DESVERGÜENZA

Probablemente, el lector -si es que queda alguno ahí detrás de la pantalla- me advertirá a las primeras de cambio que titular así un artículo sobre políticos patrios constituye, obviamente, una tautología o redundancia. La vergüenza es una tara que incapacita a un sujeto para dedicarse a la política en España. Ya me lo decía uno de los muy escasos políticos decentes que han militado en el partido socialista. Integérrimo hasta la médula, amén de competente y buenísima persona. Hasta el extremo de que, por tales motivos, no lo querían en su propio partido: constituía un mal ejemplo. Pues bien, decía: “Yo no sirvo para esto, para esto hay que ser muy sinvergüenza”. La vergüenza requiere la existencia de conciencia en el sujeto, y, naturalmente, exigir eso a un político es un imposible, es pedir la luna. Ya lo apuntaba Juan José Saer -uno de esos grandes escritores a los que la pusilanimidad sueca privó del Nobel, como a su compatriota Borges- en un diálogo entre los personajes, un político y un ciudadano común, de una de sus novelas: -“...los hombres de gobierno pensamos de otra manera.” -”Lo que ocurre es que ustedes no tienen más que media conciencia.”

Viene a cuento este exordio porque una amiga me ha hecho llegar por guasap el enlace de una noticia publicada por El Mundo en la que se da cuenta de la intención del actual presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, de hacer consejeros del Consejo Consultivo de Andalucía a todos los expresidentes de la Junta, esto es, a Escuredo, a Pepote, a Chaves, a Griñán y a Susana. Con un sueldo de más de 70.000 euros, hasta que cumplan los 75 años. Pero, ¡ojo!, ese límite de edad no será aplicable a los citados que, a excepción de Susana, superan ya los 75 años de edad. Y, todo eso, además, sin mencionar los privilegios, incluida una sustanciosa pensión vitalicia, que, por el mismo hecho de haber sido expresidentes, ya se autootorgaron y disfrutan desde hace tiempo. Tal vez ahora se entienda mejor lo de la desvergüenza.

Justifica el PP esa medida en que la función de ‘supremo órgano de asesoramiento’ de todos los organismos y entidades sujetas al derecho público en Andalucía se vería enriquecida con la experiencia de los expresidentes. Evidentemente, ¿quién más capacitado para asesorar que aquél que se dedicó a eso tras dejar el cargo? “Me han dicho que ha puesto en Madrid un despacho de mucho postín. ¡Colócanos, colócanos…!”, le cantaba Carlos Cano. O Susanita, que tardó 10 años en cursar la carrera de Derecho; su asesoramiento habrá que multiplicarlo por diez, sin duda. O Pepote, que, no obstante ser el más competente y presentable de todos ellos, sabemos bien cómo entró -en tiempo récord- en la Uni de Sevilla. Y qué decir de los dos que quedan. Dos delincuentes, convictos por delitos de corrupción, ejerciendo el supremo asesoramiento… ¿sobre qué?; siendo eso así, don Vito, si estuviese vivo y fuese español, estaría, pues, en el Consejo de Estado. Conociéndolos, hay que contener la risa… y la náusea. Nos toman por tontos, nos desprecian con descaro.

A este Juanmamó, yo le llamo también El risitas, ya pueden figurarse por qué, habría que decirle lo mismo que le dijeron a Menio, el personaje de una de las sátiras de Horacio: “Eh tú ¿es que no te conoces, o pretendes hablarnos como si no te conociéramos?

Porque, a ver, si consultamos la biografía oficial que ofrece la propia Junta de Andalucía podemos constatar que, dejando a un lado el escabroso asunto de su formación académica, más dudosa incluso que el doctorado de Perro Sánchez, este sujeto no ha trabajado ni un solo día fuera del partido; ¡qué digo un día; ni un cuarto de hora! Lo confiesa él, no lo digo yo. Y siendo eso así, cualquiera que piense, por poco que sea, se habrá preguntado ¿De qué va a vivir este tío, que no sabe hacer la O con un canuto, el día que deje los carguitos? Pues eso: de consejero del Consejo Consultivo, a razón de más de 70.000 euros al año.

De manera que, con tales datos, la medida parece dictada pro domo sua, o sea, en beneficio propio. Eso sí, revestida la infamia con un velo de virtud, como acostumbran. Y es que ganarse la vida se ha convertido en un asunto complicado, sobre todo para los que no saben hacer nada, se comprende.

Y para que los socialistas no le monten el pollo en sus medios, se les tapa la boca con una oferta que no podrán rechazar (hay que ver lo que esta casta aprende de la mafia): ¡un cinco por uno!, y, como diría el Fumi de Morata “no te digo que me lo mejores, iguálamelo.”; y ya sabemos por la experiencia que, tratándose de trincar, es raro que un socialista haga ascos o muestre escrúpulos.

Y luego, además, se molestan y se sienten ofendiditos porque les decimos que son todos iguales. ¡Vamos anda!

Yo no digo que no lo hagan, ¿a estas alturas qué puede esperarse de esta cleptocracia incorregible?; a lo que aspiro ya, en la vejez que pretendo apacible, es a que no me tomen, al mismo tiempo que me roban, por imbécil. Yo, como el poeta, lo único que digo es que estoy harto de cuentos. No me contéis más cuentos, ya he vivido mucho y me sé todos los cuentos.

Contumaz enero de 2024