Leí
ayer, no recuerdo en que medio, que Pérez Reverte reconocía haberse equivocado
respecto a Pedro Sánchez; dijo que era Valiente, pero ahora se daba cuenta de
que no era valiente sino ambicioso e
irresponsable. Complace mi vanidad que un escritor de tanto talento venga a
coincidir exactamente con la opinión que expuse hace
siete meses; dije de Lázaro Estornudo
que su única virtud consistía en su ambición desmedida y que su actitud era la
de un irresponsable, un charlatán irresponsable.
Hablaba
entonces del tiempo redentor, hoy del tiempo justiciero. Ese del que la
sabiduría popular afirma que pone a todo el mundo en su sitio. Y, aunque no es
del todo exacto, pues el sitio idóneo del fraudulento doctor que nos gobierna
debería ser la celda de una prisión, lo que sí es cierto es que el tiempo sirve
para ir conociendo el talante del personaje y qué hipotecas son las que ha
firmado para llegar al poder.
Por
otra parte, creo que en el fondo no causa demasiado asombro conocer lo que
vamos conociendo de este ambicioso felón y observar de qué es capaz con tal de
mantenerse en el poder. Viene esto a cuento, particularmente, por la reciente
ocurrencia (por llamar de alguna manera a lo que en realidad es la aceptación
de una de las exigencias que Torra ha presentado al Gobierno de Sánchez; y que
según Calvo no existen) de nombrar un relator
en el ámbito de esas infames negociaciones que ambos vienen manteniendo.
Sin
embargo, frente al farisaico rasgar de vestiduras que ciertos gerifaltes
socialistas –Fernández Vara, Lambán, García Page, Guerra, Soraya Rodríguez, et
al.- vienen practicando en los medios, yo quiero llamar la atención sobre un
hecho: los episodios que vivimos no son sino los frutos del acuerdo del
Congreso del PSOE de junio de 2017 -y de la voluntad de su secretario general,
Snchz el Felón-, que definieron España como una nación de naciones.
Por
tanto, todo lo que ha sucedido después está en rigurosa coherencia con tal
declaración. No echemos, pues, la culpa de la felonía sólo al Gobierno.
El
culpable es el PSOE –en su conjunto, incluidos los fariseos que ahora se
escandalizan- y todos aquellos que lo votan o pretenden votarlo, sin que les
importe que en ello irá la voladura de la
Constitución Española, que proclama que La
Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española,
patria común e indivisible de todos los españoles…; y, lo que es peor, la destrucción
de España y la Nación española. Como suele decirse, de aquellos polvos vienen
estos lodos.
Centremos,
pues, nuestra atención en la raíz del problema, y no hagamos como el bobo del
proverbio: mirar el dedo que señala a la luna. No es Pedro Sánchez, ni siquiera
su peculiar doña Rogelia, es el PSOE, estúpido.
Febrero, 2019