ESTAMPAS ROMANAS, 1


Conversación bilingüe con el camarero de un popular y típico restaurante italiano, de esos de manteles ajedrezados en rojo y blanco, olor a pizza recién horneada y albahaca, en un callejón perdido cercano a la Fontana por antonomasia:
 - yo (en italiano): Cameriere, il conto, per favore.
 - il cameriere (en español): Si te gusta la guapa, paga.


Es lo que tiene pasear por Roma con mi Anita Ekberg.


Abril, 2017

PSOE y CIUDADANOS: LAS DOS CARAS DE UN FRAUDE


Vuelvo de admirar las reliquias de la libertad romana, de caminar sobre tumbas ilustres, de hollar el polvo que, tal vez, otrora pisaran Catón o Virgilio o Cicerón o Séneca o tantos otros a los que debemos tanto. Vuelvo -invadido ya por la nostalgia- y voy directo al consuelo de la Eneida y del Marco Bruto: “La sabiduría romana, que tuvo por maestro a su pobreza para premiar la virtud y la valentía, labró moneda con el cuño de la honra (…) Honraron con una hojas de laurel una frente; dieron satisfacción con una insignia en el escudo a un linaje; pagaron grandes y soberanas victorias con las aclamaciones de un triunfo; recompensaron vidas casi divinas con una estatua; y para que no decaeciesen de prerrogativas de tesoro los ramos y las yerbas y el mármol y las voces, no las permitieron a la pretensión, sino al mérito. Cobráronlas las hazañas; no las daban ni vendían la codicia ni la pasión (…) Tuvo aquel senado crédito hasta que por las coronas y señales y flores dio paso a los ociosos; y hallóse fallido luego que empezó a llenar bolsas y dejó de coronar sienes.
Y pienso que si algo aprendimos, aquí ya está olvidado, pese a las advertencias de los más lúcidos: “Cuando el pueblo, en cuya memoria no tiene vida lo pasado, vende al interés propio la libertad, pobre por la sujeción mas bien socorrida.” Lo dijeron Quevedo y, siglos después, Tocqueville.
Regreso levitando, emocionado hasta la médula, como si no supiese a dónde vuelvo –que así es la mente humana: pronta a olvidar, si tiene ocasión, aquello que le acongoja-, y me doy de bruces con la infamia de un régimen que todo lo invade y lo controla. Y todo lo corrompe.
Vuelvo, pues, al rebaño, a la auspiciadora sumisión. Vuelvo al asco. Vuelvo al despotismo provisor, que presagió Tocqueville.
Pues de eso se trata: despotismo. Ni siquiera ilustrado; cuyo lema “todo para el pueblo, pero sin el pueblo” ha sido reformulado por este régimen para sustituir el “todo” por unas migajas. O sea, despotismo chungo, como corresponde a la calaña de los déspotas que lo ejercen. Lo que, por otra parte, no le resta un ápice de iniquidad.
Enésimo “coup de force” del régimen; garrotazo a la soberanía –que, para los confiados ingenuos, dice la Carta Magna reside en el Pueblo- y a las sagradas formas de la democracia parlamentaria. “Coup de force” perpetrado con el auxilio necesario de quien ya, hoy en día, no ofrece duda alguna sobre su condición de partido mamporrero del régimen. Me refiero, obviamente, a Ciudadanos.
Suscita mi indignación no ya el uso perverso y abusivo que este régimen hace del decreto-ley para usurpar la potestad legislativa del Parlamento -que, por cierto, mansamente se la deja arrebatar, sin ni siquiera exhalar un balido-, sino una exquisita variante de la infamia: camuflar bajo el concepto “corrección de errores” un procedimiento espurio, chabacano y grotesco de elaboración de leyes.
Me refiero a la “Corrección de errores del Decreto-ley 1/2017, de 28 de marzo, de medidas urgentes para favorecer la escolarización en el primer ciclo de la educación infantil en Andalucía”, publicada recientemente en el BOJA, que encubre bajo la categoría de “error” una verdadera modificación de dicho Decreto-Ley. Un magnífico ejercicio de dolo y cinismo político.
La corrección de errores no es tal, sino que consiste en añadir al Decreto-Ley un supuesto que no estaba previsto inicialmente en la norma presentada al Parlamento. A primera vista, aun siendo un asunto grave, podríamos haber pensado que se trataba de un caso más de negligencia, torpeza, incompetencia o incuria manifiesta, con un toque de prepotencia, a los que nos tiene acostumbrados el sempiterno gobierno socialista andaluz. Sin embargo, analizando las circunstancias que lo rodean, se pone de manifiesto la verdadera naturaleza de la infamia. Y la calaña de sus protagonistas.
Veamos: el 9 de abril “El Mundo” se hacía eco de una entrevista concedida por Juan Marín, presidente de Ciudadanos en Andalucía, a la agencia de noticias Europa Press. En ella, Juan Marín afirmaba que tumbaría el decreto-ley si no incluía ciertas modificaciones. Citaba textualmente “El Mundo”: “no hay por qué cerrar unas convocatorias en una fecha determinada (…) por ello ha advertido que si la Junta no da marcha atrás e incluye convocatorias extraordinarias, que podrían ser varias al año, no lo vamos a apoyar…”
Y, a los pocos días -¡voilá!- aparece la puñetera “corrección de errores” en el sentido indicado por Juan Marín, el felón. O sea, don Juan y doña Susana hicieron en San Telmo la escena del sofá: ¿no es verdad, ángel de amor…? solo que aquí no había burlador y seducida, sino compinches cómplices.
Se supone que el Parlamento es la sede donde han de debatirse y, en su caso, aprobarse las leyes, y no los sofás de San Telmo. Y ha de hacerse, además, conforme a los trámites y procedimientos democráticamente establecidos para ello en el Estatuto de Autonomía, en las leyes y en los reglamentos que regulan la actividad parlamentaria. Las Instituciones están para algo; por lo menos que se guarden las formas, y las apariencias.
Esta forma de actuar del PSOE y Ciudadanos prescinde de todas esas normas y de las formas. Y, en su desprecio y prepotencia, hasta de las apariencias. Esa forma de actuar, más propia de los regímenes autoritarios, desplaza la sede de la soberanía popular y sustituye la legitimidad democrática del hemiciclo -con su luz y taquígrafos- por la opacidad partidista de los encuentros de mesa camilla. Un gravísimo atentado a las formas democráticas. Un desprecio insultante de la institución parlamentaria y una afrenta al resto de los grupos políticos –que se ven privados de la posibilidad de presentar enmiendas y participar en un debate sobre el texto-; y una burla –otra- a la ciudadanía andaluza.
 Abril, 2017