EL GOBIERNO DE LÁZARO ESTORNUDO

III. Un gobierno de demagogos.

Que este es un gobierno de postureo (gobierno-anuncio lo ha bautizado algún medio) es una opinión bien arraigada en los hechos. Lo hemos podido comprobar con sus primeras actuaciones: la creación de un alto comisionado (alta comisionada) para la lucha contra la pobreza infantil, la propia composición del Consejo: Consejo de Ministras, el rescate-show del buque Aquarius o la exhumación-expulsión de los restos de Franco del Valle de los Caídos.
Lo que ocurre, a mi juicio, es que pese a la naturaleza inane de tales actos y su nulo provecho social, no hay nada de candoroso en todo ello. Tras su aparente candidez estas medidas esconden una declaración de principios, un programa de gobierno basado en lo peor del ‘buenismo zapateril’ que abraza la progresía dominante y la masa sensible a su propaganda: la ideología de género, el multiculturalismo, la memoria histórica, etc., etc.,; en suma, la ideología del odio y la demagogia estúpida. Lo que sucede, asimismo, es que servirse de ciertos dramas humanos, de las inevitables calamidades e injusticias que nos son inherentes, para medrar políticamente no sólo constituye un acto propio de demagogos sino de canallas. Y esto es lo subyacente en la acción de este gobierno: la desvergüenza y la estupidez, disfrazada de bellos gestos y amables palabras. Este Lázaro es un aventajado émulo de Julián Sorel, el personaje de Stendhal, que se decía a sí mismo: “…tendré que cometer otras muchas injusticias si quiero llegar lejos, e incluso aprender a disfrazarlas con bellas y sentimentales palabras…”
Ha empezado usando a la infancia para darse un viso filantrópico. Así ha creado el Alto Comisionado para la pobreza infantil. Gran estupidez conceptual pero que cala bien en los sentimientos humanitarios de la gente. Pero, ¿qué pobreza infantil? Que yo sepa los niños no tienen rentas ni patrimonio. En España, al menos, los niños viven en el seno de las familias. O, en casos extremos, al cuidado del estado (las provisoras Comunidades Autónomas) que atiende su educación y sustento y satisface todas sus necesidades materiales. Por tanto, ¿de qué pobreza hablamos? Obviamente, de pobreza familiar. Pero claro la familia no mola; para llegar al alma sensible de la buena gente, los progres han de valerse de los niños. Por otra parte, no deja de resultar cínico que venga a hablarnos de pobreza un gobierno de ricos que, si atendemos a sus declaraciones de renta y patrimonio, más parece una multinacional del ladrillo o un consejo de administración del IBEX. No hay pobres en el gobierno; si lo presidiera Berlanga habría metido por lo menos a uno, pero este ni eso. Para estos progres que hablan de la visibilización de esto y de lo otro, la visibilización del pobre no toca, como acostumbran a decir. Verdaderamente, se merecen que les digamos lo que le dijo la protagonista de la genial película Les enfants du paradis a su rico pretendiente: “Es usted rico pero quiere que le amemos como si fuese pobre.” Eso, justamente, es lo que le pasa a este gobierno de ricachones.
Luego está el buque insignia: la gran estupidez de la ideología de género; que pese a estúpida no deja de ser inicua. Y así, los tenemos y las tenemas hablando en estupidés desde el primer minuto y diciendo estupideces cada segundo a cuento de ello. Por ejemplo, dice la portavoza del Consejo de Ministras que van a acabar con la discriminación salarial, con la brecha salarial le llaman. Y yo me pregunto: ¿no garantiza la Constitución la igualdad ante la ley y prohíbe la discriminación por razón de sexo? Efectivamente así es. No existe un solo convenio colectivo en España que establezca diferencias salariales por razón de sexo; como tampoco que el hombre sea preferido a la mujer en la promoción laboral y salarial. Lo mismo sucede en el sector público: no existe ninguna Relación de Puestos de Trabajo que retribuya mejor los puestos desempeñados por hombres o que limite o dificulte o prohíba a las mujeres el desempeño de cualquier puesto en los niveles superiores; como tampoco existe ninguna norma que prime al hombre frente a la mujer en la promoción de su carrera administrativa. Taxativamente, no existe tal discriminación y si existiera sería radicalmente nula. Por tanto, esta historia de la discriminación salarial es otra paparrucha del feminismo enraizado en el gobierno. O sea, pura mentira para engañar al público valiéndose de una causa noble: la justicia y la igualdad.
Paradójica y cínicamente –el cinismo es una de las virtudes de nuestra Gauche Divine-, allí donde verdadera y clamorosamente hay desigualdad en razón del sexo, callan. Quiero decir ante la actitud denigrante del Islam hacia la mujer –y eso los buenos y moderados, no digo nada de los extremistas-; callan y miran a otro lado y justifican: “es su cultura”, nos dicen. O también, otro silencio clamoroso, ante ese artículo de nuestra Constitución, que consagra una especie de ley sálica,  que dice: “La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer…” ¿Algo que decir al respecto? No oigo… Y es que, hablemos claro, por evidentes razones aristocráticas –en el sentido clásico del término- más nos ha valido no remover este asunto y dejar a un lado el sexo en beneficio del mérito.
Tal es nuestro gobierno. Y esos son sus hechos. Lo malo es que en dos semanas de ineficacia y propaganda su cotización electoral sube como la espuma, si creemos lo que nos dicen los arúspices de la demoscopia.
Y es que, como afirmaba León Tolstói, las masas adoran el poder.
De otro modo no se entendería el espectáculo de un pueblo sacrificado por la estulticia  y la ambición de sus gobernantes –por usar la expresión de Roa Bastos-; por esa fascinación y por una indeclinable pulsión que William Faulkner supo descubrir y señalar: “…un ingrediente más poderoso que sus simples deseos… su inmortal pasión por ser dirigido, desconcertado y engañado…
¡Pobre España, qué negro futuro se vislumbra!
Junio, 2018

EL GOBIERNO DE LÁZARO ESTORNUDO

II. Señoras, señores, la representación va a comenzar.

Que nadie gobierna inocentemente es cosa bien sabida desde que el hombre se impuso sobre el hombre. La Historia ha dado buena cuenta de eso. Cervantes, con su aguda sabiduría y precisa belleza, nos lo recordaba en El licenciado Vidriera: “¡Oh Corte, que alargas las esperanzas de los atrevidos pretendientes y acortas las de los virtuosos encogidos, sustentas abundantemente a los truhanes desvergonzados y matas de hambre a los discretos vergonzosos.” La cima del poder no es lugar para personas virtuosas. Recuerdo a quien lo supo por propia experiencia, uno de los pocos políticos decentes que he conocido. Se lo decía a su chófer, a quien se lo oí referir: “José, yo no sirvo para esto. Para esto hay que ser muy sinvergüenza.”
De modo que este gobierno de varietés, de pantomima rosa, ofende la inteligencia cuando pretende venderse como el gobierno de la regeneración moral, poco menos que gobierno seráfico. ¡Como si no supiésemos de donde vienen y cómo han llegado a donde están! Son como Menio, ese personaje de las Sátiras de Horacio, indulgentes en extremo con sí mismos, rebosantes de un amor propio tonto, desvergonzado y digno de ser reprobado. Y, como a Menio, habría que decirles: ¡Eh, vosotros que no nos conocéis y pretendéis hablarnos como si no os conociéramos!
Y es que estos frívolos desvergonzados (sálvese el que pueda) están manchados hasta los sobacos del ‘lodo del camino’ y ellos, mejor que nosotros, saben bien cuáles son los rincones oscuros de su ascensión a las alturas del poder y cuantos sapos han tenido que tragarse –en el mejor de los casos- contra su conciencia. Por ejemplo, mi paisana, la vicepresidenta, estuvo en el gobierno del que ahora llama ‘ciudadano Chaves’ –otrora Manolo, el bueno de Manolo-, en cuyas sesiones se urdió y alimentó la trama corrupta de los EREs (Yo no sabo). En los Consejos en los que comenzaron a tejerse los primeros hilos de la tela de araña del régimen clientelar, en los que se creó la FAFFE (año 2003) buque insignia del nepotismo y clientelismo del Régimen (Estaba distraída). En los Consejos en los que se diseñó el más desvergonzado expolio -pro domo sua- de los fondos destinados a la formación de los parados andaluces (Yo no sabo); operación que, según vamos sabiendo, va a dejar, si las comparamos, a la Cueva de Alí Babá como un convento de Carmelitas.
A esta y a su jefe Lázaro Estornudo –el varón que tiene corazón de lis, alma de querube, lengua celestial-, entre otros diputados socialistas, les debemos  su cuotaparte –como diría FG- de la ‘Operación Katyn de la crisis’; esto es, echar la culpa al PP de los recortes sociales que durante los años 2010 y 2011 diseñó el gobierno socialista de ZP y aprobaron los diputados del PSOE, del mismo modo en que los comunistas culparon a los nazis del genocidio de Katyn. A ellos les debemos, pues, la brutal bajada de las retribuciones que sufrimos los empleados públicos -y que aún padecemos-; la bajada universal de las pensiones, de todas ellas sin distinción: altas o bajas y de cualquier clase y condición; el copago farmacéutico de los pensionistas; los recortes en la ‘dependencia, etc., etc... O sea, no son las inocentes criaturas que pretenden representar; y, desde luego, no vienen con las manos limpias, ya quisieran. Y lo mismo –o cosas peores, aún- podríamos decir de la mayoría del resto: Borrell, Montero, Robles, Valerio, etc…
De manera que, por favor, no nos tomen, pues, por imbéciles. Ese discurso, más bien esa pantomima, sólo se la tragarán sus sectarios o aquellos infelices ingenuos que ponen la fe por encima de las obras.
Junio, 2018

EL GOBIERNO DE LÁZARO ESTORNUDO

I.         El charlatán irresponsable

¿Por qué Lázaro? ¿Por qué Estornudo?, se preguntará el lector distraído; de manera que, para que no se desoriente respecto a los sujetos –y sujetas- de esta pieza, hago recordatorio. El lector sabe de sobra que Pedro Sánchez es más vanidoso que capaz, afirmación que sostengo en las evidencias: en su currículo no hay prueba alguna de sus méritos, sí de sus enchufes, debidos a las eficaces influencias de sus padres entre sus contactos y amistades (fuente: Wikipedia); de su vanidad, por el contrario, no deja de dar muestras.
De modo que, emulando a personajes famosos –¿Por qué yo voy a ser menos que ZP, RbCb, FG o el mismísimo JFK?, se dijo-, no dudó en recurrir a la acronimia para dejar también su huella en la Historia.
 Así, tuvo la ocurrencia de referirse a sí mismo en la web oficial del Psoe como Pdro Snchz. No observó que la cosa no daba para un acrónimo y que, fonéticamente, más se parecía a un estornudo. Curiosamente, un escribano cervantino, personaje del entremés La elección de los alcaldes de Daganzo, era del mismo nombre: Pedro Estornudo. Quedaba, pues, bautizado. Pero sucedió, como todo el mundo sabe, que los dirigentes de su propio partido, hartos de ver como Pdro Estornudo, lentamente pero sin desfallecimiento y con ahínco, los llevaba al desastre se rebelaron y lo destituyeron de la Secretaría General. Volvió hace ahora un año, el 39 Congreso del partido lo resucitó cuando ya todos lo daban por muerto. O sea, como Lázaro, salió de la tumba donde había sido sepultado, mal sepultado. Así pues, Lázaro Estornudo.
Salió del sepulcro como Lázaro y, como Lázaro, apestando el aire. Pues sus primeras palabras fueron -¡cómo no!- para agraviar a la Nación (consulte el lector, si lo desea, lo que escribí al respecto).
Ahora –conforme a la inexorable ley de Murphy que determina que ‘Si algo malo puede pasar, pasará’- lo tenemos de presidente del Gobierno. No puede ser peor. Dicen sus acólitos y los plumillas lamebraguetas que esto es el premio a su audacia. La Fortuna ayuda a los audaces, como afirma el adagio romano, dicen.
Pero si nos paramos a analizar las cosas, la sentencia romana no es aplicable al caso. ¿De qué audacia hablamos? ¿Qué arriesgó Estornudo? ¿Qué ardid fue el suyo, digno de memoria?
Aquí lo que sucede, más bien, es lo que dijo Camilo José Cela en su discurso de recepción del premio Príncipe de Asturias: ‘el que resiste, gana’. Ese ha sido el único mérito de este nuestro Lázaro: resistir. No por nada, sólo por ambición personal y por despecho.
Su única virtud ha sido su ambición desmedida. Decía CJC en ese discurso: “El que espera tiene a su lado un buen compañero en el tiempo, nos dejó dicho Saavedra Fajardo en sus Empresas políticas (…) Se dará tiempo al tiempo —pensaba y escribía Cervantes en La gitanilla—, que suele ser dulce salida a muchas amargas dificultades. Y en Las dos doncellas: Dejad el cuidado al tiempo, que es gran maestro en dar y hallar remedio. Y en el Quijote: Dejando al tiempo que haga de las suyas, que es el mejor médico de estas y de otras mayores dificultades’.
Y yo (discúlpeme el lector este feo vicio) también advertí hace dos años sobre ello: “El tiempo goza de una extraña cualidad reparadora, revitalizante y redentora. El tiempo que todo lo destruye y corroe es, paradójicamente, paladín de pusilánimes, sostenedor de inicuos y redentor de réprobos. Y es que la paradoja es la sustancia del tiempo; que lo diga, si no, la ciencia moderna desde Einstein. El tiempo que se alimenta de desdichas, defeca paradojas.
Aquí, por desgracia, no han faltado los que han sabido aprovecharse de ello. Digo entre los políticos; tan espabilados cuando se trata de lo suyo. Es de dominio público que entre las armas secretas de Franco (el brazo incorrupto de santa Teresa y la bruja Mersida) ocupaba lugar preeminente el cajón de los asuntos entregados al cuidado reparador del tiempo. Rajoy, como es registrador, lo supo y, como alumno aplicado, lo practica. También nuestra esperanza de Triana, aunque menos ilustrada más lista. Pero sobre todos ellos, el que más provecho está sacando de esta paradoja es, sin duda, Pedro Estornudo (no confundir con el escribano cervantino de Daganzo), me refiero a Pedro Snchz, líder del PSOE. Como Franco, ha confiado al tiempo la solución de sus problemas. De su principal problema: su supervivencia. Sabe que mientras no se oficie el funeral y se celebre el sepelio el cadáver estará de cuerpo presente. Esa es su salvación. Pedro Estornudo es un cadáver insepulto. Un difunto muy vivo, sin embargo. Aunque, como tal, apesta. Por eso no hará nada y todo su afán consistirá en que nada se lleve a cabo.”
Como podrá constatar el lector a la vista de los hechos, no me equivoqué, por desgracia.
El tiempo, pues. El tiempo y la ambición son las fuerzas generatrices de este Gobierno. Sin embargo, concurre ahora un matiz relevante que antes por la propia naturaleza de las cosas no estaba presente. Quiero decir que la disposición del presidente Estornudo ante el tiempo era, antes de su asalto a la Presidencia del Gobierno, puramente pasiva. Se limitaba a confiar en el poder redentor del tiempo.
Ahora, sin embargo, su actitud es bien distinta: se sirve del tiempo para eludir su responsabilidad ante hipotecas imposibles; ante promesas o compromisos –explícitos o implícitos, ya lo sabremos- realizados a tirios y troyanos, de naturaleza, por tanto, antagónica y, consecuentemente, de imposible satisfacción.
Su talante, lejos de las enseñanzas cervantinas y de la praxis política de  Felipe II, Franco, Rajoy y tantos otros gobernantes, es más bien el del charlatán irresponsable de la fábula de Samaniego: Un charlatán presumía de que podía enseñar a hablar elocuentemente a un borrico. Súpolo el rey y lo llamó a su presencia. Como el charlatán se reafirmaba en sus pretensiones, el rey le ordenó que enseñara a hablar a un burro, para lo cual le concedía un plazo de 10 años, bien entendido que si al término del plazo el burro no hablaba el maestro asnal sería ahorcado. El charlatán aceptó el trato. Continúa Samaniego su fábula:
El doctor asegura nuevamente
sacar un orador asno elocuente.
Dícele callandito un cortesano:
‘Escuche, buen hermano:
Su frescura me espanta.
¡A cáñamo me huele su garganta!’
‘No temáis, señor mío,
respondió el charlatán, pues yo me río;
en diez años de plazo que tenemos,
¿el rey, el asno o yo no moriremos?’

Tal que así es la actitud del que por maldad del hado hoy nos gobierna: la de un charlatán irresponsable.
Junio, 2018

EL PEOR ENEMIGO DE LA JUSTICIA


En Andalucía el primer y principal enemigo de la Justicia son, sin duda, los jueces. Después los fiscales. Lo he dicho en innumerables ocasiones; otras, por no resultar cansino, me he callado. No hay día aquí que los jueces no pisoteen la Justicia. Los jueces aquí agravian más a la Justicia que los delincuentes.
Como nada ha cambiado, leo hoy en El Mundo que un juez ha tardado sólo 48 horas en archivar la denuncia que el Sindicato Andaluz de Funcionarios (SAF) puso contra la corrupción de este régimen, manifestada en, esta ocasión, en la contratación de al menos 85 personas por criterios de clientelismo político y nepotismo.
¡Todo un record! Para que luego digan, quienes pretenden desprestigiar a la justicia con sus infundios, que es lenta.
He leído el auto de archivo, he leído la denuncia y, como estudié derecho y lo he practicado en mi vida profesional durante 42 años, algo sé de lo que dice la ley al respecto. Pues bien, tengo la convicción de que el juez no se ha leído siquiera la denuncia, ni tampoco el fiscal. Y, han actuado contra lo que dice la ley: “Formalizada que sea la denuncia, se procederá o mandará proceder inmediatamente por el Juez o funcionario a quien se hiciese a la comprobación del hecho denunciado, salvo que éste no revistiere carácter de delito, o que la denuncia fuere manifiestamente falsa. En cualquiera de estos dos casos, el Tribunal o funcionario se abstendrán de todo procedimiento, sin perjuicio de la responsabilidad en que incurran si desestimasen aquélla indebidamente” (Artículo 269 Ley de Enjuiciamiento criminal).
Se procederá inmediatamente a la comprobación del hecho denunciado, dice la ley. Obviamente el juez no ha comprobado absolutamente nada; ni se ha molestado siquiera en disimularlo, es evidente. Por el contrario, sostiene el juez que “no está debidamente justificada la perpetración de un delito”. Esto lo dice sin practicar ninguna diligencia de investigación, sin realizar ningún acto de indagación y averiguación de los hechos denunciados y sin molestarse en desvirtuar los fundados indicios –algunos notorios, o sea, de dominio público, publicados por la prensa y no desmentidos por los afectados- que se hacían constar en la denuncia.
El juez considera que los hechos denunciados no son constitutivos de delito. De delito de cohecho, dice exactamente. De verdad que ni siquiera ha leído la denuncia, pues ésta va referida a 85 presuntos casos de prevaricación, y sólo en uno de estos 85 se da, además, –a juicio del denunciante- un presunto delito de cohecho. ¿Cabe acaso más desidia, descuido y desinterés?
Dice el juez que no está debidamente justificada la perpetración de un delito; y esto lo dice ignorando la doctrina jurisprudencial al respecto. La denuncia pone de manifiesto una decena de casos muy similares –que podrían ser varias decenas- en los que los tribunales han estimado que tales hechos (es decir, la contratación de personas como empleados sin seguir procedimiento alguno, con absoluto desprecio de los principios constitucionales que rigen el acceso al empleo público, sólo por criterios de clientelismo político o nepotismo) constituyen graves delitos.
He leído varias sentencias del Tribunal Supremo, en las que se afirma: …la quiebra que en los ciudadanos va a tener la credibilidad de las instituciones y la confianza que ellas deben merecerle porque como custodios de la legalidad, son (autoridades y funcionarios) los primeros obligados, y esta quiebra puede producir efectos devastadores en la ciudadanía pues nada consolida más el estado de derecho que la confianza de los ciudadanos en que sus instituciones actúan de acuerdo con la Ley y que por tanto el que se aparta de la norma recibe la adecuada sanción que restablece aquella confianza rota...”
Aplíquese el cuento la justicia y sepa, en efecto, que si la credibilidad de las instituciones se resiente a ojos del ciudadano porque las autoridades y funcionarios –como custodios de la legalidad- no sean los primeros en cumplirla, lo que más hace tambalear esa confianza hasta destruirla totalmente es que los jueces –que en última instancia son los garantes de la observancia de la ley y de los derechos de los ciudadanos- ni observen ni hagan observar las leyes. Eso sí que quiebra la confianza del ciudadano en el estado de derecho y sus instituciones.
Claro que, por otra parte, en la mayoría de los casos que la denuncia del SAF señalaba como precedentes, los corruptos eran del PP, del Partido Andalucista o del G.I.L., es decir, no eran del PSOE de Andalucía. Tal vez eso ayude a comprender las cosas. Pero, necesariamente, eso le lleva a uno a preguntarse ¿pueden unos hechos ser constitutivos de delito o no dependiendo de quién sea su autor? Parece ser que la respuesta de este juez a la pregunta es afirmativa. Es lo que la progresía judicial ha llamado derecho penal de autor; y que el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo han rechazado tajantemente (por propia convicción u obligados, como en tantos otros temas, por el Tribunal de Estrasburgo; a la fuerza ahorcan…) Según la Constitución todos somos iguales ante la Ley.
Ante lo cual, insisto, llego a la conclusión de que el juez no ha leído siquiera la denuncia, aunque ha ordenado su archivo -¿por qué?- o ha firmado lo que alguien -¿quién?- le ha puesto por delante. Y dudo también que al dictar el auto el juez tuviera a la vista el escrito de la fiscalía al respecto. Sería casi un milagro que en 48 horas el juez recibiera la denuncia, diera orden de abrir diligencias; ordenara su traslado al Ministerio Fiscal; éste las recibiera, las estudiara y se pronunciara y remitiera al juzgado su opinión al respecto y, por último, que, a la vista de todo ello, el juez ordenara el archivo y firmara el auto de sobreseimiento. No me lo creo. Ni aunque fuese el único asunto del que tuviese que ocuparse un juzgado, me lo creería. Esa inusitada celeridad; algo raro, muy raro, ocurre. Tal vez el Consejo General del Poder Judicial debería echar una miradita, por lo anómalo del asunto y la insólita diligencia en todos esos trámites. De récord.
Y, ante lo cual, uno también se pregunta por las razones del juez. Y piensa: ¿tendrá el juez hipotecas?; es decir, algún pariente, cuñado, hijos, esposa, sobrinos, etc., que haya entrado en alguna de las agencias de la Junta de la misma manera delictiva que está denunciando el SAF. No lo sé, pero podría ser; la juez Núñez Bolaños, por ejemplo, tiene, al menos, que sepamos, a su cuñada en la agencia IDEA.  ¿O, acaso, el juez sólo mira por su carrera y es consciente de que aquí, para medrar profesionalmente, es más fácil y hasta conveniente, no molestar a los poderosos?
Así que dando vueltas al asunto, uno termina acordándose de aquél pastor alemán, de nombre Ajax, como el mítico guerrero de la Ilíada, que hizo por la Justicia más que todos los fiscales y jueces de Andalucía juntos (a excepción de la ebúrnea Alaya; y no sé si de algún otro que, aunque todavía no haya honrado a la Justicia y a la ciudadanía con sus hechos, albergue, sin embargo, buenos propósitos). Vuelve uno a pensar en eso y a desear que, si esta es toda la Justicia que los jueces son capaces de ofrecernos, tal vez sería mejor tener por jueces al mono de la fábula de Rubén Darío, o al tribunal de hampones de “M” o al mismísimo don Vito Corleone.
Y, vuelve uno a pensar y a desear que, por respeto a la Justicia y a la memoria de Bías y Aristóteles y de tantos otros grandes hombres que la amaron y la honraron, lo mejor fuera dejarla en manos de los perros.
Junio, 2018