¡AY, DE LOS VENCEDORES!

El lector fiel sabe sobradamente que no profeso la religión del optimismo. Aunque, como dijo un filósofo, optimismo y pesimismo son la misma cosa: el pesimista no es sino un optimista con experiencia e información. Viene esto a cuento como advertencia a los optimistas sobre los recientes acontecimientos en la política andaluza. Hay muchos ingenuos que creen que aquí se va a producir un cambio tan radical como la liquidación de un régimen. Creen que los Juanma van a desviar el curso del Guadalquivir para limpiar las zahúrdas de San Telmo, del mismo modo que hizo Hércules con los establos de Augías. Y tal como están las cosas, pensar eso no deja de ser una ingenuidad. Para desmantelar un régimen tan sólido y enraizado como éste –metastásico- hace falta, para empezar, un gobierno fuerte apoyado en una sobrada mayoría parlamentaria. Sin embargo, no es eso lo que tenemos ahora mismo delante. Los escrupulosos remilgos de Cs respecto a Vox dibujan un escenario muy diferente: un gobierno débil, apoyado por 47 diputados, muy por debajo de los que suman los diputados de la izquierda. No dudo de la voluntad de cambio de los vencedores, pero como se relata en La venganza de don Mendo: “…para asaltar torreones, cuatro Quiñones son pocos. Hacen falta más quiñones…” Pues eso, para acabar con un  régimen de esta calaña hacen falta más Quiñones, más sensatez, más altura de miras y sobran prejuicios y partidismo. Pero, bien pensado, ¿qué puede esperarse de bueno en la política patria? Sería algo extraño y extraordinario. De modo que después de este espejismo –que no otra cosa es la que estamos viviendo sino espejismo- volverá el oscuro régimen, como vuelven las oscuras golondrinas. Volverá con más fuerza y ganas de revancha. Al tiempo si no; y disimule el lector la advertencia y perdónela, pues soy consciente de la amonestación de Quevedo:
El que piadoso desengaña amigos
tiene mayor peligro en su consejo
que en su venganza el que agravió enemigos.
Pero, hasta que tal cosa suceda, nada impide disfrutar del momento. Ya vendrá el llanto y el crujir de dientes. ¡Carpe diem!, pues. Yo, por mi parte, con malicioso regocijo, me deleito con la imagen de la diosa caída del pedestal, la demacrada Ródope de Triana, el día del descalabro o el del arranque de la legislatura. Ródope ajada y rencorosa, trocada la fascinación que otrora provocaba en un sentimiento de piadosa conmiseración, no exento, sin embargo, de malicia y recochineo, que trae a la memoria los versos de Rubén Darío:
La princesa está triste…
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color…

O estos otros, más profundos y bellos, del bardo de Stratford:
Y será su carencia mayor que fue su encanto…
Corta el hielo la savia, se marchitan las hojas,
nieva sobre lo bello y todo queda al raso…

Recuerdo una fría noche de invierno. Protestábamos unos pocos contra la reciente aprobación del infame decretazo del enchufismo ante las puertas del edificio donde el régimen, con toda pompa y circunstancia, festejaba la entrega de uno de esos numerosos premios ideados para brindar a Canal Sur y medios afines una inexcusable oportunidad de cantar sus alabanzas y, de paso, pagar favores y otorgar honores a sus más destacados paniaguados. Éramos, como he dicho, cuatro gatos. Pese a ello, los esbirros policiales del régimen, con sus emblemas de la bandera andaluza en lo alto de las mangas de las camisas, nos tenían confinados en la acera opuesta a la de la puerta de entrada al edificio. Acabábamos de dejar atrás las fiestas navideñas y sus excesos. De repente cruzó la calle un perro, de raza indefinida y mediano tamaño, poco más grande que un bodeguero, que, a duras penas, arrastraba un descarnado hueso de jamón más grande que él mismo. La imagen se me antojó la alegoría de este régimen carroñero y rapiñador. Ahora, en estos días grises e imprecisos, la alegoría me parece más cabal si cabe, cuando se está juzgando a dos de sus expresidentes y a medio consejo de gobierno por el expolio de los Ere.
Parafraseando la famosa sentencia vae victis, yo digo: ¡Vae victoribus!, ¡Ay de los vencedores!  Cuando lleguen al palacio de San Telmo no encontrarán ni los huesos.
Diciembre, 2018