Creo que fue Pepe I de Andalucía –Pepote en los ambientes- el
que dijo que los socialistas convertirían Andalucía en la California de Europa;
años después, el padre de Paula e Iván –infatigable lector de periódicos,
gracias a lo cual se entera de algunas cosas- modernizó el mensaje con aquello
de la Andalucía 2.0, situándola a la cabeza –sin segundas- del desarrollo
tecnológico; en esta legislatura, el Presidente del Parlamento, incombustible
dirigente socialista desde que se inventó la política, o incluso desde antes,
en un manifiesto lapsus freudiano, proclamó que “el pueblo andaluz, un gran
pueblo, supo ver que el poder político, la política, era la palanca para salir
del atraso y del subdesarrollo” –sobre todo para algunos, añadiría yo. En la
misma línea, por supuesto, Pepe II –más conocido por José Antonio- ha dicho que
“los aumentos del empleo más significativos en estos años se han producido en
los sectores manufactureros de alta tecnología. Mientras que en España, entre
2007 y 2011, se ha reducido la ocupación en este sector en un 24%, en Andalucía
ha crecido el 6%” (¡Olé, todos llevan el paso cambiado menos mi niño!).
Y frente a tales mentirijillas –llamémosles declaraciones, que
es como gustan llamarlas ellos-, que podrían reproducirse por millares, la
realidad andaluza es la siguiente, por poner sólo algunos ejemplos: La tasa de
paro mayor de España: más del 33%, con un desempleo femenino del 34%, que
supera en 10 puntos la media nacional; segundo lugar por la cola en PIB per
cápita; a la cola de España en camas hospitalarias por habitante; a la cabeza
de Europa en fracaso escolar; los salarios más bajos de España, el mayor índice
de mileuristas, a la cabeza en el ranking de pobreza -un 40% de los andaluces
son pobres-, etc, etc, etc.
Este es el fruto de tres décadas de gobierno socialista.
Luego están las mentiras a la defensiva, en descarada huida
hacia adelante, proferidas normalmente al ser sorprendidos con las manos en la
masa, y con la intención de convencer –casi siempre con éxito- a jueces y
tribunales. Éstas alcanzarían la calificación de cínicas, pero por la condición
estólida de los sujetos suelen quedar rebajadas a bufonadas. Sin ánimo de ser
exhaustivos, tarea imposible en este tema, recuerdo algunos casos que me han
hecho reír mucho: Revienta la presa de la empresa sueca Bolidem, en
Aznalcóllar. Un torrente de aguas tóxicas asola los campos aledaños a los
cauces de los ríos y arroyos hasta las marismas del Parque Nacional de Doñana.
La Junta de Andalucía tapa bocas empezando por la propia empresa propietaria de
la explotación minera que recibe del erario público 5000 millones de pesetas y
se larga (toma el dinero y corre). Los dueños de los terrenos afectados son
comprados –sí, los dueños, no los terrenos- a precios inconfesables.
Inaprovechable para cualquier uso, la zona afectada se convierte en “¡corredor
verde!”; el Consejero políticamente responsable, señor Viera –hoy senador del
PSOE, aforado para protegerse de una rara especie de juez a la que le importa
la Justicia- se felicita por el desastre y manifiesta sin pudor: “lo hemos
dejado mejor de como estaba”.
La Junta de Andalucía reparte 19.000 millones de euros a los sindicatos
UGT y CCOO y a la CEA, en la VII “concertación social”, eufemismo que esconde
una realidad llamada vulgarmente “corromper y dejarse corromper”. Parte de ese
dinero es justificado mediante cursos que no se dan y trabajos que no se
realizan. Pepe II, lo explica sutilmente: “en Andalucía hemos aprendido a abordar los
problemas desde el diálogo y el espíritu de colaboración. De este modo, hemos
hecho, de la concertación con empresarios, sindicatos y Gobierno el instrumento
más eficaz para elaborar nuestras políticas económicas y sociales y anudar con
fuerza el lazo social”. Por su parte, el Presidente de la CEA, un poco más
burdo, dice que no son partidarios de las subvenciones, y que ese dinero no son
subvenciones porque luego (se) lo reparten. Los otros dos, los delegados
regionales de Tocho y Mocho, simplemente toman el dinero y corren (al bar).
La Autovía del 92 se cuartea al día siguiente de su
construcción. El dinero del cemento se había ido en maletines, Pacheco dixit. El
hermano del Director General de Carreteras es pillado con las manos en la masa,
es decir con un maletín lleno de billetes, y éste declara que no sabía nada, que
se enteró por los periódicos de la trama corrupta.
¿Y quién no se ha reído con la comedia bufa “La comisión García”,
que la Compañía de Comedias de las Cinco Llagas ha estado representando en
Sevilla? Que risa cuando el otrora primera cabeza de Andalucía –el que no sabía
que su hija Paula era apoderada de una empresa a la que le estaba dando 10
millones de euros- dijo eso de “me enteré por los periódicos”. Muletilla
socialista. O la Consejera del ramo, que dijo que el informe de la Intervención
General sobre los ERE lo guardó en un cajón y no le dijo nada a su jefe Pepe
II, para evitarle el disgusto, pobrecillo. O el enmano de Pepe I, que se llevó
8 millones de euros y dijo: “me han arruinado”.
He expuesto una secuencia de acontecimientos ocurridos en un
lapso temporal de 25 años. Quiero decir que todas esas mentiras groseras (lo
cual no les resta importancia) han sido suficientemente desenmascaradas por la
realidad, con la ayuda del tiempo. Sin que de ello se hayan derivado
consecuencias para los mentirosos y los intereses que defienden. ¿Qué ocurre,
pues?
Es inevitable, cuando uno se encuentra ante tamaña desvergüenza,
llegar a la convicción de que la mentira es políticamente rentable; que es un
instrumento eficaz en la política. Y que frente a ella, conocer no sirve de
nada. En mi opinión no es el conocimiento lo que puede vencer a la mentira en
la política, sino acabar con la impunidad con que opera. Si los mentirosos
acabaran en la cárcel e inhabilitados para el ejercicio de las funciones
públicas, la mentira empezaría a tomar el camino del exilio. No sé si en esto
discrepo de Jean-François Revel, que en su obra “El conocimiento inútil” (de
obligatoria lectura) viene a decir que los dos antídotos contra la mentira
política son la información y la democracia; en lo demás estoy absolutamente de
acuerdo y expongo algunas de las claves para entender el problema, reproduciendo
sus palabras.
Revel distingue entre la mentira simple y la mentira
compleja. La primera es empleada como medio de acción, como práctica corriente
en la esfera política, por los partidos, los sindicatos, las administraciones y
otros centros de poder. Los dirigentes, por supuesto, mienten; se mueven entre
la futilidad de las palabras y la ingravidez de lo irreal.
En la mentira compleja entra en juego la ideología, que
funciona como una máquina para destruir la información, incluso a costa de las
aseveraciones más contrarias a la evidencia.
De modo que la mentira no es ya un simple coadyuvante, sino
una componente orgánica del sistema, una protección sin la cual no podría
sobrevivir. El problema fundamental es entonces que el sistema reposa sobre la
mentira.
Esto es propio de los sistemas con déficit democrático, de
los regímenes totalitarios (y este que padecemos comparte muchos de los rasgos
característicos), donde la mentira no es solamente una de las armas del poder
político o de los intereses corporativos, sino que tapiza la vida pública en su
totalidad. Es el barniz que disimula el foso que se abre entre el dominio
exclusivo del partido único (o hegemónico) y su evidente incapacidad para
gobernar la sociedad.
En este tipo de régimen la mentira no es sólo un ardid
intermitente: es la afirmación permanente de lo contrario de lo que todo el
mundo puede comprobar.
Hasta la misma palabra que los define, “de izquierdas”, es
una mentira. Al principio designaba a los defensores de la libertad, del derecho…Hoy
es ostentada por la mayoría de los regímenes despóticos, represivos, en los
cuales, además, todos los que no pertenecen a la clase dirigente viven en la
pobreza o en la miseria.
Quienes no aceptan la mentira son víctima del mecanismo
sectario que Revel denunciaba en la Francia de hace 20 años: confundir con la
extrema derecha a todos los ciudadanos que no son asimilables a la
“sensibilidad” de izquierdas. Tachar de nazi a quien esté en desacuerdo, sobre
un punto cualquiera, con un “hombre de izquierdas”.
Añadimos, pues, la mentira sistémica como otro de los rasgos
que caracterizan el régimen socialista andaluz como un régimen neototalitario o
despótico. La mentira es incompatible con la democracia, del mismo modo que la
verdad lo es con el totalitarismo.
Visto que aquí el conocimiento es inútil y la democracia
débil, ¿daremos algún día con el antídoto?
Max Estrella, cesante de
hombre libre
Octubre, 2012