HACIA UN RÉGIMEN DESPÓTICO

 No sorprende ya a estas alturas la contumaz incapacidad que acredita la ciudadanía –llamémosla piadosamente así- para quebrar este bucle ponzoñoso y pestilente en que se ha convertido la política patria desde que un visionario imbécil, clon de Mr. Chance, fuese señalado por la Fortuna –borracha y caprichosa- para dirigir la res pública.

No extraña, pues, que volvamos a aquellos días fundacionales del abyecto “Pacto del Tinell”, cuando socialistas, comunistas e independentistas catalanes se conjuraron contra el PP para impedir la alternancia en el poder, clave de toda democracia que aspire a serlo no sólo de nombre. Volvemos hogaño a aquellos días con ese sarcástico “pacto por la democracia” que teatralizaron los referidos actores; solo que ahora el elenco ha aumentado, pues se unen a la farsa los independentistas vascos, todos ellos: los que sacuden el árbol y los que recogen las nueces manchadas de sangre inocente. Tan demócratas como los antiguos firmantes, pero más fanáticos aún para el odio. Ya lo dijo un ilustre vasco –Baroja- que conocía bien el paño: “El vasco (…) ha heredado ese fanatismo intransigente que dan las religiones semíticas…”. Se repite, pues, el rito; solo que ahora la víctima del estigma no se llama PP sino Vox.

El espectáculo resulta grotesco (no en vano el esperpento es creación patria). Los partidos totalitarios y golpistas, con su historia de golpes y de crímenes, repartiendo carnets de demócratas. Los partidos que auparon y apoyan al Gobierno más intolerante y despótico que hemos padecido en los últimos 45 años se permiten cínicamente dar lecciones de democracia.

Y sobre lo grotesco, el abominable show del PP, víctima del ‘síndrome de Estocolmo’, firmando de facto el vergonzante pacto, olvidando infamemente su condición de víctima y pretendiendo el perdón de sus victimarios por serlo. Lo mismo podría decirse de Ciudadanos, pero qué es Cs a estas alturas sino una pandilla de oportunistas sin dignidad. No se puede caer más bajo.

Los exquisitos demócratas no han necesitado ni siquiera una semana para acreditar y refrendar con hechos, nuevamente, que lo que pregonan y exigen de otros no va desde luego con ellos. Se entiende que Quevedo afirmara que la calle mayor del mundo llámase Hipocresía.

Así, hemos contemplado impotentes cómo todos los partidos del pacto canallesco cercenan nuestra libertad, refrendando un decreto del despótico gobierno social-comunista, un decreto manifiestamente  contrario a la Constitución, que supone un gravísimo atentado contra los derechos y libertades constitucionales.

Ya advertimos en el mes de mayo que el intento de prorrogar el estado de alarma por un periodo de tiempo superior al del plazo inicial era contrario a la Constitución. Ahora, en un ejercicio de despotismo sin precedentes en nuestra débil democracia, no sólo establecen una prórroga de 6 meses de duración, humillando al Congreso –es decir, a la Nación cuya soberanía encarna y representa- y despreciando la Constitución, sino que –poniendo en práctica su estrategia de eludir responsabilidades y, parejamente, dar satisfacción a las demandas de los nacionalismos vasco y catalán- delegan espuriamente, en palmario fraude de ley, en las Comunidades Autónomas el ejercicio de las potestades extraordinarias que entraña el Derecho de excepción.

En efecto, el artículo 3 del decreto de declaración del estado de alarma dice textualmente: “Ámbito territorial. La declaración de estado de alarma afecta a todo el territorio nacional.”, al propio tiempo que su artículo 2.2 dispone que “En cada comunidad autónoma y ciudad con Estatuto de autonomía, la autoridad competente delegada será quien ostente la presidencia de la comunidad autónoma o ciudad con Estatuto de autonomía, en los términos establecidos en este real decreto.” Pues bien, tal delegación es manifiestamente ilegal. La Ley Orgánica reguladora de los estados de alarma, excepción y sitio establece en su artículo 7 que “A los efectos del estado de alarma la Autoridad competente será el Gobierno o, por delegación de éste, el Presidente de la Comunidad Autónoma cuando la declaración afecte EXCLUSIVAMENTE a todo o parte del territorio de una Comunidad.” Siendo así que, como hemos visto, la declaración de estado de alarma se extiende a todo el territorio nacional, no es aceptable pues la delegación en ninguna otra Autoridad. Por tal razón, no habla la ley de “presidentes” en plural, o del “presidente de la correspondiente o correspondientes Comunidad o Comunidades Autónomas”.

Con todo, lo más grave no es eso sino que lo que en verdad se delega no es la Autoridad para ejecutar y llevar a efecto las determinaciones contenidas en el decreto de estado de alarma; lo que en el fondo, en la práctica, se delega en las Comunidades Autónomas es la capacidad para configurar en qué va a consistir el estado de alarma en cada ámbito territorial, cuáles van a ser las limitaciones reales de derechos y libertades civiles; es decir, en suma, más allá de la mera declaración, el decreto no establece con precisión –como determina el bloque de constitucionalidad- los efectos o contenidos de la declaración, sino que, por el contrario, se limita a diseñar un marco amplio de posibles medidas a adoptar, desplazando -en descarado fraude de ley y con vulneración de la seguridad jurídica- la competencia para adoptarlas hacia las Comunidades Autónomas. O sea, lo que en realidad se delega es algo prohibido por la Constitución: que la determinación de los efectos y contenidos del estado de alarma quede al arbitrio de entidades o autoridades distintas del Gobierno, bajo el control del Congreso.

Ante este despótico atentado a la soberanía de la Nación y a los derechos y libertades de sus ciudadanos, sólo el demonizado partido Vox se ha mantenido dignamente erguido. Se comprende mejor ahora por qué los falsos demócratas tenían la apremiante necesidad de estigmatizarlo. Ha quedado de manifiesto que todos esos partidos –sostenedores y beneficiarios del corrupto régimen partitocrático- cubren su naturaleza despótica con una finísima piel de demócratas, tan fina y exquisita que con el menor roce se rompe, dejando al descubierto su verdadera sustancia.

Oscuro octubre de 2020

UN MOMENTO CHUNGO Y RIDÍCULO

 

¿Cómo llamar a este momento? ¿Cómo llamarán las futuras generaciones a este golpe que hizo añicos el periodo de paz, prosperidad y progreso en democracia más extenso de la moderna historia de España? Curiosamente, no llegará a 50 años; lo que pone de manifiesto algo que ya percibieron y señalaron grandes personajes del pensamiento y la política: El principal enemigo de España son los españoles.

La historia se repite, como la morcilla –Ángel González, dixit-. Volvemos, en este afán cainita, a 2007; solo que ahora la mitad del trabajo está hecho. El caudillo Sánchez no ha hecho sino retomar la labor que comenzó Zapatero -bobo, aunque solemne, pernicioso-. La labor del PSOE, en suma. Solo que ahora, también, la ‘conjunción planetaria’ social-comunista-independentista da alas, medios y posibilidades al ponzoñoso proyecto totalitario.

El proteico comunismo patrio, con sus mil caretas, ha sabido adaptarse a los tiempos y sobrevivir; no solo sobrevivir, sino gobernar y llevar la batuta. Algo impensable en cualquier otro país de nuestro entorno cultural. Somos, ¡cómo no!, la singularidad de la periclitada civilización occidental: Spain is diferent, de nuevo.

El desafecto a la libertad que profesamos, el servilismo, han propiciado que una oligarquía partidista –sin más principios que sus intereses y sin más intereses que el poder- monopolice la participación política. El ciudadano, el súbdito más bien, español es –consciente o inconscientemente, pero, desde luego, voluntariamente- un mero espectador en el juego político. La oligarquía partidista decide por todos. Estamos ante una patrimonialización del poder político por parte de los partidos, que han colonizado y parasitado el sistema. La partitocracia, para su supervivencia, ha trivializado y mercantilizado la política. La política, así, resulta asunto ajeno a la ciudadanía. Algo que hay que dejar en manos de profesionales. Siendo indispensable para ello separar nítidamente ambos ámbitos: generar desigualdades, mediante el otorgamiento de privilegios sin cuento, así como desafección en la ciudadanía y conciencia de clase –casta- en los políticos. Políticos, por cierto, que, de otro modo, se morirían de hambre; garantía ésta de su sumisión a la oligarquía dominante, haciendo realidad la admonición quevediana de que el oficio es con los buenos como la mar con los muertos, que no los consiente, y a los tres días los echa a la orilla.

Los ingenuos ‘filántropos’ de la época de la perestroika soñaban una edulcorada revolución que había de iniciarse al son de los acordes de una cantata de Bach. En algo llevaban razón, desde luego. En efecto, no han hecho falta los fusiles, solo que esa revolución ni es tan dulce en su sustancia ni tan refinada en su estética. Y, sobre todo, que es ‘lampedusiana’, es decir, cambiar todo para que nada cambie. Nada de grandeza, pues. Nos sumergimos en un régimen despótico al son de una chirigota. Ridículamente.

El drama que sufrimos se llama mansedumbre, resignación y falta de voluntad. Entretenidos con promesas y sustentados con esperanzas, como advirtió Quevedo, asumimos nuestra nueva condición de siervos así, sin tragedia que conmueva o espante.  Mansamente, mientras canturreamos sobreviviré.

P.S.: Leo en el periódico que una mujer de 50 años ha fallecido de cáncer sin lograr una sola cita presencial con su médico en los cuatro meses que duró su agonía. Sobran las palabras, salgamos a aplaudir a los balcones.

Oscuro octubre de 2020.

GRITO DESALENTADO

 En estos días sombríos, en los que la mentira –imperatrix mundi- nos conduce firme, mansa y estúpidamente al abismo totalitario, o, por decirlo poéticamente, con las palabras de Sir Walter Scott, en los que la niebla esconde el precipicio a los que están destinados a rodar por él, una mezcla de desconsuelo, rabia e impotencia agarra la olvidada pluma y garabatea estas letras.

¡¡Nos han  robado la Atención Primaria!! La cleptómana partitocracia que nos gobierna (aquí y allí) nos ha desposeído subrepticiamente de lo que pregonaban ‘joya de la corona’ (¡Ja!); que, por cierto, pagábamos a precio de diamante. Por nuestro bien, han dicho. Enmascarando la infamia, como cínicamente acostumbran, con un velo de virtud. Dicen los amos que es para proteger el sistema. Para protegernos a los viejos y a los desvalidos enfermos del más que probable riesgo de contagio que conlleva entrar en un centro de salud. Para proteger a los médicos de todos nosotros. Incapaces, pues, de organizar un servicio público esencial con las debidas garantías profilácticas. Nos toman por imbéciles, tal vez con razón. Y por cabestros. Parejamente a impedir a los médicos pasar consulta y examinar a los pacientes, ¿se les impide acaso hacer vida normal de ciudadano? Las mismas autoridades que nos privan de la asistencia sanitaria para protegernos de contagios a médicos y pacientes ¿Impiden, acaso, a unos y otros, ir a un bar o un supermercado o  pasear por la calle o coger el metro o el autobús o jugar al parchís con los amigos o bucear o hacer surf? ¿O resulta que todas esas actividades se pueden llevar a cabo con garantías y, sin embargo, no se puede hacer lo mismo en un centro de salud? No cuela. Excusas, mentiras, incompetencia y desvergüenza.

El virus ha mutado…ha mutado en excusa idónea para justificar lo injustificable y ocultar la quiebra del sistema, su vergonzosa incapacidad. El virus ha mutado en coartada perfecta para inútiles, ladrones y sátrapas.

Y resulta llamativo, e indignante, que tamaño expolio no haya levantado una tormenta de protestas en los medios de comunicación, ni que esas sensibles asociaciones o mareas blancas o multicolores hayan incendiado las calles, como acostumbran. Y no digamos ya las asociaciones de jueces o fiscales para la demagogia, con su exquisita tutela. El golpe se ha cubierto con un manto de silencio, inusualmente quebrado para la disculpa y la justificación, nunca para la crítica. Silencio de cementerio, pues, apenas deslucido por el balido del rebaño. Indigna también, y sorprende, el silencio y mansedumbre de los doctores, con sus juramentos hipocráticos de mercadillo, abandonando a su suerte a los pacientes. Cómo pueden aceptar eso sin rebelarse, cómo sobrellevar ese peso en sus conciencias, me pregunto. Y no hallo otra respuesta que considerarlos también víctimas de esta cleptocracia, que ha conseguido corromper a toda la sociedad sin excepción. La corrupción moral, este cáncer del que no nos libramos. El arma de la mediocridad, como afirmó Balzac.

No soporto –me digo- ser como el niño de la parábola de Bertold Brecht, al que un inmisericorde preceptor despojó de su única moneda por causa de su sumisión a la injusticia. No quiero; al menos, sea este mi grito.

Sombrío septiembre de 2020.

LECCIONES DE MARXISMO EN LA TABERNA

No sé por qué caprichoso mecanismo de la memoria me asaltan recurrentes en estos días de encarcelamiento los recuerdos de aquel tiempo de juventud, ya tan lejano, en el que hacíamos la revolución principalmente en los bares. Tal vez el nexo freudiano sea ese: el encarcelamiento; porque, a la postre, estas frivolidades que, desde nuestra actual perspectiva de despreocupados ciudadanos occidentales del siglo XXI, inducen más a la risa que a otra cosa, en los grises tiempos del franquismo podían provocar la forzada comparecencia ante el temido Tribunal de Orden Público y dar con los huesos en la cárcel con penas de hasta doce años. Ninguna broma, pues.
Hablo de los primeros años de la década de los 70. En mi pueblo la nómina de declarados opositores al franquismo no excedía en esos años (insisto: en esos años. Es importante la apostilla porque ya hemos visto que el número de antifranquistas creció exponencialmente en este país a partir de la muerte de Franco) de la docena o docena y media. Casi todos éramos comunistas, militantes del PCE la mayoría y algunos otros de los partidos escindidos de éste por la izquierda; ninguno del PSOE, por supuesto. Aunque no hacíamos ascos a otros locales, la sede revolucionaria radicaba en un pequeño bar, lindante con una iglesia, cuyo párroco era asiduo feligrés del establecimiento -aunque por distintas razones a las nuestras, pues no era nada sospechoso de heterodoxia política- y al que, por su facha altiva y ademán soberbio, cual legionario desfilando, apodábamos Miracielos.
Frecuentábamos el establecimiento con puntillosa asiduidad los desocupados, esto es, los que éramos estudiantes y dos albañiles condenados continuamente al paro por causa de sus peligrosas ideas. Los veo a éstos con nitidez, a Luís y Francisco, eran como personajes salidos de una novela de Juan José Saer. Luís cercano a la cincuentena, Francisco, tal vez, pasando los sesenta. Los dos del PCE, los más antiguos. No eran, por supuesto, intelectuales. Ni leían a Marx, ni a Lenin, ni a Gramsci, ni a Marcuse. Sencillamente no leían. Ni sabían nada de materialismo histórico ni de dialéctica hegeliana, ni de esa jerga revolucionaria y pseudointelectual que nos oían a veces a los estudiantes,  y que los podemitas de hoy siguen usando. Más aún, por tal razón incurrían frecuentemente en herético desviacionismo político, que era corregido de inmediato por el comisario político -guardián de la ortodoxia estalinista-, un psiquiatra forastero destinado temporalmente en el pueblo o, tal vez, enviado ex profeso por el Partido para meter las cabras en el corral. Pues es lo cierto que Luis y Francisco -sobre todo Francisco, ya que Luis era más reservado y cauteloso-, pese a sus carencias de teoría marxista, eran dados a impartir doctrina, no solo a los jóvenes estudiantes que los escuchábamos con arrobamiento y admiración, sino al mismísimo párroco y a los parroquianos. Así se explica que, ayunos de teoría marxista pero hartos de pesares y miseria, predicaran cierto día su particular teoría sobre el origen de la explotación que, contra lo que sostenía Marx, no tenía su fundamento en la famosa plusvalía sino en un malentendido.
Decía Francisco, muy solemne: “El Señor, cuando se iba a ir pa los cielos, reunió a todos sus discípulos pa despedirse y, dirigiéndose en particular a los ricos, les dijo: Ahí sus los encomiendo, refiriéndose a musotros los pobres, pa que mus cuidaran. Pero los ricos entendieron mal lo que dijo. Los ricos entendieron: A írsulos comiendo, y desde entonces mus están chupando la sangre.”
Esta grave desviación del canon marxista le costó al pobre Francisco una severa amonestación del camarada psiquiatra. ¡Pobre hombre!
En fin, como dijo el gangoso y sentencioso vigía nubio del barco de los piratas de Astérix, citando a Cicerón: ¡O tempo’a! ¡O mo’es!
Negro mayo de 2020

EL NUEVO RÉGIMEN Y LAS BRIGADAS DE LA NN


Se cumplen dos años de gobierno del Doctor Fraude -también conocido por El Fraudillo o por Lázaro Estornudo- y esto emana ya un repugnante hedor a podredumbre. Dos años le han bastado para que su mandato empiece a parecerse mucho a un régimen, un régimen neototalitario –algunos le llaman dictadura constitucional-; digo neototalitario, porque se prescinde de ciertas características de los totalitarismos –como el partido único- que quedan moduladas sin que, sin embargo, se modifique la sustancia y los fines de estos: la liquidación de la separación de poderes y la sumisión de forma directa o indirecta de los poderes del Estado al Gobierno; la voladura del Estado de Derecho y del principio de Supremacía de la Ley, y su sustitución por un modo de actuación en el que prima el sometimiento y control, directa o indirectamente, de jueces y tribunales, la inseguridad jurídica y la voluntad del Líder como fuente primigenia del derecho; la amortiguación de los derechos, libertades y garantías constitucionales, especialmente la libertad de expresión, unida al control de los medios de comunicación; la estigmatización social de cualquier tipo de disidencia, personal o partidista, y el acoso y persecución de sus autores; y, por último, el establecimiento de mecanismos de perpetuación en el poder, como el fraude electoral –en sus preparativos (CIS/PSOE-Tezanos), en su desarrollo (la JEC multó a Sánchez y Celaa por violación de la neutralidad) y en sus resultados (utilización del denominado ‘método abreviado’, en lugar de las actas de escrutinio de las mesas electorales)- y la corrupción del cuerpo social, mediante la generación de una sociedad subsidiada (como dijo Plutarco en Coriolano: parece que tenía toda la razón el que dijo que el primero que arruinó la soberanía del pueblo fue el que primero le obsequió con banquetes y reparticiones de dinero, o, en palabras de Roa Bastos: lo que se trata es de reblandecer la sociedad para convertirla en una ramera complaciente.)
En ese caldo de cultivo no resulta nada extraño que los jueces con ambiciones y sin escrúpulos pretendan con sus sentencias agradar a los que mandan. Más aún si sólo son jueces sustitutos y aspiran a la estabilidad en su función jurisdiccional. Y creo que sólo así se explicaría que una jueza sustituta –amonestada previamente por el TSJA por su mala actuación y dejadez- haya condenado a dos años de cárcel por un delito de revelación de secretos al exempleado de la UGT que destapó uno de los mayores escándalos de corrupción en que este sindicato socialista ha estado pringado. Esta jueza hace honor al aforismo de Juvenal: perdona a los cuervos y humilla a las palomas, y pone meridianamente de manifiesto que para este nuevo régimen (la Fiscalía, o sea, el Gobierno, más feroz aún que la jueza contra el denunciante de la corrupción socialista) el objetivo de los tribunales no consiste ni de lejos en administrar Justicia, sino en el apoyo a los intereses creados, al orden existente de las cosas, ventajoso para la casta gobernante, por usar las palabras de Tolstoi.
De aplicar las retorcidas tesis que fundamentan esa infame sentencia, Al Capone jamás hubiese sido condenado, Urdangarín estaría en la calle y el contable Carlos Van Showen, destapador del caso Filesa, en la cárcel. La excusa: la protección de la intimidad documental de la organización (presuntamente) corrupta. Daría risa, si no fuese tan grave el asunto, que eso se produzca justamente ahora, cuando el Gobierno está tramitando una modificación legislativa no solo para abolir el secreto profesional de los asesores fiscales (muchos de ellos abogados; por tanto, abolir confidencialidad abogado-cliente) sino convertirlos en obligados confidentes de la Administración. Y, aún más escandaloso, delatores no ya de delitos o de proyectos delictivos sino de -usando la arbitraria, por contraria a la seguridad jurídica, expresión de La Chiqui, la ministra sanchista- una ‘planificación fiscal agresiva’.
Luego están los otros, los de la brigada policial de la NN, comandados por el reichsminister Marlaska y su cohorte de reichskommissare, violando, mediante la monitorización de las redes sociales, eso tan preciado para ellos, cuando se trata de intimidar a los denunciantes de la corrupción política, como es la intimidad; censurando la legítima crítica ciudadana al Gobierno y atemorizando y amenazando y multando a los ciudadanos que portan orgullosos los símbolos del Estado, como  su bandera, o coartando su derecho a deambular libremente por los espacios públicos. Se ha llegado al hecho escandaloso de que desde el propio Gobierno, a través de su vicepresidente segundo -el del ‘jarabe democrático’, el que dijo que la policía no protege a la gente, sino que son matones al servicio de los ricos, y que no protegen a la gente sino a la gentuza- se use a la Guardia Civil para resguardarse de la pacífica indignación ciudadana contra su persona, como si se tratara de su guardia pretoriana; qué razón tenía con lo de proteger a la gentuza. Y, en el colmo del delirio totalitario, este déspota vicepresidente del Gobierno, emulando el matonismo de sus admirados Chaves y Maduro, azuza a la chusma violenta de su secta contra los ciudadanos que ejercen pacíficamente sus derechos constitucionales y contra los periodistas y los dirigentes de los partidos políticos que no se someten a sus dictados.
Es inaceptable, aunque pueda resultar comprensible, que los miembros de los cuerpos policiales, sus mandos intermedios y el conjunto de policías y guardias civiles de los cuerpos y escalas básicas, acepten mansamente –salvo honrosas excepciones- el cumplimiento de órdenes manifiestamente inconstitucionales. La obediencia debida no puede ser pretexto o justificación de actuaciones policiales contra los derechos de la ciudadanía. Decía Eduardo Mendoza en una de sus novelas que “una de las grandes desgracias de las personas honradas es que son cobardes. Gimen, se callan, cenan y se olvidan…” Eso está pasando con nuestros cuerpos policiales, y ojalá llegara a hacerse realidad el temor que manifestaba ante su banda uno de los gánster de la película La jungla de asfalto: “…la experiencia demuestra que no se puede confiar en la policía, cuando menos te lo esperas se ponen de parte de la Ley.”
Ojalá, digo, porque si eso no sucede mutaran en policía de partido y los ciudadanos en presos sin cárcel, como dijo R. Kipling.
No caben medias tintas ante un Gobierno despótico.
Negro mayo de 2020

MEMENTO


Un mensaje de guasap me da noticia del hecho luctuoso. Julio ha muerto. El país pierde a un buen hombre. Es verdad que como político Julio Anguita era lo que se dice un verso suelto dentro del comunismo y de la clase política. No he conocido a nadie –y he conocido a muchos- que siendo comunista no fuese un sectario irracional. Yo mismo lo fui. Nos educaban, nos adoctrinaban más bien, para eso: para el furibundo sectarismo. Así, como curiosamente ocurre ahora con este partido sanchista y con Podemos, nada fuera de la secta era aceptable, ni ética ni políticamente. Cualquier opinión disidente del dogma era denostada, cualquier obra fuera de la ortodoxia condenada. De tal modo, nos era vedado, por ejemplo, leer a Aleksandr Solzhenitsyn; qué digo leer, mencionarlo sólo. Y así también sucedía con cualquier cineasta, actor, pensador, etc.; la izquierda tenía, pues, su índice o lista negra no escrita. Era fácil: todo lo que no sirviera a la causa era sospechoso.
Julio no era así. Julio no era ni de lejos un sectario, muy al contrario. Tan sólo en una ocasión -en que nos guiaba a un grupo de amigos en una gira personal por esa Córdoba que tan bien conocía y amaba- cerca de las caballerizas reales, se hizo el sueco cuando no sé cómo salió en la conversación el episodio de Andrés Nin. Fue a lo más que llegó.
Y es que Julio era una persona rigurosa, íntegra, amable dentro de esa gravedad estoica que abunda en el carácter de los cordobeses, inteligente, noble, modesto, respetuoso de las opiniones ajenas, aunque no fuesen las suyas, pero, sobre todo, era una buena persona.
He tenido la fortuna de conocerlo y el placer de tratarlo, era un excelente conversador, culto y leído. También sencillo en sus maneras, campechano; recuerdo cierta vez en la Alpujarra, en una barbacoa, bebiéndose el caldo de la ensalada: “lo mejor de la ensalada es el cardo”. Odiaba el vedetismo de los políticos al uso; “señora que no soy un cómico”, increpaba secamente a las personas que a veces se acercaban a pedirle un autógrafo.
Se hace más negro el luto de España, hoy. Nos ha dejado un gran hombre. Un Grande de España. Descansa en paz Julio. No te olvidaremos.
Negro mayo 2020

LA NUEVA NORMALIDAD


El lenguaje de este Gobierno constituye una prueba más, una evidencia, del delirio totalitario que lo arrebata. Freud y Lacan lo advirtieron: el lapsus, lo metafórico, la simbología, expresan la realidad del pensamiento y de los deseos. La neolengua, como dijo Orwell, de este incipiente régimen liberticida y neototalitario no puede ser más reveladora, e inquietante. Hablan ahora, incluso en el BOE, de la Nueva Normalidad –así con iniciales mayúsculas; otro revelador lapsus-, un oxímoron que pone de manifiesto, por un lado, la reivindicación de la realidad político-social precedente (normalidad: lo habitual y ordinario, lo que se hace, padece o posee con continuación o por hábito, según el significado que nuestra lengua –mediante la RAE y su diccionario- atribuye a tales términos)  al mismo tiempo que, de otro, promueve su rechazo y abolición (nueva: Distinta o diferente de lo que antes había o se tenía aprendido; Que se percibe o se experimenta por primera vez, según expone el DRAE). Todo muy acorde con lo que en la neolengua se define como doblepensar. Y en consonancia, también, con la concepción y práctica de todos los totalitarismos y sus déspotas: antes de su gobierno, la nada, el vacío; después de él, el caos –ya lo apuntó hace poco el ministro Delcy Ábalos: nosotros o el caos-.
La Historia empieza con ellos: la Nueva Normalidad (NN), se llama.
El Nuevo Régimen, va ofreciéndonos poco a poco indicios de lo que será esta Nueva Normalidad. Veamos algunas de esas señas de identidad:
En primer lugar, el autoritarismo, con tintes cesaristas, plasmado en el manifiesto desprecio al principio de separación de poderes y en el sometimiento de los otros poderes del Estado al poder ejecutivo y, particularmente, a los deseos del líder. Amén del ya clásico  Montesquieu está muerto y enterrao’, pero en esa línea, tenemos el nombramiento de la Fiscal General del Estado (Fiscal General del Régimen), la reforma de la Justicia para que las causas las instruyan los fiscales en lugar de los jueces, es decir, el propio Gobierno, mediante el sencillo mecanismo de controlar –designar y destituir- a la Fiscalía General y, ésta a su vez, a los fiscales mediante el principio de sometimiento jerárquico; o las andanadas a la Justicia de Unidas (Alberto Garzón: “el reaccionario brazo judicial”) Podemos (Pablo Iglesias: “togados de ideología reaccionaria”). En cuanto al Legislativo, aunque hace años que Alfred Groser advirtió que los parlamentos corrigen algunas veces, rara vez rechazan y comúnmente ratifican, este Gobierno autoritario va mucho más lejos y muestra su grosero desprecio a la Institución, y a los ciudadanos a los que representa (¿Usted ha visto un marido que le eche serenatas a su mujer?, dicen que dijo don José Sánchez Guerra, ante la petición de que dirigiera unas palabras a un grupo de sus electores congregados a las puertas del casino de Cabra, por cuya circunscripción era diputado electo), desprecio, digo, intentando, primero, su clausura durante el estado de alarma (mes de marzo, intento fallido) y luego limitando la acción de control y ocultando información esencial a los diputados.
Luego está el menosprecio al Estado de Derecho, al principio de legalidad, a la Constitución y las leyes. Unas cuantas muestras: “Calvo negocia con los grupos una prórroga del estado de alarma de un mes…” (Titular de El País del 12 de mayo; ergo no puede ser mentira); y, por cierto, fruto de su ignorancia o de su vileza para eludir responsabilidades y ‘socializar’ su inepcia y sus desmanes o, tal vez, de ambas cosas, afirmó también que “quien de verdad decreta la alarma cada 15 días no es el Gobierno; el Gobierno la propone, quien la decreta es la sede de la soberanía popular…”, una profesora de Derecho Constitucional que no se sabe la Constitución, cosa imperdonable, aunque no sea catedrática -estatus que sin embargo le atribuyen sus palmeros y que ella no desmiente, ni tampoco NewTrola-; lo cierto es que la Constitución establece meridianamente: “El estado de alarma será declarado por el Gobierno mediante decreto acordado en Consejo de Ministros por un plazo máximo de quince días, dando cuenta al Congreso de los Diputados (…) sin cuya autorización no podrá ser prorrogado dicho plazo.” Y como ni la Constitución ni la Ley reguladora establecen expresamente la duración de las prórrogas, más allá de decir que la duración será la estrictamente indispensable, se arrogan la potestad de establecer un plazo que la Constitución no contempla, olvidando un principio elemental del Derecho: que la interpretación de las disposiciones y preceptos de excepcionalidad o limitativos de derechos ha de realizarse restrictivamente. De donde se colige que el plazo de la prórroga jamás puede superar el determinado expresamente en la Constitución para su declaración.
En este afán de estar por encima de la ley, o de considerar ley la voluntad del Líder, también cocea el Gobierno el artículo 97 de la Constitución, que le atribuye la potestad reglamentaria. Contra lo que dispone, pues, la Constitución, los ciudadanos nos vemos pastoreados por órdenes ministeriales que nos imponen obligaciones, cargas y gravámenes e, incluso, limitan o modulan el ejercicio de nuestros derechos constitucionales, como si en vez de ciudadanos fuésemos súbditos o convictos o menores o funcionarios o cualquier otro tipo de persona sujeta a la autoridad ministerial por lo que se denomina en derecho relación de sujeción especial, en virtud de la cual el ministro estaría facultado para darnos órdenes o dictar reglamentos que nos obligaran. Una muestra más de desprecio despótico a la ciudadanía.
Con todo, no es eso lo más grave, lo más grave es el frenético ataque que este infame Gobierno está llevando a cabo contra las libertades y derechos constitucionales de los ciudadanos, en el que participan con abyecto servilismo los jerarcas policiales y los medios de comunicación –públicos y privados- bajo su control.
La relación de desmanes gubernamentales supera manifiestamente lo anecdótico, comenzando por el ilegal arresto domiciliario y toque de queda al que nos tienen sometidos, contraviniendo la letra de la Ley Orgánica reguladora de los estados de alarma, excepción y sitio, que expresamente dispone que el derecho reconocido en el artículo 19 de la CE, esto es, el derecho a elegir libremente el lugar de residencia y de circular por el territorio nacional, o libertad deambulatoria, sólo puede ser suspendido en el caso de que el Congreso autorice la declaración de estado de excepción. Sin embargo, el Gobierno, sin haberse declarado el estado de excepción y excediendo las facultades que le otorga la situación jurídica de estado de alarma, decretó la suspensión de la libertad deambulatoria contra lo dispuesto en la Constitución y en la Ley Orgánica 4/1981, cuando ésta solamente le autoriza a limitar tal derecho en horas y lugares determinados, y no en todo el territorio nacional todo el tiempo, esto dice el artículo 11: “…el decreto de declaración del estado de alarma, o los sucesivos que durante su vigencia se dicten, podrán acordar las medidas siguientes: a) Limitar la circulación o permanencia de personas o vehículos en horas y lugares determinados, o condicionarlas al cumplimiento de ciertos requisitos.” En la misma línea despótica, hemos visto en un difundido vídeo cómo la policía allanaba sin orden judicial el domicilio de unos ciudadanos, actuación sólo admisible en la situación de estado de excepción para supuestos de investigación de hechos presuntamente delictivos y con una serie de garantías que ni siquiera en el caso que cito se observaron.
Y luego están los reiterados ataques a la libertad de expresión, es decir,  “a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”, tal como consagra el artículo 20 de la Constitución. El primero que dio el cante fue el jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, cuando en rueda de prensa afirmó: “Otra de las líneas de trabajo es también minimizar ese clima contrario a la gestión de la crisis por parte del Gobierno.”; luego dijo el Gobierno que fue un lapsus. Exacto, un lapsus. A continuación la ministra Celaa aclaró el significado del lapsus: “No podemos aceptar que haya mensajes negativos, en definitiva falsos”. Está claro, pues.
Por otra parte, gracias a las modernas tecnologías de los teléfonos móviles y a las redes sociales, hemos podido conocer cómo las brigadas policiales de la NN, cumpliendo órdenes ilegales de sus mandos profesionales y políticos, impedían a los ciudadanos mostrar símbolos de rechazo o crítica a la gestión del gobierno, incluso aunque estos fueran los símbolos constitucionales del Estado, como son la bandera o el himno, y les obligaban a borrar las grabaciones realizadas, para impedir su difusión en las redes sociales y en los medios de comunicación libres. Es natural que en tales circunstancias no nos sorprenda que el Gobierno -esta vez le tocó el papel de censor al ministro Castell- instigue la censura gubernamental: “Hay que intervenir las redes sociales… si no se intervienen las redes sociales tendremos un problema muy grave.” No han escatimado en tal empeño censor ni la amenaza a los insobornables ni el cohecho a los predispuestos.
Y, por último, caracteriza esta Nueva Normalidad desde sus inicios la opacidad y la mentira. No hay comparecencia del Líder carismático ni programa de ¡Aló presidente! en que el führer de la NN no suelte alguna mentira: desde los famosos test homologados a los rankings o a las felicitaciones internacionales por su gestión. Pero peor es –dado que de un doctor en fraude no puede esperarse otra cosa que mentiras- la opacidad, incluso respecto a los representantes del pueblo soberano, a los que se niega información esencial para el desempeño de su labor parlamentaria. Así, hemos constatado cómo este Gobierno gris y opaco cerraba el Portal de Transparencia, a la vez que cínicamente afirmaba que no estaba cerrado, sino suspendido sin fecha de reapertura. Y en esa línea de ocultar a la ciudadanía y a sus legítimos representantes información relevante –como, por ejemplo, documentos de diferentes instituciones que alertaron sobre la gravedad de la pandemia-, este Gobierno infame, corrupto e incapaz se niega informar sobre la identidad de los contratistas, de los integrantes de comités que ejercen funciones públicas, del número real y naturaleza de los test realizados, y, lo que es muchísimo más grave, del número real de contagiados, de ancianos fallecidos en las residencias de mayores y del número total de fallecidos por causa del coronavirus. Tal es este Gobierno, y un anticipo de lo que nos espera.
¡¡¡Bienvenidos a la Nueva Normalidad!!!
Negro mayo de 2020

DE POLIÉDRICOS Y POLÍGLOTAS

Me remite un amigo la entrevista que Silvia Moreno –periodista decente en tiempos de escasez- hizo para El Mundo a la consejera de Empleo de la Junta, Rocío Blanco. Disciplinado, por lealtad a nuestra amistad, la leo agalbanado hasta llegar a la pregunta en que la periodista indaga sobre ‘el paradigma de los escándalos y la corrupción’, o sea, la extinta FAFFE, y la situación de su personal, momento en que me invade una mezcla de bochorno y pitorreo ajena en todo caso a la indignación y la sorpresa. Ni irritación ni estupor, digo, porque hace tiempo que calé a estos farsantes, y hace tiempo, también, que alerté al lector sobre ellos en diversas piezas de este blog. Ya advertí entonces que este gobierno consular –el consulado de los Juanmas; dos cónsules esdrújulos, como los empleados de la FAFFE: un cónsul cerúleo y un cónsul lúteo, al modo de la antigua Roma-, en su afán de heredar el régimen liberticida que nos oprimía en lugar de liquidarlo, ha devenido –sin percibirlo- en una mansa collera de bueyes uncidos a la carreta del régimen socialista. Y, en particular respecto a Ciudadanos, los recientes hechos me han dado la razón cuando avisé que Cs confundía la centralidad política con el bisagrismo oportunista carente de principios. Girauta lo ha dicho al darse de baja: “No trabajamos tanto para construir una bisagra.” Y el nefasto Egea ha confirmado en su respuesta a Girauta lo que denunciábamos: “las bisagras abren y cierran puertas…”, o sea, pragmatismo maquiavélico, gato blanco o gato negro, etc.; el fin justifica los medios, en resumen. Así pues, lejos el pasmo y el enojo; más aún, tenía determinado el propósito de no malgastar una gota de tinta más en la crítica de un gobierno de incapaces -incapaces de percibir su inanidad, fatuidad y arrogancia-, que tendrá como galardón a su felonía y falta de principios encontrarse en el paro a las primeras de cambio. No obstante, pienso, las estólidas esdrújulas palabras de la consejera merecen un comentario.
Conviene recordar a la consejera que, desde su creación –a comienzos de 2003-, la historia de la FAFFE ha sido una historia de infamias, despropósitos y escándalos. Un manual de corrupción que no ha dejado ámbito alguno sin mancillar. Fraude y malversación en el objeto fundamental y esencial de su actividad: la gestión de los cursos de formación; fraude y malversación generalizada en la contratación administrativa –bajo investigación judicial en la actualidad-; fraude, malversación, clientelismo y nepotismo en la contratación de personal; y el ignoto destino de decenas de millones de euros (50 millones sólo en los ejercicios de 2009 y 2010) , de los que, según declaración oficial y literal de la Cámara de Cuentas, “no consta justificación alguna …”, pero de los que sí hemos sabido por la prensa que algunos se gastaron en prostíbulos y comilonas.
Se excusa diciendo que esos escándalos son de hace tiempo. Pretendiendo con tan estólido argumento justificar la corrupción paradigmática del buque insignia del régimen socialista. Olvida la consejera que está hablando precisamente de los protagonistas de esa extraordinaria y monstruosa corrupción; de todos aquellos trabajadores muy formados, con un nivel de implicación tremendo y con un conocimiento bestial de la Administración, poliédricos y políglotas, sin cuyo concurso, implicación y pundonor (Rocío dixit) ninguna corrupción hubiese sido posible en el seno de la FAFFE. O sea, sabían perfectamente lo que hacían… y lo hicieron. Y callaron, también. También, por supuesto, dado su conocimiento bestial de la Administración, conocían que su contratación fue fraudulenta e ilegal, desde el punto en que no fue precedida de convocatoria pública a la que pudiera postularse cualquier ciudadano, ni regida por criterios objetivos de capacidad y mérito; es decir, en suma, sin observar, no ya lo dispuesto reiteradamente en leyes y reglamentos, sino lo que determina la Constitución. Frente a lo expuesto -es decir, la falta de constancia de una sola convocatoria ajustada a la ley-, lo que sí consta es que la plantilla de la FAFFE está preñada de parientes -cuñados, primos, sobrinos, hijos, esposas, etc.- y correligionarios (la UGT ostentaba el 100% de la representación sindical, según las actas de los convenios colectivos publicadas en medios oficiales), consulte el lector las hemerotecas si desea conocer la identidad de más de un centenar de poliédricos políglotas parientes de ilustres cargos socialistas, como el actual alcalde de Sevilla, botón de muestra. Silentes cuñados.
Para colmo, no contenta con legitimar la corrupción y a sus  colaboradores necesarios y beneficiarios, insinúa mi Rociito que los van a hacer funcionarios por la mano izquierda (Estamos en conversaciones con Función Pública para integrarlos y que puedan hacer las tareas con total profundidad), es decir, por el turno de bastardía.
Se olvida la consejera de los centenares de miles de andaluces que legítimamente aspiran a ingresar en la Administración en la forma establecida en la Constitución y las leyes: en virtud de su capacidad y méritos y en justa competencia y en condiciones de igualdad respecto a los demás aspirantes. Se olvida también de los miles de funcionarios andaluces que, a diferencia de los empleados de la FAFFE, sí han acreditado en los correspondientes procedimientos públicos de selección sus capacidades y méritos. Y que, al contrario de los empleados de la FAFFE, sí que han demostrado su conocimiento de la Administración, su buen hacer y su compromiso, implicación, pundonor y lealtad, sirviendo con profesionalidad y objetividad los intereses generales con sometimiento pleno a la Ley y al Derecho, tal como la Constitución determina. Ominoso silencio el que esta aleve y pérfida consejera les dedica.
No, Rocío, capullito florecío, el tiempo no puede ser bálsamo reparador de tanta infamia. Menos aún si su transcurso ha servido para beneficio de unos y menoscabo y quebranto de muchos. Volvéis en este asunto a hacer algo para lo que habéis acreditado maestría en tantos otros: agraviar a los que ingenuamente confiaron en vosotros. Escarnecer a las víctimas de la corrupción y galardonar a los corruptos y beneficiarios. No concibo mayor felonía y vileza. Entiendo que los funcionarios más capaces y honrados abandonaran la Consejería a las primeras de cambio, empezando por la anterior viceconsejera.
Actuar contra la ley no debe, en ningún caso ni circunstancia y sin excepción alguna, resultar rentable a quien lo hace y a quien se beneficia. No pueden derivarse beneficios de ningún tipo para quienes actuando contra la Constitución y las leyes causaron un perjuicio notable y evidente a la ciudadanía.
Aunque sé que toda exhortación ética resulta superflua para quien tiene la conciencia encallecida, conviene recordar a la consejera aquello que, bajo el solemne y rimbombante epígrafe de “MEDIDAS DE DESARROLLO Y PROSPERIDAD PARA UN NUEVO GOBIERNO EN ANDALUCÍA”, firmaron los dos cónsules al inicio de su mandato:
I. REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA E INSTITUCIONAL
I.3. DESMONTAR LA “ADMINISTRACIÓN PARALELA” Y RACIONALIZAR EL GASTO
10.- Aprobaremos un Decreto-ley para centralizar la dirección, supervisión y evaluación de todas las entidades dispersas de la “Administración paralela” con el doble objetivo de eliminar todos los entes que se consideren innecesarios o que se hayan visto expuestos a la corrupción…”
Pues eso, en lugar de tanta condescendencia y transigencia con la corrupción y tanta complacencia con quienes la hicieron posible y se beneficiaron de ello, cumplan lo que prometieron a la ciudadanía, o váyanse.
Negro mayo de 2020

SOBRE LA NEGLIGENCIA EL DESPOTISMO


Parecía que con la doble pifia de los test el gobierno había llegado a su máximo nivel de incompetencia. Lamentablemente no fue así. Su incuria e inepcia aparenta no tener límites. Ahora hay que sumar la retirada de un lote de 350.000 mascarillas ‘fake’ distribuidas por el Ministerio de Sanidad a numerosos centros sanitarios, dejando expuestos a la acción del virus, durante 10 días, a los miles de profesionales usuarios del defectuoso producto. No es de extrañar, pues, que encabecemos la fatal estadística de sanitarios infectados y muertos. También se hace eco unánime la prensa del descontrol y caos en las cifras facilitadas por el gobierno. Un gobierno incapaz hasta de contar bien a sus muertos. No digo ya de llorarlos y honrarlos, pues también hemos sabido recientemente que la dirección nacional del Psoe ha dado instrucciones a los alcaldes de su partido para que en sus municipios no se muestre señal alguna de duelo, lo ha revelado uno de ellos: el desobediente alcalde socialista de Vila-real, José Benlloch, larga vida. La reciente historia patria no ha conocido tanta vileza y miseria moral como la que muestra este gobierno.
Tres meses después de las primeras advertencias de la OMS, el gobierno sigue mostrándose incapaz de aprovisionarse de modo suficiente y eficaz de test y mascarillas. Y, lo que es peor, suple su criminal negligencia practicando la rapiña (Exprópiese, les suena) sobre las entidades de la sociedad civil que lo avergüenzan demostrándole que –sin contar con recursos ilimitados y un poder absoluto, como el del gobierno- el aprovisionamiento es posible en el mercado, basta desearlo y ponerlo en manos de gestores eficaces. Hasta cuatro pueblecillos de Teruel han demostrado ser más eficaces que el gobierno.
Esta cuestión no es en absoluto baladí, pues de ello depende el control eficaz de la pandemia y el levantamiento del arresto domiciliario al que estamos sometidos hasta –por ahora- el 10 de mayo. Esto es, durante dos largos meses. Camino también de otro nefasto récord.
Y si todo ello –la negligente gestión que está costando miles de vidas- no fuese por sí mismo motivo suficiente para abominar de un gobierno, sufrimos también un furibundo ataque a nuestras más elementales libertades.
Aparte de la ya indicada contra nuestra libertad deambulatoria, limitada más allá de lo que hubiese sido estrictamente necesario, por causa de la negligente gestión en el acopio de test y mascarillas, aparte de ello, digo, el gobierno ha mostrado su verdadero rostro despótico y totalitario limitando la libertad de información, contra lo reconocido en la Constitución y las leyes. Amparándose burdamente en los poderes absolutos de los que se ha dotado con la declaración del estado de alarma, el gobierno se niega a facilitar información a la ciudadanía, incluso a quienes representan la soberanía nacional. Se niega así, entre otras cosas, a facilitar la identidad de los contratistas con los que ha celebrado contratos de adquisición de material sanitario, pese a que, conforme a las leyes vigentes, está indubitablemente obligado a facilitarla y publicarla, ¿qué esconde tras ello?
Y no conforme con el uso propagandístico, tendencioso y partidista, de instituciones públicas, como la TVE y el CIS, para difundir sus mentiras, arremete ahora fieramente contra la libertad de expresión. El gobierno en su delirio totalitario ataca implacable no sólo a los medios de comunicación, a los que amaga con nacionalizar, sino que también intimida a los ciudadanos que a través de las redes sociales osan criticar su acción de gobierno, y hasta a los propios partidos políticos. Y, cómo no, vuelve a utilizar sectariamente las instituciones que por su propia naturaleza deben estar al servicio de toda la ciudadanía y del interés general. Y vemos así cómo la Fiscalía General del Estado, con la colaboración de la agencia estatal de noticias EFE, amenaza a partidos, medios y ciudadanos con la cárcel: “La difusión de bulos en las redes sociales puede acarrear hasta cinco años de prisión, según la Fiscalía General del Estado, que ha salido al paso de las noticias falsas para anunciar que estudia los tipos penales donde encajar tales delitos.” Literal. Causaría risa, si no fuera porque ni siquiera durante el franquismo o, tal vez, como en el franquismo, el gobierno, al margen de los tribunales de justicia, decreta la pena a la que posteriormente tratará de buscar un soporte jurídico. Puro despotismo. Puro nazismo: la voluntad del Führer hace el derecho, como formulara Carl Schmitt.
Y, discúlpeme de nuevo el desocupado lector, si a las negras horas para la vida y la libertad que ahora sufrimos, añado el fruto de mis negros augurios. Pasará todo, porque es ley natural que todo pase, mas quedará una terrible cicatriz: la desmemoria.
Estas páginas negras serán arrancadas del libro de la historia, por aquéllos mismos que las han escrito con sangre y con mordaza. No pagarán su culpa los malvados. Menos aquí, donde la justicia vale menos que el orín de los perros, como cantó León Felipe. No nos engañemos, los buenos sólo ganan en las películas. La vida es de los canallas sin escrúpulos.
Terminará todo y el noble pueblo –con la ayuda del NODO y de una paga vitalicia- se someterá y olvidará. Nada nuevo, Tocqueville lo advirtió hace 200 años. Y Albiac lo recordó en fechas recientes: prefieren vivir pobremente antes que tener que trabajar. De eso sabemos bien por aquí abajo. Y vislumbro –no sé si entonces viviré- un amanecer gris, como el que cantaba Ángel González en su poema:

El deseo popular será cumplido.
A partir de esta hora soy -silencio-
el Jefe, si queréis. Los disconformes
que levanten el dedo.
Inmóvil mayoría de cadáveres
le dio el mando total del cementerio.
Negro abril de 2020

NEGATIVO NO CONCLUYENTE

Un dicho inglés (atribuido a Thomas Coke) afirma que el hogar de un hombre es su castillo. Ahora más que nunca, por causa de un virus letal, y por decreto inapelable de un gobierno de ineptos, tan letal como el virus, que sacrifica a su estúpido sectarismo y su desbocada ambición de poder la salud y la vida de los ciudadanos; y que sigue sin estar a la altura de las trágicas circunstancias: más de dos meses después de las serias advertencias de la OMS –y de otras instituciones científicas patrias- el personal sanitario continúa gravemente expuesto por la falta de material médico necesario para el desempeño de su labor en condiciones aceptables. Más de dos meses después de ser advertido, los enfermos mueren por falta de respiradores mecánicos y plazas en las UCIs, y las residencias de ancianos se han convertido en establecimientos a medio camino entre hotel y morgue.
El hombre en su castillo. Me viene a la memoria la serie de TV y me estremece de nuevo recordar esa secuencia –que Philip K. Dick no registra en su novela- en la que el protagonista pregunta a un policía por el origen y causa de esa ceniza que cae del cielo: “Ah, eso. Es del hospital, los lunes incineran a los tullidos y a los terminales.” Y pienso, como aquí, ahora. Ancianos y terminales. Como aquí ahora, el horror.
Contengo a duras penas las lágrimas oyendo el testimonio de unos médicos forzados a ser dioses: tú muere, nada podemos hacer por ti; y tú, ya viviste muchos años, es suficiente; tú vivirás, sin embargo. Forzados a interpretar el papel de dios por este gobierno incurioso y nocivo, que después de más de dos meses sigue siendo incapaz de dotar de lo necesario y vital a los médicos.
Ancianos y terminales. Desechos. Humo y ceniza de los lunes. O ni siquiera eso, porque los crematorios no dan abasto.
Vivimos hoy como en la más desalentadora distopía. A eso hemos llegado, o nos ha llevado este oscuro gobierno. A conocer el horror y el miedo. “Toda una experiencia vivir con miedo, eso significa ser esclavo”, decía Roy Batty en la mítica secuencia de Blade Runner –que tampoco registra Philip K. Dick en la novela que inspiró la película.- Ellos no, sin embargo.
Ellos –las Irene, las Begoñas, las Calvo, los Garzón, los Pedro y Pablos- no. Ellos están a salvo. La vida les sonríe y la ceniza blanquecina de los crematorios se les antoja una dulce nevada sobre el  verde césped de sus chalets. Lo bello y lo sublime, que diría Kant.
Y me acuerdo –mordido por la indignación y la impotencia y la rabia y la tristeza- de ese diálogo de la Lista de Schindler, entre Oskar Schindler y Itzhak Sten:
- Schindler: No te preocupes, tendrás un trato especial.
- Sten: Las órdenes de Berlín hablan de un trato especial. Digamos, pues, un trato preferencial.
- Schindler: ¿Será preciso inventar otro lenguaje?
Pues eso. Ellos y nosotros. Trato preferencial y trato especial. Castillo, o celda o, tal vez, ataúd.
Negativo no concluyente.
Marzo negro de 2020

SIN ESPERANZA


No cabe duda de que el rey de España conoce el paño que labra. España no puede ser de unos contra otros, ha dicho. Poniendo el dedo en la llaga del cainismo que alienta el espíritu patrio. Sin remontarnos más allá en la Historia, desde la edad moderna a España no le ha faltado en cada uno de sus más de cinco siglos de existencia una guerra civil que enfrentara a unos contra otros. El poder como causa y fin. Siempre, en todas ellas. Quedan lejos los tiempos de Virgilio:“…Causa de tanto mal será de nuevo una mujer extraña a los troyanos, y el tálamo otra vez de una extranjera…”; o de Horacio que, antes de la Eneida –y de las desgracias acaecidas a los troyanos por causa de tres extranjeras: Helena, Dido y Lavinia-, apuntó en sus Sátiras que “…ya antes de nacer Helena, la vulva de la hembra había sido causa de tristísimas guerras…
Hace tiempo ya que ni el amor, ni la justicia, ni la belleza –que a ojos de Cervantes y de Quevedo, todo lo redime y justifica-, son causa de tristes guerras. Ya sólo la ambición y la estupidez mueven los peores instintos; la ambición de poder y de dinero y la estúpida mentira llamada ideología. Por cierto, a propósito de ello, contaba James Ellroy en Perfidia un chiste que, para ser norteamericano, no está mal: “La ideología y el dinero forman una extraña pareja –decía-, ¿sabes cómo se dice prostituta en japonés? Sinochingo Nocomo.” Chistes aparte, la ambición y el fanatismo resultan un binomio letal. Shakespeare lo advirtió: No hay veneno más tóxico que el que instila el laurel de la corona del César. La ambición de poder y la estupidez, siempre en el fondo de nuestras desdichas como pueblo.
Advierte el rey a este gobierno, a quién si no. Un gobierno que no es otra cosa que el fruto de la ambición de un hombre. El más ambicioso entre los ambiciosos que haya conocido nuestra reciente historia. El más mentiroso también, y el más felón, aunque no el más estúpido y malvado, en eso tiene quien le aventaje, su maestro Zapatero sin ir más lejos.
Claro que si todo esto sucede, si estamos en el empeño de hacer saltar por los aires la concordia que instauró el llamado régimen del 78 tras la liquidación del franquismo, es porque así lo hemos deseado los españoles, al menos desde la formalidad política. Y si es así, no olvidemos que nadie obra contra sus propios intereses, salvo los locos; y que ninguna sociedad se conduce al suicidio sino en la ignorancia y el engaño. He ahí nuestro drama.
Decía Quevedo que en la ignorancia del pueblo tienen su fortaleza los tiranos. Los totalitarismos del siglo XX –nazi y comunista- dieron una vuelta de tuerca a la proposición. Supieron que ninguna democracia es posible sin información y sin formación. Había pues que corromper los dos conceptos: el primero con la propaganda, el segundo con el adoctrinamiento. Imprescindible todo ello para contar con el apoyo de una gran porción del cuerpo social –masa, que no ciudadanía- que los sustentara. Hannah Arendt lo señaló sabiamente en Los orígenes del totalitarismo: “…los regímenes totalitarios y los dirigentes totalitarios gobiernan y se afirman con el apoyo de las masas…”
Así pues, propaganda y adoctrinamiento como antídotos contra la información y la formación, requisitos de toda democracia; eliminando así cualquier resquicio de pensamiento libre y crítico frente al poder, sin el cual ninguna democracia es tal y ninguna ciudadanía tal condición sino la de masa.
Cuando eso ocurre, cuando la propaganda y el adoctrinamiento se imponen suprimiendo el criterio, la crítica y el pensamiento libre, cuando la ciudadanía queda rebajada a mera masa, el discurso político pasa de la razón a los sentimientos y a los instintos. La política –como la religión o el fútbol- se convierte en una cuestión de fe, y los feligreses de sus diferentes banderías y facciones en sectarios adeptos, a los que los hechos o las razones difícilmente harán cambiar de opinión o de posición. Triunfan así el sectarismo, el fanatismo y la sinrazón y, a la postre, la ira, el odio y el cainismo, ese unos contra otros del que alertaba el monarca.
Ese es el modelo de individuo (El hombre nuevo, ¿les suena?) al que aspira todo totalitarismo, y el modelo de sociedad en la que solamente pueden medrar los totalitarismos. Un modelo de sociedad totalitario, donde el poder político invade todos los órdenes de la existencia. Un modelo en el que la sociedad civil –origen y sede de la soberanía política- queda abolida y donde el individuo queda sometido a una partitocracia usurpadora que decide en su nombre sobre todo lo que le concierne, haciéndole creer, sin embargo, que ejerce el control soberano sobre todos los poderes del Estado. ¡Pobres ingenuos!
Por desgracia, parece que ese es el camino que hemos tomado –no en vano la advertencia regia-. Parece que en esa tarea andan aplicados los socios de este mendaz y liberticida gobierno socialcomunista.  He ahí el drama que vivimos y me parece, y temo, que conjurar ese mal no va a resultar nada fácil. No hay esperanza alguna, al menos mientras la sociedad civil acepte mansamente su exterminio y los ciudadanos admitan ser tratados como súbditos y no como soberanos.
Febrero, 2020

UN PUEBLO DE BUEYES

Hay que admitir que quienes votaron al Partido Socialista en las últimas elecciones lo hicieran bajo la ingenua creencia de que su líder carismático decía la verdad cuando hablaba de la imposibilidad de un gobierno de coalición con los comunistas de Unidas Podemos, que le quitaría el sueño no sólo a él sino al 95 por ciento de los españoles. Hay que otorgarles el beneficio de la duda por haberse creído que el diálogo con los golpistas catalanes y los recogenueces vascos tenía como barrera infranqueable el respeto a la Constitución. También por haberse tragado la trola de que jamás sería presidente de gobierno si para ello necesitaba el apoyo –por activa o pasiva- de una banda de asesinos.
Estaría bien pensar eso; exculpar a los ingenuos electores y responsabilizar exclusivamente al propio sátrapa y a los que lo han votado en el Congreso. Estaría bien, si no fuera porque una vez desvelado el engaño (a las pocas horas del resultado electoral se simbolizaba con el abrazo de sus líderes el acuerdo de cogobierno PSOE/PODEMOS y se hacía público el pacto infame con los golpistas catalanes y los recogenueces vascos para hacer saltar por los aires el régimen constitucional), desvelado el engaño, digo, estos ingenuos electores siguieron callados, como si en el fondo fuese eso lo que realmente esperaban de su voto, demostrando no ser en absoluto candorosos electores sino cómplices silentes y adocenados.
Lamento con toda mi alma contradecir a Miguel Hernández, a quien tanto admiro.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.

Hoy, sin embargo, los españoles –esclavos de esa pulsión suicida, autodestructiva, en lucha constante contra nosotros mismos- han ofrecido mansamente el cuello al yugo independentista y rompepatrias, al yugo totalitario y liberticida.
España es hoy un pueblo de bueyes; un pueblo de bueyes uncidos al yugo de un sátrapa mentiroso y sin escrúpulos, que para satisfacer su ambición de poder sin límites no ha tenido reparo en pisotear la Constitución que había prometido respetar y defender.
Se avecinan malos tiempos. La Historia nos ha mostrado ya que de un gobierno socialcomunista, en alianza con el nacionalismo ventajista y supremacista –y criminal-, no puede esperarse otra cosa que miseria, opresión y sufrimiento.
Este gobierno, como todos los de su ralea, gobernará contra la mayoría social, y lo hará, paradójicamente, apelando al pueblo –a la gente- y al interés social. El gran felón perjuro Lázaro Estornudo ha dado sobradas muestras para intuir que su acción de gobierno, lejos de ocuparse de la satisfacción del interés general y de resolver los problemas reales de la ciudadanía, de la inmensa mayoría, se centrará en la ideología -¡qué otra cosa cabía esperar de un gran mentiroso, doctor en el engaño, doctor fraude!; pues, como afirma Revel, la ideología se fundamenta en una comunión en la mentira-.
Así pues, veremos cómo sobre los escombros del actual régimen constitucional se erigen los pilares de este nuevo frente popular:
1º: El afianzamiento –mediante su plasmación jurídico positiva y el adoctrinamiento académico- de los dogmas constituyentes de la ideología progre y la agenda globalista: el feminismo, la ideología de género (LGTB, agénero, bigénero, trigénero, transgénero, zoogénero, y cualquier otra aberración que se les vaya ocurriendo), el multiculturalismo, el talibanismo ecologista, el laicismo y -cómo no- la memoria histórica, con especial atención a la familia Franco. En suma, avanzar en el desarrollo de la totalitaria operación de ingeniería social –la agenda globalista- orientada a la voladura de la milenaria civilización occidental y de los valores que la sustentan.
2º: La legitimación de la mentira nacionalista: La liquidación de España como Nación, y la expropiación de la soberanía al pueblo español. España dejará de ser un concepto discutido y discutible para pasar a ser una nación de naciones, en pie de igualdad con la nación vasca y catalana. Como daños colaterales, tendremos que aceptar y padecer los privilegios que de tal singularidad jurídico-política se derivarán en favor de los nacionales vascos y catalanes y las cargas que para su satisfacción habrán de recaer, paralela y necesariamente, sobre el resto vulgar de la ciudadanía española. La declarada constitucionalmente igualdad de todos los españoles quedará rebajada orín de perro; de modo que veremos cómo las leyes consagrarán la existencia de españoles de primera y segunda categoría.
3º: Y en lo económico, en líneas generales, la cuestión se reduce a la culminación del proyecto iniciado por Zapatero y continuado por Montoro: la proletarización de la clase media y la ruina del país. Cosa que, como todos sabemos gracias al modélico ejemplo del régimen socialista andaluz, se consigue mediante la denominada política de redistribución de la riqueza y lucha contra la desigualdad; consistente en incrementar la presión fiscal sobre la clase media hasta límites confiscatorios, con el objeto de crear una tupida red clientelar que, por un lado, sirva para enriquecer a la élite de sus adeptos mediante el adecuado ordeño de la ubérrimas ubres públicas (léase contratos públicos y véase Teruel existe como ejemplo) y, de otro, para mantener una legión de adeptos paniaguados y subsidiados que, aunque pobremente, puedan vivir sin dar un palo al agua.
Ya sabemos que donde no hay clase media –burgueses, en terminología marxista-, donde no hay clases, sólo existen dos clases: ellos y nosotros, la oligarquía (política y económica) obscenamente rica (Pablo e Irene, por ejemplo) y el empobrecido proletariado, nosotros, los demás.
Con todo, nadie piense que quedará ahí la cosa. Lo peor sucederá a costa de la libertad.
Como advirtió Revel, cualquiera que rehúse aceptar sus dogmas, cualquiera que ose desacreditar y combatir la mentira en que se fundan, sufrirá el ostracismo y el insulto, si no la cárcel. Todo el que no comulgue con el dogma será un facha; las derechas –no la derecha; lo dicen ahora como en la República, alimentando freudianamente el frentismo cainita- son fascistas. Lo dicen los neobolcheviques, o mejor dicho, los paleobolcheviques, precisamente ahora que el Parlamento Europeo ha reprobado el comunismo (a la par que el nazismo) como ideología totalitaria contraria a los Derechos Humanos; qué desvergüenza y qué cinismo.
Eso, en el mejor de los casos, es lo que nos espera. Recientemente hemos visto cómo el Gobierno progresista ordenaba la detención y enjuiciamiento (¿acusado de qué delito?) de un jubilado por atreverse a proclamar su amor a la Patria delante de la sede del PSOE.
Se avecinan malos tiempos. Pero, como dijo Sócrates, esto es lo que los atenienses han deseado. Sufrámoslo, pues; más sépase que los que no hemos ofrecido voluntariamente el cuello al yugo resistiremos –aunque sólo sea con la palabra- en la defensa de la verdad, la justicia y la libertad.
Enero, 2020.