Es
sabido que en este país nunca hay perdedores en las confrontaciones
electorales. Estas elecciones no iban a ser, pues, excepción. De manera que
oiremos al Partido Popular proclamarse vencedor de los comicios, y declarar que
los resultados constituyen un hito histórico; del mismo modo, Izquierda Unida,
que duplica el número de sus parlamentarios, se proclamará el vencedor moral;
mas el verdadero ganador será el Partido socialista que, habiendo perdido, se
mantendrá en el poder; porque, a la postre, lo importante, como respondió Humpty Dumpty a Alicia, es saber
quien manda. Creo que en la historia electoral andaluza no ha habido victoria
tan amarga ni derrota tan dulce.
Lo
capital en estas elecciones no era tanto quién ganara, como quién perdiera.
Porque lo verdaderamente importante para la ciudadanía era aprovechar una
oportunidad histórica de acabar con un régimen. Acabar con treinta años de
ejercicio de poder despótico. De ese despotismo que vislumbró Alexis de
Tocqueville, omnipotente, omnipresente y proveedor -más de los suyos, los de la
secta socialista, que del resto. Liquidar un régimen corrupto y acreditadamente
ineficaz que ha hundido en la miseria a Andalucía y la ha colocado a la cabeza
de los peores indicadores socioeconómicos, el peor de todos una tasa de
desempleo del 33% que supera en 10 puntos la tasa nacional. La misma diferencia
que, casualmente, existe entre el porcentaje de votos que el partido socialista
obtiene en Andalucía y en toda España.
Mas
no pudo ser, a pesar de que las condiciones objetivas (como decían los
marxistas-leninistas) eran favorables, pues nunca se dio, como ahora, una
conjunción planetaria de miseria económica, desempleo y corrupción de la
naturaleza y proporciones que esta. Al noble pueblo andaluz, a los hombres de
luz –según reza nuestro himno-, mejor dicho, a la mayoría de ellos, que no a
todos, se ve que poco les importa una situación económica catastrófica, con una
tasa de paro del 33%, y unos niveles de corrupción tales que no encuentran
parangón –no ya entre nuestros vecinos mediterráneos- ni siquiera en la prolija
historia de la corrupción socialista española. La dignidad de un pueblo hubiese
exigido otro resultado.
Pero,
digamos resignadamente, como Sócrates, que esto es lo que desean los atenienses.
Al fin y al cabo, como señaló Hannah
Arendt, sería un error olvidar que los regímenes totalitarios –y este está
impregnado profundamente de totalitarismo- mientras se hallan en el poder se
afirman con el apoyo de las masas. También es sabido que, normalmente,
ninguno se extingue por la fuerza de los votos. No íbamos a ser excepción en
esto. Pero es lamentablemente penoso constatarlo.
Como
apuntó Max Stirner, el carácter de una sociedad queda determinado por el
carácter de sus miembros; muchos andaluces nos sentimos avergonzados del
encanallamiento que proyecta la sociedad andaluza ante el resto de
conciudadanos, insensible moralmente ante la corrupción y la injusticia;
corrompida por un régimen que ha sembrado en ella la semilla del subsidio, y al
que se entrega como una ramera complaciente y servil –en palabras de Roa
Bastos-, que no percibe que ha sido sacrificada por la ambición de sus
gobernantes, terrible espectáculo.
Todo
lo que es susceptible de empeorar, empeora. Si nocivo ha resultado para Andalucía
el poder absoluto del PSOE, más dañino resultará ahora (y mucho más caro, para
los que pagamos; pues es pública y notoria la afición que profesan los
comunistas sevillanos al marisco y al lujo) que se ha de dar satisfacción a las
disparatadas exigencias de su socio en el negocio. Ya tuvimos ocasión de
comprobarlo en el Ayuntamiento de Sevilla. Modelo de corrupción y estalinismo,
mientras gobernaron. Creo que ninguno de los concejales de Izquierda Unida se
salvó de ser condenado judicialmente por su sectarismo o por sus corruptelas.
Sería demasiado prolijo enumerar los “logros del gobierno de progreso”, a las
hemerotecas me remito. Y esta es otra enseñanza que debemos extraer: el PP
nunca gobernará en Andalucía, a nos ser que gane con mayoría absoluta.
Conscientes de ello la idea principal de la campaña de IU ha sido la de “no
queremos mayorías absolutas”. Y más iluminado aún, Griñán manifestó hace unos
días que iban a ganar las elecciones y que incluso hasta obtendrían más votos
que el PP. Clarificador. El guión se cumplirá milimétricamente. Pesado, medido,
dividido. Quienes ya los hemos padecido lo sabemos. Lo que nos queda será
dantesco. Es decir, “lasciate ogni speranza”, vamos a conocer el infierno, y ni
siquiera nos llevará Virgilio de la mano.
Ayer fue un día aciago en Andalucía. Hasta el
cielo, aquí siempre azul, fue ayer como la espuma
sucia. Los “hombres de luz” no aman la libertad –ni la honradez-, si las
desearan seríamos libres, aun sin tierra. En la Odisea se cuenta que los dioses
tejen desdichas para que a las futuras generaciones no les falte algo que
cantar; si el griego no anda errado, nuestro infortunio quedará así redimido.
Max Estrella, cesante de hombre libre.
Marzo, 2012