EL 20-N



Tumba de los Franco en la Almudena
Jamás se me hubiese ocurrido conmemorar una efeméride como esta. Es más, ni siquiera hubiese reparado en la fecha –como, en efecto, ha venido ocurriendo a lo largo de mi vida- si no hubiese sido por el empeño de este gobierno de pitiminí –De Prada, dixit- de reescribir la Historia a su gusto y acomodo, no con tinta sino con la bilis negra que instila su odio y rencor. Este gobierno viene de nuevo –Zapatero comenzó la obra- sembrando el odio entre españoles, alimentando la rabia, en un País que no necesita ni siquiera un soplo para avivar la llama del cainismo, que -según se desprende de nuestra triste historia- parece radicar en nuestros genes. Pretenden el doctor Plagio y doña Carmen Blahnik y su gobierno de millonarios y defraudadores fiscales y mentirosos, con el apoyo de los golpistas catalanes y los filoetarras vascos, hacer saltar por los aires el régimen nacido de la Transición, uno de los pocos monumentos al perdón y la reconciliación de las dos Españas, que los españoles –por nobleza, sentido común, concordia, o, simplemente, por interesado cálculo- hemos sido capaces de crear, para admiración, por cierto, de otros pueblos. Para ello, como buenos totalitarios que son, simbolizar su proyecto es importante; y se han centrado en la imagen de Franco y sus restos mortales. Y, como son tan imbéciles como malos, han conseguido que las visitas al Valle de los Caídos y a la Cripta de la Almudena aumenten de modo exponencial. Yo mismo –que he pasado decenas de veces por delante de la Cripta y nunca se me había ocurrido entrar, pese a su enorme valor artístico- lo hice el otro día para ver –antes de que Pedro y Pablo la cierren al público o la vuelen- el lugar donde reposarán los restos del autócrata (por cierto, allí yacen centenares de difuntos, siendo la tumba de los Franco de las más modestas de toda la cripta. Lo cual me llevó a pensar hasta que extremos ridículos llega el odio de estos gudaris de salón, que pretenden negar al difunto el derecho al enterramiento que tendría cualquier persona con posibles –cualquiera de ellos, Pedro, Pablo o doña Carmen, por ejemplo-).
Me asombra y maravilla contemplar ahora, en estos tiempos del siglo XXI, la legión de antifranquistas retroactivos. Familias enteras en las que los abuelos medraron con el franquismo, los padres callaron y se limitaron a beneficiarse y cuyos hijos, que no conocieron a Franco ni padecieron su régimen, son hoy sus furibundos detractores.
Nunca vi a todos éstos, cuando Franco vivía, rebelarse ni de pensamiento, palabra u obra contra el régimen. Ni siquiera en sus casas hablaban mal de él. Nunca les vi, cuando ser antifranquista era jugarse la carrera, el empleo, las habichuelas, la libertad y, a veces, la vida. Calamidades que, a menudo, alcanzaban también a la familia. Por desgracia, sé muy bien de qué hablo. De modo que verlos y oírlos hoy resulta un espectáculo bochornoso y ridículo.
No sé por qué, me acuerdo de ellos cada vez que paso por delante del plúteo donde agrupo los libros de mi admirado Lobo Antúnes y leo lo que alguien, hace 3000 años, escribió en una tablilla, que da título a uno de ellos: “Ayer no te vi en Babilonia”.
Noviembre, 2018.

QUIEN NO TE CONOZCA QUE TE VOTE (2)


En las elecciones del año 2015 cometí la ingenua estupidez –imperdonable en alguien de mis años- de votar a Ciudadanos. Lo hice, como muchos otros que conozco, en la creencia –demostrada errónea- de que se trataba de un partido regenerador. Daba a entender Cs que el diagnóstico de la situación política en Andalucía bien podría definirse en una sola variable: la corrupción. La corrupción institucionalizada, para ser exactos, que es su forma más detestable y perniciosa. No se trata sólo de la corrupción de los dirigentes del partido o de algunos oportunistas bien situados –cuatro golfos, Chaves dixit-, sino de las instituciones de gobierno parasitadas por el partido. Obviamente, en un régimen de tal naturaleza (totalitario: que todo lo impregna, controla y corrompe, y clientelar: que reparte pródigamente el ‘maná’ bajo la forma de subvenciones y administra sin descanso ni descuido su ‘huxleyano soma’, aquí llamado Canal Sur) el latrocinio, el nepotismo y los diversos escándalos que diariamente caracterizan la vida pública andaluza no los protagoniza el partido (PSOE) sino las instituciones públicas que parasita (Junta de Andalucía). Sobra cualquier comentario al respecto: en las hemerotecas y en los sumarios judiciales está la prueba de lo que afirmo.
Pues bien, en la creencia de que ese era el diagnóstico y de que, en consecuencia, el fin último de toda acción política posible consistía en la liquidación de tal régimen, algunos ingenuos votamos a Cs.
Nuestro voto sirvió, sin embargo, para todo lo contrario: para apuntalar a un régimen en horas bajas y sacarlo del bache, como se ha encargado de demostrar la tozuda realidad. Ahora no volveré a tropezar en la misma piedra. No votaré, por tanto, a Ciudadanos.
Tampoco al PP que, con su acreditada desidia, su blandura opositora, su incuria y adocenamiento, parece estar gritando: “votadme, mas no en demasía; no sea que ganemos y tengamos que trabajar”. O sea, que parecen estar muy cómodos instalados en la oposición, ajenos a las preocupaciones del gobierno.
Tampoco –a estas alturas- seré tan estúpido de votar a IU o a los podemitas o como quiera que se llamen ahora, pues no son –ahora y antes- sino la máscara tras la que se esconde el Partido Comunista. Estos –como Cs- ya me engañaron cuando surgió IU (donde fui afiliado y cotizante) como un pretendido movimiento ciudadano independiente de los partidos, cuando la realidad era que el PC movía –y mueve- los hilos de la marioneta, cualquiera que sea el nombre con que la designen.  Todo muy leninista –como se encarga de recordar de vez en cuando Pablo, el Coletas-; pues ¿se imaginan que sucedería si el PC concurriera a las elecciones con sus propias siglas?, no les votarían ni sus propios afiliados. Hay, por tanto, que ponerse la careta y engañar a los ingenuos haciéndoles creer que votan otra cosa. ¡Qué más da el nombre!, lo importante -como dijo Humpty Dumpty- es saber quién es el que manda, que se lo digan si no a Pinocho Sánchez. Así pues, no tropezaré tampoco en esa piedra. Surge ahora, al parecer con posibilidades, Vox. Tampoco les votaré, aunque tienen propuestas atractivas en su programa. Después de lo de Cs, desconfío de los regeneradores. No quiero votar a ciegas.
No votaré, por tanto. No votaré, como, por otra parte, he venido haciendo desde 1996, con la excepción indicada.
No votaré mientras este país esté dispuesto a ser pastoreado como un manso rebaño por una casta política que esquilma la cabaña y sólo atiende codiciosamente a su provecho. Como dice un personaje de una novela de William Faulkner: “Si alguna vez me canso de relacionarme con gente bien nacida, sé muy bien lo que haré: presentarme como candidata para el congreso…”. Da la impresión –tras cuarenta años de corrupción y de no levantar la cabeza, ni el espinazo- que este pueblo esté hecho, como el buey, para el yugo. Como dijo Etienne de la Boetie, no amamos la libertad, pues si en verdad la deseáramos, seríamos libres.
Noviembre, 2018.