NO ES PAÍS PARA VIEJOS


Daban noticia los papeles de la ocupación de la vivienda de una anciana de 94 años, que se ausentó cinco días de ella para visitar a la familia. El lector avispado ya me habrá reprochado que haya escrito ocupación con c en lugar de k. En efecto, admite el DRAE la grafía okupación; sin embargo, los señores académicos de la lengua española, desconociendo la realidad social y contaminados, tal vez, del buenismo imperante en las instituciones patrias, circunscriben o limitan su significado al hecho de “tomar una vivienda o un local deshabitados”, ignorando que, del mismo modo y con iguales consecuencias –es decir, ninguna para los ocupantes-, en este país se ocupan también viviendas habitadas por sus legítimos propietarios. Me niego, pues, a escribir okupación en el caso que refiero.
Pues bien, decía que los medios se hacían eco de la noticia, pero es obligado matizar: la ocupación de la vivienda de una anciana no es asunto ya de interés para la prensa; a fuer de repetirse ya no conmueve al público. El punto noticioso estaba en el hecho de que los vecinos de la anciana habían conseguido expulsar a los ilegítimos ocupantes. Fuenteovejuna, todos a una; el pueblo justiciero restableció los violados derechos de la angustiada anciana. Cosa que no hicieron quienes, precisamente, estaban obligados por la ley, esto es, la policía y los jueces. Lo hizo el pueblo. Bello ejemplo.
Sobre la indignación, da pena lo que sucede en esta pobre España. Da pena contemplar el ridículo e infame espectáculo de un cuerpo policial protegiendo a los delincuentes frente a sus víctimas. Hemos visto como estos delincuentes, después de destrozar y expoliar el mísero patrimonio de la anciana (“no me han dejado ni unas bragas”, dijo la pobre), no sólo no fueron detenidos sino que la propia policía los trasladó, junto con los objetos robados, al lugar de su siguiente fechoría.
Mutatis mutandis, algo parecido estamos viendo estos días en Cataluña. Me refiero al esperpéntico espectáculo de los cuerpos policiales formando y haciendo poses ante los embates de los violentos independentistas, para terminar subiendo precipitadamente a los furgones y salir huyendo como conejos. Me refiero al lamentable espectáculo de los furgones policiales subiendo y bajando, avanzando y retrocediendo, maniobrando y formando -como los mamelucos en la película de Garci Sangre de mayo-, dando la impresión de que hacían algo, sin hacer nada aparte de disimular. Me refiero al lamentable espectáculo de las tertulias televisivas, alabando la mesura y “proporcionalidad” de la actuación policial. Es decir, repitiendo como loros las consignas de los que mandan, para encubrir su desidia; no cabe un tonto más en este desdichado país. Dirá el bienintencionado lector que la policía obedece las órdenes de los mandos políticos. Puede ser; pero tal vez haya que cuestionar que esa obediencia pueda prevalecer sobre la ratio última de la institución policial: prevenir, evitar y perseguir delitos; en suma, proteger los derechos de la ciudadanía, sus vidas y haciendas.
¿En qué queda ahora, pues, el fundamento del Estado si no se garantiza la propiedad y la integridad de aquellos que –a cambio de tal garantía- ceden libertades y recursos?
 A este paso, terminaremos por decir, parafraseando a aquél personaje de Tierra de audaces, que, para que prevalezcan en este país la ley y el orden –y yo añado: la justicia y la libertad-, la primera medida será prescindir de los políticos, la policía y los jueces.
Octubre, 2019

DEL LINAJE DE CAÍN

Hay veces en que coincidir en opinión o gustos con las personas que uno admira es motivo de desazón más que de orgullo o satisfacción. Lo digo porque el otro día oí a José Luis Garci –a quien admiro como escritor y cineasta- afirmar que ya no ve en la televisión otro programa que “Alienígenas”, al principio me hizo gracia la coincidencia, que no tardé en guasapear a quienes se burlan de mí por lo mismo; pero al cabo consideré que la cosa tenía poca gracia. Lo que Garci quería decir trascendía la mera opinión sobre el fenómeno estólido, zafio y chabacano en que consiste hoy la televisión patria. Iba un poco más lejos, más profundo: hablaba de nosotros, de todos nosotros, los españolitos. No nos queremos –decía apesadumbrado-, nos falta pegamento. Sólo con ocasión de grandes catástrofes consideramos al vecino, decía. Y, por desgracia, tiene razón.
Soy de los que piensan, desde hace ya tiempo, que este país –este país de todos los demonios- no tiene enmienda ni remedio. La envidia es nuestro pecado capital. Borges afirmaba que los españoles siempre están pensando en la envidia; para decir que algo es bueno dicen: ‘Es envidiable’. Y es que en esta España nuestra hay más regocijo en el dolor ajeno que en la dicha propia. Como decía Sir David Lindsay, la nobleza, el seso, el valor o la fortuna podrán otorgar a su poseedor todas las dignidades, pero la envidia -persiguiendo como el lebrel persigue el rastro de la corza- llegará a abatirlas, una por una, a todas.
Somos de la estirpe de Caín, y no nos podemos desprender de esa pulsión cainita que nos impregna. Mucho menos en la política, donde nada noble hay, y donde -está acreditado- somos capaces de sacar lo más negro de nuestra naturaleza. Los tiempos que vivimos no son sino la enésima manifestación de ello.
Partidos como el PSOE (y su brazo sindical, UGT), PCE, PNV y ERC, que escribieron con sangre algunas de las páginas más negras de nuestra reciente Historia, en lugar de estar disueltos –precisamente por ello-, como sería moralmente lo natural y obligado en una sociedad íntegra, justa y fraternal, o de promover la concordia después de tan dramática experiencia, alientan ahora, sin embargo, el odio y el rencor entre conciudadanos y avivan la llama del guerracivilismo. En un macabro intento de ajustarle las cuentas a la Historia -tal vez porque, como Caín,  no consiguen expulsar la culpa de su conciencia- pretenden dividir a los españoles mediante un maniqueo sectarismo de buenos y malos; en el que, naturalmente, ellos son los buenos y todos aquellos que no estén con ellos, los malos.
Siendo tan pérfidos, hipócritas e inmorales, tan maquiavélicos en suma, habría que recordarles, sin embargo, las palabras de Maquiavelo: ¡Sembráis cizaña y queréis que maduren las espigas!
Octubre, 2019

LA DOCILIDAD, EL MÉRITO DEL REBAÑO

Hace algún tiempo, estando en el desempeño de la jefatura del Servicio de Legislación de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, sucedió lo que voy a contar. Presidía el Gobierno de la Nación José María Aznar y la Junta de Andalucía ese tal ciudadano Chaves (Carmen Calvo dixit, soltando lastre) o, como antaño lo llamaba cariñosamente la citada, el bueno de Manolo; ese que en su declaración oficial de bienes confesó que tenía menos euros que dientes un sapo, y remató la cínica declaración afirmando que el copioso caudal pecuniario devengado en sus largos años de ministro y presidente de la Unta lo había invertido en sus hijos –Ivancito y Paulita, a los que ya conocemos sobradamente por sus obras-, sin que en ningún momento hasta la fecha acreditara tal afirmación con la correspondiente liquidación del impuesto de donaciones, ni la Hacienda Pública se lo exigiera; pruebe usted, a ver qué pasa. Pero, perdón, no divaguemos.
Decía que en esos tiempos, en que el régimen socialista practicaba frente al Gobierno de la Nación la felonía, bajo el nombre de política de confrontación, sucedió que el PP aprobó un real decreto en materia educativa –no recuerdo exactamente cuál- en el legítimo ejercicio de su potestad reglamentaria. Como tal decreto no suponía ningún atentado al ordenamiento jurídico andaluz, la Junta carecía de motivos lícitos para recurrirlo. Sin embargo, hubiese o no motivos, la estrategia de confrontación que, según el ciudadano Chaves, tan buenos frutos daba ("la estrategia de confrontación nos va bien y está dando sus frutos"), exigía una respuesta más allá de las meras declaraciones políticas de disconformidad. Así pues, aplicaron un recurso habitual en ellos: usar una marioneta, un testaferro; una de las muchas asociaciones que se nutren del dinero público, que el régimen mantiene precisamente para actuar, vicariamente, cuando conviene la algarada callejera, o cuando la ley o el decoro proscriben o desaconsejan la acción del titular. Vileza propia de cobardes y felones, por otra parte. En este caso, el elegido fue el sectario Sindicato de Estudiantes.
Sin embargo, el asunto, siendo grave de por sí, no quedó ahí; la malversación de caudales públicos acompañó a la felonía. Pues la Consejería de Educación puso a disposición de dicho sindicato sus servicios jurídicos para que elaboraran el recurso contra el Gobierno, de modo que el referido sindicato sólo tuviese que firmarlo y presentarlo como propio. Así las cosas, mi jefe inmediato, alto cargo de la Consejería, me trasladó la orden; y como yo considerara la encomienda no sólo ilícita, moral y legalmente, sino constitutiva de delito, me negué a realizarla. Ante mi negativa, su reacción fue la siguiente: “Se lo encargaré a fulanita (otra jefa de servicio, cuyo nombre de momento callaré), que tiene menos escrúpulos que tú.” Al poco tiempo, recibí una advertencia sobre la decadente carrera que me aguardaba: Es que no te doblegas, me dijeron.
Quiero decir con ello que, ya en aquellos lejanos tiempos, el régimen socialista exigía como principio de conducta a los funcionarios de más alto nivel la docilidad y la sumisión; no a la Constitución y las leyes sino a la arbitraria voluntad del gobernante de turno. Algunos llamábamos a eso la ‘Doctrina Pascual’, en reconocimiento al consejero que la estableció: “No hace falta que sepan, basta con que sean dóciles y sumisos.”, dijo; así se registró y así se ha cumplido hasta la fecha, como si lo hubiese ordenado el mismísimo faraón Yul Brynner.
Faltaban los jueces en torno a esta grotesca y chusca doctrina y han entrado en escena de la mano de la recién nombrada presidenta de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Esta señora –a la que en otro tiempo tuve por buena jueza- ha sacrificado la Justicia en aras de la gratitud, ya lo dice el refranero: de bien nacidos es ser agradecidos; o, tal vez, casualmente, de la docilidad o espontánea disposición para agradar a los que dan o quitan, ponen o deponen, favorecen o estorban. Humana debilidad.
Esta jueza (ponente de la sentencia en la que se juzgaba la destitución de un funcionario -íntegro y competente, de los más competentes que he conocido en mi dilatada experiencia funcionarial y, también, de los más íntegros- por no acomodarse a las corruptelas partidistas del director general de turno) ha cometido la imperdonable vileza de enaltecer la ‘Doctrina Pascual’ a la categoría de jurisprudencia; o, dicho de otro modo, de integrar en el ordenamiento jurídico y convertir en ley la disparatada proposición pascualiana. Ha afirmado, literalmente, en su sentencia que “…tanto para su nombramiento como para su cese (…), además de los méritos profesionales, se valora la (…) capacidad de DOCILIDAD con el órgano convocante o cesante”.
No sé de dónde saca -sino de la gratitud y la docilidad- que la docilidad constituya mérito para la designación de los funcionarios directivos; o que su carencia constituya, igualmente, demérito o baldón y pueda ser causa lícita de destitución. La reto a que diga –pues no lo hace en la sentencia- en qué artículo de la Constitución o en qué ley queda dispuesto eso que afirma de modo tan tajante; o, incluso, a que señale una convocatoria, una sola, ni siquiera dos, en que se haya exigido o valorado como mérito esa ‘capacidad de docilidad’.
Por el contrario, yo sí puedo citarle lo que dice al respecto la disposición fundamental del ordenamiento jurídico funcionarial, esto es el Estatuto Básico del Empleado Público. Pues bien, esto dice:
Artículo 52 Deberes de los empleados públicos. Código de Conducta
Los empleados públicos deberán desempeñar con diligencia las tareas que tengan asignadas y velar por los intereses generales con sujeción y observancia de la Constitución y del resto del ordenamiento jurídico, y deberán actuar con arreglo a los siguientes principios: objetividad, integridad, neutralidad, responsabilidad, imparcialidad, confidencialidad, dedicación al servicio público, transparencia, ejemplaridad, austeridad, accesibilidad, eficacia, honradez, promoción del entorno cultural y medioambiental, y respeto a la igualdad entre mujeres y hombres, que inspiran el Código de Conducta de los empleados público…

Y, en cuanto a la obediencia –que no docilidad- los funcionarios, como cualquiera en cualquier otro ámbito, están sometidos a la jerarquía de los superiores. Pero, precisamente, por el carácter público de su función, que entraña, como acabamos de señalar, la obligación de actuar con objetividad, neutralidad e imparcialidad, disponen de la garantía legal de no observar las órdenes o instrucciones contrarias al ordenamiento jurídico. Así está expresamente recogido en los artículos 54 y 95 del citado Estatuto.
¿Dónde está, pues, la ‘capacidad de docilidad’? Obviamente, la jueza se lo ha inventado. Ella sabrá por qué.
Afirmo sinceramente que me duele ver como esta jueza –otrora buena jueza-se ha convertido con el cargo de presidenta de la Sala en jueza quevediana. De aquellos de los que Quevedo afirmaba que retuercen las leyes o que las hacen con calidad de maná, pues saben a lo que ellos quieren.
Creo que ya lo he dicho en alguna otra ocasión, convendría que en la escuela judicial obligaran a los jueces a leer a los clásicos, así sabrían que Lucano –paisano de la jueza; que, al igual que su tío (no el de la jueza, Séneca), militó contra sí desesperado- ya advirtió contra uno de los peores vicios de un juez: saber más que las leyes. “Para las judicaturas –dijo- se han de escoger a los doctos y los desinteresados. Sepan las leyes, empero no más que ellas; hagan que sean obedecidas, no obedientes…” Claro que Lucano, que sí habría leído a Aristóteles, se inspiró con toda seguridad en sus palabras: “Intentar ser más sabio que las leyes es justamente lo que está prohibido en las leyes más estimadas.”
Resulta penoso que en esta charca pútrida en la que nos ha tocado vivir, en esta Sodoma en la que es imposible encontrar cinco justos en las altas esferas del poder, ni siquiera la justicia ofrezca un refugio a la esperanza. Ya lo sabíamos, desde luego. Lo que sucede es que los jueces aún son capaces de sorprendernos en la infamia. Incluso a mí, descreído desde tiempo inmemorial de esta justicia (deliberadamente con minúscula) genuflexa y de salón, precisamente porque, como Bías, tengo a la Justicia (deliberadamente con mayúscula) por suprema virtud. Resulta desalentador constatar que esto sigue siendo un régimen en el que nada ha cambiado, sino a peor. Los jueces amparan la corrupción y persiguen la probidad. Tapan la boca con sus sentencias a los pocos valientes íntegros que osan denunciar las corruptelas del poder; y en lugar de investigarlas y perseguirlas, alientan las represalias de los corruptos. No puede haber nada peor. Leyes obedientes, enorme Lucano.
Junio, 2019

MÁS SOBRE LA ADMINISTRACIÓN PARALELA DEL RÉGIMEN ANDALUZ


El pasado mes de mayo, Libertad Digital publicó fragmentos de una entrevista que el periodista de dicho medio, Pedro de Tena, realizó al presidente del Sindicato Andaluz de Funcionarios, Carlos Ezequiel Sánchez Morales, y a un servidor. En lo que a mí concierne, publico aquí la entrevista en su integridad; que, dada su extensión, el citado medio, por razones de disponibilidad de espacio, supongo, solo publicó fragmentariamente. Ahí queda:

1.- ¿Cuándo se encendieron las alarmas por lo que el PSOE perpetraba en la administración pública desde antes de 1982?
R.- Dejemos a un lado –por archisabido- el primer intento formal de las leyes 6 y 7 de 1988, con el que se pretendió convertir la vinculación contractual de los llamados ‘preautonómicos’ y ‘transitorios’ por otra de naturaleza funcionarial; esto es, hacerlos funcionarios por la cara. Ya sabemos cómo acabó con el transcurso de los años. Además, en cualquier caso, esto era una operación, digamos, de poca monta. El primer intento serio  -a gran escala- surgió inmediatamente después de esto. En el año 1989.
Este es un episodio apenas conocido en la historia de la función pública andaluza, pues no llegó siquiera a iniciar formalmente su andadura, fuera de los despachos de la dirigencia del partido y de los altos cargos de la Función Pública. En el año 1989, el Partido Socialista planteó ya la desintegración del modelo de Función Pública basado en la estructura de cuerpos funcionariales  y su sustitución por un entramado sectorial de “agencias”, algo muy similar a lo que terminaron perpetrando en el año 2010 con los infames decretos-leyes 5 y 6, que culminaron en la conocida Ley del Enchufismo. La primera ley socialista de Función Pública estatal, la famosa Ley 30/1984, ya asestó un duro golpe a la estructura corporativa; pero sin eliminarla. La pretensión del Partido en Andalucía iba mucho más lejos. El intento no prosperó, sin embargo, por la negativa de los responsables de la Función Pública, que en esas fechas dirigía Manuel Gracia, como consejero de Gobernación. A diferencia de lo que sucedió con los citados “transitorios” y “preautonómicos”, en el que las diferencias entre la dirección del Partido y el Gobierno se zanjaron drásticamente por parte del Partido aprobando las respectivas leyes mediante proposiciones de ley, al tener garantizado el Partido el control del grupo parlamentario y, la mayoría, pues, de la Cámara, necesaria para su aprobación; en el caso del modelo de agencias, la negativa del Gobierno no tuvo discusión. Tal vez porque el asunto era suficientemente complejo como para llevarlo a cabo sin el concurso del Gobierno, o ya fuera porque en esos momentos la cabeza de Pepote estaba de facto colocada en la bandeja de plata. No puede olvidarse el contexto en que se desarrollaba la acción: un duelo de partidista entre facciones del Partido; unos atrincherados en la dirección del partido (encabezados por su secretario general, Carlos Sanjuán), frente a otros parapetados en la Junta, al frente de la cual estaba Rodríguez de la Borbolla, su presidente). De modo que, pienso, el Partido dejó pasar el asunto, esperando, tal vez, mejores tiempos y partidarios más dispuestos.
Después de esto, el modelo clientelar se fue forjando del modo clásico. Esto es, metiendo poco a poco a los propios. Directamente en numerosos casos, lo que se suele decir vulgarmente a dedo; y en otros, bajo apariencia –engañosa- de libre concurrencia. Rematado luego con los famosos acuerdos de estabilidad, y la degradación de las condiciones de acceso hasta facilitar un ingreso ventajoso en la Función Pública, y un cuerpo funcionarial agradecido y leal. Paralelamente, se fueron creando entes instrumentales de Derecho Privado, al margen del sistema administrativo, en los que se fue colocando al grueso de la clientela. Dado que estas entidades no estaban sometidas a control alguno en la contratación de su personal. Naturalmente, todas estas entidades como, por ejemplo, la empresa Egmasa, la fundación FAFFE, etc., se nutrían del presupuesto público.
Aquí nada escandalizaba y pocos eran conscientes del modelo que se estaba forjando. Como suele ocurrir con los regímenes de esta naturaleza, cuando las personas y las instituciones decentes percibieron el problema, ya era demasiado tarde. Entonces, ya nadie se atrevía a hablar. Ni fuera ni dentro de la Administración. La Justicia ya estaba sometida (Montesquieu, muerto y enterrado); la prensa controlada; la Administración tomada y la sociedad civil narcotizada.
No olvidemos dónde hemos vivido; bajo qué régimen.

2-Antes de que el color naranja fuera símbolo de Ciudadanos, lo fue de los funcionarios andaluces... ¿no?
R.- Pues no del todo. Aquí nadie da una puntada sin hilo y, como no podía ser de otro modo, en Torretriana el color de la protesta era el morado. ¿Por qué? Pues no sé si, tal vez, tuviese algo que ver con ello que algunos de los pioneros de la protesta fuesen después notorios dirigentes podemitas y ya estuviesen promocionando la imagen de marca, o mera casualidad. Vete a saber…

3.- ¿Qué desencadenó las manifestaciones históricas de 2010 y 2011?
R.- La naturaleza humana -su vanidad- exige a veces una mixtificación de la realidad. Eso sucedió, creo. Se ha hablado y escrito de la ‘revolución funcionarial’, de la ‘revolución naranja’. Un mito.
Desde que se desveló la intención del régimen de convertir en empleados públicos a la legión de empleados (de 25 a 30 mil, según diversas fuentes) enchufados en los entes instrumentales de la Junta -con desprecio de los principios constitucionales de publicidad, igualdad, mérito y capacidad-, fueron docenas los actos de protesta que tuvieron lugar con ocasión de actos institucionales de la Presidencia de la Junta, como, por ejemplo, la entrega de los premios Meridiana, inauguración del SICAV, etc…; pues bien, nunca llegaron al centenar los que se congregaban para expresar su repulsa. ¿Qué ocurrió, pues, con las grandes manifestaciones? Pues, muy sencillo: mero oportunismo. Las encuestas auguraban la victoria del PP y el fin del régimen (lo primero sucedió; no así lo segundo, como es sabido). A la masa le gusta acudir en auxilio de los vencedores, como suele decirse. Yo vi en esas manifestaciones a significados socialistas, típicos beneficiarios de la situación que, supuestamente, estábamos denunciando.
Aquello fue, por tanto, oportunismo y remar a favor de la corriente. Despejada la incógnita y aunque los hechos demostraron que la situación iba a peor, la masa volvió a tornarse silenciosa, como lo había sido durante el largo periodo durante el cual se crearon las referidas entidades, futuras agencias, y se metió en ellas, por la puerta de atrás, a esa legión de enchufados. Sólo quedaron las pocas voces críticas infatigables que, antes, durante y después, han venido dando la batalla. El Sindicato Andaluz de Funcionarios, entre ellas; y el único sindicato, por cierto, entre los que tienen representación.

4.-Cuál fue la actitud de otros partidos políticos?
R.- El único partido político que apoyó abiertamente la batalla contra la ley del enchufismo fue el Partido Popular. Que incluso llegó a plantear dos recursos de inconstitucionalidad contra los decretos-leyes y contra la Ley. Es curiosa la posición de Izquierda Unida. Como en el año 2010-2011 el PSOE tenía mayoría absoluta, su posición respecto a la Ley de Reordenación era crítica. De hecho, la Ley fue aprobada con el apoyo exclusivo del PSOE; votando en contra el PP y absteniéndose IU. Yo tuve ocasión de debatir el tema con el diputado responsable de función Pública de IU (Pedro Vaquero, fallecido en 2016) y se mostraba muy crítico con el PSOE, tal vez por su condición funcionarial comprendía personalmente la aberración que suponía la ley. Sin embargo, todo esto cambió cuando a primeros de 2012, ante la victoria electoral del PP, IU pasó a formar gobierno en coalición con el PSOE, con el vicepresidente Valderas, de infausta memoria. IU cambió de trinchera, igual que hizo con los famosos recortes sociales provocados por la crisis, y que no tuvo reparo en criticar en Madrid y el cinismo de practicar en Andalucía.
4 bis.- Cuál de los sindicatos UGT, CCOO. CSIF, USO y otros sectoriales.
R.- Los sindicatos sectoriales, salvo la asociación docente PIENSA, a cuyos miembros veíamos con frecuencia en actos reivindicativos, no comprendieron, pese a que algunos hacíamos hincapié en ello, que el tema de la reordenación también iba con ellos; que afectaba seriamente a la profesionalización de la sanidad y la educación –tanto a la no universitaria en todos sus niveles como a la universitaria-. En cuanto a CSIF, mantuvo en los primeros momentos una actitud tibia, para posteriormente tomar partido abiertamente a favor de la Junta. Sin duda, no por nada personal, sólo por negocios.
Respecto a CC.OO y UGT, sobran las palabras. Todo el mundo sabe que, en tanto que principales beneficiarios de la operación, junto al PSOE, eran no sólo defensores de ésta sino impulsores y cómplices activos. Y siguen siéndolo.

5.-Qué trato se ha dado en la Junta al SAF (Sindicato Andaluz de Funcionarios) a lo largo de su historia?
R.- Según mi percepción, desde su creación, el SAF ha sido un sindicato incómodo para la Junta socialista. El único. Porque, precisamente, ha sido el único que ha antepuesto el interés de los representados al acomodo que podría haber disfrutado de haberse sometido, como los otros, a los dictados de la Junta. La realidad es que, desde hace años, el SAF es el único sindicato que defiende los intereses funcionariales y un modelo de Administración Pública conforme a lo que proclama nuestra Constitución.

6.- ¿Podemos hablar de una decepción Arenas?
R.- Desde mi punto de vista en absoluto. Arenas ha sido el único político que ha mostrado mayor grado de comprensión y de compromiso en esta lucha contra la desintegración del modelo de Administración constitucional en Andalucía.

7.-Los gobiernos de Susana Díaz, ¿empeoraron la situación?
R.- Sin duda alguna. Las resoluciones judiciales que ampararon jurídicamente sus propósitos le dieron alas y una especie de salvoconducto para seguir en la misma línea. De hecho, la llamada administración paralela creció bajo su mandato, al tiempo que el número de funcionarios se reducía. Es decir, Susana (con el apoyo explícito de Ciudadanos) siguió fielmente el guión profundizando en el desgaste del modelo de Administración constitucional y el fortalecimiento del modelo “agencístico”, con lo que ello conlleva sobre igualdad de oportunidades en el acceso al empleo público, en falta de garantías y arbitrariedad en el ejercicio de las potestades administrativas frente a los ciudadanos y en el mantenimiento de las altas cotas de ineficiencia y corrupción.

8.-La lucha judicial: un resumen
R.- Muy sencillo. Por un lado, el tribunal Constitucional desestimó el recurso del Partido Popular, aunque con unos interesantes y fundados votos particulares. Téngase en cuenta que eludieron juzgar el modelo que se pretendía imponer; cosa que los votos particulares no quisieron eludir. Centrados, pues, en la letra chica, digamos hablando en plata que se quitaron el problema de encima. Como en tantas otras ocasiones suelen hacer, por cierto.
En cuanto al TS, como no creo en las casualidades, estoy en la creencia de que el PSOE, directa o indirectamente, maniobró hábilmente para designar al ponente de las dos primeras sentencias –necesarias para sentar jurisprudencia-; cómo se explicaría, si no, que dicha responsabilidad recayera en un Magistrado –Pablo Lucas Murillo de la Cueva (o de la Cuerda)-, integrado en la carrera judicial por el desprestigiado turno de juristas de reconocido prestigio; sistema, como ha quedado demostrado, ideado para que los partidos políticos colonicen la justicia y corrompan la independencia judicial. No creo en casualidades tan sospechosas. Además, su participación en el pleito era contraria a la legalidad. Perdóneme por la autocita, pero yo lo advertí en su momento:
No es admisible que para enjuiciar un asunto de la naturaleza de este, al que nadie niega su esencia política, se designe como ponente a un juez que debe su condición de juez al partido político autor del objeto del pleito. Es inaceptable que un juez promovido a juez por el partido político que, con anterioridad, lo nombró letrado del Consejo General del Poder Judicial, enjuicie un asunto en el que dicho partido y sus aliados sindicales –UGT y CCOO- tienen un directísimo interés. Es inaceptable que un juez que fue designado para un alto puesto en la Administración del Estado (subdirector general de Publicaciones y Documentación del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, dependiente del Ministerio de la Presidencia) por el PSOE, enjuicie este pleito.
La imparcialidad es esencial, tanto que sin juez imparcial no hay Justicia posible. Nuestra Constitución la garantiza. La imparcialidad consiste no tanto en la actuación del juez –que es irrelevante a estos efectos- como en la existencia de determinadas circunstancias –subjetivas u objetivas- que induzcan a pensar que pueda no serlo. Es decir, en la apariencia de imparcialidad. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), en sus decisiones sobre los casos “De Cubber” y “Piersack” dejó bien sentado la importancia de las apariencias en esta materia; afirmando que debe abstenerse todo juez del que pueda temerse legítimamente una falta de imparcialidad, pues va en ello la confianza que los tribunales de una sociedad democrática han de inspirar a los justiciables.”
De modo, que ante tal panorama la lucha judicial se ha centrado en dos aspectos derivados de las referidas sentencias, que tienen mucha importancia: Uno, que estos empleados integrados en las agencias públicas no pueden desempeñar potestades administrativas, porque su ejercicio está reservado en exclusiva, por la Constitución y las leyes, a los funcionarios; y, dos, que este personal no forma parte de la Función Pública de la Junta de Andalucía.
Es decir, la principal batalla judicial se centra en estos momentos en impedir que los empleados de la llamada administración paralela usurpen potestades reservadas a funcionarios; o sea, hacer cumplir las leyes y las resoluciones judiciales. Ardua tarea, cuando el gobierno no muestra voluntad.

9.-Y llegó el cambio… ¿Y qué ha ocurrido?
R.- Lo de ‘gobierno del cambio’ produce sonrojo. Ahí está, por ejemplo, su medida estrella: la eliminación del impuesto de sucesiones y donaciones, que no es más que un pufo. Un pufo, además, con desprecio del Código Civil –sobre el que la Junta carece de competencias-, pues, por ejemplo, obliga a que las donaciones de bienes muebles entre padres e hijos se realicen en escritura pública (cosa que hasta este momento no era así), violando lo expresamente dispuesto en el Código Civil, que dispone: “La donación de cosa mueble podrá hacerse verbalmente o por escrito. La verbal requiere la entrega simultánea de la cosa donada. Faltando este requisito, no surtirá efecto si no se hace por escrito y consta en la misma forma la aceptación.” Una burla, al cabo. Lo comido por lo servido y negocio para las gestorías y notarías. Y así, podríamos seguir señalando otras muchas ‘reformas’. Laboriosa nadería, casi.
En cuanto al tema que nos viene ocupando, el gobierno del cambio ha dado muestras –tácitas y expresas- en sus primeros cien días de que no tiene intención alguna de acabar con este injusto e ilegal estado de cosas.
A la vista de las numerosas resoluciones judiciales recaídas en este pleito, el nuevo gobierno sólo tiene tres opciones, a mi juicio, estas son:
a) Desobedecer las sentencias del TS y del TSJA, y seguir permitiendo que el personal de la administración paralela siga usurpando el ejercicio de potestades administrativas competencia de los funcionarios; lo cual constituiría un delito.
b) Mantener sin funciones, mano sobre mano, pero cobrando del presupuesto público a estos veintitantos mil empleados; lo cual constituiría un delito.
c) Iniciar los trámites legales precisos para desarticular y eliminar la administración paralela; tal como, por otra parte, prometieron en sus programas electorales.

10.- ¿Hay futuro para una administración pública, limpia, neutral, de todos y ajustada a Derecho?
R.- No. Tajantemente no. Al menos con estos partidos y con estos jueces. Tajantemente no, mientras subsista un régimen partitocrático y un sistema judicial como el actual. Tajantemente no, porque no hay voluntad.

11. Me he olvidado de las 50.000 firmas de los "interinos" que quieren concurso de méritos, sin concurrencia de todo andaluz que quiera.
R.- El eterno retorno. Volvemos siempre al mismo punto de partida. Otorgar ventajas contrarias a los principios de igualdad, mérito y capacidad que deben regir el acceso al empleo público. Dicen los jueces que los interinos ya han acreditado su capacidad, precisamente en el desempeño de sus cargos. Y no lo niego, lo que sucede es que olvidan ese otro elemento del ‘mérito’; es decir, que otros, igualmente capaces, acrediten más méritos y, por tanto, más derecho. Todo lo que no sea eso, son trampas que convierten en papel mojado la bonita letra de la Constitución. Los poderes públicos de este país son muy dados a la política de hechos consumados. Crean un problema, por negligencia, incapacidad o dolo, y luego proponen soluciones al margen de la ley, o retorciendo la ley, porque, precisamente, la solución que desean –que les conviene a sus intereses políticos- no tiene encaje en la ley.
Nada parece cambiar con el gobierno del cambio.

¡CUIDADO CON Cs!

Creo que no es la primera vez que alerto sobre la escasa fiabilidad que me merece este partido. Se supone que desde el año 2017, en que su Asamblea (supremo órgano del partido) redefinió su ideario, abandonando la socialdemocracia en favor del liberalismo, Ciudadanos es un partido de centro de ideología liberal. Sin embargo, los hechos demuestran que no es así, y que sigue abrazado a la socialdemocracia y a los dogmas de la izquierda patria (multiculturalismo, ideología de género, memoria histórica, colectivismo social, etc.).
Ciudadanos se asienta sobre un fraude intelectual: Considerar que ser partido de centro consiste en gobernar unas veces con la izquierda y otras con la derecha, según las circunstancias y las conveniencias partidistas. Eso se llama, más bien, partido bisagra; que nada tiene que ver con partido de centro. Como ha demostrado el PNV (partido de ideología derechista), gobernando pendularmente con tirios y troyanos.
Simplificando, el liberalismo se caracteriza por ser una ideología en la que el individuo se impone al Estado. Donde el estado se subordina al interés del individuo; más sociedad y menos Estado. Donde la intromisión del Estado en las vidas de los individuos se limita al mínimo imprescindible para garantizar la seguridad personal y la propiedad. Donde la libertad individual –y la propiedad privada, como garantía de la misma- prevalecen sobre todas las formas de colectivismo. Estos principios suelen plasmarse en la práctica en políticas de protección de la propiedad privada y reducción de la presión fiscal, del gasto público y del déficit público, en lo económico; y de protección de la libertad individual frente a la hiperbólica regulación estatal y el colectivismo de la izquierda, en lo político. Naturalmente, en el siglo en que vivimos, ninguno de tales principios se opone per se a la existencia de políticas sociales en favor de la ciudadanía en general y de los verdaderamente necesitados, en particular.
Ciudadanos, sin embargo, no puede decirse liberal, cuando –desdeñando los principios del liberalismo- se alía con la izquierda y desarrolla políticas que, en lo económico, suelen llevar aparejado un incremento de la asfixiante y confiscatoria presión fiscal y del déficit público y, en lo político, una degradación del individuo en favor del colectivismo (lo importante es el colectivo, Carmen Calvo dixit) y de las libertades individuales, hasta el extremo de intentar regular los sentimientos individuales y que se persiga penalmente manifestar que ser madre es, sobre todo, abnegación, y socialmente a quien se atreva a cuestionar cualquiera de sus dogmas.
Es decir, Ciudadanos degrada lo que podríamos llamar el ‘centro ideológico’ –liberalismo social- para hacerlo pasar por su pragmatismo bisagrista, consistente en gobernar con unos y con otros, al margen de principios ideológicos. Eso, desde luego, no es ser de centro.
Fruto de esa esquizofrénica indefinición, nos encontramos ahora con el cordón sanitario levantado en torno a Vox. Una reacción puramente totalitaria y sectaria, que los sitúa a la altura de Podemos con su alerta antifascista, del rompepatrias partido socialista  del felón Zapatero (y su discípulo Sánchez) y de los proetarras e independentistas catalanes con su Pacto del Tinell. Un veto inmoral y cínico. Ciudadanos sabe perfectamente que Vox es un partido constitucionalista; si aparenta creer lo contrario, para no contrariar la opinión establecida por las cadenas de televisión y sus tertulianos –al servicio de la izquierda-, es –como sucedió al PP de Rajoy en tantas cosas- por molicie y galbana al no desacreditar, ni siquiera intentarlo, las mentiras socialmente admitidas –ardua tarea, en verdad-, y por un vergonzante complejo respecto a sus propias ideas.
Vox lleva razón en la postura que ha adoptado al respecto. Si Cs pretende formar parte de un gobierno –local o regional- que no es posible más que con el apoyo de Vox, ha de sentarse a hablar y a negociar y a pedir el voto y el apoyo de aquellos a los que necesita. Lo contrario –como sucedió en Andalucía- es puro cinismo. Coger los votos y despreciar al que te los otorga. Cosa diferente sería que Cs, aunque apoyase con sus votos esos gobiernos (del PP), no formase parte de ellos. En tal caso, nada obligaría a Cs a sentarse con Vox; de la misma manera que, por ejemplo, el Partido Regionalista de Cantabria no tendría por qué sentarse a hablar con Coalición Canaria, en el caso de que ambos apoyaran un gobierno del Psoe en el que no participarían.
Por otra parte, a uno, a quien los años, a veces, hacen desconfiado y receloso, no deja de asaltarle la duda: ¿A quién beneficiaría que el veto –y el ultraje- de Ciudadanos a Vox determinara que éstos les negaran su apoyo? De esta manera, Rivera apoyaría a Sánchez sin traicionar sus palabras; y hasta, como los fariseos, podría rasgarse las vestiduras.
A mí me parece cada vez más evidente que Ciudadanos es la marca blanca del Psoe. No podemos olvidar de donde procede casi toda su dirigencia. La fuerza de la sangre. Al fin y al cabo, nuestro sabio refranero ya lo dijo:
“Es inútil luchar contra el destino,
el que nace lechón muere cochino.”
Junio, 2019

LA IZQUIERDA Y LAS MADRES

Leo con estupor que varias administraciones públicas gobernadas por el Partido Socialista y por Podemos, o sus confluencias o marcas regionales, han impuesto o pretenden imponer una sanción pecuniaria al Corte Inglés por un cartel publicitario, realizado con ocasión del Día de la Madre, en el que sobreimpreso sobre la imagen de una mujer se decía lo siguiente: "97% entregada, 3% egoísmo, 0% quejas, 100% madre".
Se conoce que quienes se sienten ofendidos por el lema publicitario no han tenido madre o no la han conocido o son hijos de mala madre. Los que hemos tenido la inmensa dicha de tener madre (y la desdicha de perderla), de tener una buena madre, sabemos que, efectivamente, ser madre es amor incondicionado e irracional; o sea, entrega sin límites y sacrificios sin tasa. Ni siquiera la vejez, a la que suele acompañar el egoísmo, hace merma en la abnegación maternal. Mi madre era así, múltenme.
Hasta Stalin tuvo madre, y hasta instituyó el título honorífico de Madre Heroína para aquellas que tuviesen diez o más hijos; y hasta Silvio Rodríguez –creo que inspirado por el padrecito y respetuoso con el orden soviético- las cantó, enalteciendo, sobre cualquier otra virtud, su heroica abnegación, su sacrificio:

Me estremeció la mujer que parió once hijos
en el tiempo de la harina y un quilo de pan
y los miró endurecerse mascando carijos.

Es decir, en tiempos de escasez, los crio quitándose el pan de la boca, mascando aire ella, o sea, mascando nada, carajos. Ni más ni menos, como las madres cuyo amor, merecido o no, hemos tenido la fortuna de recibir. Claro que, en este ejemplo, no es cosa de multar a Silvio o prohibir sus canciones, es uno de los nuestros, puede, pues, incluso decir:

Me estremeció la mujer del poeta, el caudillo,
siempre a la sombra y llenando un espacio vital.

Sin que ello constituya agravio hetereopatriarcal, ni ofensa a la exquisita sensibilidad de progres y feministas. ¡Ay, si eso lo hubiese dicho alguien de Vox!
Pero, yendo al fondo, lo preocupante no es la anécdota –aunque lo es-, sino la categoría. Es decir, que los dogmas ideológicos de la izquierda hayan llegado a convertirse en leyes; en leyes que atentan contra los derechos constitucionales de las personas. Lo preocupante es que existan leyes que impidan a un ciudadano manifestar públicamente su idea de la maternidad; que impidan a cualquiera decir que el concepto de madre entraña sacrificio y entrega. Lo preocupante es, como advirtió R.L. Stevenson, que “el griterío de las calles pueda turbar incluso las mentes de los legisladores.”, y que, de tal modo, existan leyes ideológicas que atentan contra los elementales derechos humanos; cuya Declaración Universal, suscrita por el Estado español, proclama en su artículo 19 que: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.”; y de la que se hace eco nuestra Constitución en su artículo 20: “Se reconocen y protegen los derechos: a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción...
Lo preocupante, en suma, es que en este país la libertad de expresión está amenazada; está en peligro la libertad, simplemente, sin apellidos. Hoy, los negacionistas de los dogmas ideológicos de la izquierda, quienes se niegan a aceptar sus mentiras y las desacreditan, son perseguidos sañudamente, como antaño los herejes. Por desgracia, son cada vez más numerosos los ejemplos.
De modo que, como señaló Tácito en los Anales, y Montaigne recogió en uno de sus Ensayos, “…igual que antaño los crímenes, ahora sufrimos las leyes.” La deriva totalitaria es evidente: el Estado –que es del común de sus ciudadanos y debe velar por el interés común o general- toma, sin embargo, partido y se alinea a favor de una facción. No otra cosa son las leyes ideológicas;  oxímoron, por otra parte. Y al tiempo que esto sucede, el Estado, que hace lo que no debe, impide hacer a los ciudadanos aquello a lo que tienen pleno derecho. Como dijo Alexis de Tocqueville, “las instituciones humanas son por su naturaleza tan imperfectas que basta casi siempre para destruirlas sacar todas las consecuencias de sus principios.” En eso estamos.
Va dando vergüenza ser ciudadano –súbdito- de un país como este. De seguir así, aborregados y mansos, dejándonos arrebatar la libertad, llegará un momento en que, lamentablemente, tendremos que dar la razón a Thoreau, cuando afirmaba que “el único lugar decente para un ciudadano honrado de una nación cuyas leyes protegen la servidumbre es la cárcel.”
Mayo, 2019

EL GASOLINERO DE POTES


Leí el otro día en los papeles que el municipio cántabro de Potes había sido reconocido como uno de los pueblos más bonitos de España, y me vino a la memoria la conversación que el pasado verano mantuve con el gasolinero del pueblo. Quienes conozcan Potes, sabrán a que gasolinera me refiero, pues no hay otra en el término más que esta, casi en el centro del pueblo.
Siendo, como soy, un tanto británico, por no decir huraño, en eso de entablar conversación con desconocidos, fue, obviamente, él quien, mientras me repostaba, inició el breve coloquio. Indagaba mi opinión acerca del pueblo y le manifesté que me daba la impresión, a la vista de tantos establecimientos comerciales, de artesanía, hoteles, restaurantes, etc., que siendo un pueblo de apenas mil quinientos habitantes, no debía haber nadie en el paro. El hombre, que frisaba la cincuentena, me declaró orgulloso que él era comunista pero que, pese a que el alcalde era del PP, el pueblo estaba cada vez mejor; poco a poco, añadió, pero cada vez mejor. Le dije que era la tercera o cuarta vez que visitaba el pueblo y que me había llamado la atención el nuevo paseo fluvial que antes no tenían y que ahora disfrutaban, tan apacible y deleitoso. Ahí parece que di en la diana, pues exclamó vehemente: ¡La joya de la corona del alcalde. Pues anda que no está orgulloso! Y de los patos… Los patos del alcalde; lo digo así, porque son como sus hijos. Les da de comer personalmente. La noche que una zorra se lleva alguno, al día siguiente tenemos un gran drama.
Me marché pensando lo agradable que sería vivir en un país donde la política se pareciese algo a eso; menos ideología y más recto raciocinio; más humanidad y menos rencor.
Vana ilusión, como ha quedado demostrado en la reciente contienda electoral. Donde  -una vez más- los socialistas han sacado al babeante dóberman a meter miedo al electorado, alimentando el odio con mentiras (qué otra cosa pueden proferir, sino odio y mentiras, el sumo mentiroso rencoroso y doña Rogelia de Cabra, su marioneta), negando  -como totalitarios que son, fieles defensores del pensamiento único- legitimidad democrática a la derecha (trifachito, decían), o sea, a la mitad de los españoles que no piensan como ellos.
Al fin y al cabo, tenemos lo que hemos deseado. Como Sócrates, tomaremos, pues, la cicuta, ya que ese ha sido el deseo de los españoles; y le deberemos un gallo a Esculapio –dios de la medicina y la curación-, pues con ello acabaran los males de España; porque, esa España, esta España, expirará a manos de los que la odian.
Abril, 2019

DECLARACIÓN DE AMOR

Estando el otro día en el restaurante no pude evitar escuchar lo que hablaban mis vecinos de mesa, una pareja de sexagenarios. No me tengo por persona cotilla, y considero que no está bien husmear ni prestar oídos a las conversaciones ajenas. Y si, además de la involuntaria injerencia en su intimidad, cuento ahora coram populo lo que los maduros enamorados hablaron no es por morbosidad sino por el embeleso que me produjo lo que me pareció una irónica declaración de amor magistral. Cúlpese, pues, no mi indiscreción sino el afán de negocio del mesonero, por atiborrar el local de mesas a costa de la intimidad de los comensales.
Esto dijeron:
- Él: En tu familia estáis todas locas. Tu tía Concha perdió la cabeza con cinco años menos de los que tú tienes ahora.
- Ella: Yo perdí la cabeza el día que te conocí.

Abril, 2019

LA INSOPORTABLE ABSURDIDAD DEL SAS

Siempre aborrecí, pese a ser funcionario, o precisamente por eso, a aquellos burócratas –en el sentido peyorativo del término- que valiéndose de la ocasión de tener en sus manos la elaboración de protocolos de actuación o de  programas informáticos, retorcían los procedimientos reglamentarios hasta desvirtuar el espíritu de la ley y hacerle perder su legítimo  y genuino fin.
Algo así tuve ocasión de comprobar –padecer- el otro día, que me permito trasladar al lector como ejemplo paradigmático de lo dicho, por pedagogía,  crítica, desahogo o, por qué no, para el pitorreo, choteo, befa y burla de la absurdidad e incuria de sus autores.
Acudo a la farmacia a retirar un determinado medicamento al amparo de la ultramoderna y publicitada receta electrónica, y esto es lo que sucede:
- Manceba (reproduzco definición DRAE, por si acaso, ‘2. m. y f. Empleado auxiliar de farmacia’): Lo siento, no lo tenemos.
- Un servidor: Eso mismo me dijeron ustedes el mes pasado y el anterior.
- Manceba: No es culpa nuestra, es del laboratorio que no abastece. Tenemos el de 28 comprimidos pero el que le han recetado a usted es de 30 comprimidos. Se lo podemos dar, pero lo tiene que pagar usted íntegramente.
- Un servidor: Pero, ¿es el mismo producto?
- Manceba: Sí (me lo muestra), pero 28 comprimidos en lugar de 30.
- Un servidor: Ya, pero 28 es menos que 30 ¿no? Si fuese al revés me callaría, pero si la Seguridad Social me paga 30 supongo que me paga esos 28 y dos más. Que yo no le estoy pidiendo que abra otra caja y me dé dos más, sino que me dé, de los 30 a los que tengo derecho, solamente esos 28.
- Manceba: No puede ser, el sistema no lo permite.
Ahí me desarmó. A estas alturas de la vida uno ya ha aprendido, dolorosamente, que contra ‘el sistema’ ninguna razón es bastante. ¡Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho!
De modo que me fui sin el medicamento a pedir cita en el médico para que restase dos comprimidos a la receta. No por los dos euros que costaba el producto, sino por natura. Si hubiese actuado de otro modo, los que me quieren se habrían preocupado: le ocurre algo.
La cuestión se reduce, pues, a lo siguiente: el usuario del sistema se ve absurdamente privado de sus derechos –por cierto, cacareados por los políticos hasta la náusea- por la incuria y el espurio interés del resto de actores. Deseo pensar que se trata de eso y no de la labor de zapa de la quinta columna que el régimen socialista infiltró en la Administración pública y que la mansa collera de los Juanmas no se atreve –o no quiere- liquidar.
El caso es que, sea lo que fuere, se invierte el orden natural de las cosas, y lo que debe ser mero instrumento al servicio de un fin troca en fin en sí mismo, a cuya satisfacción queda subordinado todo lo demás. Y así resulta que el único perjudicado de ese absurdo proceder es el usuario; en tanto que, paradójicamente, los autores y responsables del despropósito (el SAS, por responsabilidad directa por acción y omisión; los farmacéuticos por colaboración necesaria, interesado acomodo y descuidada ética profesional) salen beneficiados de su propia incompetencia o maldad.
El derecho a la protección de la salud que nuestra Constitución reconoce – y que, obviamente, comprende el disfrute en su integridad de las prestaciones del sistema a las que uno tiene derecho, conforme a la ley- se convierte con demasiada frecuencia en mera declaración huera, papel mojado.
Naturalmente, los beneficiados de esta sinrazón no van a ser, precisamente, los que se molesten en enmendarla. Por una parte, los funcionarios y autoridades negligentes saben que ninguna responsabilidad les será exigida por su falta de probidad y que ninguna Institución tutelará de manera eficaz y sumaria a las víctimas de su iniquidad o de su incompetencia.
Y, por otra parte, reducido todo a un descarado mercadeo, quiero decir, donde ningún rigor ético diferencia a los farmacéuticos de cualquier otra clase de mercaderes, yo me pregunto qué razón hay, pues, que justifique el actual modelo oligárquico del sistema farmacéutico. Para eso, mejor nos iría seguramente con un modelo de libertad de establecimiento. La competencia comercial siempre beneficia al consumidor.
Abril, 2019

LA ASQUEROSA PULCRITUD


Es sabido de todos que el sistema sanitario andaluz (la ‘Joya de la Corona’, dijo ella) hace aguas desde largos años ha; particularmente, sus finanzas. De modo que los facultativos de Atención Primaria, conscientes de ello y responsables, a cualquier viejo doliente que aparece por sus consultas le prescriben –sea cual sea su dolencia- un largo paseo diario. Remedio este que no tiene más coste para el erario que el natural desgaste de adoquines callejeros; poca cosa.
No hubiera de librarme yo, pues, de tal praxis terapéutica. Así que –siendo, como soy, para los mandatos de los médicos, sumiso y nada rebelde- abdico diariamente por unas horas del confortable trono de mi particular Reino de Redonda y me abandono a la hostilidad de las calles.
En esas estaba, ruando, cuando llamó mi atención un fenómeno extraño, inusual y chocante: Las calles impolutas y los jardines cuidados, ni rastro de las naranjas que la pasada semana colonizaban por igual aceras y naranjos exuberantes; ahora, en su lugar, algunos brotes de azahar se hacían notar a la vista y al olfato. Desorientado, pensé por un momento ¿pero, es que estoy en Marbella; o sueño, acaso?
Al poco rato tuve la respuesta que me sacó del pasmo cuando vi, no cuadrillas, sino legiones de operarios con los típicos monos de trabajo municipales aplicados a las tareas más diversas: podando, barriendo, regando, ajardinando, bacheando, pintando, en suma, realizando toda clase de labores de adecentamiento de los espacios públicos que, tras largos años en el olvido, ya creíamos extinguidas y desterradas del catálogo de públicos oficios.
No la primavera, habían llegado las elecciones. Nunca me dio tanto asco ver limpia la ciudad. Una pulcritud asquerosa, manchada, sucia. Manchada de malversación y de desprecio. Desprecio a los que trabajan y a los que pagan. Desprecio a los que trabajan, cuya dignidad se ve pisoteada por la necesidad. Alimentados, por las migajas que caen de la mesa del festín electoral. Despreciados, también, los que pagan. O peor, tomados por imbéciles. Como si no tuviésemos ojos y memoria. Aunque, por desgracia, parece ser así: o no tenemos memoria o no nos importa que nos tomen por tontos. Y luego, para colmo, la maldita propaganda. La de los propios gobernantes y la de los medios que en buena medida viven de la teta pública y sacan tajada del festín electoral.
Así, tontos y expoliados, debemos soportar además la sarta de estupideces y lugares comunes que vocean unos y otros: la fiesta de la democracia, el ejemplo de civismo de un pueblo votando en libertad y tantas otras tonterías, para no decirnos la verdad de las cosas: ni elegimos ni contamos. Solo figurantes en la farsa; que, sin embargo, financiamos pródigamente con el sudor de nuestra frente. Mentiras, manipulación y expolio, eso es la fiesta electoral; y un gran negocio para unos cuantos demasiados.
No hay nada noble en la política patria. Al contrario, nada más sucio y degradante. La política aquí es un basural, cuyo fin no es satisfacer el interés general sino los mezquinos intereses de los partidos políticos. Orientada, en suma, a la satisfacción de los intereses de una casta y a su mantenimiento; un fin en sí mismo. La política aquí no es otra cosa que la comunión de la oligarquía partidista, la de todos y cada uno de sus elementos, sin distinción de credos. Así las cosas, ninguna persona decente se dedica a la política, y sálvese el que pueda. Si alguien decente y bienintencionado cae ingenuamente en el juego, poco tardan en echarlo o él en irse. Ahí sólo medran los ambiciosos, que no encuentran otra forma de satisfacer su ego vanidoso; los corruptos, a los que no falta ocasión de enriquecerse con los trapicheos y las influencias –durante y después-; y, como dijo Faulkner, los inútiles que son incapaces de ganar un dólar por sí mismos y que, si no viviesen de eso, se morirían de hambre.
Lo malo es que la farsa se repite insidiosamente ante nuestras indolentes narices y parece no tener fin.
Abril, 2019

EL PAPEL DE VOX ANTE LA ADMINISTRACIÓN PARALELA


Sucede ahora -incluso de Despeñaperros para arriba, donde nada de aquí interesa más allá del folclore y la gracia andaluza- que todo el mundo se ha enterado de algo que algunos llevábamos ocho años gritando en las calles: Que el PSOE había creado en la Junta de Andalucía una mastodóntica administración paralela para colocar por la jeta a la clientela y eludir los controles legales sobre el manejo de los fondos públicos. Ahora todos los ‘telediarios’ hablan con absoluta normalidad de la administración paralela de la Junta. Ahora todos lo saben, hasta los perros.
Lo que, sin embargo, no explican es por qué y para qué se creó; cuánto ha costado y cuesta al contribuyente y para qué ha servido y a quién ha beneficiado. Y, sobre todo, cómo de las respuestas a estas cuestiones se deriva la necesidad de su eliminación, como labor prioritaria del nuevo gobierno.
Pues bien, dando respuesta sucinta a tales cuestiones (el lector que lo desee, puede leer una explicación más extensa en esta otra entrada: LA PERSONIFICACIÓNPÚBLICA DE LAS AGENCIAS, EL PILAR QUE SOSTIENE LA ADMINISTRACIÓN PARALELA): la administración paralela se creó como una forma de “externalizar la gestión”; es decir, sacar la gestión fuera de los órganos de la Administración con la finalidad de eludir su sometimiento a la ley y a los controles y procedimientos que ésta impone para el manejo y disposición de los fondos públicos, para la contratación administrativa, para la contratación de personal, etc.
La administración paralela cuesta en la actualidad más de cinco mil millones de euros anuales (5.000.000.000) y ha costado, pues, al contribuyente, hasta la fecha, decenas de miles de millones de euros. ¿Para qué ha servido? obviamente, para lo que fue creada: eludir los controles legales sobre sus actos; o sea, para disponer de los fondos públicos sin control y para contratar arbitrariamente al personal. En suma: ha servido para generar corrupción: saqueo de los fondos públicos (Agencia Idea, Invercaria, Eres, Faffe, cursos de formación, cártel del fuego, etc., etc.,) y para colocar arbitrariamente, a dedo, y sin control alguno, a centenares de familiares de altos cargos, militantes destacados del partido, correligionarios y afines, así hasta 30.000. Y, obviamente, el beneficiario único de todo este tinglado ha sido el PSOE de Andalucía, que ha montado en torno a sí un régimen clientelar, sostenido con fondos públicos.
El punto de inflexión en todo este monstruoso montaje lo constituye, sin duda, la llamada ley del enchufismo. Con ella el régimen conseguía materializar un triple propósito:
1º. Poder atribuir a los entes instrumentales (desde ese momento entes de derecho público) el ejercicio de potestades administrativas, burlando así las sentencias de los tribunales. Pero, al mismo tiempo, reservándose astutamente el ‘privilegio’ de regirse por el derecho privado -según su particular gestión empresarial lo requiera, decía la Ley- y no someterse, pues, al derecho público. O sea,
2º. Poder eludir en su actuación el principio de legalidad y los procedimientos administrativos y controles que el derecho Administrativo impone en la gestión de los fondos públicos y la contratación de personal.
3º. Legitimar, más bien blanquear, el vínculo laboral espurio de  los empleados de la administración paralela y blindar su relación laboral, mediante su integración en las Agencias, como empleados públicos de éstas. Y, probablemente, infiltrar una quinta columna en el corazón mismo de la Administración, ante un previsible escenario de pérdida del poder.
El desmantelamiento de la administración paralela requiere, pues, necesariamente, la reversión de la personificación de los entes instrumentales al estado anterior a la ley del enchufismo. Es decir, que las agencias empresariales y de régimen especial pasen de ser agencias públicas a entes -llámeseles agencias, si así les gusta más- sujetos exclusivamente al derecho privado, con todo su personal, que fue integrado en las mismas en virtud de la ley del enchufismo.
Luego, en una segunda fase, deberá analizarse si –privados del ejercicio de potestades públicas- el mantenimiento de estos entes es necesario o no para la satisfacción del interés general.
Y, para terminar, permítaseme una recomendación. Teniendo en cuenta que, por una parte, ha quedado acreditado ya, más que sobradamente, que Cs no tiene intención alguna de acabar con la administración paralela (publica en su página oficial la descarada mentira de que ya han liquidado casi un centenar de entes instrumentales), sino de encontrar la manera de volver al gobierno como mamporrero del régimen. Y, por otra parte, que existe un Acuerdo, firmado el 9 de enero de 2019, entre el PARTIDO POPULAR y VOX para posibilitar un gobierno del cambio, cuyo punto 6º establece: “Eliminar todos los organismos superfluos y suprimir la administración paralela”, yo recomendaría a VOX la adopción de una de estas dos opciones:
1. Exigir al Partido Popular que –antes del 28A, para que los electores sepan a qué atenerse- inicie el correspondiente procedimiento para la supresión de la administración paralela.
2. Para el caso de que no suceda lo anterior, VOX debería dejar caer a un gobierno tramposo y mentiroso, que habría dado a los andaluces, no el deseado cambio, sino el cambiazo -el timo de la estampita, recortes de papel por billetes-, si no quiere hacerse cómplice de la estafa.
Marzo, 2019

LA PERSONIFICACIÓN PÚBLICA DE LAS AGENCIAS, EL PILAR QUE SOSTIENE LA ADMINISTRACIÓN PARALELA

Todo este tinglado -me refiero a la denominada administración paralela- gira en torno a tres conceptos: Personificación, instrumentalidad o huida del Derecho Administrativo y potestades administrativas.

EL CONCEPTO DE PERSONIFICACIÓN
Sin duda alguna, todo el mundo habrá oído hablar de las personas jurídicas. En nuestro ordenamiento jurídico hay dos tipos de personas, por un lado, las personas naturales o físicas y, de otro, las personas jurídicas.
Las personas jurídicas pueden ser de diferentes clases; así, atendiendo a su naturaleza pública o privada, hablamos de personas jurídicas públicas o personas jurídicas privadas; o, también, de formas privadas o públicas de personificación. Las personas jurídicas privadas conocen muy diversas formas: pueden ser entidades mercantiles, asociaciones, fundaciones, corporaciones, etc. Frente a ellas, en nuestro ordenamiento jurídico, la persona jurídica pública por antonomasia es la Administración Pública (o, si se prefiere, las Administraciones Públicas: la Administración del Estado, la de las Comunidades Autónomas, los Ayuntamientos, etc.). La Administración Pública actúa con personalidad jurídica única, a través de sus órganos, aunque estos sean numerosos y de diversa naturaleza. Comparándola con el cuerpo humano, la Administración es la persona y sus órganos son como los brazos, el riñón, el cerebro, etc., cada uno cumple una función y son inseparables del conjunto y, por tanto, no tienen entidad propia y autónoma. Aparte de estos órganos, nuestro sistema dotó de personalidad jurídica propia y diferenciada –aunque en el propio seno de la Administración- a ciertos órganos, a los que, generalmente, se les denominó ‘organismos autónomos’. Éstos estaban dotados de un amplio margen de autonomía en la gestión de los recursos adscritos, primordialmente, en lo económico, hasta el punto de tener su propia tesorería, e, incluso, sus propios cuerpos funcionariales. Aun así, estos organismos no dejaban de ser Administración Pública, como tal, servida por funcionarios públicos, y sujetos, unos y otros, en su régimen jurídico al Derecho Administrativo. En definitiva, la diferencia entre las personas jurídicas públicas y las personas jurídicas privadas estriba esencialmente en que las personas jurídicas públicas se rigen por el Derecho público (Derecho Administrativo) y las personas jurídicas privadas por el Derecho privado (Derecho Civil, Mercantil, Laboral, etc.)

INSTRUMENTALIDAD Y LA “HUIDA DEL DERECHO ADMINISTRATIVO”.
Con el paso del tiempo, el modelo de ‘organismos autónomos’ terminó siendo insatisfactorio para el poder político, que siempre aspira a que ningún obstáculo se interponga entre su voluntad y la realización práctica de sus deseos. Obviamente, ese modelo de Administración –que, insistimos, no dejaba de ser Administración pública, sujeta al derecho público y gestionada por funcionarios públicos- no podía satisfacerles; sobre todo en lo que ellos consideraban esencial: eludir las regulaciones, controles y garantías que la legislación administrativa imponía en la gestión del gasto público, la contratación administrativa y la selección y administración del personal. Así pues, bajo el argumento de mejorar la eficacia en la prestación del servicio público comienza a desarrollarse la idea de la “instrumentalidad”. Los órganos Administrativos y los organismos autónomos empiezan a reputarse ineficaces e inadaptados para el ejercicio de algunas actividades. Se produce así el primer salto cualitativo de importancia en el modelo de gestión de los intereses generales. Y el comienzo de la verdadera “instrumentalidad” y nacimiento de los “entes instrumentales” de la Administración, bajo  formas de personificación privada, mayoritariamente de entidades mercantiles (empresas) y fundaciones. Es decir, sujetas al derecho privado, aunque el capital fuese público o mayoritariamente público, como cualquier otra entidad mercantil, asociación o fundación. De este modo se conseguía la pretendida inaplicación del ordenamiento jurídico administrativo, y la consecuente elusión de las garantías y los instrumentos de control inherentes a la actuación administrativa. A esto, la doctrina administrativista lo denominó la “huida del Derecho Administrativo”.
Y así, se crearon centenares  de entes instrumentales, en los que –libres ya de los controles que imponía el Derecho Administrativo- el PSOE, en el gobierno de la Junta desde sus inicios, colocó a políticos, a los  parientes de éstos, correligionarios, amigos y simpatizantes, en una  operación clientelar de tal magnitud que desconoce antecedentes en nuestro país y en los países de nuestro entorno cultural. Paralelamente, se derivó hacia estos entes instrumentales buena parte de la gestión que realizaban las consejerías de la Junta y con ello los correspondientes recursos económicos. El dinero del presupuesto público fluyó sin control alguno en estos entes, y ya sabemos, en parte, a qué manos fue a parar y en qué se gastó.
Había ocurrido lo que un insigne catedrático de Derecho Administrativo había pronosticado: la actuación de la Administración cuando actúa sujeta al derecho privado –a través de estos entes instrumentales- no resulta más eficaz; en cambio, es seguro, que constituye un terreno más abonado para la corrupción.

LAS POTESTADES ADMINISTRATIVAS
Las potestades administrativas son los poderes que la Ley confiere a la Administración Pública para la realización de sus fines (que conforme a la Constitución no son otros más que la satisfacción de los intereses generales). Estas potestades, que nacen de la Ley, suelen calificarse en la doctrina administrativista como exorbitantes; es decir, sitúan a la administración en una posición de supremacía respecto al resto de individuos –sean personas físicas o jurídicas-, y les dota de ciertas prerrogativas que las faculta para constituir, modificar o extinguir situaciones jurídicas respecto a los ciudadanos; imponiéndoles, de forma unilateral, incluso sin contar con su voluntad o consentimiento, obligaciones y deberes o límites o condiciones al ejercicio de sus derechos (Por ejemplo, establecer impuestos, expropiar bienes, otorgar o negar subvenciones, etc.). Tal es la magnitud y la naturaleza exorbitante de las
potestades administrativas. Por esa razón, la Constitución dispone que sólo pueden ser atribuidas a la Administración pública, para la satisfacción de los intereses generales y, sobre todo, que están sujetas al principio de legalidad, conforme al cual la Administración sólo podrá realizar aquellas actuaciones que la Ley le autorice a realizar. Y, paralelamente, que tales potestades administrativas atribuidas a la Administración y a sus organismos sólo podrán ser ejercidas por los funcionarios públicos.
Así pues, el ardid de la instrumentalidad, ideado para eludir los controles legales, se encontró con ese ‘pequeño escollo’: Los entes instrumentales –como personas jurídicas privadas que eran- debían regirse, necesariamente por el derecho privado y no por el Derecho Administrativo, con todas sus consecuencias. Así pues, no podían ejercer las potestades que el Derecho Administrativo atribuye, solamente, a las personas jurídicas públicas regidas por el derecho público.
Por tanto, desde el momento en que los entes instrumentales no podían ser titulares de potestades administrativas, por no tener la condición de órganos de la Administración, ni tampoco su personal poder ejercerlas, pues carecían de la condición de funcionarios públicos, no tardó en llegar el momento (en cuanto los sindicatos funcionariales –CSIF y SAF- interpusieron demandas) en que el TSJA y el TS pusieron coto al ejercicio de potestades administrativas por parte de estos entes instrumentales. Descubierto el pastel, el modelo estaba agotado. Para la Junta cabían dos opciones: o se daba marcha atrás, o se emprendía una huida hacia delante. Es obvio que optó por la segunda.

LA CLAVE: LA PERSONIFICACIÓN PÚBLICA DE LOS ENTES INSTRUMENTALES DE LA JUNTA. LAS AGENCIAS Y LA FAMOSA LEY DEL ENCHUFISMO.
La clave para mantener ese estado de cosas fue la Ley de reordenación del sector público, conocida popularmente como ley del enchufismo. La estrategia, plasmada en la Ley, consistió esencialmente en la personificación pública de los entes instrumentales. Así se crearon las famosas Agencias Públicas, dotadas de personalidad jurídica pública. Y en ellas se integraron los entes instrumentales, así como todos los empleados de éstos, que pasaron a ser empleados públicos de tales Agencias.
Con ello, el régimen consiguió burlar las sentencias de los tribunales y poder así atribuir a los entes instrumentales (desde ese momento entes de derecho público) el ejercicio de potestades administrativas. Pero, al mismo tiempo, reservándose astutamente el ‘privilegio’ de regirse por el derecho privado -según su particular gestión empresarial lo requiera, decía la Ley- y no someterse, pues,  al derecho público. O sea, poder eludir en su actuación el principio de legalidad y los procedimientos administrativos y controles que el Derecho Administrativo impone en la gestión de los fondos públicos y la contratación de personal. Y, además, -ante la posible pérdida del poder que auguraban las encuestas- garantizar el empleo a la clientela; legitimando, más bien blanqueando, el vínculo laboral espurio de los empleados de la administración paralela y blindando su relación laboral, mediante su integración en las Agencias, como empleados públicos de éstas; y, también, es probable, como quinta columna del partido en un escenario de pérdida del poder.
(Quien lo desee puede leer una explicación más extensa pinchando el siguiente enlace: Explicación de la reordenación del sector público andaluz)
Marzo, 2019