Llega
a mis manos por azar –ese arcano caprichoso y errático que rige los designios
de los humanos- un libelo infamatorio, publicado en el diario de mayor difusión
(no vale la pena citarlo) de todos los que sirven al régimen, y que, a su vez, se
sirven de él; aunque los beneficios que les procura tan admirable relación
simbiótica, los tengamos que financiar los súbditos, sin distinción de
ideología o clase, mediante la extorsión impositiva, vía subvenciones,
cuantiosas, indecentes, e incesantes.
El
libelo me hace recordar la ingeniosa redacción sobre los banquetes, de aquel
avispado alumno del entrañable profesor apócrifo de Machado; porque arremete
contra los empleados públicos que cobran horas extras, contra los que no las
cobran, contra los sindicatos de funcionarios, contra la oposición política,
contra las asociaciones de funcionarios y la plataforma en que se han agrupado,
contra los funcionarios, que no somos ni de sindicatos ni de asociaciones ni de
partidos políticos, contra los demás medios de comunicación; en suma, igual que
en la citada redacción, contra todo el género humano con la sola excepción,
naturalmente, del partido del reich, sus sindicatos de casta, sus medios, y su
clientela.
El
fulano que firma el libelo, un tal Román Orozco, dizque periodista, denota un
manifiesto “animus injuriandi” y una penosa falta de talento, es obvio. Lo
primero es reprochable; lo segundo, tal vez no, pues, ya se sabe, “quod natura
non dat…”
Aunque,
en honor a la verdad, hay que otorgar un margen a la duda, respecto a la
autoría del panfleto (me resisto a llamarlo de otra forma), pues ya sabemos que
los artículos de opinión del referido diario, a veces, se elaboran en las
covachuelas del poder, como quedó de manifiesto cuando Libertad Digital publicó
los documentos que acreditaban a la actual Vicepresidenta económica del
Gobierno como editorialista del medio en cuestión. Así pues, no es del todo
improbable que el libelo haya sido elaborado, por ejemplo, por Mar-encrespada-
Moreno y que el firmante se haya limitado, además de a pulirlo y darle
esplendor (con escaso éxito, como puede verse), a apadrinarlo.
He
podido comprobar que este escritor –piadosamente, llamémosle así- es un
escritor binario. No me refiero a que en la elaboración de sus artículos
participen dos manos, una de las cuales no es suya; pues eso, como he dicho, lo
contemplo sólo como posibilidad benévola. Me refiero a una dualidad de
naturaleza estilística. Su obra periodística no conoce más que dos “géneros”:
la apología y la diatriba. Que, bien mirado, cuando se practican en el contexto
social de un régimen como éste, son la misma cosa. Y, curiosamente, además, en
el presente caso, tanto una como otra, están elaboradas con la misma materia,
compuesta de los siguientes elementos: mentiras, resentimiento, manipulación, sectarismo,
estolidez, nadería y frivolidad. Lo que nunca he encontrado en sus escritos ha
sido talento y honestidad.
Sirva
de muestra la perla periodística a la que me vengo refiriendo.
La
mitad del escrito se dedica a sembrar dudas sobre la honestidad de algunos
empleados de la Agencia Andaluza del Agua (AAA), por el hecho de haber percibido
horas extraordinarias (las horas extraordinarias en la Administración han de
ser autorizadas por el máximo responsable político del organismo
correspondiente, nombrado por el Consejo de Gobierno; y tienen 80 horas como
límite máximo; para superar el cual es preceptiva la autorización de órganos
superiores, incluso, probablemente, de la Comisión General de Viceconsejeros).
Objetivamente, si alguien merece una crítica por tales hechos son precisamente
quienes los propician –con su mala organización del trabajo- y quienes –son los
mismos- autorizan la realización de tales servicios extraordinarios (horas
extras). Sin embargo, no he leído en su artículo nada al respecto. Es más, dice
el autor que un portavoz de la Junta (diga su nombre, pues es relevante saberlo
ya que habla en nombre de la Institución), señaló que “la reordenación del
sector público evitará que se produzcan estas situaciones…”, de lo cual se
deduce, en primer lugar, que los responsables de la Junta hablan del hecho como
si no tuvieran nada que ver con ello hasta el momento y que, a partir del
decretazo, ya será cosa de su incumbencia. En segundo lugar, que el “portavoz”
de la Junta es un mentiroso y que el periodista, además de sectario y poco
amigo de la verdad, no se ha leído el decreto-ley de marras; porque dígannos,
uno y otro, ¿en qué artículo del decretazo de reordenación se establece tal
cosa?
La
perla literaria que comentamos continúa extendiendo las dudas sobre el resto de
los empleados de la Agencia del Agua, no sólo los que cobraron horas extras;
resaltando que “precisamente trabajadores de la AAA se mostraron especialmente
activos en la oposición frontal, desde el primer momento, a los planes de la
Junta…”, pretendiendo poner de manifiesto con ello las motivaciones espurias de
su oposición.
Después
acusa de mentirosos a los “líderes de los sindicatos corporativos, los dirigentes
del PP y la prensa afín”, sobre la base de una mentira; esto es, poner en sus
bocas algo que no ha dicho ningún opositor a los decretazos: que el psoe
pretende hacer funcionarios al personal de las agencias. No puedo admitir tanta
simpleza en el juicio del autor, luego me inclino, más bien, por una
intencionada manipulación de los hechos. Nadie ha dicho eso que se nos
atribuye. Hemos dicho –y lo mantenemos- que los decretazos entrañan una
operación ilegal de legitimación, consolidación y blanqueo de un empleo
clientelar y, en su origen, bastardo.
Luego
le toca el turno a los sindicatos: apología fantástica de los suyos (a los que
llama impropiamente “de clase”, cuando todos sabemos que su apelativo correcto
es sindicatos de casta o casta sindical), y, paralelamente, denostación de los
críticos.
Y,
para terminar, recurre a la estrategia del victimismo. Que como todos sabemos
consiste en una inversión malintencionada y mendaz de los roles, atribuyendo al
victimario –o a sus sayones- el papel de víctima.
He
terminado de leer el libelo transido por la pena, acongojado, de sólo
representarme a los indefensos políticos socialistas acosados despiadadamente
por la PEPA, o al pobre escolta de la “papaguayo”, en su pusilanimidad –me
refiero al escolta- intimidado y agredido, o, ya en el colmo de la agresividad,
el zarandeo del coche del Supremo, ¡pobrecito!, el coche; los funcionarios no
respetan nada, le podían haber hecho daño…en la suspensión.
Todo
ello sin olvidar la vileza con que concluye el escrito, señalando, en el más
puro estilo totalitario (de un modo a todas luces carente del ingenio y, por
supuesto, del civismo, con que aquel pícaro cofrade estampó el estigma –M- en
la espalda del “vampiro de Dusseldorf”) a una persona significada, para que
“quién corresponda” tome nota de la delación, “a los efectos oportunos”. Da
asco.
Este
es el sujeto y ésta una muestra de su estilo literario.
No
me sorprendería que el panfleto fuese debido a la sola iniciativa del autor,
pues es su estilo y el del medio en que se publica. Ahora bien, tengo la
convicción de que se trata de un encargo. Un encargo que reviste la forma de
“enmienda” en la peculiar “tramitación parlamentaria” que el régimen está
haciendo del decretazo. Estas son las enmiendas del PSOE: insultos, mentiras,
multas, denuncias policiales, intimidación y amenazas. Y este panfleto es otra
de ellas.
Mal
tiene que estar viendo las cosas el régimen, cuando el padrino anda solicitando
a sus más insignes protegidos la devolución de favores.
Y
es que en esta pasada primavera el tal Román Orozco ha recibido de las
mismísimas manos del Supremo uno de los premios “Meridiana”, junto a la
inefable alcaldesa de Aznalcázar. Y, también, a los pocos días, el Gobierno
andaluz en pleno, encabezado por su Presidente, le ha presentado el libro “50
mujeres de vanguardia” (espero que no haya sido en horas de trabajo, porque si
se entera Marito…).
Veo
la foto del evento y me parto de risa; Román y Griñán galleando entre las
vanguardistas. Reconozco a algunas de ellas. A ver si les suenan. Mar Moreno,
Carmen Martínez Aguayo, Bibiana Aído, Rosa Torres, Fuensanta Coves, Micaela
Navarro, María Jesús Montero…
Qué
puede pensar uno enlazando hechos? Creo que está todo claro. Bueno, todo no.
Faltaría saber si los ciudadanos hemos tenido que volver a pagar al autor por
el mismo trabajo ya realizado y cobrado (lo cual extendería su naturaleza
binaria, más allá de lo literario, también a lo crematístico), pues conviene
señalar que ese libro es una recopilación de entrevistas ya publicadas. Quizás,
el autor o alguien de la Junta, si nos leen, tendrán la amabilidad de sacarnos
de la duda.
Así
pues, tocaba pagar, devolver los favores.
Ante
lo cual, no nos queda otra cosa que decir que -parafraseando a un personaje de
una de las Sátiras de Horacio, que sorprendió a otro desollando a un tercero en
su ausencia-: ¡Eh, tú, Román, que no nos conoces y nos hablas como si no te
conociéramos!
Max Estrella, cesante de hombre libre.
Enero, 2011.