MENSAJE NAVIDEÑO DE UN RELOJ PARADO

Sodomizado por la gripe vacacional, esa incondicional amante que, indefectiblemente, me toma año tras año en el disfrute navideño de los moscosos –que en paz descansen-, me veo reducido a la condición de satélite de la mesa camilla. Orbito alrededor de un puñado selecto de libros, cuya lectura he demorado cuidadosamente para la ocasión, ajeno al bullicioso trajín de los bares, de los centros comerciales y de las iluminadas y festivas avenidas.
Y es en este afán cuando, al levantar la vista de la novela de Saer para rumiar una de sus agudas reflexiones, quedo atrapado en la trama reticular y multicolor del reloj de la estantería. Entonces me doy cuenta: las cosas que forman parte de nuestra vida, familiares como las desdichas, ciegas y extrañamente sigilosas, nos hablan sin embargo.
Este reloj que, de forma contumaz, marca a todas horas las ocho menos cuarto, me habla de Sísifo. Con su tenue segundero escarlata latiendo monótono, con pulso tan obstinado como inútil, sin conseguir consumar -aun siendo mínimo y efímero- el ciclo natural de su tic-tac; sólo un tic…,tic…,tic…, infatigable e impotente, y del todo humano.
Pretende -también más que humano, majestuoso- aparentar lo que no es y enmascarar lo esencial; como Su Majestad en el mensaje navideño. Pero no consigue engañarme.
No es el tiempo detenido su mensaje, aunque eso simule. Me habla de Sísifo y de Salomón; de Siddharta y de Schopenhauer; de Zenón de Elea y de Dante. Me habla de vanidad y de deseo; de frustración y desesperanza y de imposible olvido. Me habla de lo inasible, de lo inalcanzable, de lo deseado y nunca consumado, de lo que nunca llegará y de lo que nunca podremos dejar atrás. Habla de la inaccesible cima y de la meta imposible. Me habla de la Libertad, de la Justicia, de la Igualdad, del Amor, de la Fraternidad, de la Paz. Me habla de los sueños de los hombres. Sueños.
¡El tiempo detenido! ¡Como dioses, sin tiempo! ¡Que más quisiéramos!
No. Somos mortales -hominem te esse memento-. El espectáculo debe continuar. La piedra desciende ya vertiginosa hacia el valle; 2013 nos encontrará de nuevo entregados al vano afán de empujarla hacia la cima.
Max Estrella, cesante de hombre libre
Diciembre, 2012