EL SEOR CHAPELETO

 Vivo con estupor lo que está sucediendo estos días con el PP. Mi asombro mira, como Jano, para lados opuestos. Por un lado, en lo que concierne al PP, no alcanzo a concebir cómo se puede ser tan estúpido; no comprendo esa pulsión suicida que, por regla general, los domina, mande quien mande. La indolencia que los caracteriza en su labor de oposición sólo se ve refutada cuando se trata de militar contra sí mismos, contra los de su propia especie.

Por otro lado, me conmueve la actitud del PSOE –y su escuadrón mediático- que con grandes aspavientos se rasgan farisaicamente las vestiduras. Dejando aparte el hecho de que un político honrado es un oxímoron, olvidan los del PSOE que son ellos, precisamente, los inventores del tráfico de influencias moderno –simple o cohechado-. Desde que llegaron al poder en el año 1982, han dado lecciones magistrales sobre la materia. Valgan algunos botones de muestra, empezando por los fundadores: F. González y A. Guerra. El cuñado de Felipe González hizo su fortuna como contratista de los gobiernos socialistas, sobre todo con ocasión de la Expo 92 y la construcción de la  autovía; contratista chungo, por más señas, y si no permítame el lector que recuerde un episodio que resulta más propio de una película de Torrente que de los anales de la contratación administrativa. El ministerio de Justicia licitó las obras de herrería de la cárcel de Sevilla, que adjudicó a la empresa Dragados, esta la subcontrató a Talleres Palomino -¡Oh, casualidad!-. Sucedió que la endeblez de los barrotes era tal que dos presos los rompieron con facilidad y se fugaron. El Partido Andalucista, entonces mandado por Pachecho, denunció los hechos; Pacheco, al que no se le puede negar gracia como sentenciador, calificó las obras como ‘especie de casita de chocolate’. Palomino se querelló, el Tribunal Supremo desestimó la querella y afirmó, además, que el querellante no cuestionó la veracidad de los hechos. El ministro de Justicia tampoco los negó, aunque le restó importancia. Fuentes penitenciarias confirmaron que el herraje de las celdas tuvo que ser renovado años después, pero las rejas por las que huyeron los delincuentes no llegaron a ser renovadas, eran las que puso Palomino. Nada de todo esto irritó la sutil sensibilidad de la Fiscalía.

Del otro -A. Guerra-, quién no conoce a su famoso henmano  Juan, que fue un adelantado en esto del tráfico de influencias; y que, para más inri o desvergüenza, ejercía su labor de comisionista en una oficina pública del Gobierno, sin ser funcionario ni desempeñar cargo alguno en la Administración Pública.

Estos fueron los primeros, luego vinieron Rafael Escuredo –ese al que cantó Carlos Cano: “…me han dicho que ha puesto en Madrid un despacho de mucho postín. ¡Colócanos, colócanos, ay, por tu madre, colócanos…!”; y del que un cuñado suyo me dijo en cierta ocasión, no sé si admirado o escandalizado: “Ver a mi cuñado cuesta 200.000 pesetas; sólo verlo”, y Chaves, el clan Chaves, un clásico. El bueno de Manolo (como lo llamaba Carmen Calvo antes de soltar lastre y referirse a él como el ciudadano Chaves) presidiendo el Consejo de Gobierno, sin ausentarse ni abstenerse, otorgó una subvención de 10 millones de euros a la empresa Matsa, de la que su hija era apoderada –siendo tan jovencita-. Y quién no conoce también a Ivancito Chaves, el comisionista por antonomasia, que dejó a Juan Guerra a la altura del betún; por cierto, con ciertos socios en determinados proyectos urbanísticos, también socialistas de pro y muy conocidos; vean lo que decía El Mundo: “Varios representantes del terrateniente, encabezados por al catedrático de Derecho Constitucional y abogado Javier Pérez Royo (también vinculado contractualmente a Iván Chaves a través del Estudio Jurídico Itálica, al igual que Amparo Rubiales, otra amiga íntima del ex presidente de la Junta e histórica dirigente socialista), se presentaron el 1 de marzo de 2006 en el Ayuntamiento de Riotinto para explicar las líneas generales de su proyecto.” No se engañe el lector, no se trataba de tráfico de influencias sino de intermediación filantrópica. Tampoco quedaron atrás los hermanos y sobrinos Chaves. Recuerden lo que decía El Mundo:Climo Cubierta, el otro negocio del clan. El caso Climo Cubierta, destapado por EL MUNDO en verano de 2006, se refiere al posible trato de favor o uso de información privilegiada del que pudo beneficiarse Antonio José Chaves, el hermano mayor del actual vicepresidente tercero del Gobierno, Manuel Chaves, mediante las adjudicaciones de un tercer hermano, Leonardo, desde una dirección general de la Junta de Andalucía. En ese escándalo aparecen también dos sobrinos carnales del también presidente del PSOE y ex presidente de la Junta.” Eso explica al visitante que muchos pueblecitos de Andalucía, en el que sólo viven jubilados, tenga su pabellón deportivo; programado y establecido por un Chaves y construido y cobrado por otro. Todo quedaba en casa.

Y qué decir de la legión de esposas, primos y cuñaos colocados en las agencias de la Junta, o de la hija de la Consejera de Cultura y Ministra de Cultura doña Carmen Calvo, colocada en una Institución gubernamental dependiente del ministerio de mami, ¿no hubo ninguna llamadita de alguien a alguien?

Y, ciñéndonos a la rabiosa actualidad, para no hacer interminable esta pieza, qué hay del marido de la directora general de la Guardia Civil, la socialista María Gámez; vean, para muestra, un titular del ABC de estos días: “El marido de la directora de la Guardia Civil cobró de empresas que captaron ayudas de la Junta de Andalucía. Juan Carlos Martínez ingresó 128.880 euros de Rovi, que recibió 7 millones de la agencia donde era directivo su hermano, según la Policía.” O el marido de la ministra Teresa Ribera –otro Bacigalupo, de tal  palo  tal astilla-, titula El Mundo: “El marido de Teresa Ribera seguirá otro año supervisando en la CNMC la regulación de su esposa”; algo parecido a lo que sucede con el marido de la vicepresidenta Calviño: Ignacio Manrique de Lara ejerce como “agente digitalizador adherido" de Beedigital, una empresa dedicada a gestionar fondos europeos a pequeñas y medianas empresas (pymes) directamente con el Ministerio de Asuntos Económicos que dirige su mujer, Nadia Calviño.

Y, como guinda del pastel, no podía faltar, entre tanto granuja, el presidente del Gobierno, el Mentiroso, cuyo padre (o su empresa, da igual) recibió 701.741,22 euros en ayudas públicas, y pasó de facturar cero euros a cifras millonarias tras llegar su hijo a la Moncloa, según publica la prensa no apesebrada. ¿Corrió el PSOE a denunciar este hecho a la Fiscalía, para hacer honor a la verdad y limpiar de toda sospecha el nombre de la familia Sánchez?

En suma, podríamos seguir con esta larga e inagotable lista de granujas impunes; cuyas tropelías no han alcanzado siquiera la categoría de escándalos. Tanta impunidad tiene mérito, y hay que otorgárselo no sólo al Partido Socialista, sino también a los medios de comunicación que callan o manipulan o minimizan y, cómo no, también a esa ciudadanía tan dispuesta a comprender y perdonar las corruptelas de los suyos.

Por eso, ante la desvergonzada y desmemoriada y cínica reacción del PSOE y del Gobierno ante esta crisis, aprovechando para agitar el fantasma de la corrupción en el PP y de paso desviar la atención de sus propias corruptelas e incompetencia, no he podido dejar de ver en Sánchez la cara del seor Chapeleto, aquel canalla del Decamerón que, habiendo sido en vida la propia representación de la maldad, murió en loor de santidad gracias a las mentiras que contó a su confesor en el lecho de muerte y que éste (como hoy los medios de comunicación al servicio del sanchismo) logró hacer creer al pueblo (como el de ahora, crédulo y bien dispuesto), tomándolo por lo contrario de lo que en realidad era.

Aquí nada cambia, ni siquiera la podredumbre avanza, como dijo un personaje de Blade Runner.

Febrero de 2022

LO QUE SERÁ DE ESPAÑA

Del mismo modo en que, en el relato bíblico del Libro de Daniel, la misteriosa frase aparecida en los muros donde Baltasar celebraba su banquete profetizó la ruina de su reino, lo que aquí viene sucediendo desde que Pedro Sánchez, el Mentiroso, se hiciera con el gobierno de la Nación revela, sin necesidad de recursos vatídicos, el triste destino que aguarda a nuestra Patria: la desaparición de España como Estado nacional, su desintegración –en el mejor caso- en lo que el ‘rey de copas’ de la baraja catalana denominó federalismo asimétrico, concepto a todas luces antitético. Empeño en el que –aunque parezca paradójico- aúnan fuerzas indisimuladamente los dos partidos del Gobierno: PSOE (al que -es evidente, pero conviene recordarlo- le sobran las dos vocales de sus siglas) y Podemos (careta con que el proteico comunismo rompepatrias cubre aquí su rostro), empujados impacientemente por sus socios sostenedores: los independentistas vascos y catalanes, de izquierdas y derechas, maestros de la felonía. No concibo un país en el que desde sus propias instituciones se den tantas facilidades a quienes quieren destruirlo, a los enemigos de la Nación, como se dan aquí a los que no ocultan ni disimulan su odio a la puta España, ni sus intenciones de desintegrarla.

Como es natural, ningún proyecto de tal naturaleza puede triunfar en un sistema político de democracia liberal. Consecuentemente, las primeras víctimas habrán de ser estas: la libertad y la democracia. La eliminación de la oposición y de toda discrepancia. Es así como diariamente asistimos a un espectáculo inusual: el gobierno ejerce el control de la oposición y promueve su neutralización o eliminación, si no formalmente sí en el ámbito de los hechos, recurriendo para ello a dos elaborados engendros de su creación: los cordones sanitarios y las alertas antifascistas, eficaces engañabobos. Y dentro de esa lógica, actúa, por supuesto, sin sentido de las cuestiones de Estado y, consecuentemente, se permite patrimonializar la información sobre cuestiones de gravísima importancia que conciernen a toda la Nación, ocultándola a los ciudadanos y, al menos, a los representantes políticos de la mitad de éstos.

Resultaría tedioso a estas alturas enumerar los escandalosos atentados contra la democracia y las libertades que este Gobierno felón viene perpetrando desde que se alzó con el botín del Gobierno; la despótica limitación de libertades ha llegado desde la errática imposición de bozal -tratándonos como a perros- hasta incluso la detención ilegal o arresto domiciliario de todos sus ciudadanos -súbditos-, que no otro nombre puede darse a los hechos si prescindimos de eufemismos y mentiras. De la libertad de expresión ni hablamos, y no es chiste. De la transparencia y de la corrupción, corramos un tupido velo. La separación de poderes voló por los aires el día que el Mentiroso dijo aquello de “¿la Fiscalía de quién depende?, pues eso…”, afirmación corroborada por los hechos en numerosas ocasiones posteriores. El sometimiento de los jueces al Gobierno ha llegado a tal grado que la acertada expresión del ínclito juez Joaquín Navarro (QED) ‘justicia genuflexa’ se antoja hoy una ingenuidad, tal es el grado de envilecimiento y degeneración que hemos alcanzado; de otro modo no se explica que el TS niegue legitimación para recurrir los indultos que el Gobierno otorgó a los golpistas catalanes a sus propias víctimas y a los legítimos representantes de la ciudadanía; esto, sin duda, terminará haciendo realidad el antiguo anhelo progre de manchar con lodo las togas y, de paso, el nombre de España, cuando en instancias supranacionales se evidencie que la Justicia española –ignorando la propia Constitución- viola el derecho de sus ciudadanos a la tutela judicial, que reconocen numerosos tratados de los que somos parte. Y qué decir del Legislativo después del reciente escándalo de la reforma laboral; también pecó de ingenuo Grosser cuando afirmó que el Legislativo rara vez corrige y a menudo asiente; aquí la degradación es aún mayor: felpudo del Gobierno, obviamente cuando el Gobierno consiente que esté abierto y en funciones; pues también se atrevió a eso: a clausurarlo, pasándose la Constitución, una vez más, por ahí.

Algunos venimos diciéndolo machaconamente: la única cuestión -de la que todos los demás escándalos y disparates, que ocupan las portadas de los diarios y nuestros comentarios, no son sino manifestaciones o derivaciones- es el proyecto de federalismo neototalitario que urde este Gobierno social-comunista con el apoyo de los independentistas vascos y catalanes.

Y, lamentablemente, constatamos, a través de sus hechos, que todo se va desarrollando con precisión cronométrica, con la frialdad y sutileza del escalpelo. Lo dicho: “pesado, medido, dividido”, como pudo leer Baltasar en los muros de su palacio.

 Sólo les resta enterrar profundamente la memoria de los muertos (y que cada cual piense a qué muertos me refiero, pues hay dónde elegir), que a falta, tal vez, de otras certezas es, desde luego, para este Gobierno el recordatorio permanente de su bastardía.

Febrero de 2022

LA INSOSTENIBLE ESTUPIDEZ

 

Hoy, en que la ideología progre de lo ‘políticamente correcto’ se impone sin apenas encontrar la más leve crítica, se me antoja –tal vez por llevar la contraria- una reflexión sobre la ‘sostenibilidad’, palabra de importancia y tan de moda que lo que no vaya adjetivado con ella es despreciable o no vale nada.

Pensaba yo el otro día ¿qué es lo sostenible? Obviamente, todo aquello susceptible de caer, desmoronarse, colapsar, etc…, por ejemplo, nosotros mismos, hombres sostenibles. Pero, ¿qué hay en la naturaleza que realmente sea inagotable, imperecedero, eterno? Evidentemente, nada. Ergo todo el universo humano es por naturaleza sostenible, desde ese punto de vista. El problema es complejo; naturalmente, yo no lo podría resolver, pero llegué a alguna conclusión: en tanto que el ser humano habite el cosmos, lo auténticamente insostenible será la estupidez (y la mentira y la mierda, que tampoco decaerán jamás; pero esto lo vamos a dejar para otro día).

La estupidez es inasequible al desaliento, como gustaba decir la retórica franquista. Resistente, como el peor de los virus. Contumaz, jamás se da una tregua. Inagotable y abundante, es la sustancia que con mayor prodigalidad distribuyó Dios entre los humanos, creo que a todos nos tocó parte. Omnipresente y cíclica, nunca nos deja, y por mucho que nos esforcemos, siempre retorna, como vuelven los números de una fracción periódica, que diría Borges.

¿Por qué hablo de la estupidez? Tal vez por freudiana referencia a los contrarios, porque en realidad de lo que deseo hablar es de lo que siento escaso, y doloroso en su escasez; de lo que desearía copioso para mí y para todas las personas de buena voluntad: de la Justicia, de la Libertad, de la Amistad. Estas cosas que la estupidez, que tan fácilmente y tan a menudo se impone a la razón y a los nobles afectos, nos lleva a menospreciar.

Con qué inútil afán conservamos toda la vida, incluso por generaciones, un objeto carente de auténtico valor, subyugados por su fútil brillo, y, sin embargo, por el contrario, con qué facilidad descuidamos y perdemos aquello que infinitamente es más importante, como, por ejemplo, una añeja amistad.

El colectivismo ha ganado la batalla al individuo. La libertad individual -el don más valioso que dieron los cielos a la humanidad, al decir de Cervantes- se posterga y menosprecia ante el despotismo provisor del que hablaba Tocqueville. Y qué cómodo nos resulta dejarnos conducir por la querencia al establo. Con qué gusto nos sentimos atraídos por el calor del rebaño. Para ello, ¿no hubiera sido mejor haber nacido borregos?, nos habríamos ahorrado las fatigas de procurarnos la subsistencia.

Y qué de la Justicia. Decía Aristóteles –aunque, al parecer, la frase era de Bías, o, tal vez, de Píndaro- que “la salida y la puesta del sol no son tan dignas de admiración”. Y para mí que llevaba razón, mas –como dijo un poeta nuestro- aquí, ahora, la justicia vale menos que el orín de los perros. Vivimos una época donde no sólo no es admirada, sino despreciada. Donde impera el relativismo, la ética de la conveniencia o la utilidad. Y lo más doloroso es nuestra insensibilidad ante ello.

¡Qué acomodaticios somos! ¡Qué estúpidos! ¡Qué insostenibles!

Febrero de 2022