LA CALVO

 

A nadie se le escapa ya, a estas alturas del sexenio dictatorial de Sánchez, que el plan para consolidar en España, o como quiera que llegue a llamarse este país, un neototalitarismo plurinacional, como lo vienen designando los enemigos de la Nación española, bajo el dominio hegemónico del Psoe, pasa necesariamente por liquidar la separación de poderes y someter a éstos y a todas las instituciones del Estado a la férula del partido, es decir, al dominio del déspota; porque, aunque los partidos españoles siempre han estado controlados por una oligarquía, siguiendo la inexorablemente Ley de Hierro que formulara Michels, el Psoe de ahora, sin embargo, está absolutamente sometido a la voluntad, o al capricho, de uno solo.

Así, vamos asistiendo -sin que el rebaño se rebele- al calamitoso espectáculo de cómo el dictador va paso a paso, pero infatigablemente, sometiendo los poderes del Estado y corrompiendo y parasitando con aliados, correligionarios y amiguetes las altas instituciones de la Nación, con el único propósito de mantenerse en el poder. De esa manera, el legislativo ha pasado a ser el Congreso de Sánchez, una delegación gubernamental regentada por una lacaya que obedece los dictados del autócrata, sin molestarse siquiera en aparentar el más mínimo ostugo de decoro; y, cautivo y desarmado, el Tribunal Constitucional ha pasado también a ser el Tribunal de Sánchez, bajo el mando de un arriero togado, con la toga empercudida del lodo del camino, guiando una recua dizque de juristas de reconocido prestigio, aunque más bien lo son de acreditado descrédito. Y en ese afán de doblegar al tercer poder del Estado, la tarea de la dictadura sanchista está centrada en este momento en la persecución de los jueces que considera hostiles a sus propósitos, por incorruptibles y respetuosos de la ley, y en la toma y control del Consejo General del Poder Judicial, a la manera de lo perpetrado en el Tribunal Constitucional, y que ambas cosas sirvan de amonestación, advertencia y amenaza a quienes estuviesen pensando servir a la justicia antes que al tirano. Y, asimismo, ahí tenemos cómo los más importantes organismos y altas instituciones del Estado, sin excepción, han sido puestos bajo la dirección de amiguetes, fiadores, acreedores políticos, parientes o correligionarios, manifiestamente incompetentes para servir los intereses generales, pero perfectamente dóciles e idóneos para el servicio del dictador. Valgan algunos ejemplos: Tezanos en el CIS (Centro de Investigaciones de Sánchez); la negra de Sánchez en el CSD (Consejo Sanchista de Deportes), y ahora en una sinecura de cuento; y, así, tantos otros amiguetes en tantos otros organismos, como la Fiscalía General del Estado, la mayoría de las embajadas importantes, la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia, Paradores Nacionales, Hipódromo de la Zarzuela, Sociedad Estatal de Correos y Telégrafos, Sociedad Estatal de Participaciones Industriales, RENFE, Red Eléctrica Española, RTVE, etc., etc.; en definitiva, el sanchismo practica lo que en la teoría política se denominó spoils system, o sistema de botín, algo que hoy día no es que sea inaceptable en una democracia sino que es propio de satrapías bananeras.

Pero, como el sátrapa se perfecciona en su vileza, ahí está la última de sus ocurrencias: Carmen Calvo para presidir el Consejo de Estado, después de que el Tribunal Supremo revocara el nombramiento de su antecesora; en un claro gesto de desafío, como quedará patente a continuación, pues su inconmensurable soberbia no puede sufrir tal correctivo sin dejar claro a todo el orbe quien es en realidad el Supremo.

Tengo un amigo socarrón que, conocedor de que en tiempos pasados me unió a ella una gran amistad -tan íntima como lejana-, me espolea tercamente para que le haga un retrato, como los que le hice a Magdalena Álvarez, la inefable Maleni, o a Susana Díaz -Ródope de Triana-, o al impostor inverosímil Mariano Zapatero -Rajoy para el siglo-, o a algún otro politicastro segundón. Y como, tras su último cambio de opinión -que así se llama en la neolengua sanchista a las mentiras- sobre la amnistía a los golpistas catalanes, más que espolearme me azuza para que le muerda, como decía el propio Diógenes de sí mismo: que mordía a los malvados, me resulta ya ineludible darle satisfacción.

Lo que ha colmado el vaso de la indignación de mi amigo no ha sido, como digo, que ahora donde dijo digo, diga Diego; sino que tal mentira la haya proferido con absoluto descaro, cinismo, impudicia, desvergüenza, y falta de respeto o, mejor dicho, con altanero desprecio y oprobiosa insolencia, insultando hasta la inteligencia de los burros, con perdón de tan nobles animales.

Decía hace poco en el Congreso: “...la amnistía no es planteable porque sería suprimir literalmente uno de los tres poderes del Estado que es el judicial.” Luego, en una entrevista abundó en esa idea: “...es que la amnistía está prohibida en nuestra Constitución, absolutamente prohibida, y en todas las democracias, ninguna democracia contempla las amnistías…”.

Ahora, tras la inspiración del ángel revelador de la Moncloa, esto es lo que dice: “El indulto generalizado, que es lo que en su momento se planteó, no; era lo que opinaba en aquel momento y lo que sigo opinando. La amnistía y el indulto parcial es lo que está contemplado en nuestra democracia y en cualquier otra.

Y esta señora es la que va a presidir el Consejo de Estado. Hoy, cuando escribo esto, obtendrá el plácet del Congreso como condición previa a la formalización de su nombramiento. Pocas son las exigencias legales para ser designado; de hecho sólo dos: ser jurista de reconocido prestigio y poseer experiencia en asuntos de Estado. El Tribunal Supremo anuló el nombramiento de su antecesora por carecer de prestigio reconocido. Ahora nos encontramos ante el mismo supuesto; pues lo mismo que afirmaba el TS respecto a su depuesta antecesora, podríamos decir sin temor a equivocarnos en lo más mínimo de la Calvo: “Su curriculum vitae muestra una carrera funcionarial meritoria, pero de ella no se puede deducir la pública estima en la comunidad jurídica que implica el prestigio reconocido.”

Es más, podría decirse que su experiencia en asuntos de Estado supera a la de su antecesora, pero, al contrario que esta, su carrera profesional no es que no sea en absoltuto meritoria, sino que no trasciende la más elemental grisura y mediocridad, pues accedió a profesora titular de universidad -el rango más bajo del escalafón funcionarial docente- con al menos 35 años de edad y en él sigue. Eso sin entrar en otro tipo de consideraciones, como las relativas a su ingreso en el cuerpo (“Me ha dicho Javi -aludía a Javier Pérez Royo- que la próxima plaza que salga será para mí”; Calvo dixit.) o a su tesis doctoral. Pero yendo a lo del reconocido prestigio jurídico, decía el TS en la sentencia referida que “sin duda alguna acredita su profunda experiencia en asuntos de Estado, pero no sirve para tenerla por jurista de reconocido prestigio. Su curriculum vitae muestra una carrera funcionarial meritoria, pero de ella no se puede deducir la pública estima en la comunidad jurídica que implica el prestigio reconocido…”; y lo que yo puedo decir al respecto, tras más de cuarenta años de ejercicio profesional del derecho, es que jamás me he encontrado con cita alguna o referencia a sus publicaciones jurídicas -inexistentes- o a sus opiniones jurídicas o a sus actuaciones forenses, no digo ya de naturaleza encomiable y elogiosa, sino ni siquiera críticas o vilipendiosas.

De lo que, por el contrario, sí tenemos constancia y conocimiento y, desgraciadamente, padecimiento, es de haber sido, durante su mandato de vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de la Presidencia, la muñidora de la declaración de los dos estados de alarma anulados por contrarios a la Constitución por el Tribunal Constitucional, y del cierre del Parlamento, asimismo declarado inconstitucional. Y que todos los honores, medallas y reconocimientos que iluminan su biografía, todos, sin excepción, han sido otorgados por la casta política o por los sujetos que la orbitan, y ninguno por la comunidad científica.

Esos son los contrastados, acreditados y reconocidos méritos que aporta. Grandes méritos estos -si consideramos el concepto de mérito vigente en el socialismo y la izquierda patrios-, sin duda, que estoy seguro nadie llegará a superar y, si me apuran, ni siquiera a igualar.

Sigue, pues, con esto la obra del sanchismo: otra institución degrada, desprestigiada y hundida en el fango del sectarismo y la incompetencia, con tal de ser sometida al control del líder supremo. Y, encima, tenemos que soportar el petulante y jactancioso discurso de la candidata que afirma que asume el cargo para aportar solemnidad a las instituciones y respeto por las mismas. Como si no la conociéramos.

Con tal lo que a mí más me indigna no son estas mentiras relativas a su vida pública. Lo más deleznable, a la par que bufo y grotesco, son las fantasías -llamemos compasivamente así a sus mentiras privadas- que ha ido urdiendo durante años para alimentar una biografía acorde a sus aires de grandeza.

Comenzaron estas cuando fue elegida por Chaves -entonces, era aludido como el bueno de Manolo; luego pasó a ser el ciudadano Chaves; Calvo dixit- para consejera de Cultura. Y, con su primera entrevista a doble página en un diario sevillano, quedó establecido para el público que la interfecta procedía de una opulenta familia egabrense, cuyo servicio doméstico -tan quimérico como su obra jurídica- era obligado a vestir, como el de las casas más notables, cofia y delantal. Como es natural, eso fue causa de mucha guasa e irrisión en el pueblo, incluso entre sus adeptos y correligionarios de hoy. Y, como carece de pudor y rectitud, ha ido engordando la ensoñación cada vez que le han puesto un micrófono delante, o cuando, como ahora, nos regala en un libro un anticipo de su fabulosa, literalmente hablando, autobiografía, en la que, incorregiblemente, sigue yendo la burra al trigo y habla de su padre como un exquisito diletante, cuando lo cierto es que nada más lejos de la verdad, pues ni era diletante, ni siquiera en la acepción peyorativa del término, ni exquisito en modo alguno, sino un sencillo, honrado y modesto trabajador, parco en palabras y de trato amable y buena persona. Pero, en fin, ese es otro tema del que en esta ocasión no vamos a hablar, más que para decir que resulta penoso y lamentable constatar cómo los sueños de grandeza de esta advenediza hacen abominables y vergonzantes los modestos orígenes de su familia. Claro que tampoco es de extrañar que así sea, pues no es sino el típico fruto podrido de la izquierda, que reniega de su clase y humilde condición en cuanto tiene ocasión de ingresar en la casta infame. Desertores de su clase. En eso podría haber tomado ejemplo de su hermano José, que no ha necesitado abdicar de sus orígenes humildes, ni inventar biografías, y que, por el contrario, podría hacer ostentación de ello si quisiera, pues es muy meritorio que de humilde bedel en el internado de las escuelas de formación profesional haya sabido ganarse la consideración y el prestigio social de los que goza, y desclasarse y alzarse a la posición que hoy ocupa, valiéndose exclusivamente de su esfuerzo, trabajo y talento; obviamente, no es el caso de su hermana.

Febrero de 2024