LA SOLEDAD DEL PATIO

 

E tés corazóns que sufren
longas ausencias mortás…

 


 

No recuerdo con certeza quién me ha enviado la foto. La contemplo absorto y extasiado y siento como me abduce hacia su interior: Atravieso el tenebroso y fresco zaguán de rugosas lozas de oscuro mármol rojo, basto y sin pulir, picado de viruela como el rostro de la luna sangrienta. Mármol plebeyo al cabo, que pudo ser en otro tiempo columna de la Mezquita de Córdoba, pero que el hado que rige la suerte de las cosas rebajó a humilde pavimento de una humilde morada egabrense. Subo el ancho escalón, más descansillo que peldaño, que salva el desnivel con el patio, y que con sus lozas ajedrezadas en blanco y negro amonesta a quien lo pisa con su particular memento mori: recuerda que no eres más que una figurilla atrapada en este tablero de negras noches y de blancos días que es la vida.

Cruzo el umbral, flanqueado por dos puertas gemelas de madera y cristal, uniformes e inmóviles, como dos centinelas ante su garita; me ciega la explosión de luz y de colores y de sombras que en armónica mixtura se despliega ante mis ojos y siento entonces que traspasara una puerta astral que da acceso a otra dimensión y a otro tiempo.

La boquilla de la fuente de piedra, emerge sin soberbia entre el rebaño floral de las macetas, como si estuviese, cual ellas, plantada y florecida, y su chorro cantarín y charlatán me reprende nostálgico: ¿Dónde estabas? ¿Por qué no vienes ya a sentarte en la concha, como hacían tus hermanas y tus primas? Aquí ya no viene nadie. La soledad nos consume. Ni siquiera viene ya por navidad el pavo sin cabeza a manchar de sangre las paredes blancas. Nadie de noche ya a ver la tele con las salamanquesas, como en el Jardín Cinema; y a discutir con el locutor del telediario y con Franco. Solo silencio ahora. El fresco de la noche triste porque ya no puede acariciar las mecedoras verdes, y el ciclópeo limonero quejándose al tejado y a los gatos del vecino: ¿Quién cogerá ahora mis limones más altos? Y las flores de las macetas llorando pétalos de sangre y lamentándose: Toda esta belleza se marchitará, Nati, si no nos riegan con sonrisas y romanzas de doña Francisquita, ahora sólo nos echan agua.

Oigo afligido el lamento de las cosas que fueron familiares y pienso en lo dolorosa y grave que es la ausencia, tanta ausencia acumulada, que acaba convirtiendo en oscura sombra lo que fue luz y belleza. Tanta ausencia…

 

Confuso mayo de 2021

FILÍPICA CONTRA LOS JUANMAS

 Leo en los medios que la Junta de Andalucía del cambio ha dejado sin empleo al médico Jesús Candel, alias Spiriman. Los gerifaltes junteros niegan que se trate de un despido, sino que –afirman cínicamente- el nuevo cáncer que  aqueja a Candel –tras haber superado recientemente otro- le incapacita funcionalmente para ejercer como médico de familia y de urgencias. Acabáramos. Por supuesto, el cáncer incapacita; más si es grave y recurrente. Lo que sucede es que cuando un empleado público –como cualquier otro trabajador- se ve incapacitado para el desempeño de su labor lo que la ley determina no es, precisamente, su despido. De modo que esto huele a represalia; que digo, apesta a represalia y venganza.

De todos es sabido que Spiriman  es un conocido activista en el área sanitaria. Con su asociación Justicia por la sanidad comenzó plantando cara al régimen socialista andaluz y no se ha plegado después ni a los halagos ni a las prebendas ni a los cargos, y mucho menos a las amenazas, con que los nuevos déspotas lo tentaron y amonestaron para silenciarlo. Desplantes que jamás tolera la soberbia de los poderosos. La historia está plagada de abyectos ejemplos.

Cuenta Plutarco que Marco Antonio, en cuanto tuvo poder para ello, mandó asesinar a Cicerón, tras haberlo incluido en la lista negra de proscritos. Detalla Plutarco que cortaron al cadáver la cabeza con la que pronunció las Filípicas y las manos con las que las escribió y que fueron expuestas en la tribuna de oradores, cruel manifestación de la soberbia de su poderoso enemigo.

Salvando las distancias, esta cruel y despiadada venganza que se perpetra contra Jesús Candel, iguala a aquel despótico triunvirato romano con este más moderno y suigéneris andaluz; y a sus protagonistas: el brutal y sanguinario Marco Antonio con el cobarde y desalmado Moreno Bonilla; y a sus cómplices de gobierno, de aquellos y estos tiempos,  consentidores insensibles y silentes.

Verdaderamente, la degradación moral de este gobierno de los Juanmas alcanza cotas que jamás imaginamos, aun sospechando de antemano que las promesas regeneradoras con que embaucaron al lectorado eran sólo embeleco y cuento.

Juanmamó, como Marco Antonio, ha traicionado el discurso regenerador con que llegó al poder y, como él también, una vez instalado en el trono no ha tardado en manifestar su naturaleza soberbia y despótica. Este es sólo otro ejemplo más.

La historia es terca y se repite porque no escarmentamos. Quevedo nos advertía: Calaveras son que nos amonestan los asirios, los griegos y los romanos: más nos convienen los cadáveres de sus monarquías por escarmiento que por imitación…”, pero no aprendemos.

De déspota en déspota, parece que estemos condenados irremediablemente al yugo. Lo cual hace a mis ojos más estimable al personaje. Porque se puede estar o no de acuerdo con sus planteamientos, pero lo que yo desde luego considero digno de admiración, reconocimiento y respeto, en un país de mansos bueyes con querencia al yugo, como es este nuestro, es la virtud de la rebeldía, en toda causa que se reivindique y defienda civilizadamente y sin violencia; como es, justamente, el caso de Spiriman. ¡Ánimo, Jesús!


Confuso mayo de 2021