Callejeando
desde la Piazza del Popolo hacia el Panteón, damos con otra de las 900
“chiesas” y basílicas que –dicen- tiene Roma: la Basílica de San Lorenzo in Lucina,
al lado de un cuartel de los Carabinieri, en la Piazza del mismo nombre.
Curiosa basílica,
construida, parece ser, en el siglo IV sobre la domus de una devota matrona romana de tal nombre, que de facto ya
la había convertido en iglesia propiciando en ella los ritos ceremoniales de
los primeros cristianos.
Pero
lo que llamó mi atención es que en esta Basílica se encuentra enterrado Nicolás
Poussin. Una lápida, que Chateaubriand mandó poner cuando estuvo de embajador
en Roma, honra al genio y a su patria materna, y deja constancia del lugar de
su última morada; también, de quién es el pagano.
Vemos
en ella, en relieve, reproducido su Et in
Arcadia ego o Los pastores de Arcadia, advirtiéndonos sobre la vanidad de las cosas mundanas; y abajo, un bello
epitafio en latín ofrece consuelo al visitante: “No derrames piadosas lágrimas…, si quieres oírlo hablar, habla
vivamente en sus cuadros.”
Mayo, 2017