JUSTICIA POÉTICA

Entre las primeras lecturas de mi infancia de las que aún guardo un grato y vivo recuerdo están las fábulas de Samaniego, en edición bellamente ilustrada -que hube de prestar a casi todos mis amigos para hacer calcos y trabajos de marquetería-, “El piloto misterioso” de Zane Grey, y un libro de poemas de Rubén Darío.
De las fábulas aún recuerdo algunas en su integridad y unos pocos versos de las moralejas de otras; del libro de Zane Grey, sólo la valentía y la audacia de la policía montada del Canadá -a la que de inmediato aspiré a pertenecer- y la nieve. Mucha nieve. Y de los poemas infantiles de Rubén Darío, pues, aparte del celebérrimo A Margarita Debayle, el que reproduciré a continuación.
Este poema tiene su historia y su polémica. Se trata de la paráfrasis de una fábula de Antoine Houdard de la Motte (París, 1672-1731) titulada Le fromage (el queso); eso ya no se discute. Aunque en un primer momento se pensó que era original de Rubén Darío, después se supo que la obra original era de De la Motte. Pero no quedó ahí la cosa, hace unos cuantos años un investigador salvadoreño dijo haber descubierto en los sótanos de la Biblioteca Nacional de El Salvador el poema “Un pleito”, ¡sólo que escrito por el poeta aragonés Rafael Torromé (1861-1924)!. En fin, que el asunto está envuelto en la polémica; aunque para mí -por fuertes razones sentimentales-, sea quien sea el autor verdadero, el poema será de Rubén. En todo caso, como dijo uno a propósito de la polémica: “¡Imagínense! ¡Tanto pleito! ¡Y todo por un queso!”
Bueno, a lo nuestro, la divertida fábula anticipó lo que sería la justicia española de los tiempos que nos ha tocado vivir y padecer, que disfruten:
Un Pleito
Diz que dos gatos de Angora
en un mesón se metieron
del cual sustraer pudieron
un rico queso de bola.

Como equitativamente
no lo pudieron partir,
acordaron recurrir
a un mono muy competente;
mono de mucha conciencia
y que gran fama tenía,
porque el animal sabía
toda la Jurisprudencia.

—Aquí tenéis -dijo el gato
cuando ante el mono se vió-
lo que este compadre y yo
hemos robado hace rato;
y pues de los dos ladrones
es el robo, parte el queso
en mitades de igual peso
e idénticas proporciones.

Aquel mono inteligente
observa el queso de bola,
mientras menea la cola
muy filosóficamente.

—Recurrís a mi experiencia
y el favor debo pagaros,
amigos, con demostraros
que soy mono de conciencia;
voy a dividir el queso,
y, por hacerlo mejor,
rectificaré el error,
si hubiere, con este peso.

Por no suscitar agravios,
saca el mono una balanza
mientras con dulce esperanza
se lame un gato los labios.

—Haz, buen mono, lo que quieras
-dice el otro con acento
muy grave, tomando asiento
sobre sus patas traseras-.

II

Valiéndose de un cuchillo,
la bola el mono partió,
y en seguida colocó
un trozo en cada platillo;
pero no estuvo acertado
al hacer las particiones,
y tras dos oscilaciones
se inclinó el peso hacia un lado.

Para conseguir mejor
la proporción que buscaba
en los trozos que pesaba,
le dio un mordisco al mayor;
pero como fue el bocado
mayor que la diferencia
que había, en la otra experiencia
se vio el mismo resultado,
y así, queriendo encontrar
la equidad que apetecía,
los dos trozos se comía
sin poderlos nivelar.

No se pudo contener
el gato, y prorrumpió así:
—Yo no traje el queso aquí
para vértelo comer.

Dice el otro con furor,
mientras la cola menea:
—Dame una parte, ya sea
la mayor o la menor;
que estoy furioso, y arguyo,
según lo que va pasando
que, por lo nuestro mirando,
estás haciendo lo tuyo.

III

El juez habla de este modo
a los pobres litigantes:
—Hijos, la Justicia es antes
que nosotros y que todo.

Y otra vez vuelve a pesar
y otra vez vuelve a morder;
los gatos a padecer
y la balanza a oscilar.

Y el mono, muy satisfecho
de su honrada profesión,
muestra su disposición
para ejercer el Derecho.

Y cuando del queso aquél
quedan tan pocos pedazos
que apenas mueven los brazos
de la balanza en el fiel,
el mono se guarda el queso
y a los gatos les responde:
—Esto, a mí me corresponde
por los gastos del proceso.
Octubre, 2016