LA INSOPORTABLE IMPUNIDAD DE LA CASTA

Abrasados por el calor canicular que no da respiro pese a estar tan próximo el otoño, seguimos inmersos en la contemplación de ese esperpento -que se dice política-, que comenzó en octubre de 2015. Me viene a la memoria el lúcido ensayo de Gabriel Albiac (Contra los políticos; Temas de hoy, 2008); hay que reconocer con Albiac que la responsabilidad no es de ellos. Al menos no toda.

Reproduzco unos párrafos del ensayo:

“…Sé un político. Miente. Y nunca pagues por ello. Todo es gratis. No hay más verdad de la política que esa (…) ni el error ni el abuso rinden cuentas (…) que el político sea un quintaesenciado canalla (…) es tan inexorable como las súbitas tormentas de junio. Redundancias.

“Sobre nosotros, sí, cabe el reproche. Sobre quienes pagamos el sueldo de esos no fumigables malos bichos (…) sobre quienes ni siquiera aplicamos la elemental imposición: el que rompe paga; el que pierde se va a casa. Se le jubila. Y, a ser posible, se borra su recuerdo. No aquí. (…) Todo gratis: lo malo como lo necio.”

A tan certera afirmación añadiría yo que tampoco es nuestra toda la culpa. Repartámosla a partes iguales con los colaboradores necesarios de esta esperpéntica seudodemocracia, me refiero a jueces y fiscales, a la justicia (con deliberada minúscula; pues me indigna seguir la regla de la RAE en este tema, que a mi juicio invierte y corrompe lo que debería ser correcto: que la Justicia como virtud trascendente se escribiese con mayúscula y que la justicia como institución humana se designara de manera acorde a sus méritos, esto es, minúsculamente).

Aquí, todo sale gratis a los políticos; porque la justicia y nosotros –súbditos aborregados- lo toleramos, habría que añadir.

De nuestra responsabilidad quedan muestras cada vez que hay elecciones o cuando subvenimos con nuestro dinero y nuestra audiencia al aparato mediático propagandístico de la partitocracia, y, desde luego, cuando mansamente aceptamos sin rebelarnos los atropellos contra nuestros derechos y libertades, contra nuestra hacienda y contra nuestra condición ciudadana por parte del poder político. O sea, a diario.

De los jueces y fiscales es imposible decir algo que no hayamos dicho ya. La justicia, como dijo el poeta, vale menos que el orín de los perros y ofende más que los canallas. Pero desde la perspectiva que estamos analizando, es decir, la de la impunidad de la casta política, me indigna especialmente que sostengan su abyecta complicidad sobre dos instituciones jurídicas elaboradas y propiciadas precisamente por ellos. Me refiero a la institución de la prescripción y a la atenuante de dilación indebida en la impartición de justicia.

Sería para mearse de risa si no resultara tan despreciable y nauseabundo. Resulta que la lentitud de la justicia –deliberada o negligente; a veces una u otra y a veces ambas cosas- sirve de coartada a jueces y fiscales para otorgar impunidad a los canallas. Resulta, pues, que algo de lo que únicamente son responsables ellos (jueces y fiscales) sirve para otorgar impunidad sin que, paralelamente, se derive consecuencia alguna para aquellos que por su falta de diligencia o por su negligencia o, incluso, dolosamente, la han propiciado. O sea, la acción de la justicia se orienta no a la persecución y castigo de los delincuentes, como debiera, sino que, por el contrario, reconociendo impúdicamente su incuria termina sirviendo de coartada para la impunidad de los canallas. ¡Qué cinismo!

No me resisto a dejar aquí algunas muestras de lo que acabo de exponer, ocurridas en estos días, no hace falta escarbar en las hemerotecas, esto dicen los papeles recientes:

El ex consejero Ojeda no tendrá que devolver a la Junta un millón por las ayudas públicas recibidas. El Alto Tribunal andaluz entiende que el procedimiento de reintegro iniciado por la Junta está "caducado" (…) El tribunal exime del pago al empresario y antiguo político, que recibió 33 millones de euros en subvenciones excepcionales de la Junta de Andalucía (…) El ex consejero, que sigue estando investigado en la vía penal, ha ganado una treintena de sentencias en el plano contencioso-administrativo de un total de 60 pleitos. El importe total de todas ellas supera los 4,5 millones de euros.

Otro ejemplo: El hermano del ex presidente Borbolla, condenado a un año y medio de cárcel por las ayudas de 8 millones que se embolsó, de cuyo destino final no hay constancia, según el Tribunal sentenciador. La Fiscalía pedía para Ángel Rodríguez de la Borbolla, ex alcalde de socialista de Cazalla de la Sierra,  siete años de prisión, pero las dilaciones en el proceso judicial le rebajan la pena a un año y medio, con lo que no tendrá que ir a la cárcel.

Otro: El caso de presunta corrupción de Isofotón, que salpica a tres ministros del Gobierno de Pedro Sánchez, enfila su posible archivo en un juzgado de Sevilla. La victoria judicial de uno de los cuarenta investigados en esta causa, que acaba de ser exonerado por la Audiencia por defectos de forma, podría hacerse extensible al resto de implicados. La Audiencia ha exonerado a Bienvenido Martínez porque dos de las ampliaciones sobre el plazo para investigar la causa se acordaron "extemporáneamente" por el juzgado instructor. Isofotón es la fotovoltaica malagueña que echó el cierre tras recibir de forma irregular, entre 2005 y 2102, más de 80 millones de euros de fondos públicos durante la etapa de los anteriores gobiernos andaluces del PSOE. El Juzgado de Instrucción 3 de Sevilla estaba investigando este caso desde hace más de dos años. Hay 40 investigados, 37 de ellos ex altos cargos y ex directivos de la Junta de Andalucía.

 Este estado de cosas podría resumirse perfectamente con unos versos de Cervantes:

caló el chapeo, requirió la espada,

miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.

 

Septiembre de 2022

ROMANCE DEL INDULTADO QUE NO SE ENTERÓ DE NADA

 I

Tiene Sevilla tesoros

que le envidia media España:

Tiene una torre almohade

-la que llaman la Giralda-,

engalanada de oro

cuando el ocaso la araña

con sus rayos otoñales

de amante desesperada.

Y un río de plata tiene,

cuando la luna lo baña,

lo acaricia y lo adormece,

en las noches despejadas.

Acogedores jardines

con cantarinas fontanas,

y plazuelas con naranjos

que lloran perlas -no lágrimas-

perfumadas de azahar,

por penas de amor lejanas.

Estas y más cosas tiene…

Que tiene, también, un sátrapa.

 

II

 

Reinaba en Andalucía

—sin haber hecho elección—

Pepe Segundo, el Sencillo,

(llamadme Pepe -pidió-

que soy persona sencilla)

puesto por su antecesor,

el hombre de más cabeza

que en el reino gobernó,

(que si a Fraga le cabía

en la testa la Nación,

dicen que a Manolo Chaves

le cabían el Catón,

la enciclopedia Británica,

y quedaba sitio y

para dos kilos de papas;

tal era su condición).

Como todo en esta vida

tiene su terminación,

Escuredo siguió a Plácido,

a Escuredo lo quitó

Pepe Primero, Pepote,

a Pepote el Cabezón,

y a éste Pepe Segundo

(aunque, para hacer honor

a la verdad, sea dicho

que el Sencillo no expulsó

a Manolo de San Telmo;

más bien fue una abdicación

—forzada por Zapatero—

que Manolo aprovechó

para dejar bien atada

su inmadura sucesión;

pero eso es otra historia,

volvamos a la cuestión.)

 

III

 

Era el año dosmilnueve,

recién puesto en el sillón,

Pepe Segundo, el Sencillo,

formó su gobernación

siguiendo una vieja táctica

que siguió su antecesor:

El síndrome Blancanieves;

de enanos se rodeó.

Los augures anunciaban

días de gran aflicción

al régimen socialista.

El desánimo cundió

entre la sociata grey.

“¿De qué voy a vivir yo?

-se preguntaban algunos-

si no sé hacer ni la O

aunque sea con un canuto.”

Y a Pepe se le ocurrió

-¡malaya tal ocurrencia!-

la Ley de Reordenación,

llamada del Enchufismo

pues tal era su misión:

que si se perdía la Junta

en la próxima elección,

quedara bien colocada

la famélica legión

de militantes, cuñados,

primos, parientes…; y tós

-por la gracia del Partido-

adquirieran condición

de Públicos Empleados.

Eso fue lo que mandó.

Así se cumplió y se hizo

y los jueces, muy sumisos,

diéronle su bendición.

 

IV

 

Era el año dosmildoce

(la clientela colocada

en confortables agencias

-que para eso se crearan,

con sus surtidos pesebres

provistos de agua y cebada-)

y gana el PP en las urnas,

cual la Sibila augurara.

Cincuenta escaños obtuvo,

ganó, pero fue pa nada.

Porque el Sencillo y Valderas

cincuenta nueve sumaban

uniendo los dos sus fuerzas.

El régimen se salvaba;

que el hado tiene estas cosas,

siempre ayuda a los canallas

(¡Audaces Fortuna iuvat!,

¡audaces!, dirá usted sátrapas)

 

V

 

Poco duró la alegría

a nuestro sencillo Pepe.

Después de salvar el culo

-la historia, en verdad, conmueve-,

tal como si fuera Hamlet,

su padre se le aparece

(digo padre figurado:

Manolo, el que le precede);

no lo reconoce al punto

y su nombre le encarece

y entre la bruma del sueño

le pregunta: ¿Tú quién eres?

y el eco, siempre indiscreto,

le contesta: ERES, ERES…

¿A qué has venido? responde,

dime de una vez qué quieres.

Y el eco –que es un cachondo-:

ERES…ERES…ERES…ERES…

“Toma las de Villadiego

-le dice Chaves- si puedes,

que hay una juez en Sevilla

que al trullo meternos quiere

(y el eco, en la lejanía,

guasón repite: ERE…ERE…)

Dicen que ha fichado un perro

que hasta los billetes huele.

Es un pastor alemán,

Ajax el nombre que tiene,

en honor de Ajax el Grande

(que no por el detergente),

el gran amigo de Aquiles

que cargó su cuerpo inerte

cuando Paris con un dardo

en el talón le dio muerte.

Pero, en fin, no divaguemos,

digo que el perro ya viene

pisándonos los talones

y ya ni dios lo detiene.”

El miedo le entra en el cuerpo,

el ojo lágrimas vierte

de tonalidad marrón

-ustedes ya me comprenden,

que me refiero a ese ojo

que sólo mira al retrete-.

Sal huyendo pa Madrid

y en el senado te escuendes,

porque allí la juez Alaya

ni el perro son competentes.”

Eso dijo el padre Chaves

y se esfumó de repente.

Y Pepe puso a la niña

del reino de taifa al frente.

A Ródope de Triana,

era el año dosmiltrece.

 

VI

 

Meterse en la madriguera,

como si fueran conejos,

de poco, al fin, les sirvió.

Que en el Tribunal Supremo

no les tocó un juez amigo

sino el juez Jorge Barreiro,

el que a Baltasar Garzón

supo quitarnos de en medio.

Pero como a los canallas

siempre les busca remedios

la Fortuna, murió el perro;

y a la jueza la mandaron

a la Audiencia por destierro.

Y así, los dos pa Sevilla

se vinieron de regreso.

Ya se imaginan ustedes

en qué terminará esto:

los pringaos a la cárcel,

cuatro golfos, en efecto.

Y mil millones perdidos,

no de pesetas, ¡de Euros!

 

MORALEJA

Qué importa el nombre del sátrapa,

lo que quisimos tenemos.


Septiembre de 2022