tuvieran un programa social como el que ellas prescriben.
Hablemos, pues, de solidaridad, que es guay y no da vergüenza, ni suena a iglesia; lo dice un ateo, o un agnóstico, que no sé bien lo que soy ante este misterio de la vida al que la ciencia humana no ha dado aún satisfactoria respuesta.
Solidaridad, conforme al significado de la palabra en nuestro idioma, entraña una acción voluntaria y libremente realizada. No hay solidaridad posible cuando el acto solidario es el resultado no de la voluntad sino de la imposición. De lo impuesto. De los Impuestos. Este es el primer efecto de la filantropía organizada: acabar con la nobleza del sentimiento y la disposición de ánimo individual. El Estado (como en todos los totalitarismos) anula al individuo.
Por otra parte, el ejercicio voluntario de la solidaridad se encuentra con una barrera difícil de eludir: su institucionalización y burocratización. Es decir, el individuo generoso se ve obligado a participar en un sistema en el que por cada euro introducido en el “circuito de la solidaridad” se pierde un buen porcentaje – a veces todo- en las cañerías que deberían llevarlo a su destino. Eso por no hablar del turismo solidario, sobre todo practicado por nuestros solidarios políticos de izquierdas (Un clásico: ¡Enrólate y conocerás mundo! ¡Oh, el turismo, que gran invento!). Ya lo decía la castiza sentencia hispana: “Administrador que administra y enfermo que enjuaga, algo tragan”.
Y es que, a mi parecer, nada hay tan falso, lejano y opuesto a la solidaridad como estas oenegés nuestras. Pingüe negocio de quienes las controlan o, como poco, cómodo y reputado medio de vida de sus abnegados filántropos en ejercicio. Hablo generalizando. Lo que, obviamente, siempre constituye una injusticia para algunos. A esos, a los verdaderos compasivos, misericordiosos, caritativos y solidarios hermanos –a muchos de los cuales he conocido y conozco-, que dedican su tiempo, su dinero, sus desvelos y parte de su vida a ayudar desinteresadamente al prójimo, les pido disculpas y les manifiesto mi enorme admiración y gratitud. Héroes modernos y anónimos. Justo todo lo contrario de esos filántropos profesionales y mediáticos. Mercenarios a sueldo de organizaciones ( lo que, precisamente, es la única verdad de su nombre –ONG-, es decir, que están organizados; pero que, con toda la desvergüenza del mundo, se dicen No Gubernamentales, cuando la fuente primordial de sus ingresos son los impuestos de los trabajadores que, en buena medida, parasitan) que constituyen un fin en sí mismo.
Max Estrella, cesante de hombre libre
Julio, 2015

CANCIÓN DESESPERADA

El lector fiel -si es que tengo alguno-, sin duda tan perspicaz como desocupado, habrá percibido que me he tomado un año sabático en este oficio de plumilla juntaletras; por razones tan confusas, he de decir, que ni yo mismo consigo aclararlas. Es digna de admiración esta capacidad de nuestra especie para enredar todo lo que por naturaleza es sencillo.
Después de este viaje desde la nada a ningún sitio; desde la confusión a la zozobra, vuelvo desde mi corazón a mis mundanos asuntos. O sea, pongo de nuevo los pies en el suelo (la muchacha que amo me dice -y es alegre- no sirves para nada, siempre estás levitando...) Regreso metafóricamente a Ítaca. No a la Ítaca homérica, donde Ulises, redimido ya de sus tribulaciones, encontró a su Penélope, a su Telemaquito, a su fiel y avispado perro Argos, y al sursuncorda, y vivieron felices y comieron perdices. Sino a esta Ítaca nuestra, amada y lacerante, convertida en ciénaga putrefacta, donde sólo las sabandijas y los parásitos están en disposición de medrar.
Aunque he sobrevivido, como Odiseo, a los cantos de sirena (de la sirena Susánida, que ahora ya sólo canta nanas:
Duérmete “Chicharito”
que viene Chaves
y te trae subvenciones,
y va a colocarte…
Porque si no te duermes
viene Alaya a llevarte,
y…¡zas!
te come la paguita,
chacapumba, chacapumba…);
sin embargo, he de confesar avergonzado que no pude vencer del todo la tentación y libé el néctar alienante de la esperanza: voté a Ciudadanos. Sólo los ingenuos olvidamos que el fruto de la esperanza se llama fracaso. Ahora, para escarnio, vilipendio, burla, cachondeo, befa, mofa y choteo de mi persona por parte de quienes me conocen y me quieren (aunque no tanto), este régimen inicuo pervive gracias a mi voto. ¡Qué vergüenza! ¡Cómo pude olvidar la dantesca sentencia que tantas veces en estas mismas páginas espeté a los ingenuos: Lasciate ogni speranza…! Consejos vendo y para mí no tengo. Me está bien empleado. Mea culpa.
Piso el suelo, pues, y entono un mea culpa y esta canción desesperada: no hay fuerza humana capaz de acabar con la siniestra hegemonía del partido más totalitario (con careta de socialdemócrata; cosa, por cierto -la careta- que le ha copiado Podemos) del país, y, por ende, con este régimen nocivo y provecto, más longevo ya que el de “Su Excelencia” por antonomasia.
Pero a diferencia de la del cervantino Grisóstomo, esta canción desesperada no es de rendición y abandono, sino de lucidez y de lucha. Lo he dicho muchas veces – permíteme que insista - y, por desgracia, no me he equivocado: esta es una batalla perdida, pero hay que darla. Por dignidad, por principios, por vergüenza -e, incluso, por instinto de especie: por nuestros hijos-. Nada ennoblece más al hombre que luchar por lo imposible; pedir la luna. Nada le ensanchece más que defender una causa perdida; tal vez juguemos en la liga de los perdedores pero, desde luego, es la división de Honor.
 Sin duda este régimen seguirá más allá de nuestros días. Cada día que pasa sirve para afianzar su hegemonía e inmunizarse contra las potenciales afecciones que puedan atacarlo. Pero, del mismo modo, no podrá librarse del cada vez más numeroso coro de grillos que martillean la conciencia de los que aún la tienen viva, y perturban la placidez y el sosiego de esta siesta perpetua en que el régimen quiere adormecernos..
Amigos grillos: yo, en mi insignificancia, emulo a Witman y a Brecht y a Neruda, y os celebro y os canto. Y os reconozco y os convoco y os nombro: Pedro, Antonio, Guillermina, Paco, Mara, Luis, Cornelia, Eduardo, Higea, Rafael, Alfonso, Sergio…y tantos otros, gracias. Y os abrazo.
¡Que no cese la música! ¡No dejéis de grillar!
Max Estrella, cesante de hombre libre
Julio, 2015

REBUZNOS Y REGÜELDOS (CON PERDÓN)

Ha transcurrido casi un mes desde que el Presidente del Tribunal Supremo, el del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, el de la Junta de Andalucía y el Consejero de Justicia se reunieran para comer en el Palacio de San Telmo, sede de la Presidencia del Gobierno. He dejado pasar el tiempo para que las vísceras no usurparan el lugar de la razón, obsesionado como estoy con la idea de la Justicia y de la Libertad.
Precaución inútil; pues mientras escribo esto la sectaria asociación judicial “Jueces para la Democracia”  —a la que no escandalizan lo más mínimo hechos como el referido, ni cualquier otro cuyo autor sea un “gobierno progresista”— se deja caer, de nuevo, con otro capcioso comunicado (video-panfleto, para ser exactos) atacando las políticas del Gobierno; de similar cariz al que divulgó con ocasión de la aprobación de la reforma laboral (no la de Zapatero del 2010, ¡qué va, qué creían ustedes!. No, la de Rajoy del 2012, por supuesto). Lo mismo que dijimos entonces, sostenemos ahora: No corresponde a los jueces la potestad legislativa; ni tampoco, desde luego, emitir juicios sobre la idoneidad y oportunidad de las leyes y, mucho menos, sobre las supuestas intenciones del legislador. Lo que constitucionalmente compete a los jueces es aplicar la ley legítimamente promulgada. Es inadmisible en un juez la crítica de las leyes, del mismo modo que lo sería que el Parlamento pusiera en cuestión las decisiones de los jueces. Si eso se admitiera, estaría en cuestión la democracia. Si el juez considera una ley contraria a la Constitución, lo procedente es plantear cuestión de inconstitucionalidad ante el órgano al que la Constitución atribuye en exclusiva la potestad de declarar la inconstitucionalidad de las leyes. Si no, cualquier otra cosa será una antidemocrática extralimitación, inadmisible en un estado de derecho.
El juez, como cualquiera, puede tener opinión sobre lo que percibe. Pero lo que no es en él admisible es la exteriorización estructurada y concertada de sus prejuicios o impresiones. El juez que no es capaz de embridar el prejuicio y anularlo, sometiéndolo a la racionalidad jurídica, pierde la equidad, la objetividad y la imparcialidad en el juicio. Se supone que el video-panfleto de JpD expresa el sentir y parecer de todos sus adheridos y, por tanto, a todos los inhabilita, por su falta de imparcialidad, para conocer cualquier asunto que dependa de la aplicación de las leyes y disposiciones que critican. La ciudadanía tiene derecho a conocer los nombres de esos jueces que ya han anticipado su veredicto, precisamente para poder hacer valer y proteger su derecho constitucional a un juez imparcial.
En cuanto a los sibaritas próceres, habría que advertirles, por si no lo saben, que esas veladas gastronómicas rebajan y envilecen las Instituciones a las que representan y, más grave aún, constituyen una burda falta de respeto, un insulto despreciable, a la ciudadanía a la que deberían servir y respetar.
Porque es inaceptable en democracia una reunión como esa. Máxime cuando a la salida el Presidente del Tribunal Supremo soltó un eructo contra la Juez Alaya (lo que, por otra parte, induce a pensar que formó parte del menú). Menú que probablemente tuvo aperitivos variados sobre la reordenación del sector público y, de plato principal, ERE y mucho ERE sobre lecho de INVERCARIA; plato de difícil digestión, lo que explicaría las flatulencias de los comensales. No estaría de más que nos dijeran de qué hablaron, qué comieron y cuanto nos costó, además, la infamia.
Si esto fuera una democracia; si en este país pudiera encontrarse un poco de vergüenza más allá de un jefe de negociado, el Consejo General del Poder Judicial abriría una investigación sobre hechos como estos.
Pero ¡quia!, ambos hechos comparten un mismo origen y fundamento: la liquidación de la separación de poderes por la mano de un sistema político partitocrático. PP y PSOE —con la colaboración necesaria de CIU, PNV e IU— se han adueñado del Estado. Han establecido un régimen en el que las oligarquías partidarias usurpan la soberanía popular, instrumentalizan los poderes del Estado y los someten a sus intereses sectarios. Felipe González guillotinó a Montesquieu, Guerra lo enterró y Gallardón le ha costeado un faraónico mausoleo.
La degradación de nuestras Instituciones —empezando por la Justicia— es tanta que los sujetos que las representan, para no desentonar, se adaptan al contexto. De otro modo no se explicaría la impudicia con que han actuado los referidos comensales y los cofrades de la nefasta asociación, a los que reitero que a la democracia le sobran defensores como ellos y le faltan jueces independientes e imparciales. El único elemento que ha de estar presente en la función jurisdiccional es el Derecho. Sólo en los regímenes totalitarios la ideología impregna y contamina el raciocinio jurídico.
¡Malaventurados los que aman la Libertad y la Justicia, porque aquí no les faltarán motivos de aflicción!
Max Estrella, cesante de hombre libre
Junio, 2013

EL CURA DEFENSOR, LA CHICA DE PRESIDENCIA Y EL PSICÓPATA DEL PP

Con este título es inevitable que nuestro cerebro —que funciona mediante el mecanismo de la asociación— no nos remita a una de esas películas españolas o italianas de la época del destape llenas de fontaneros faunescos, clérigos rijosos y gachís de sinuosos contornos.
Y es que, más o menos, si uno conoce a los personajes, el asunto del relevo del Defensor del Pueblo no desmerece en nada si se compara con el guión de una de esas películas.
Escribir sobre las Instituciones andaluzas es una de esas cosas en las que la tinta empleada vale más que las palabras, y éstas harto más que lo que significan. Tal es el grado de descomposición, deterioro y podredumbre alcanzado tras tres décadas de ejercicio omnímodo del poder por parte de un partido de pulsiones totalitarias. No habría de librarse de ello la institución del Defensor del Pueblo.
Hace casi dos años que en estas mismas páginas (http://hemeroteca2.porandalucialibre.es/actualidad/actualidad-general/2711-defensoridel-pueblo.html) manifesté mi desconfianza sobre el sujeto. Probablemente pecando de soberbia —aunque di mis razones, y a ellas me remito—, ni siquiera otorgué el beneficio de la duda a la Institución. O, como dirían los más viejos de mi pueblo, ni siquiera respeté el casco y el capote; y es que, según oí contar a mi padre en diversas ocasiones, cierto año en la celebración del carnaval, antes de que el franquismo lo prohibiera, la mordacidad popular dio en arremeter contra la autoridad —como no podía ser de otra manera— representada en su cuerpo ejecutivo por antonomasia, esto es, en los municipales. Decía la letrilla: “Silencio, callad, ahí viene la noble figura de un municipal; al casco y al capote vamos a cantarle la Marcha Real…”. Mis paisanos de la época fueron, indudablemente, más tolerantes e indulgentes que yo.
Las Instituciones enaltecen a quienes las representan; o, parafraseando a Jebediah Springfield —el pirata fundador de la mítica ciudad a la que da nombre— ensanchecen al hombre más pequeño, y viceversa. Claro que lo mismo ocurre cuando lo que está sobre el tablero no es prestigio, sino descrédito.
Sin duda, el Defensor saliente ha estado a la altura de la Institución. Una Institución pomposa, tan inútil como costosa; que no sirve sino para la apariencia. A los hechos me remito. Sin duda, Institución e inquilino se retroalimentan; quiero decir, retroalimentan su desprestigio. El Parlamento ningunea a la Institución; pero, claro, el Defensor del Pueblo, desde el inicio de su mandato, ha sido el primero que no la ha respetado. Porque, díganme si no es ofender los principios sacrosantos de la Institución —que se proclama ajena a banderías y partidos, y en cuya esencia ha de estar, necesariamente, su independencia respecto a estos— repartir las adjuntías conforme a criterios partidistas, como si se tratase de un botín. Un adjunto para cada uno de los partidos políticos con representación parlamentaria. Habría que preguntarse: ¿No dice la ley que los adjuntos los nombra el Defensor? Pues si es así, aquí ocurre una de estas dos cosas: o el Defensor viene ya corrompido de fábrica, y, despreciando el espíritu de la ley, reparte entre los partidos el botín institucional; o, renunciando a la potestad que le otorga la ley, se pliega sumisamente a los partidos, corrompiendo y pervirtiendo la esencia de su función fiscalizadora del ejecutivo, y poniendo en entredicho su capacidad para ejercer de contrapeso ante los excesos del poder.
Luego están otro tipo de cosas, que, como tantas otras de esta tierra de paradojas, no se sabe si mueven a la risa o a la lágrima. Me refiero a que, sin duda alguna, el saliente es un ejemplar típico de la izquierda del siglo XXI, la izquierda de Alicia. Y como tal, acérrimo defensor de “lo público”. Tengo entendido que ha militado empresarialmente en el sector de los delincuentes menores de edad. Sector en el que necesariamente, por la naturaleza de las cosas, ha de ejercerse la autoridad y otras funciones públicas, que la ley reserva a los funcionarios públicos; por lo que, técnicamente, afirmar que ha usurpado –a través de su asociación- el ejercicio de funciones públicas no es ningún disparate. Es más, uno llega a sospechar que tal vez eso explique la exquisita comprensión que ha mostrado siempre en el asunto de la administración paralela del régimen. Lamentable ejemplo, pero hay que comprender que no se juega con las cosas de comer.
Y es que la defensa de “lo público” consiste, para esta izquierda sectaria e interesada, precisamente en lo contrario de lo que cacarean; es decir, en privatizar los servicios públicos, siempre que sean ellos los beneficiarios —o, por lo menos, los beneficiarios de los fondos públicos, aunque no correspondan a la prestación de servicio alguno.
Así, cada vez es más frecuente encontrar servicios públicos prestados por entidades privadas —bajo diferentes formas jurídicas: ONGs, asociaciones, sindicatos (imprescindible llamarse UGT o CCOO), fundaciones y otros chiringuitos, por supuesto todos de izquierda-; por supuesto, todas estas entidades, además de ser de izquierdas, son solidarias y altruistas, sin ánimo de lucro, aunque ellas mismas y sus miembros trabajen bajo salario, dádiva, botín, precio o recompensa. La solidaridad de esta izquierda mezquina viene a ser algo así como lo que esa otra chica socialista –Talegón, la jefa de la internacional de las Juventudes Socialistas- dice del régimen cubano: que es una democracia, que tiene sus elecciones, solo que no pueden presentarse a ellas los partidos de la oposición.
Y, por último, una cuestión estética: no saber irse. ¡Qué espectáculo más zafio! Es lo que pasa en este país con las magistraturas; como no hay limitación de mandatos, se acostumbran al cargo y luego no hay forma de echarlos y que se vayan de un modo elegante. La querencia, ¡animalito!
Max Estrella, cesante de hombre libre
Mayo, 2013