LO QUE SERÁ DE ESPAÑA

Del mismo modo en que, en el relato bíblico del Libro de Daniel, la misteriosa frase aparecida en los muros donde Baltasar celebraba su banquete profetizó la ruina de su reino, lo que aquí viene sucediendo desde que Pedro Sánchez, el Mentiroso, se hiciera con el gobierno de la Nación revela, sin necesidad de recursos vatídicos, el triste destino que aguarda a nuestra Patria: la desaparición de España como Estado nacional, su desintegración –en el mejor caso- en lo que el ‘rey de copas’ de la baraja catalana denominó federalismo asimétrico, concepto a todas luces antitético. Empeño en el que –aunque parezca paradójico- aúnan fuerzas indisimuladamente los dos partidos del Gobierno: PSOE (al que -es evidente, pero conviene recordarlo- le sobran las dos vocales de sus siglas) y Podemos (careta con que el proteico comunismo rompepatrias cubre aquí su rostro), empujados impacientemente por sus socios sostenedores: los independentistas vascos y catalanes, de izquierdas y derechas, maestros de la felonía. No concibo un país en el que desde sus propias instituciones se den tantas facilidades a quienes quieren destruirlo, a los enemigos de la Nación, como se dan aquí a los que no ocultan ni disimulan su odio a la puta España, ni sus intenciones de desintegrarla.

Como es natural, ningún proyecto de tal naturaleza puede triunfar en un sistema político de democracia liberal. Consecuentemente, las primeras víctimas habrán de ser estas: la libertad y la democracia. La eliminación de la oposición y de toda discrepancia. Es así como diariamente asistimos a un espectáculo inusual: el gobierno ejerce el control de la oposición y promueve su neutralización o eliminación, si no formalmente sí en el ámbito de los hechos, recurriendo para ello a dos elaborados engendros de su creación: los cordones sanitarios y las alertas antifascistas, eficaces engañabobos. Y dentro de esa lógica, actúa, por supuesto, sin sentido de las cuestiones de Estado y, consecuentemente, se permite patrimonializar la información sobre cuestiones de gravísima importancia que conciernen a toda la Nación, ocultándola a los ciudadanos y, al menos, a los representantes políticos de la mitad de éstos.

Resultaría tedioso a estas alturas enumerar los escandalosos atentados contra la democracia y las libertades que este Gobierno felón viene perpetrando desde que se alzó con el botín del Gobierno; la despótica limitación de libertades ha llegado desde la errática imposición de bozal -tratándonos como a perros- hasta incluso la detención ilegal o arresto domiciliario de todos sus ciudadanos -súbditos-, que no otro nombre puede darse a los hechos si prescindimos de eufemismos y mentiras. De la libertad de expresión ni hablamos, y no es chiste. De la transparencia y de la corrupción, corramos un tupido velo. La separación de poderes voló por los aires el día que el Mentiroso dijo aquello de “¿la Fiscalía de quién depende?, pues eso…”, afirmación corroborada por los hechos en numerosas ocasiones posteriores. El sometimiento de los jueces al Gobierno ha llegado a tal grado que la acertada expresión del ínclito juez Joaquín Navarro (QED) ‘justicia genuflexa’ se antoja hoy una ingenuidad, tal es el grado de envilecimiento y degeneración que hemos alcanzado; de otro modo no se explica que el TS niegue legitimación para recurrir los indultos que el Gobierno otorgó a los golpistas catalanes a sus propias víctimas y a los legítimos representantes de la ciudadanía; esto, sin duda, terminará haciendo realidad el antiguo anhelo progre de manchar con lodo las togas y, de paso, el nombre de España, cuando en instancias supranacionales se evidencie que la Justicia española –ignorando la propia Constitución- viola el derecho de sus ciudadanos a la tutela judicial, que reconocen numerosos tratados de los que somos parte. Y qué decir del Legislativo después del reciente escándalo de la reforma laboral; también pecó de ingenuo Grosser cuando afirmó que el Legislativo rara vez corrige y a menudo asiente; aquí la degradación es aún mayor: felpudo del Gobierno, obviamente cuando el Gobierno consiente que esté abierto y en funciones; pues también se atrevió a eso: a clausurarlo, pasándose la Constitución, una vez más, por ahí.

Algunos venimos diciéndolo machaconamente: la única cuestión -de la que todos los demás escándalos y disparates, que ocupan las portadas de los diarios y nuestros comentarios, no son sino manifestaciones o derivaciones- es el proyecto de federalismo neototalitario que urde este Gobierno social-comunista con el apoyo de los independentistas vascos y catalanes.

Y, lamentablemente, constatamos, a través de sus hechos, que todo se va desarrollando con precisión cronométrica, con la frialdad y sutileza del escalpelo. Lo dicho: “pesado, medido, dividido”, como pudo leer Baltasar en los muros de su palacio.

 Sólo les resta enterrar profundamente la memoria de los muertos (y que cada cual piense a qué muertos me refiero, pues hay dónde elegir), que a falta, tal vez, de otras certezas es, desde luego, para este Gobierno el recordatorio permanente de su bastardía.

Febrero de 2022