Hay
que admitir que quienes votaron al Partido Socialista en las últimas elecciones
lo hicieran bajo la ingenua creencia de que su líder carismático decía la
verdad cuando hablaba de la imposibilidad de un gobierno de coalición con los
comunistas de Unidas Podemos, que le quitaría el sueño no sólo a él sino al 95 por
ciento de los españoles. Hay que otorgarles el beneficio de la duda por haberse
creído que el diálogo con los golpistas catalanes y los recogenueces vascos tenía como barrera infranqueable el respeto a
la Constitución. También por haberse tragado la trola de que jamás sería
presidente de gobierno si para ello necesitaba el apoyo –por activa o pasiva-
de una banda de asesinos.
Estaría
bien pensar eso; exculpar a los ingenuos electores y responsabilizar
exclusivamente al propio sátrapa y a los que lo han votado en el Congreso.
Estaría bien, si no fuera porque una vez desvelado el engaño (a las pocas horas
del resultado electoral se simbolizaba con el abrazo de sus líderes el acuerdo de cogobierno PSOE/PODEMOS y se hacía público el pacto infame con los golpistas
catalanes y los recogenueces vascos
para hacer saltar por los aires el régimen constitucional), desvelado el engaño,
digo, estos ingenuos electores siguieron callados, como si en el fondo fuese
eso lo que realmente esperaban de su voto, demostrando no ser en absoluto
candorosos electores sino cómplices silentes y adocenados.
Lamento
con toda mi alma contradecir a Miguel Hernández, a quien tanto admiro.
¿Quién
habló de echar un yugo
sobre
el cuello de esta raza?
…
Nunca
medraron los bueyes
en los
páramos de España.
Hoy,
sin embargo, los españoles –esclavos de esa pulsión suicida, autodestructiva,
en lucha constante contra nosotros mismos- han ofrecido mansamente el cuello
al yugo independentista y rompepatrias, al yugo totalitario y liberticida.
España
es hoy un pueblo de bueyes; un pueblo de bueyes uncidos al yugo de un sátrapa
mentiroso y sin escrúpulos, que para satisfacer su ambición de poder sin
límites no ha tenido reparo en pisotear la Constitución que había prometido
respetar y defender.
Se
avecinan malos tiempos. La Historia nos ha mostrado ya que de un gobierno
socialcomunista, en alianza con el nacionalismo ventajista y supremacista –y
criminal-, no puede esperarse otra cosa que miseria, opresión y sufrimiento.
Este
gobierno, como todos los de su ralea, gobernará contra la mayoría social, y lo
hará, paradójicamente, apelando al pueblo –a la gente- y al interés social. El
gran felón perjuro Lázaro Estornudo ha dado
sobradas muestras para intuir que su acción de gobierno, lejos de ocuparse de
la satisfacción del interés general y de resolver los problemas reales de la
ciudadanía, de la inmensa mayoría, se centrará en la ideología -¡qué otra cosa
cabía esperar de un gran mentiroso, doctor en el engaño, doctor fraude!; pues, como afirma Revel, la ideología se fundamenta en una comunión en la mentira-.
Así
pues, veremos cómo sobre los escombros del actual régimen constitucional se
erigen los pilares de este nuevo frente popular:
1º:
El afianzamiento –mediante su plasmación jurídico positiva y el adoctrinamiento
académico- de los dogmas constituyentes de la ideología progre y la agenda
globalista: el feminismo, la ideología de género (LGTB, agénero, bigénero,
trigénero, transgénero, zoogénero, y cualquier otra aberración que se les vaya
ocurriendo), el multiculturalismo, el talibanismo ecologista, el laicismo y
-cómo no- la memoria histórica, con especial atención a la familia Franco. En
suma, avanzar en el desarrollo de la totalitaria operación de ingeniería social
–la agenda globalista- orientada a la voladura de la milenaria civilización
occidental y de los valores que la sustentan.
2º:
La legitimación de la mentira nacionalista: La liquidación de España como
Nación, y la expropiación de la soberanía al pueblo español. España dejará de
ser un concepto discutido y discutible
para pasar a ser una nación de naciones,
en pie de igualdad con la nación vasca y catalana. Como daños colaterales,
tendremos que aceptar y padecer los privilegios que de tal singularidad
jurídico-política se derivarán en favor de los nacionales vascos y catalanes y
las cargas que para su satisfacción habrán de recaer, paralela y
necesariamente, sobre el resto vulgar de la ciudadanía española. La declarada
constitucionalmente igualdad de todos los españoles quedará rebajada orín de perro;
de modo que veremos cómo las leyes consagrarán la existencia de españoles de
primera y segunda categoría.
3º:
Y en lo económico, en líneas generales, la cuestión se reduce a la culminación
del proyecto iniciado por Zapatero y continuado por Montoro: la proletarización
de la clase media y la ruina del país. Cosa que, como todos sabemos gracias al
modélico ejemplo del régimen socialista andaluz, se consigue mediante la
denominada política de redistribución de
la riqueza y lucha contra la desigualdad; consistente en incrementar la
presión fiscal sobre la clase media hasta límites confiscatorios, con el objeto
de crear una tupida red clientelar que, por un lado, sirva para enriquecer a la
élite de sus adeptos mediante el adecuado ordeño de la ubérrimas ubres públicas
(léase contratos públicos y véase Teruel
existe como ejemplo) y, de otro, para mantener una legión de adeptos paniaguados
y subsidiados que, aunque pobremente, puedan vivir sin dar un palo al agua.
Ya
sabemos que donde no hay clase media –burgueses, en terminología marxista-, donde no hay clases, sólo existen dos
clases: ellos y nosotros, la oligarquía (política y económica) obscenamente
rica (Pablo e Irene, por ejemplo) y el empobrecido proletariado, nosotros, los
demás.
Con
todo, nadie piense que quedará ahí la cosa. Lo peor sucederá a costa de la
libertad.
Como
advirtió Revel, cualquiera que rehúse aceptar sus dogmas, cualquiera que ose
desacreditar y combatir la mentira en que se fundan, sufrirá el ostracismo y el
insulto, si no la cárcel. Todo el que no comulgue con el dogma será un facha;
las derechas –no la derecha; lo dicen ahora como en la República, alimentando
freudianamente el frentismo cainita- son fascistas. Lo dicen los
neobolcheviques, o mejor dicho, los paleobolcheviques, precisamente ahora que el Parlamento Europeo ha reprobado el comunismo (a la par que el nazismo) como
ideología totalitaria contraria a los Derechos Humanos; qué desvergüenza y qué cinismo.
Eso,
en el mejor de los casos, es lo que nos espera. Recientemente hemos visto cómo
el Gobierno progresista ordenaba la
detención y enjuiciamiento (¿acusado de qué delito?) de un jubilado por
atreverse a proclamar su amor a la Patria delante de la sede del PSOE.
Se
avecinan malos tiempos. Pero, como dijo Sócrates, esto es lo que los atenienses
han deseado. Sufrámoslo, pues; más sépase que los que no hemos ofrecido
voluntariamente el cuello al yugo resistiremos –aunque sólo sea con la palabra-
en la defensa de la verdad, la justicia y la libertad.
Enero, 2020.