ROMANCE DEL INDULTADO QUE NO SE ENTERÓ DE NADA

 I

Tiene Sevilla tesoros

que le envidia media España:

Tiene una torre almohade

-la que llaman la Giralda-,

engalanada de oro

cuando el ocaso la araña

con sus rayos otoñales

de amante desesperada.

Y un río de plata tiene,

cuando la luna lo baña,

lo acaricia y lo adormece,

en las noches despejadas.

Acogedores jardines

con cantarinas fontanas,

y plazuelas con naranjos

que lloran perlas -no lágrimas-

perfumadas de azahar,

por penas de amor lejanas.

Estas y más cosas tiene…

Que tiene, también, un sátrapa.

 

II

 

Reinaba en Andalucía

—sin haber hecho elección—

Pepe Segundo, el Sencillo,

(llamadme Pepe -pidió-

que soy persona sencilla)

puesto por su antecesor,

el hombre de más cabeza

que en el reino gobernó,

(que si a Fraga le cabía

en la testa la Nación,

dicen que a Manolo Chaves

le cabían el Catón,

la enciclopedia Británica,

y quedaba sitio y

para dos kilos de papas;

tal era su condición).

Como todo en esta vida

tiene su terminación,

Escuredo siguió a Plácido,

a Escuredo lo quitó

Pepe Primero, Pepote,

a Pepote el Cabezón,

y a éste Pepe Segundo

(aunque, para hacer honor

a la verdad, sea dicho

que el Sencillo no expulsó

a Manolo de San Telmo;

más bien fue una abdicación

—forzada por Zapatero—

que Manolo aprovechó

para dejar bien atada

su inmadura sucesión;

pero eso es otra historia,

volvamos a la cuestión.)

 

III

 

Era el año dosmilnueve,

recién puesto en el sillón,

Pepe Segundo, el Sencillo,

formó su gobernación

siguiendo una vieja táctica

que siguió su antecesor:

El síndrome Blancanieves;

de enanos se rodeó.

Los augures anunciaban

días de gran aflicción

al régimen socialista.

El desánimo cundió

entre la sociata grey.

“¿De qué voy a vivir yo?

-se preguntaban algunos-

si no sé hacer ni la O

aunque sea con un canuto.”

Y a Pepe se le ocurrió

-¡malaya tal ocurrencia!-

la Ley de Reordenación,

llamada del Enchufismo

pues tal era su misión:

que si se perdía la Junta

en la próxima elección,

quedara bien colocada

la famélica legión

de militantes, cuñados,

primos, parientes…; y tós

-por la gracia del Partido-

adquirieran condición

de Públicos Empleados.

Eso fue lo que mandó.

Así se cumplió y se hizo

y los jueces, muy sumisos,

diéronle su bendición.

 

IV

 

Era el año dosmildoce

(la clientela colocada

en confortables agencias

-que para eso se crearan,

con sus surtidos pesebres

provistos de agua y cebada-)

y gana el PP en las urnas,

cual la Sibila augurara.

Cincuenta escaños obtuvo,

ganó, pero fue pa nada.

Porque el Sencillo y Valderas

cincuenta nueve sumaban

uniendo los dos sus fuerzas.

El régimen se salvaba;

que el hado tiene estas cosas,

siempre ayuda a los canallas

(¡Audaces Fortuna iuvat!,

¡audaces!, dirá usted sátrapas)

 

V

 

Poco duró la alegría

a nuestro sencillo Pepe.

Después de salvar el culo

-la historia, en verdad, conmueve-,

tal como si fuera Hamlet,

su padre se le aparece

(digo padre figurado:

Manolo, el que le precede);

no lo reconoce al punto

y su nombre le encarece

y entre la bruma del sueño

le pregunta: ¿Tú quién eres?

y el eco, siempre indiscreto,

le contesta: ERES, ERES…

¿A qué has venido? responde,

dime de una vez qué quieres.

Y el eco –que es un cachondo-:

ERES…ERES…ERES…ERES…

“Toma las de Villadiego

-le dice Chaves- si puedes,

que hay una juez en Sevilla

que al trullo meternos quiere

(y el eco, en la lejanía,

guasón repite: ERE…ERE…)

Dicen que ha fichado un perro

que hasta los billetes huele.

Es un pastor alemán,

Ajax el nombre que tiene,

en honor de Ajax el Grande

(que no por el detergente),

el gran amigo de Aquiles

que cargó su cuerpo inerte

cuando Paris con un dardo

en el talón le dio muerte.

Pero, en fin, no divaguemos,

digo que el perro ya viene

pisándonos los talones

y ya ni dios lo detiene.”

El miedo le entra en el cuerpo,

el ojo lágrimas vierte

de tonalidad marrón

-ustedes ya me comprenden,

que me refiero a ese ojo

que sólo mira al retrete-.

Sal huyendo pa Madrid

y en el senado te escuendes,

porque allí la juez Alaya

ni el perro son competentes.”

Eso dijo el padre Chaves

y se esfumó de repente.

Y Pepe puso a la niña

del reino de taifa al frente.

A Ródope de Triana,

era el año dosmiltrece.

 

VI

 

Meterse en la madriguera,

como si fueran conejos,

de poco, al fin, les sirvió.

Que en el Tribunal Supremo

no les tocó un juez amigo

sino el juez Jorge Barreiro,

el que a Baltasar Garzón

supo quitarnos de en medio.

Pero como a los canallas

siempre les busca remedios

la Fortuna, murió el perro;

y a la jueza la mandaron

a la Audiencia por destierro.

Y así, los dos pa Sevilla

se vinieron de regreso.

Ya se imaginan ustedes

en qué terminará esto:

los pringaos a la cárcel,

cuatro golfos, en efecto.

Y mil millones perdidos,

no de pesetas, ¡de Euros!

 

MORALEJA

Qué importa el nombre del sátrapa,

lo que quisimos tenemos.


Septiembre de 2022