SOBRE LA POBREZA

Nadie podrá negar que la casta política -sobre todo del lado progre, de izquierdas o derechas- tiene entre sus recursos de adoctrinamiento y embobamiento del personal una serie de mantras que hábilmente sacan a relucir cuando conviene a su negocio -político o económico- o sienten peligrar sus intereses de casta. De esa manera, con rigor aritmético, con la cíclica regularidad de decimales de una fracción periódica, nos bombardean con las alertas antifascistas, las mareas diversas, la voracidad empresarial, Franco, el apocalipsis climático, la vileza hetereopatriarcal, el racismo imperante en nuestra sociedad, etc., y la consecuente necesidad de tomar medidas al respecto; que vienen a consistir, normalmente, en limitaciones a nuestros derechos y libertades individuales, recortes de los ya muy menguados servicios públicos, sectarias cancelaciones y cordones sanitarios y otras medidas de pareja índole despótica.

Ahora han descubierto un arma de destrucción masiva de las conciencias: la denominada pobreza infantil. Conforme a lo cual, nunca hubo en España tantos niños pobres; distribuidos en el espacio (normalmente territorios bajo el gobierno de la derecha) y en el tiempo según convenga en cada momento.

Sin embargo, yo digo: nunca, como aquí y ahora, ha habido en España tantos tontos. No quiero pecar de soberbia -que es pecado, a mi parecer, de los más feos y de los que más trabajo cuesta a Dios perdonar- y terminar preguntándome, como hizo Balzac, cuántos necios hacen falta para componer la palabra mis conciudadanos, pero sucede que la realidad es bastante tozuda.

¿Qué es eso de la pobreza infantil? Nuevamente nos situamos en lo principal de todo totalitarismo, en su ley fundamental: corromper el lenguaje, para retorcer el pensamiento y ocultar o disfrazar la realidad. Manipular el lenguaje para manipular las conciencias; la conciencia, ese bastón que todo el mundo usa para apalear al prójimo, pero del que nadie se sirve para sí mismo, como siguió diciendo Balzac.

¿Qué estupidez es esa de la pobreza infantil? ¿Acaso estamos aquí como en Brasil, por ejemplo, donde pandillas de niños malviven en las calles, sin hogar, ni familia, ni recurso alguno para su supervivencia que no sea el procedente del delito?

Los innumerables tontos propagandistas del drama de la pobreza infantil no se han parado a pensar que aquí no hay tal. Aquí no hay pobreza infantil, aquí hay, por desgracia, pobreza familiar. ¿O es que alguien conoce familias donde los padres vivan como marajás, o como los políticos españoles, mientras los niños se ven privados de todo bienestar y confort, o de lo necesario para una vida digna? Obviamente, nadie podrá dar ni siquiera una muestra de la existencia aquí de tal modelo familiar. Porque la realidad es esta otra: Aquí hay familias –en las que hay niños, sí- que viven en la pobreza. Pero no niños pobres, salvo que se pretendan manipular la realidad y los sentimientos de la gente. Salvo que pretendan estúpidamente negar y abolir la realidad de la institución familiar -fundamento de nuestra civilización occidental-, como declaradamente pretenden llevar a cabo personajes como Soros, Rockefeler y otros plutócratas impulsores de la Agenda 2030, tan en sintonía con nuestros presidentes Zapatero y Sánchez y otros relevantes políticos patrios; como si los niños en este país vivieran como personas autónomas y no integrados y al amparo de la institución familiar.

¿Qué concepto es ese de niño pobre? ¿Tienen, acaso, ingresos los niños? ¿Tienen patrimonio? ¿Están las deudas a su nombre? ¿Son ellos los que han de procurar el sustento familiar? ¿Son patrimonialmente responsables? Entonces, ¿de qué hablamos? ¿O es que, ahora, los niños españoles son de tan extraordinaria, fantástica y prematura madurez como los pobres niños Pedro Verrue y Juan Bautista Colardeau?, cuyos epitafios inmortalizó Pío Baroja en una de sus novelas: “Aquí yace el niño Pedro Verrue, de tres años y dos meses. Fue abnegado, discreto y justo. Su vida fue una larga cadena de sufrimientos, que soportó con entereza y resignación cristiana.”, “Aquí yace Juan Bautista Colardeau, muerto a los siete años. Fue buen ciudadano y amante de su patria...”

Afortunadamente, nuestra sociedad y nuestro cuerpo legal no permiten la existencia de niños sin hogar. No hay en nuestro país niños tirados por las calles. De modo que, por favor, señores totalitarios -perdón, quise decir filántropos-, y sus corifeos mediáticos, dejen de hurgar en nuestras conciencias, inoculando mentiras. Digan la verdad: en España hay familias pobres, dentro de las cuales los niños no son, precisamente, y afortunadamente, los que se llevan la peor parte. Pobreza, por cierto, que no han llegado a extirpar -y ni siquiera a aliviar, si hacemos caso de sus periódicas alertas- décadas de Gobiernos socialistas. Y no digamos nada de los comunistas, cogobernantes de este país; hablan por ellos los países donde gobiernan o han gobernado sus homólogos, generadores naturales de miseria.

Por tanto, sólo dos preguntas: ¿Qué es lo que pretenden? ¿Tan mal les va el negocio; o es que son insaciablemente voraces y desalmados?

Abril, 2023