SUEÑO Y MUERTE

Un aguijonazo de dolor, vástago de los pertinaces alifafes de viejo, me despierta de pronto en mitad de la noche, y el insomnio, como soy de buen dormir, no pierde esta inusual ocasión y me atrapa en su red chiclosa. Echo mano del Juan de Mairena que, casual o providencialmente, el seguro azar dispuso que me acompañara esa noche a la cama, a la búsqueda de un episodio casi olvidado.
Cojo el libro, pero el discurrir de mis pensamientos, que vuelan libremente, me distrae de la lectura. La conjunción de esos dos elementos, insomnio y Juan de Mairena, ineludiblemente me conduce al recuerdo de un amigo, tal vez, el último que tuve; no quiero decir el último que me quedaba, que aún conservo algunos otros, pocos mas contumaces en el afecto, sino el último que hice, a edad ya muy madura, más propia de perder las amistades que de hacerlas, y del que me privó la envidiosa parca. Porque este amigo del que hablo, Alfonso, era el arquetipo del machadiano profesor apócrifo, que, del mismo modo que éste, nos entretenía, ilustraba y amonestaba -no sólo a sus alumnos- con sus apuntes, recuerdos, sentencias y donaires. Y, también, porque el insomnio formaba parte de su esencia bilógica y literaria. Sí, literaria también. Curiosamente, su blog tenía por título Luna de Hipnos, hermosa paradoja esta, que la personificación mitológica del sueño corone las palabras de un impenitente insomne. Las cicatrices del insomnio marcan profundamente el discurrir de sus poemas, de su Tierra de insomnes y de su profunda, mordaz y divertida Galería de insomnes…, los títulos hablan por sí mismos. Hipnos, según el mito, hermano de Tánatos, la muerte. Sueño y muerte, siempre hermanados, como sus opuestos. Y rememoro las palabras del joven Werther: Qué efímero es el hombre, pues también allí donde su existencia tiene indudable certeza, allí donde su presencia deja la única y verdadera impronta, en el recuerdo, en el alma de sus seres queridos, también allí ha de extinguirse…; Sí, me digo, aquellos a los que la Historia ignora -o desprecia-, estamos condenados a la bajeza oscura del olvido, como bellamente sentenció Cervantes; ciertamente. Pero eso solo sucederá cuando verdaderamente hayamos muerto, cuando desaparezcan los que nos recuerdan; hasta que tal ocurra, siguen vivos aquellos a los que tuvimos la fortuna de amar.

Enero de 2024