EL BESO

 Ahora que se acerca el día de San Valentín, abogado y protector de los desdichados amadores alistados en la milicia de Cupido (pájaro implume, ciego y tiránico, al decir de mi paisano don Luis) es preceptivo para los monaguillos de esta cofradía de blogueros escribir acerca del amor, so pena de incurrir en heterodoxia, gravísima herejía en estos tiempos en los que todos hemos de pensar y actuar conforme al dogma y balar sin desafinar.

Creo, pues, que cumplo y me atengo al uso si convierto la presente pieza en panegírico del beso, manifestación aparente y presunta, incluso antonomásica, del amor. Y, ya que no hablaré de mis vivencias sobre el asunto pues a mi edad provecta resultaría ridículo, he pensado que lo mejor sería rendir un modesto homenaje a un gran besador. Y, de paso, desagraviar al homenajeado por los numerosos vilipendios vertidos sobre él en estas páginas y, si es posible, caerle en gracia, si no a él directamente, a su empoderada señora o, al menos, a sus muchos admiradores, alguno de los cuales –me consta- lectores de este blog. Y también – ¿por qué no?- porque no hay nada más gratificante para el espíritu -y puede que para lo material- que darle coba a los poderosos.

Estoy convencido de que, a estas alturas, el lector desocupado y perspicaz ya sabe de quién hablo. En efecto, me refiero a nuestro ínclito vicepresidente don Pablo Iglesias, conocido entre el vulgo por el Coletas o el Moñas.

La hemeroteca está rebosante de testimonios de este gran besador. Incluso, tomando como fuente el poderoso motor de búsqueda de Google, podríamos afirmar que el Coletas es, si no el más grande, uno de los más grandes osculadores de la historia. Así, por ejemplo, si introducimos como término de búsqueda los besos de nuestro galán, Google arroja casi un millón y medio de ocurrencias; en tanto que si los buscados son, por tomar como ejemplo bellos adonis de la gran pantalla, Robert de Niro –de quién Sharon Stone afirmaba que era el mejor besador de Hollywood-, Cary Grant, Gary Cooper o Leonardo Dicaprio, los resultados no llegan siquiera a los novecientos mil en el mejor de los casos. Y es que parece que la naturaleza dotó a Pablo para el beso: esa peculiar curvatura de la parte superior de la columna (los envidiosos la llaman chepa) le permite un acoplamiento perfecto con su pareja en la práctica del llamado beso de tornillo. A ver quién dice que no, todos hemos visto cómo besaba a Tania o a Irene. ¡Qué pose! ¡Qué gallardía! ¡Cuánto oficio!... y qué envidia.

Sin embargo, pecaría de frívolo si centrara mi atención y mi homenaje en estas banalidades de índole carnal. Tratándose de un ser tan ideologizado y doctrinario, de un comunista tan responsable y ortodoxo –y tan coherente, a su vida me remito-, lo que le enaltece a mis ojos no son, pues, esos besos lúbricos sino sus ósculos ideológicos y dogmáticos. Me refiero a los que –destacando sobre otros muchos- estampó en los hocicos de su otrora camarada del alma, Íñigo Milhouse, y en los de su molt honorable virrey catalán Xavier Doménech, sellando con los húmedos labios el compromiso federalista. 

Fuente: Google

Se evidencia, sin el menor resquicio para la duda, que es comunista hasta la médula; y que ha seguido al pie de la letra el manual marxista de Leónidas Brezhnev y Erich Honecker sobre el beso político, cuyos más remotos antecedentes se remontan a Judas. ¡Qué acoplamiento al canon! ¡Qué maestría! ¡Qué perfección! Este Pablo sí que es verdaderamente doctor, en besos. Con razón dicen de él que tiene un pico de oro.




Apolíneo vicepresidente, creo expresar el deseo popular si te pido que tu próximo beso sea en los morros del mismísimo Pedro el Bonito. ¡Qué estampa para la historia! No digo ahora, sino cuando tengáis un poco más de confianza, pongamos que dentro de 15 o 20 años, pues estoy seguro que seguiréis ahí, en todo lo alto. De momento nos conformaríamos con que, para honrar a San Valentín, lo hicieras con doña Rogelia de Cabra; mostraría una imagen cohesionada del Gobierno y, además del fuerte valor simbólico, Irene se encendería de celos. Anda, porfa…

Fragoso febrero de 2021

UN MUNDO FELIZ

 Anda eufórica la plutocracia que domina el mundo con sus gobiernos títeres. Los Gates, Soros, Brezos, etc., coinciden con el capicomunismo chino (paradojas de la dialéctica hegeliana, que Marx no alcanzó a ver) en su afán de hacernos felices. Es conmovedor oír a Xi Jinping hablar en Davos de amor a la libertad y respeto al medioambiente. Seguro que nuestro noble vicepresidente de la agenda 2030 soltó algunas lágrimas al oírlo.

Dicen ahora que no es necesario esperar al 2030 para ello; consideran que la pandemia ha acreditado la sumisión del rebaño y su predisposición al yugo, que ha disipado las reticencias y ha doblegado la rebeldía que hubiese  -perdón, quise decir preparados para la felicidad-.

La pandemia causada por la Covid-19 que, según el biólogo francés Luc Montagnier, Nobel de Medicina por sus descubrimientos sobre el virus del sida, es una fabricación humana procedente del laboratorio de Wuhan, es decir, del laboratorio del filántropo Xi Jinping -¡oh, casualidad!- y que otro filántropo, Bill Gates, vaticinó en 2017 -¡oh, casualidad!-, la pandemia, digo, les ha venido como agua de mayo para sus propósitos socialglobalistas. Lo han dicho ellos, no yo.

A qué esperar, pues, al 2030. Este es el momento, han dicho, para quebrar los valores occidentales. El momento para salvar al planeta de nosotros mismos y despojarnos de la propiedad y la libertad y hacernos  felices. Su lema “No tendrás nada y serás feliz” parece sacado de una de esas horripilantes distopías de Orwell o Huxley o Dick. Aunque ya hubiesen querido éstos encontrar un lema así de categórico para sus distópicas sociedades.

De nuevo la felicidad como leitmotiv del totalitarismo. El paraíso prometido, de nuevo. No se ha apagado aún el estruendo de los cascotes del muro en su caída, y ya tenemos aquí a los filántropos del siglo xxi prometiéndonos –imponiéndonos- un mundo feliz. La felicidad, otra vez. La nuestra. Ellos, los filántropos, no la disfrutarán. Su papel se limita a aportar talento y amor al prójimo, nunca sus negocios, cada vez más prósperos. Más prósperos mientras peor nos vaya al común. En eso se parecen estos filántropos al rico del Evangelio de San Mateo. Lo de dar sus riquezas a los pobres es otro cantar.

Nos darán un carnet de ciudadanía, como en China. Impondrán la Verdad Suprema y el Pensamiento Único. Nos dirán lo que debemos pensar y sentir y decir. Eso lo llevan ya muy adelantado, sin ir más lejos ya han criminalizado  el pensamiento y los sentimientos –y hasta la ciencia- con su estólido y oportunista delito de odio. Nada nos podrá ya parecer odioso –salvo ser de derechas-, so pena de incurrir en herejía. La libertad de expresión está ya herida de muerte; hasta el mismísimo presidente de los EE.UU ha padecido la censura del sanedrín globalista. Para salvar el planeta y hacernos felices nos dirán qué debemos comer, a dónde podemos ir y cómo. Por ahora, nos dejan comer lo que podamos e ir a ningún sitio. En los próximos años, la dieta será más estricta. Nada de carne ni cultivos transgénicos (la ingeniería genética sólo será admisible en el mundo animal –humanos incluidos-, todos sabemos que la ingeniería genética en el orden vegetal es un crimen). Viajaremos en tren. Han dicho: Las clases medias viajarán en tren litera (los pobres viajarán en bicicleta o, mejor, no viajarán, deduzco), porque el avión es muy contaminante. Lo han dicho ellos que se han ido a Suiza desde todos los confines del mundo no sólo en avión, sino en sus propios aviones particulares (por cierto, ninguna crítica he oído de nuestro vicepresidente, el coletas 2030, sobre los innumerables viajes contaminantes del presidente falconeti en su falcón).

Parece que a nadie indigna ni rebela, salvo a una honrosa minoría, ese plan de vida que ya han decretado otros para nosotros. Tenía razón Etienne de la Boétie cuando afirmaba en su Servidumbre Voluntaria que no queremos ser libres. También Nietzsche cuando sostenía que nos puede la calidez y el hedor del establo.

¡Ay la filantropía de los plutócratas! Mejor sería que nos abandonaran a nuestra suerte y nos dejaran padecer nuestras miserias y desdichas por nosotros mismos, como humanos.

Fragoso febrero de 2021