Los funcionarios, aun jubilados, padecemos como los ratones una pulsión irrefrenable hacia los papeles. Hurgando en una librería de viejo en Salamanca, di con un legajo polvoriento que me hizo fantasear que estaba descubriendo para el mundo misceláneas inéditas de don Juan de Mairena, como aquella vez en que confundí el bohordo de una pequeña pita con un gigantesco espárrago, pensando que a los avispados buscadores de espárragos le había pasado desapercibido precisamente por su tamaño descomunal, y ya me vi en el libro Guinness, para envidia y escarnio de mi amigo César y de otros expertos y perspicaces esparragueros.
Obviamente, la realidad estaba muy lejos de mis fantasías; pero eso me llevó a pensar que no se hacen necesarios nuevos sorprendentes descubrimientos, que Antonio Machado es inmortal y sigue vivo en sus apócrifos personajes; de modo y manera que, siendo así, no resultaría extraño que Juan de Mairena volviera a las aulas, ahora que se hace tan necesaria, y se echa tanto de menos, su honesta y profunda sabiduría, su rectitud de criterio y su filosófica sencillez. Así que me lo imagino de nuevo sobre el entarimado del aula y pienso qué es lo que diría a sus alumnos sobre los sucesos consuetudinarios que acontecen en la rúa en estos días convulsos; por ejemplo, que les diría sobre los inconvenientes e inadecuados negocios, por no decir turbios e inmorales, de la mujer de nuestro césar.
Ahí lo dejamos, pues:
JUAN DE MAIRENA HABLA A SUS ALUMNOS
- Plutarco, que era un intelectual polifacético del siglo primero de nuestra era, en su faceta de escritor, dejó para la historia una notable obra biográfica: sus Vidas Paralelas. En aquella que se ocupa de Cayo Julio César, cuenta Plutarco que cuando éste repudió a Pompeya, su mujer, por causa de una supuesta infidelidad, cuando fue preguntado en el juicio por tales hechos, declaró no tener constancia de ninguna de las imputaciones que se hacían al supuesto adúltero. Entonces, ¿como es que has repudiado a tu mujer?, le preguntaron. A lo que él respondió: “Porque estimé que mi mujer ni siquiera debe estar bajo sospecha.”
Esa frase hizo fortuna y pasó la historia. Desde entonces, suele decirse que la mujer del César no sólo debe ser honesta, sino parecerlo.
A ver, señor Pérez, ¿qué entiende usted por eso?
- Pues que importa más parecer honrado que serlo; y que a la mujer del césar le interesa y conviene más ser sinvergüenza y parecer honrada, que ser decente y parecerlo.
- Señor Pérez, si en el futuro se dedica usted a la política, le auguro que llegará muy lejos, incluso a presidente del Gobierno.
Marzo de 2024