¡CUIDADO CON Cs!

Creo que no es la primera vez que alerto sobre la escasa fiabilidad que me merece este partido. Se supone que desde el año 2017, en que su Asamblea (supremo órgano del partido) redefinió su ideario, abandonando la socialdemocracia en favor del liberalismo, Ciudadanos es un partido de centro de ideología liberal. Sin embargo, los hechos demuestran que no es así, y que sigue abrazado a la socialdemocracia y a los dogmas de la izquierda patria (multiculturalismo, ideología de género, memoria histórica, colectivismo social, etc.).
Ciudadanos se asienta sobre un fraude intelectual: Considerar que ser partido de centro consiste en gobernar unas veces con la izquierda y otras con la derecha, según las circunstancias y las conveniencias partidistas. Eso se llama, más bien, partido bisagra; que nada tiene que ver con partido de centro. Como ha demostrado el PNV (partido de ideología derechista), gobernando pendularmente con tirios y troyanos.
Simplificando, el liberalismo se caracteriza por ser una ideología en la que el individuo se impone al Estado. Donde el estado se subordina al interés del individuo; más sociedad y menos Estado. Donde la intromisión del Estado en las vidas de los individuos se limita al mínimo imprescindible para garantizar la seguridad personal y la propiedad. Donde la libertad individual –y la propiedad privada, como garantía de la misma- prevalecen sobre todas las formas de colectivismo. Estos principios suelen plasmarse en la práctica en políticas de protección de la propiedad privada y reducción de la presión fiscal, del gasto público y del déficit público, en lo económico; y de protección de la libertad individual frente a la hiperbólica regulación estatal y el colectivismo de la izquierda, en lo político. Naturalmente, en el siglo en que vivimos, ninguno de tales principios se opone per se a la existencia de políticas sociales en favor de la ciudadanía en general y de los verdaderamente necesitados, en particular.
Ciudadanos, sin embargo, no puede decirse liberal, cuando –desdeñando los principios del liberalismo- se alía con la izquierda y desarrolla políticas que, en lo económico, suelen llevar aparejado un incremento de la asfixiante y confiscatoria presión fiscal y del déficit público y, en lo político, una degradación del individuo en favor del colectivismo (lo importante es el colectivo, Carmen Calvo dixit) y de las libertades individuales, hasta el extremo de intentar regular los sentimientos individuales y que se persiga penalmente manifestar que ser madre es, sobre todo, abnegación, y socialmente a quien se atreva a cuestionar cualquiera de sus dogmas.
Es decir, Ciudadanos degrada lo que podríamos llamar el ‘centro ideológico’ –liberalismo social- para hacerlo pasar por su pragmatismo bisagrista, consistente en gobernar con unos y con otros, al margen de principios ideológicos. Eso, desde luego, no es ser de centro.
Fruto de esa esquizofrénica indefinición, nos encontramos ahora con el cordón sanitario levantado en torno a Vox. Una reacción puramente totalitaria y sectaria, que los sitúa a la altura de Podemos con su alerta antifascista, del rompepatrias partido socialista  del felón Zapatero (y su discípulo Sánchez) y de los proetarras e independentistas catalanes con su Pacto del Tinell. Un veto inmoral y cínico. Ciudadanos sabe perfectamente que Vox es un partido constitucionalista; si aparenta creer lo contrario, para no contrariar la opinión establecida por las cadenas de televisión y sus tertulianos –al servicio de la izquierda-, es –como sucedió al PP de Rajoy en tantas cosas- por molicie y galbana al no desacreditar, ni siquiera intentarlo, las mentiras socialmente admitidas –ardua tarea, en verdad-, y por un vergonzante complejo respecto a sus propias ideas.
Vox lleva razón en la postura que ha adoptado al respecto. Si Cs pretende formar parte de un gobierno –local o regional- que no es posible más que con el apoyo de Vox, ha de sentarse a hablar y a negociar y a pedir el voto y el apoyo de aquellos a los que necesita. Lo contrario –como sucedió en Andalucía- es puro cinismo. Coger los votos y despreciar al que te los otorga. Cosa diferente sería que Cs, aunque apoyase con sus votos esos gobiernos (del PP), no formase parte de ellos. En tal caso, nada obligaría a Cs a sentarse con Vox; de la misma manera que, por ejemplo, el Partido Regionalista de Cantabria no tendría por qué sentarse a hablar con Coalición Canaria, en el caso de que ambos apoyaran un gobierno del Psoe en el que no participarían.
Por otra parte, a uno, a quien los años, a veces, hacen desconfiado y receloso, no deja de asaltarle la duda: ¿A quién beneficiaría que el veto –y el ultraje- de Ciudadanos a Vox determinara que éstos les negaran su apoyo? De esta manera, Rivera apoyaría a Sánchez sin traicionar sus palabras; y hasta, como los fariseos, podría rasgarse las vestiduras.
A mí me parece cada vez más evidente que Ciudadanos es la marca blanca del Psoe. No podemos olvidar de donde procede casi toda su dirigencia. La fuerza de la sangre. Al fin y al cabo, nuestro sabio refranero ya lo dijo:
“Es inútil luchar contra el destino,
el que nace lechón muere cochino.”
Junio, 2019