EL GOBIERNO SE ECHA A LA CALLE

Veo en los papeles que el gobierno corrupto del psoe celebró el sábado jornada de puertas abiertas en la administración paralela. Quiero decir que abrió las puertas del redil de las hediondas agencias (máscaras del régimen para dar a la corrupción apariencia de virtud) y pastoreó a sus rebaños por las calles de Sevilla. No piense el lector que ando errado; no, al menos, en esta cuestión. Quien realmente convocaba la manifestación era esa banda de ignorantes, a la que nos excedemos llamándola gobierno (si les llamo ignorantes es porque, según ellos mismos manifiestan, nunca se enteran de lo que ocurre en la institución que, supuestamente, dirigen; al menos, eso es lo que les dicen siempre a los jueces: “yo no sabía nada”; ignorantes, pues).
Ciertamente que, desde una perspectiva puramente formal, convocaban los sindicatos felones y canallas, pero, a estas alturas de la historia moderna ¿a quién se le escapa que esos dizque sindicatos son las marcas blancas del partido de la corrupción y el paro; que están ahí para hacer el trabajo sucio que sus amos no pueden hacer córam pópulo (y es obvio de toda obviedad que al decir amos no me refiero a los trabajadores, a quienes –supuestamente- deberían servir, sino a esa nueva plutocracia en que se ha convertido la oligarquía socialista, cuyo máximo exponente es también –no por casualidad- su máximo líder político y referente ético, me refiero al archimillonario Felipe Gónzalez).
Convocaban los sindicatos que tienen el mayor entramado empresarial del país dedicado a no producir nada –que ya es arte- pero que, además –y esto supera el mero artificio para elevarlo a la categoría de prodigio-, les genera unos beneficios multimillonarios, incluso en tiempos de crisis. No es de extrañar, por tanto, que sus jayanes gasten Rolex que cuestan lo que muchísimos trabajadores (si es que tienen trabajo) ganan en un año -¿no es verdad, Cándido?; o hagan cruceros lujosos, o vivan en lujosas viviendas obtenidas al amparo del fraude a sus propios compañeros y a los fondos públicos –no es así Toxo?. O frecuenten lujosos restaurantes cuyo menú cuesta más de lo que un trabajador medio gana en una semana. Es decir que, como mentecatos y pobres de espíritu, les gusta el lujo.
Convocaba el sindicato que urdió la mayor estafa inmobiliaria que ha conocido este país –PSV- y cuya reparación tuvimos que pagar todos nosotros, no los estafadores. Convocaba, también, ese otro que decubrio que era rentable –para su burocracia- ir al rebufo del sindicato del poder y convertirse en parásito de un parásito.
Convocaban, a la postre, unos sindicatos de trabajadores -piadosamente, llamémosles de esa manera- cuyos dirigentes o no han trabajado nunca ¿verdad, Méndez?, o hace ya tiempo que se jubilaron (con 50 años, no con 67, como habremos de jubilarnos muchos, gracias a una reforma socialista que no les agravió tanto, y de la que no hablan, pues no habrá de afectarles), ¿verdad, Toxo?
Pienso en todo esto y me digo que sólo en clave de farsa –o de esperpento- puede interpretarse este espectáculo. Como en los mejores tiempos del franquismo, el régimen saca sus huestes a la calle para hacer apología de su gobierno. Leo en sus pancartas: “sí a la reordenación del sector público”, con ello se retratan, pues sólo en los regímenes populistas y totalitarios la acción del gobierno es enaltecida por las masas en la calle. Estos y aquellos son una misma cosa; en el fondo lo que pretenden es dotar de legitimidad a algo que a estas alturas está absolutamente deslegitimado; a una acción de gobierno que hasta los tribunales han calificado como realizada con absoluto desprecio del estado de derecho. Estos son los herederos del franquismo, y, como los niños, hacen lo que han visto en su casa. Imagino (y si no es así que alguien me saque del error) que el sábado esos que no se saben enchufados vinieron al Pardo de Griñán (me refiero al palacio, no a la oscura condición del gerifalte) del mismo modo en que los franquistas acudían ante el Caudillo: a gastos pagados, bocadillo y veinte duros de viático. Dinero que sin duda -en tanto que “defensores de lo público”- habrá salido de nuestros bolsillos; como el que Invercaria daba a ciertos destacados socialistas, del programa al que tenían la desvergüenza de llamar “Fondos Propios”, ¿no iban, pues, a quedárselo?
Entre todos ellos –socialistas y sus lacayos sindicalistas, parientes por consanguinidad y afinidad, y otros vínculos de más difícil y comprometida denominación, correligionarios, beneficiados y paniaguados- hay, sin embargo, algunos a los que de ninguna manera me gustaría ofender (y no es que pretenda ofender a nadie, desde luego, pero me importa poco que esos otros puedan sentirse ofendidos por lo que considero mera descripción de la realidad, según yo la percibo, como es obvio; en todo caso, no es mi intención ofender).
Me refiero a aquéllos a los que la Fortuna (esa loca borracha que da a los delitos lo que debe a los méritos, y los premios de la virtud al vicio, según Quevedo) dio un puesto de trabajo porque ese día, para ese trabajo, no había ningún “pariente, amigo, correligionario o recomendado” al que ofrecérselo. No sé si son conscientes de ello, no están ahí por méritos. El gobierno socialista no es amigo del mérito, lo ha dicho una de sus diputadas, esa chica de las 25 matrículas en la carrera, que ha tardado tanto en darse cuenta, como lo dijo antes, en Luces de Bohemia, un sepulturero con menos matrículas pero con más sabiduría.
Yo comprendo a esos beneficiados de la fortuna, pero creo que deberían ser conscientes de que están contaminados de bastardía por la corrupción del sistema que los ha cobijado y eso, tal vez, no pueden evitarlo, pues no está en sus manos. Lo que sí pueden evitar, pues depende exclusivamente de su voluntad, es unir su suerte a la de todos aquellos que conscientemente fueron beneficiarios de un expolio –de 25.000 puestos de trabajo, propiedad de todos los andaluces, entre ellos 1.200.000 desempleados-y cómplices o colaboradores necesarios de una operación antidemocrática –la gestación de una administración paralela, huida del derecho. A estos nada tengo que decirles, aparte de que dejen lo usurpado y devuelvan el botín. A aquéllos que se dignifiquen y sean capaces de reconocer que esos puestos que ocupan, y que no deben al nepotismo, mas tampoco a la ley, han de ser puestos en almoneda: al mejor postor de méritos, en pública concurrencia, en condiciones de igualdad, como prescribe la ley. Si no lo hacen así, nada los diferenciará de aquellos otros que han sido cogidos con las manos en la masa, y que obscenamente se resisten a devolver lo que han robado a todos los andaluces.
Yo confío en aquellos que son íntegros, el día de mañana puede que algunos sean compañeros nuestros y se alegrarán, entonces, de poder mirarnos a la cara.
Max Estrella, cesante de hombre libre
Marzo, 2012