Alejado
del solar patrio apenas unos días -para ver con qué color se tiñen las
desdichas en el lejano y profundo desamparo-, me figuro aterrizar, cuando
regreso, en medio del desierto de Tabernas en lugar de Barajas; encuentro el
país convertido en chungo plató de spot propagandísticos del Gobierno. El
saloom, la barbería, la cárcel, la oficina de telégrafos…, todo pura fachada tras
la cual sólo se encuentran los cuatro palos que la sostienen y esa sustancia
propia del desierto que, como dijo el gran maestro Borges, está hecha para
medir el tiempo de los muertos. Que eso somos políticamente.
Pedro
el Grande intenta engañarnos del mismo modo en que Potemkin engañó a Catalina
la Grande, con fastuosas fachadas detrás de las cuales no había nada; una gran mentira,
como corresponde a un Gobierno presidido por un Gran Mentiroso.
“400 euros dan para mucho” reza uno de sus
eslóganes; y tanto, me digo, darán para satisfacer a algunos jóvenes tantos
caprichos superfluos como privaciones de lo necesario provocarán en algunos ancianos,
en tan injusta como exacta proporción matemática. La desvergüenza de este
Gobierno no conoce límites. Los destinatarios de tan generosa derrama son
exclusivamente jóvenes que accederán a su mayoría de edad en un año preñado de
elecciones. Tiernos electores, pues; moldeables e impresionables, susceptible
materia electoral.
Parece
que Plutarco tenía toda la razón cuando afirmó que el primero que arruinó la
soberanía del pueblo fue el primero que le obsequió con banquetes y
reparticiones de dinero. Estamos, pues, ante un Gobierno que ha demostrado que
no sólo es corruptor de instituciones sino que también es capaz de corromper personas
y hasta el propio sistema democrático. Y lo peor no es sólo eso, a tal infamia
corruptora hay que añadir el cinismo y la desvergüenza con que lo perpetra;
esto es, disfrazando de virtud las canalladas, intentando colar por solidaridad
su populismo, por transparencia su escamoteo y ocultación, por austeridad su
lujos y despilfarros, su sectarismo por pluralidad, por democracia su
despotismo y, en suma, por verdades sus mentiras.
Y
por si todo ello no fuese suficiente, el déspota de la Moncloa da un giro de
tuerca a su desvergüenza y egolatría y osa promover con recursos públicos, desde
los órganos gubernamentales, la producción de una serie documental sobre su
propia persona. Este Narciso enamorado de sí mismo se parece mucho al personaje
de una novela de Tolstói, al que describía con rigor aritmético diciendo que sus
capacidades, su valía real, constituían el numerador y la opinión que tenía de
sí mismo el denominador, y hacía ya mucho tiempo que esta inconmensurable cifra
había sobrepasado a la primera. Lo cierto es que este Pedro Narciso –dando
nuevas muestras de desprecio a la ciudadanía- termina emulando a Franco. La
docuserie debería titularse, pues, Sánchez,
ese hombre. O, siguiendo con Plutarco, Sánchez-Franco,
vidas paralelas. Pues viene siendo cosa frecuente en muchos de estos
antifranquistas, surgidos como setas en la seguridad del postfranquismo,
incurrir en comportamientos que vituperan por considerarlos propios del
franquismo. Como dijo Pablo Iglesias, el Coletas no el tipógrafo, cabalgar contradicciones.
Creo
no equivocarme si afirmo que ningún gobernante español ni antes ni después de
Franco se ha atrevido a tanto. Los delirios de grandeza de este sátrapa que nos
gobierna -y arruina- vienen siendo ya preocupantes. ¡Qué espantoso ridículo nos
espera ante el mundo!
Octubre de 2022