¡AY, DE LOS VENCEDORES!

El lector fiel sabe sobradamente que no profeso la religión del optimismo. Aunque, como dijo un filósofo, optimismo y pesimismo son la misma cosa: el pesimista no es sino un optimista con experiencia e información. Viene esto a cuento como advertencia a los optimistas sobre los recientes acontecimientos en la política andaluza. Hay muchos ingenuos que creen que aquí se va a producir un cambio tan radical como la liquidación de un régimen. Creen que los Juanma van a desviar el curso del Guadalquivir para limpiar las zahúrdas de San Telmo, del mismo modo que hizo Hércules con los establos de Augías. Y tal como están las cosas, pensar eso no deja de ser una ingenuidad. Para desmantelar un régimen tan sólido y enraizado como éste –metastásico- hace falta, para empezar, un gobierno fuerte apoyado en una sobrada mayoría parlamentaria. Sin embargo, no es eso lo que tenemos ahora mismo delante. Los escrupulosos remilgos de Cs respecto a Vox dibujan un escenario muy diferente: un gobierno débil, apoyado por 47 diputados, muy por debajo de los que suman los diputados de la izquierda. No dudo de la voluntad de cambio de los vencedores, pero como se relata en La venganza de don Mendo: “…para asaltar torreones, cuatro Quiñones son pocos. Hacen falta más quiñones…” Pues eso, para acabar con un  régimen de esta calaña hacen falta más Quiñones, más sensatez, más altura de miras y sobran prejuicios y partidismo. Pero, bien pensado, ¿qué puede esperarse de bueno en la política patria? Sería algo extraño y extraordinario. De modo que después de este espejismo –que no otra cosa es la que estamos viviendo sino espejismo- volverá el oscuro régimen, como vuelven las oscuras golondrinas. Volverá con más fuerza y ganas de revancha. Al tiempo si no; y disimule el lector la advertencia y perdónela, pues soy consciente de la amonestación de Quevedo:
El que piadoso desengaña amigos
tiene mayor peligro en su consejo
que en su venganza el que agravió enemigos.
Pero, hasta que tal cosa suceda, nada impide disfrutar del momento. Ya vendrá el llanto y el crujir de dientes. ¡Carpe diem!, pues. Yo, por mi parte, con malicioso regocijo, me deleito con la imagen de la diosa caída del pedestal, la demacrada Ródope de Triana, el día del descalabro o el del arranque de la legislatura. Ródope ajada y rencorosa, trocada la fascinación que otrora provocaba en un sentimiento de piadosa conmiseración, no exento, sin embargo, de malicia y recochineo, que trae a la memoria los versos de Rubén Darío:
La princesa está triste…
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color…

O estos otros, más profundos y bellos, del bardo de Stratford:
Y será su carencia mayor que fue su encanto…
Corta el hielo la savia, se marchitan las hojas,
nieva sobre lo bello y todo queda al raso…

Recuerdo una fría noche de invierno. Protestábamos unos pocos contra la reciente aprobación del infame decretazo del enchufismo ante las puertas del edificio donde el régimen, con toda pompa y circunstancia, festejaba la entrega de uno de esos numerosos premios ideados para brindar a Canal Sur y medios afines una inexcusable oportunidad de cantar sus alabanzas y, de paso, pagar favores y otorgar honores a sus más destacados paniaguados. Éramos, como he dicho, cuatro gatos. Pese a ello, los esbirros policiales del régimen, con sus emblemas de la bandera andaluza en lo alto de las mangas de las camisas, nos tenían confinados en la acera opuesta a la de la puerta de entrada al edificio. Acabábamos de dejar atrás las fiestas navideñas y sus excesos. De repente cruzó la calle un perro, de raza indefinida y mediano tamaño, poco más grande que un bodeguero, que, a duras penas, arrastraba un descarnado hueso de jamón más grande que él mismo. La imagen se me antojó la alegoría de este régimen carroñero y rapiñador. Ahora, en estos días grises e imprecisos, la alegoría me parece más cabal si cabe, cuando se está juzgando a dos de sus expresidentes y a medio consejo de gobierno por el expolio de los Ere.
Parafraseando la famosa sentencia vae victis, yo digo: ¡Vae victoribus!, ¡Ay de los vencedores!  Cuando lleguen al palacio de San Telmo no encontrarán ni los huesos.
Diciembre, 2018

QUE NADA CAMBIE, ¿PARA QUÉ?

Después de 10 días intentando en vano obtener cita para el médico de cabecera a través de la app de la Junta Salud Responde, decido acudir al centro de salud personalmente en persona, como dice el entrañable personaje creado por Andrea Camilleri. Expongo, indignado, los hechos a la funcionaria que me atiende: Mire usted, le digo, pese a que tienen ustedes el vestíbulo lleno de carteles recomendando a los usuarios descargarse la nueva y magnífica aplicación juntera, la app no funciona, se desentiende y te recomienda que intentes obtener la cita por otros procedimientos. O sea, la app esa –como casi todas las cosas de la Junta- no es más que propaganda; propaganda y engañabobos, ni más ni menos que las proclamas de los marcianos de Mars attacks: no huyáis, venimos en son de paz. Del mismo modo, la Junta nos dice: La Junta cuida primorosamente a sus enfermos y mima a sus ancianos. Y no te digo ya de sus ancianos enfermos.
Me escucha flemática e impasible, yo diría que estoica, cercana a la ataraxia. No puede coger cita porque no está la agenda abierta, me dice, y se apresura a prevenirme: yo no soy la que pone la agenda. Consigo conmoverla y, perdonándome la impertinencia, me da cita para dentro de… ¡¡18 días!!
No me acordé en ese momento de Ródope de Triana, sino de su señora madre. De la madre que parió a Ródope y de los parménidos Juan Marín, Albert Rivera y José Manuel Villegas; a los que los andaluces seguiremos debiendo que todo siga igual. Este es el paraíso, me dije, que estos próceres quieren preservar a toda costa. Para qué cambiar, si a ellos les va divinamente y, como el doctor Pangloss, viven en el mejor de los mundos posibles. Y, cada vez más cabreado, pensé que todo este estado de cosas cambiaría el día que a éstos de la casta les tocara sufrir en primera persona la okupación de su casa, esperar 15 días para que los viese el médico o cualquier otra tribulación peor, que ni siquiera me atrevo a mentar. Es decir, soportar lo que padecemos quienes pagamos sus sustanciosos sueldos y costeamos sus numerosos privilegios.
Fotograma de La vida de Brian. Fuente Google.
Luego, pasado el enfado, me sumí en la melancolía, que no tardé en convertir de nuevo en una mezcla de rabia y desaliento cuando me acordé que yo (pobre imbécil) los había votado en 2015. No había votado en 20 años y voté a estos creyendo que eran honrados. Qué idiota. De modo que me sentí como el eremita de La vida de Brian, al que Brian hizo quejarse después de pisarlo: “¡Mierda, mierda, doble mierda! No he hablado en 18 años, ni un sonido articulado ha salido de mi boca hasta que llegó él y me pisó un pie”, se lamentaba el pobre ermitaño. Y los cínicos decían: ¡Milagro, milagro! ¡¡¡Písanos!!!
Pues eso, algo así. ¡Porca miseria!   

LA CASA EN LLAMAS

Tal vez convenga recordar ahora lo que sucedió hace ocho años, cuando los funcionarios andaluces, hastiados de los abusos del régimen socialista, consiguieron ponerlo contra las cuerdas, hasta el punto de hacer creer a casi todo el mundo que su caída era inminente. Quizás convenga recordar ahora aquellas multitudinarias manifestaciones y la respuesta que ese estado de opinión y ese anhelo de libertad mereció por parte de los dirigentes del Psoe. Habló el sanedrín del régimen por boca de su portacoz, entonces Mario Jiménez -Marito, el niño de Cafrune Griñán-, y esto fue lo que dijo: “Son fascistas enmascarados”.
Ahora, igual que entonces, el régimen contra las cuerdas. Ahora, igual que entonces, el mismo discurso; porque sabido es que los totalitarismos no ofrecen razones sino propaganda, mantras. Mentiras repetidas hasta la saciedad con la pretensión de hacerlas creer verdades. Ahora los señalados no son los funcionarios, sino Vox. Actor clave en el proceso, sin el cual el cambio político –la liquidación del régimen- no es posible. El régimen no se molesta en ocultarlo: si no se cuentan los votos de Vox, la izquierda ha ganado, dicen. Y ahora, como entonces, el mismo mantra: “son fascistas”. Porque, ya se sabe, aquí –donde siempre han calado los mantras de la izquierda- para descalificar radicalmente a alguien no hay nada como llamarle fascista; no se requieren ya más argumentos. Sus voceros, los voceros del régimen: tertulianos y arti-culistas repartidos por todos los medios de comunicación regionales y nacionales, lo repiten como loros: fascistas. Así pues, fascistas.
Pero lo malo no es que lo digan éstos, lo malo es que los que no son ellos se lo crean y lo asuman. Y peor aún es que lo crean aquellos sin cuyo concurso y entendimiento ningún cambio será posible: el partido Ciudadanos.
Ciudadanos ha dado motivos más que sobrados para desconfiar de sus intenciones. Después de haber sido cabestrillo del régimen en esta legislatura, sobran los comentarios. Ahora, incluso puede haber otros motivos para que no deseen acabar con el régimen: lo necesitan. Necesitan al Psoe para satisfacer la ambición de Juan Marín, el infame: ser califa en lugar del califa. No liquidar el régimen sino heredarlo; es más, ni siquiera heredarlo, sino gestionarlo. La gestión del régimen, mediante subcontrata. Muy a la moda de los tiempos. Y, aún peor si cabe, otra razón de partido: lo que yo denomino ‘operación Barcelona’; esto es, cambiar Andalucía por la alcaldía de Barcelona. Dejar la Junta en manos del Psoe a cambio de hacer alcalde de Barcelona al candidato de Ciudadanos: el socialista francés Manuel Valls.
De ahí todos los remilgos que manifiesta Ciudadanos respecto a Vox. Porque, no nos engañemos, Vox no es ni de lejos un partido fascista, tampoco totalitario, quien sostenga eso a la luz de su programa político (ya que no acreditan experiencia de gobierno) es un ignorante que no tiene ni idea de teoría política ni qué son los fascismos. Es tan evidente que no merece la pena insistir en ello, si alguno lo desea que consulte, por ejemplo, la Historia de la Teoría Política, volumen 5, obra editada por el profesor Fernando Vallespín, colaborador de El País y otros medios progresistas, nada sospechoso, pues, de derechista.
Los escrúpulos de Ciudadanos, por tanto, más se basan en estrategia partidista o en infundadas elucubraciones que en la realidad de las cosas. La naturaleza nacional-populista que Ciudadanos atribuye a Vox no deja de ser una mera hipótesis no contrastada ni validada por los hechos. Por el contrario, el régimen andaluz –al que Ciudadanos no ha tenido el menor reparo en apoyar esta legislatura- sí es, por desgracia, una realidad contrastada. Un hecho cierto. Un fenómeno político neototalitario. Así que dejémonos de excusas y embelecos. Por el bien de la república, es necesario que los partidos de centro-derecha, que han ganado las elecciones con sobrada mayoría absoluta, se entiendan. Por el bien de la cosa pública, del interés general de los andaluces, es necesario, imprescindible y obligado, que ese entendimiento se plasme en un gobierno que tenga como fin primordial la liquidación de un régimen inicuo, corrupto, liberticida y clientelar.
Lamentablemente, el cambio deseado está en el aire. El interés partidista está poniendo en riesgo la satisfacción del interés general. La situación recuerda la pieza de Bertolt Brecht La casa en llamas (parábola de Buda):
No hace mucho vi una casa que ardía. Su techo era ya pasto de las llamas. Al acercarme advertí que aún había gente en su interior. Fui a la puerta y les grité que el techo estaba ardiendo, incitándoles a que salieran rápidamente. Pero aquella gente no parecía tener prisa. Uno me preguntó mientras el fuego le chamuscaba las cejas qué tiempo hacía fuera, si llovía, sino hacía viento, si existía otra casa, y otras cosas por el estilo. Sin responder volví a salir. Esta gente, pensé, tiene que arder antes de acabar con sus preguntas. Verdaderamente, amigos, a quien el suelo no le queme en los pies hasta el punto de desear gustosamente cambiarse de sitio, nada tengo que decirle.”
Diciembre, 2018

LOS GATOS FORRADOS

Yo no voy a decir que la justicia (intencionadamente con minúscula) de este país de todos los demonios sea un cachondeo. Ya lo dijo Pacheco y está en la cárcel por eso o, mejor dicho, porque sus palabras tuvieron eco –y aplauso- en toda España y parte del extranjero; o es que vamos a ser tan ingenuos de creernos el cuento de que lleva cuatro años en la cárcel por haber enchufado a dos correligionarios en una empresa pública de Jerez. ¡Venga ya! Ni que fuésemos tontos y ciegos.
De modo que no lo diré, no me atrevo. No porque no lo piense –que lo pienso- sino porque temo a los oblicuos y rencorosos jueces.
He escrito en numerosas ocasiones en diversos medios, además de en este blog, sobre la justicia que nos ha tocado sufrir y padecer; y más veces aún me he mordido la lengua por no parecer obsesivo. Creo que he expresado ya todo lo que puedo manifestar sobre el tema, pero hay ocasiones en que la indignación es tal que la pluma se va al papel y escribe sola. Pido, pues, disculpas al tolerante y desocupado lector por volver la burra al trigo, como sabiamente solía decir el pueblo llano.
En esta ocasión me exacerba la actuación de la justicia respecto al ex ministro Zaplana. Jueces y fiscales –dos caras de una misma moneda- están haciendo gala de una patente falta de equidad, una indisimulada hipocresía, un soberbio cinismo y, sobre todo, de una deliberada crueldad y ausencia de compasión.
Zaplana está gravemente enfermo de cáncer. Sus expectativas vitales son más bien oscuras. Los jueces y fiscales se niegan a ponerlo en libertad. Se encuentra en prisión preventiva acusado de diversos delitos de corrupción; más o menos los mismos por los que están acusados –y en libertad- los patriarcas Pujol, Griñán, Chaves, el presidente socialista de la FAFFE, que gastaba los fondos destinados a la formación de los parados en putas, el director general de empleo de la Junta, que los gastaba en cocaína y cubatas, el que asaba vacas con billetes e tutti quanti. Los jueces, cuando conviene a sus jefes de partido, declaran pomposamente que la privación de libertad ha de ser una medida excepcional. Lo cual se traduce en la práctica en que sólo pisan la cárcel los desgraciados que no pertenezcan a la secta progre y los corruptos –presuntos o acreditados- siempre que sean del PP. Lo cual también demuestra que eso sucede porque los llamados jueces progresistas practican el derecho penal de autor, que forma parte del ideario progre. Esto es, según el delincuente, así la pena. Donde, como corolario, obtenemos que los corruptos del PP están en prisión no por sus presuntas corrupciones, sino por ser del PP, es decir, por pensar heréticamente, contra el dogma sagrado del progresismo.
Probablemente, choca el razonamiento, teniendo en cuenta que la Constitución proclama la igualdad de todos los ciudadanos ante la Ley. Pero ya vemos que los hechos muestran una realidad diferente. O dicho de otra manera, esa proclamación constitucional no deja de ser una entelequia, una fantasía que no se ajusta a la realidad. Ahí queda para los ilusos. Ya lo decía C. Dickens: “Hay amenas fantasías de la justicia en constante desarrollo, pero ninguna tan amena ni humorística como la que supone que cada hombre es igual a sus ojos imparciales y que los beneficios de la ley son igualmente alcanzables por todos…”
Pero más que la evidente desigualdad de trato y la hipocresía con que se perpetra, lo que indigna sobremanera es la crueldad, el ensañamiento y la falta de compasión con que se pretende hacer ver que se imparte justicia ciegamente. Puro cinismo, a mis ojos. ¿Qué necesidad hay de mantener en prisión sin haber sido juzgado y condenado a un hombre que tiene los días contados? Un hombre que no ha mandado secuestrar ni torturar ni matar a nadie. Sólo encuentro explicación en lo ya expuesto: es del PP.
Estos magistrados, en lugar de hacer tantos cursos en los puticlubs de Sudamérica, deberían leer más a Cervantes. En el Quijote, entre los consejos que dio don Quijote a Sancho cuando fue a gobernar la ínsula de Barataria, tienen dónde aprender: “Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente; que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo. Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia (…) Al culpado que cayere debajo de tu jurisdicción, considérale hombre miserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente; porque aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver, el de la misericordia que el de la justicia.”
Aprendan, pues.
Por cierto, da título a esta pieza una expresión tomada de François Rabelais; que así llamaba a los magistrados en su Gargantúa y Pantagruel, debido a que con piel de gato iban forrados los birretes y adornadas las togas. Tal vez, en otra ocasión menos dramática, volvamos a él y nos reiremos con la más desvergonzada y despiadada sátira que jamás se haya escrito sobre la justicia.
Diciembre, 2018

EL 20-N



Tumba de los Franco en la Almudena
Jamás se me hubiese ocurrido conmemorar una efeméride como esta. Es más, ni siquiera hubiese reparado en la fecha –como, en efecto, ha venido ocurriendo a lo largo de mi vida- si no hubiese sido por el empeño de este gobierno de pitiminí –De Prada, dixit- de reescribir la Historia a su gusto y acomodo, no con tinta sino con la bilis negra que instila su odio y rencor. Este gobierno viene de nuevo –Zapatero comenzó la obra- sembrando el odio entre españoles, alimentando la rabia, en un País que no necesita ni siquiera un soplo para avivar la llama del cainismo, que -según se desprende de nuestra triste historia- parece radicar en nuestros genes. Pretenden el doctor Plagio y doña Carmen Blahnik y su gobierno de millonarios y defraudadores fiscales y mentirosos, con el apoyo de los golpistas catalanes y los filoetarras vascos, hacer saltar por los aires el régimen nacido de la Transición, uno de los pocos monumentos al perdón y la reconciliación de las dos Españas, que los españoles –por nobleza, sentido común, concordia, o, simplemente, por interesado cálculo- hemos sido capaces de crear, para admiración, por cierto, de otros pueblos. Para ello, como buenos totalitarios que son, simbolizar su proyecto es importante; y se han centrado en la imagen de Franco y sus restos mortales. Y, como son tan imbéciles como malos, han conseguido que las visitas al Valle de los Caídos y a la Cripta de la Almudena aumenten de modo exponencial. Yo mismo –que he pasado decenas de veces por delante de la Cripta y nunca se me había ocurrido entrar, pese a su enorme valor artístico- lo hice el otro día para ver –antes de que Pedro y Pablo la cierren al público o la vuelen- el lugar donde reposarán los restos del autócrata (por cierto, allí yacen centenares de difuntos, siendo la tumba de los Franco de las más modestas de toda la cripta. Lo cual me llevó a pensar hasta que extremos ridículos llega el odio de estos gudaris de salón, que pretenden negar al difunto el derecho al enterramiento que tendría cualquier persona con posibles –cualquiera de ellos, Pedro, Pablo o doña Carmen, por ejemplo-).
Me asombra y maravilla contemplar ahora, en estos tiempos del siglo XXI, la legión de antifranquistas retroactivos. Familias enteras en las que los abuelos medraron con el franquismo, los padres callaron y se limitaron a beneficiarse y cuyos hijos, que no conocieron a Franco ni padecieron su régimen, son hoy sus furibundos detractores.
Nunca vi a todos éstos, cuando Franco vivía, rebelarse ni de pensamiento, palabra u obra contra el régimen. Ni siquiera en sus casas hablaban mal de él. Nunca les vi, cuando ser antifranquista era jugarse la carrera, el empleo, las habichuelas, la libertad y, a veces, la vida. Calamidades que, a menudo, alcanzaban también a la familia. Por desgracia, sé muy bien de qué hablo. De modo que verlos y oírlos hoy resulta un espectáculo bochornoso y ridículo.
No sé por qué, me acuerdo de ellos cada vez que paso por delante del plúteo donde agrupo los libros de mi admirado Lobo Antúnes y leo lo que alguien, hace 3000 años, escribió en una tablilla, que da título a uno de ellos: “Ayer no te vi en Babilonia”.
Noviembre, 2018.

QUIEN NO TE CONOZCA QUE TE VOTE (2)


En las elecciones del año 2015 cometí la ingenua estupidez –imperdonable en alguien de mis años- de votar a Ciudadanos. Lo hice, como muchos otros que conozco, en la creencia –demostrada errónea- de que se trataba de un partido regenerador. Daba a entender Cs que el diagnóstico de la situación política en Andalucía bien podría definirse en una sola variable: la corrupción. La corrupción institucionalizada, para ser exactos, que es su forma más detestable y perniciosa. No se trata sólo de la corrupción de los dirigentes del partido o de algunos oportunistas bien situados –cuatro golfos, Chaves dixit-, sino de las instituciones de gobierno parasitadas por el partido. Obviamente, en un régimen de tal naturaleza (totalitario: que todo lo impregna, controla y corrompe, y clientelar: que reparte pródigamente el ‘maná’ bajo la forma de subvenciones y administra sin descanso ni descuido su ‘huxleyano soma’, aquí llamado Canal Sur) el latrocinio, el nepotismo y los diversos escándalos que diariamente caracterizan la vida pública andaluza no los protagoniza el partido (PSOE) sino las instituciones públicas que parasita (Junta de Andalucía). Sobra cualquier comentario al respecto: en las hemerotecas y en los sumarios judiciales está la prueba de lo que afirmo.
Pues bien, en la creencia de que ese era el diagnóstico y de que, en consecuencia, el fin último de toda acción política posible consistía en la liquidación de tal régimen, algunos ingenuos votamos a Cs.
Nuestro voto sirvió, sin embargo, para todo lo contrario: para apuntalar a un régimen en horas bajas y sacarlo del bache, como se ha encargado de demostrar la tozuda realidad. Ahora no volveré a tropezar en la misma piedra. No votaré, por tanto, a Ciudadanos.
Tampoco al PP que, con su acreditada desidia, su blandura opositora, su incuria y adocenamiento, parece estar gritando: “votadme, mas no en demasía; no sea que ganemos y tengamos que trabajar”. O sea, que parecen estar muy cómodos instalados en la oposición, ajenos a las preocupaciones del gobierno.
Tampoco –a estas alturas- seré tan estúpido de votar a IU o a los podemitas o como quiera que se llamen ahora, pues no son –ahora y antes- sino la máscara tras la que se esconde el Partido Comunista. Estos –como Cs- ya me engañaron cuando surgió IU (donde fui afiliado y cotizante) como un pretendido movimiento ciudadano independiente de los partidos, cuando la realidad era que el PC movía –y mueve- los hilos de la marioneta, cualquiera que sea el nombre con que la designen.  Todo muy leninista –como se encarga de recordar de vez en cuando Pablo, el Coletas-; pues ¿se imaginan que sucedería si el PC concurriera a las elecciones con sus propias siglas?, no les votarían ni sus propios afiliados. Hay, por tanto, que ponerse la careta y engañar a los ingenuos haciéndoles creer que votan otra cosa. ¡Qué más da el nombre!, lo importante -como dijo Humpty Dumpty- es saber quién es el que manda, que se lo digan si no a Pinocho Sánchez. Así pues, no tropezaré tampoco en esa piedra. Surge ahora, al parecer con posibilidades, Vox. Tampoco les votaré, aunque tienen propuestas atractivas en su programa. Después de lo de Cs, desconfío de los regeneradores. No quiero votar a ciegas.
No votaré, por tanto. No votaré, como, por otra parte, he venido haciendo desde 1996, con la excepción indicada.
No votaré mientras este país esté dispuesto a ser pastoreado como un manso rebaño por una casta política que esquilma la cabaña y sólo atiende codiciosamente a su provecho. Como dice un personaje de una novela de William Faulkner: “Si alguna vez me canso de relacionarme con gente bien nacida, sé muy bien lo que haré: presentarme como candidata para el congreso…”. Da la impresión –tras cuarenta años de corrupción y de no levantar la cabeza, ni el espinazo- que este pueblo esté hecho, como el buey, para el yugo. Como dijo Etienne de la Boetie, no amamos la libertad, pues si en verdad la deseáramos, seríamos libres.
Noviembre, 2018.

CUANDO ‘NO’ QUIERE DECIR ‘SÍ’

Creo que a estas alturas ya nadie ignora que el gobierno de Lázaro Estornudo es un gobierno de impulsos espasmódicos y extravagantes y de ventoleras y ocurrencias. Y del mismo modo, creo que existe amplio consenso –como gustan decir políticos y cronistas- en que la más ocurrente es, sin duda, mi paisana la inefable Carmen Calvo. Y creo, asimismo, que nadie en este país es ajeno a la última (digo en el momento de escribir estas líneas) de sus ocurrencias, me refiero a ese disparatado proyecto de criminalizar en el código penal, como delito de violación, toda relación sexual que no haya sido precedida de un sí explícitamente proferido por la parte femenina del consorcio o, en términos marxistas, grouchomarxistas, la parte copulante de la primera parte.
Pasemos por alto que en esta ocasión a doña Carmen se le olvidó poner un poco de color socialista a su propuesta, que formuló en blanco y negro como si fuese de derechas; o sea, que se olvidó esta vez de los mariquitas.
Pues bien, leyendo una novela de Thomas Hardy –uno de los más grandes escritores de la literatura inglesa y universal- me encuentro con una escena que viene pintiparada para la ocasión. La protagonista y su enamorado pasean en barca; su mutuo amor no ha sido declarado y las circunstancias han determinado que deben separase al día siguiente, tal vez para siempre. El joven enamorado, consciente de que se halla ante la última oportunidad para que su amor fructifique, decide, dicho vulgarmente, pasar a la acción. Esta es la escena, según la cuenta Thomas Hardy:
“…tomó su mano derecha en la suya y ella no la retiró. Puso la izquierda en la nuca de la muchacha, hasta casi alcanzar su mejilla izquierda, y no fue rechazado. La acercó suavemente y, cuando sus labios estaban a punto de juntarse con los de Cytherea, en el mismo instante, como si un embrujo le hubiera inmovilizado, formuló en un susurro tímido una pregunta que era igual para él que para ella: ¿Me permites?
La intención de Cytherea fue decir ‘no’, una negativa tan desprovista de entidad y de firmeza que la naturaleza apenas la reconocería; en otras palabras, un ‘no’ tan cercano a la frontera del ‘sí’ que podría haberse entendido como afirmación. (…) Cytherea temía a la vez la reacción de Edward. Sin embargo, apenas tuvo tiempo de dudar, pues, en menos de un latido, él la besó. Y luego siguió besándola, más largamente. (…) Te amo y tú me amas, murmuró él. La joven no lo negó, y todo parecía estar bien…
Si por la jauría feminazi fuera, esto –la expresión de un amor mutuo- sería delito. Esta historia no habría sido posible y Thomas Hardy sería perseguido y encarcelado por apologeta del heteropatriarcado criminal. Sus obras serían sacadas de las bibliotecas y quemadas en las plazas y su nombre sería borrado para siempre de las enciclopedias (¿les suena?).
¡Pobre Hardy! Qué digo, ¡pobre España!
Agosto, 2018

LA SANGRIENTA LUNA

Hubo ayer un eclipse de luna, dicen que el más largo del siglo actual. Pudimos ver en el firmamento la sangrienta luna que cantaron Quevedo y Borges. Un espectáculo, más allá de lo bello, sublime.
Contemplándolo emocionado rememoro el poema del Homero porteño:

Caminas por el campo de Castilla
y casi no lo ves. Un intrincado
versículo de Juan es tu cuidado
y apenas reparaste en la amarilla
puesta del sol. La vaga luz delira
y en el confín del Este se dilata
esa luna de escarnio y de escarlata
que es acaso el espejo de la Ira.
Alzas los ojos y la miras. Una
memoria de algo que fue tuyo empieza
y se apaga. La pálida cabeza
bajas y sigues caminando triste,
sin recordar el verso que escribiste:
Y su epitafio la sangrienta luna.


Tanta belleza en el fenómeno como en los versos que lo cantan; esa luna de escarnio y de escarlata que es acaso el espejo de la Ira…, hay que ser ciego para ver la luna con los ojos del alma.
Y pienso, también, en otra fatalidad del poeta: siendo un clásico moderno, nunca llegó a gozar del ‘reconocimiento oficial’ que otorga el Nobel; por sus ideas, dijeron. Ideas que, por el contrario, debieron pesar más que la pluma en el caso de Bob Dylan. Resulta obvio que para la academia sueca lo importante es el correctismo político, más que la buena literatura.
Afortunadamente, la luna, a la que abducido sigo en su periplo durante horas, me saca de esas amargas reflexiones y me hace sentir que he tenido la dicha de vivir un momento singular.


Julio, 2018

EL GOBIERNO DE LÁZARO ESTORNUDO

III. Un gobierno de demagogos.

Que este es un gobierno de postureo (gobierno-anuncio lo ha bautizado algún medio) es una opinión bien arraigada en los hechos. Lo hemos podido comprobar con sus primeras actuaciones: la creación de un alto comisionado (alta comisionada) para la lucha contra la pobreza infantil, la propia composición del Consejo: Consejo de Ministras, el rescate-show del buque Aquarius o la exhumación-expulsión de los restos de Franco del Valle de los Caídos.
Lo que ocurre, a mi juicio, es que pese a la naturaleza inane de tales actos y su nulo provecho social, no hay nada de candoroso en todo ello. Tras su aparente candidez estas medidas esconden una declaración de principios, un programa de gobierno basado en lo peor del ‘buenismo zapateril’ que abraza la progresía dominante y la masa sensible a su propaganda: la ideología de género, el multiculturalismo, la memoria histórica, etc., etc.,; en suma, la ideología del odio y la demagogia estúpida. Lo que sucede, asimismo, es que servirse de ciertos dramas humanos, de las inevitables calamidades e injusticias que nos son inherentes, para medrar políticamente no sólo constituye un acto propio de demagogos sino de canallas. Y esto es lo subyacente en la acción de este gobierno: la desvergüenza y la estupidez, disfrazada de bellos gestos y amables palabras. Este Lázaro es un aventajado émulo de Julián Sorel, el personaje de Stendhal, que se decía a sí mismo: “…tendré que cometer otras muchas injusticias si quiero llegar lejos, e incluso aprender a disfrazarlas con bellas y sentimentales palabras…”
Ha empezado usando a la infancia para darse un viso filantrópico. Así ha creado el Alto Comisionado para la pobreza infantil. Gran estupidez conceptual pero que cala bien en los sentimientos humanitarios de la gente. Pero, ¿qué pobreza infantil? Que yo sepa los niños no tienen rentas ni patrimonio. En España, al menos, los niños viven en el seno de las familias. O, en casos extremos, al cuidado del estado (las provisoras Comunidades Autónomas) que atiende su educación y sustento y satisface todas sus necesidades materiales. Por tanto, ¿de qué pobreza hablamos? Obviamente, de pobreza familiar. Pero claro la familia no mola; para llegar al alma sensible de la buena gente, los progres han de valerse de los niños. Por otra parte, no deja de resultar cínico que venga a hablarnos de pobreza un gobierno de ricos que, si atendemos a sus declaraciones de renta y patrimonio, más parece una multinacional del ladrillo o un consejo de administración del IBEX. No hay pobres en el gobierno; si lo presidiera Berlanga habría metido por lo menos a uno, pero este ni eso. Para estos progres que hablan de la visibilización de esto y de lo otro, la visibilización del pobre no toca, como acostumbran a decir. Verdaderamente, se merecen que les digamos lo que le dijo la protagonista de la genial película Les enfants du paradis a su rico pretendiente: “Es usted rico pero quiere que le amemos como si fuese pobre.” Eso, justamente, es lo que le pasa a este gobierno de ricachones.
Luego está el buque insignia: la gran estupidez de la ideología de género; que pese a estúpida no deja de ser inicua. Y así, los tenemos y las tenemas hablando en estupidés desde el primer minuto y diciendo estupideces cada segundo a cuento de ello. Por ejemplo, dice la portavoza del Consejo de Ministras que van a acabar con la discriminación salarial, con la brecha salarial le llaman. Y yo me pregunto: ¿no garantiza la Constitución la igualdad ante la ley y prohíbe la discriminación por razón de sexo? Efectivamente así es. No existe un solo convenio colectivo en España que establezca diferencias salariales por razón de sexo; como tampoco que el hombre sea preferido a la mujer en la promoción laboral y salarial. Lo mismo sucede en el sector público: no existe ninguna Relación de Puestos de Trabajo que retribuya mejor los puestos desempeñados por hombres o que limite o dificulte o prohíba a las mujeres el desempeño de cualquier puesto en los niveles superiores; como tampoco existe ninguna norma que prime al hombre frente a la mujer en la promoción de su carrera administrativa. Taxativamente, no existe tal discriminación y si existiera sería radicalmente nula. Por tanto, esta historia de la discriminación salarial es otra paparrucha del feminismo enraizado en el gobierno. O sea, pura mentira para engañar al público valiéndose de una causa noble: la justicia y la igualdad.
Paradójica y cínicamente –el cinismo es una de las virtudes de nuestra Gauche Divine-, allí donde verdadera y clamorosamente hay desigualdad en razón del sexo, callan. Quiero decir ante la actitud denigrante del Islam hacia la mujer –y eso los buenos y moderados, no digo nada de los extremistas-; callan y miran a otro lado y justifican: “es su cultura”, nos dicen. O también, otro silencio clamoroso, ante ese artículo de nuestra Constitución, que consagra una especie de ley sálica,  que dice: “La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer…” ¿Algo que decir al respecto? No oigo… Y es que, hablemos claro, por evidentes razones aristocráticas –en el sentido clásico del término- más nos ha valido no remover este asunto y dejar a un lado el sexo en beneficio del mérito.
Tal es nuestro gobierno. Y esos son sus hechos. Lo malo es que en dos semanas de ineficacia y propaganda su cotización electoral sube como la espuma, si creemos lo que nos dicen los arúspices de la demoscopia.
Y es que, como afirmaba León Tolstói, las masas adoran el poder.
De otro modo no se entendería el espectáculo de un pueblo sacrificado por la estulticia  y la ambición de sus gobernantes –por usar la expresión de Roa Bastos-; por esa fascinación y por una indeclinable pulsión que William Faulkner supo descubrir y señalar: “…un ingrediente más poderoso que sus simples deseos… su inmortal pasión por ser dirigido, desconcertado y engañado…
¡Pobre España, qué negro futuro se vislumbra!
Junio, 2018

EL GOBIERNO DE LÁZARO ESTORNUDO

II. Señoras, señores, la representación va a comenzar.

Que nadie gobierna inocentemente es cosa bien sabida desde que el hombre se impuso sobre el hombre. La Historia ha dado buena cuenta de eso. Cervantes, con su aguda sabiduría y precisa belleza, nos lo recordaba en El licenciado Vidriera: “¡Oh Corte, que alargas las esperanzas de los atrevidos pretendientes y acortas las de los virtuosos encogidos, sustentas abundantemente a los truhanes desvergonzados y matas de hambre a los discretos vergonzosos.” La cima del poder no es lugar para personas virtuosas. Recuerdo a quien lo supo por propia experiencia, uno de los pocos políticos decentes que he conocido. Se lo decía a su chófer, a quien se lo oí referir: “José, yo no sirvo para esto. Para esto hay que ser muy sinvergüenza.”
De modo que este gobierno de varietés, de pantomima rosa, ofende la inteligencia cuando pretende venderse como el gobierno de la regeneración moral, poco menos que gobierno seráfico. ¡Como si no supiésemos de donde vienen y cómo han llegado a donde están! Son como Menio, ese personaje de las Sátiras de Horacio, indulgentes en extremo con sí mismos, rebosantes de un amor propio tonto, desvergonzado y digno de ser reprobado. Y, como a Menio, habría que decirles: ¡Eh, vosotros que no nos conocéis y pretendéis hablarnos como si no os conociéramos!
Y es que estos frívolos desvergonzados (sálvese el que pueda) están manchados hasta los sobacos del ‘lodo del camino’ y ellos, mejor que nosotros, saben bien cuáles son los rincones oscuros de su ascensión a las alturas del poder y cuantos sapos han tenido que tragarse –en el mejor de los casos- contra su conciencia. Por ejemplo, mi paisana, la vicepresidenta, estuvo en el gobierno del que ahora llama ‘ciudadano Chaves’ –otrora Manolo, el bueno de Manolo-, en cuyas sesiones se urdió y alimentó la trama corrupta de los EREs (Yo no sabo). En los Consejos en los que comenzaron a tejerse los primeros hilos de la tela de araña del régimen clientelar, en los que se creó la FAFFE (año 2003) buque insignia del nepotismo y clientelismo del Régimen (Estaba distraída). En los Consejos en los que se diseñó el más desvergonzado expolio -pro domo sua- de los fondos destinados a la formación de los parados andaluces (Yo no sabo); operación que, según vamos sabiendo, va a dejar, si las comparamos, a la Cueva de Alí Babá como un convento de Carmelitas.
A esta y a su jefe Lázaro Estornudo –el varón que tiene corazón de lis, alma de querube, lengua celestial-, entre otros diputados socialistas, les debemos  su cuotaparte –como diría FG- de la ‘Operación Katyn de la crisis’; esto es, echar la culpa al PP de los recortes sociales que durante los años 2010 y 2011 diseñó el gobierno socialista de ZP y aprobaron los diputados del PSOE, del mismo modo en que los comunistas culparon a los nazis del genocidio de Katyn. A ellos les debemos, pues, la brutal bajada de las retribuciones que sufrimos los empleados públicos -y que aún padecemos-; la bajada universal de las pensiones, de todas ellas sin distinción: altas o bajas y de cualquier clase y condición; el copago farmacéutico de los pensionistas; los recortes en la ‘dependencia, etc., etc... O sea, no son las inocentes criaturas que pretenden representar; y, desde luego, no vienen con las manos limpias, ya quisieran. Y lo mismo –o cosas peores, aún- podríamos decir de la mayoría del resto: Borrell, Montero, Robles, Valerio, etc…
De manera que, por favor, no nos tomen, pues, por imbéciles. Ese discurso, más bien esa pantomima, sólo se la tragarán sus sectarios o aquellos infelices ingenuos que ponen la fe por encima de las obras.
Junio, 2018

EL GOBIERNO DE LÁZARO ESTORNUDO

I.         El charlatán irresponsable

¿Por qué Lázaro? ¿Por qué Estornudo?, se preguntará el lector distraído; de manera que, para que no se desoriente respecto a los sujetos –y sujetas- de esta pieza, hago recordatorio. El lector sabe de sobra que Pedro Sánchez es más vanidoso que capaz, afirmación que sostengo en las evidencias: en su currículo no hay prueba alguna de sus méritos, sí de sus enchufes, debidos a las eficaces influencias de sus padres entre sus contactos y amistades (fuente: Wikipedia); de su vanidad, por el contrario, no deja de dar muestras.
De modo que, emulando a personajes famosos –¿Por qué yo voy a ser menos que ZP, RbCb, FG o el mismísimo JFK?, se dijo-, no dudó en recurrir a la acronimia para dejar también su huella en la Historia.
 Así, tuvo la ocurrencia de referirse a sí mismo en la web oficial del Psoe como Pdro Snchz. No observó que la cosa no daba para un acrónimo y que, fonéticamente, más se parecía a un estornudo. Curiosamente, un escribano cervantino, personaje del entremés La elección de los alcaldes de Daganzo, era del mismo nombre: Pedro Estornudo. Quedaba, pues, bautizado. Pero sucedió, como todo el mundo sabe, que los dirigentes de su propio partido, hartos de ver como Pdro Estornudo, lentamente pero sin desfallecimiento y con ahínco, los llevaba al desastre se rebelaron y lo destituyeron de la Secretaría General. Volvió hace ahora un año, el 39 Congreso del partido lo resucitó cuando ya todos lo daban por muerto. O sea, como Lázaro, salió de la tumba donde había sido sepultado, mal sepultado. Así pues, Lázaro Estornudo.
Salió del sepulcro como Lázaro y, como Lázaro, apestando el aire. Pues sus primeras palabras fueron -¡cómo no!- para agraviar a la Nación (consulte el lector, si lo desea, lo que escribí al respecto).
Ahora –conforme a la inexorable ley de Murphy que determina que ‘Si algo malo puede pasar, pasará’- lo tenemos de presidente del Gobierno. No puede ser peor. Dicen sus acólitos y los plumillas lamebraguetas que esto es el premio a su audacia. La Fortuna ayuda a los audaces, como afirma el adagio romano, dicen.
Pero si nos paramos a analizar las cosas, la sentencia romana no es aplicable al caso. ¿De qué audacia hablamos? ¿Qué arriesgó Estornudo? ¿Qué ardid fue el suyo, digno de memoria?
Aquí lo que sucede, más bien, es lo que dijo Camilo José Cela en su discurso de recepción del premio Príncipe de Asturias: ‘el que resiste, gana’. Ese ha sido el único mérito de este nuestro Lázaro: resistir. No por nada, sólo por ambición personal y por despecho.
Su única virtud ha sido su ambición desmedida. Decía CJC en ese discurso: “El que espera tiene a su lado un buen compañero en el tiempo, nos dejó dicho Saavedra Fajardo en sus Empresas políticas (…) Se dará tiempo al tiempo —pensaba y escribía Cervantes en La gitanilla—, que suele ser dulce salida a muchas amargas dificultades. Y en Las dos doncellas: Dejad el cuidado al tiempo, que es gran maestro en dar y hallar remedio. Y en el Quijote: Dejando al tiempo que haga de las suyas, que es el mejor médico de estas y de otras mayores dificultades’.
Y yo (discúlpeme el lector este feo vicio) también advertí hace dos años sobre ello: “El tiempo goza de una extraña cualidad reparadora, revitalizante y redentora. El tiempo que todo lo destruye y corroe es, paradójicamente, paladín de pusilánimes, sostenedor de inicuos y redentor de réprobos. Y es que la paradoja es la sustancia del tiempo; que lo diga, si no, la ciencia moderna desde Einstein. El tiempo que se alimenta de desdichas, defeca paradojas.
Aquí, por desgracia, no han faltado los que han sabido aprovecharse de ello. Digo entre los políticos; tan espabilados cuando se trata de lo suyo. Es de dominio público que entre las armas secretas de Franco (el brazo incorrupto de santa Teresa y la bruja Mersida) ocupaba lugar preeminente el cajón de los asuntos entregados al cuidado reparador del tiempo. Rajoy, como es registrador, lo supo y, como alumno aplicado, lo practica. También nuestra esperanza de Triana, aunque menos ilustrada más lista. Pero sobre todos ellos, el que más provecho está sacando de esta paradoja es, sin duda, Pedro Estornudo (no confundir con el escribano cervantino de Daganzo), me refiero a Pedro Snchz, líder del PSOE. Como Franco, ha confiado al tiempo la solución de sus problemas. De su principal problema: su supervivencia. Sabe que mientras no se oficie el funeral y se celebre el sepelio el cadáver estará de cuerpo presente. Esa es su salvación. Pedro Estornudo es un cadáver insepulto. Un difunto muy vivo, sin embargo. Aunque, como tal, apesta. Por eso no hará nada y todo su afán consistirá en que nada se lleve a cabo.”
Como podrá constatar el lector a la vista de los hechos, no me equivoqué, por desgracia.
El tiempo, pues. El tiempo y la ambición son las fuerzas generatrices de este Gobierno. Sin embargo, concurre ahora un matiz relevante que antes por la propia naturaleza de las cosas no estaba presente. Quiero decir que la disposición del presidente Estornudo ante el tiempo era, antes de su asalto a la Presidencia del Gobierno, puramente pasiva. Se limitaba a confiar en el poder redentor del tiempo.
Ahora, sin embargo, su actitud es bien distinta: se sirve del tiempo para eludir su responsabilidad ante hipotecas imposibles; ante promesas o compromisos –explícitos o implícitos, ya lo sabremos- realizados a tirios y troyanos, de naturaleza, por tanto, antagónica y, consecuentemente, de imposible satisfacción.
Su talante, lejos de las enseñanzas cervantinas y de la praxis política de  Felipe II, Franco, Rajoy y tantos otros gobernantes, es más bien el del charlatán irresponsable de la fábula de Samaniego: Un charlatán presumía de que podía enseñar a hablar elocuentemente a un borrico. Súpolo el rey y lo llamó a su presencia. Como el charlatán se reafirmaba en sus pretensiones, el rey le ordenó que enseñara a hablar a un burro, para lo cual le concedía un plazo de 10 años, bien entendido que si al término del plazo el burro no hablaba el maestro asnal sería ahorcado. El charlatán aceptó el trato. Continúa Samaniego su fábula:
El doctor asegura nuevamente
sacar un orador asno elocuente.
Dícele callandito un cortesano:
‘Escuche, buen hermano:
Su frescura me espanta.
¡A cáñamo me huele su garganta!’
‘No temáis, señor mío,
respondió el charlatán, pues yo me río;
en diez años de plazo que tenemos,
¿el rey, el asno o yo no moriremos?’

Tal que así es la actitud del que por maldad del hado hoy nos gobierna: la de un charlatán irresponsable.
Junio, 2018

EL PEOR ENEMIGO DE LA JUSTICIA


En Andalucía el primer y principal enemigo de la Justicia son, sin duda, los jueces. Después los fiscales. Lo he dicho en innumerables ocasiones; otras, por no resultar cansino, me he callado. No hay día aquí que los jueces no pisoteen la Justicia. Los jueces aquí agravian más a la Justicia que los delincuentes.
Como nada ha cambiado, leo hoy en El Mundo que un juez ha tardado sólo 48 horas en archivar la denuncia que el Sindicato Andaluz de Funcionarios (SAF) puso contra la corrupción de este régimen, manifestada en, esta ocasión, en la contratación de al menos 85 personas por criterios de clientelismo político y nepotismo.
¡Todo un record! Para que luego digan, quienes pretenden desprestigiar a la justicia con sus infundios, que es lenta.
He leído el auto de archivo, he leído la denuncia y, como estudié derecho y lo he practicado en mi vida profesional durante 42 años, algo sé de lo que dice la ley al respecto. Pues bien, tengo la convicción de que el juez no se ha leído siquiera la denuncia, ni tampoco el fiscal. Y, han actuado contra lo que dice la ley: “Formalizada que sea la denuncia, se procederá o mandará proceder inmediatamente por el Juez o funcionario a quien se hiciese a la comprobación del hecho denunciado, salvo que éste no revistiere carácter de delito, o que la denuncia fuere manifiestamente falsa. En cualquiera de estos dos casos, el Tribunal o funcionario se abstendrán de todo procedimiento, sin perjuicio de la responsabilidad en que incurran si desestimasen aquélla indebidamente” (Artículo 269 Ley de Enjuiciamiento criminal).
Se procederá inmediatamente a la comprobación del hecho denunciado, dice la ley. Obviamente el juez no ha comprobado absolutamente nada; ni se ha molestado siquiera en disimularlo, es evidente. Por el contrario, sostiene el juez que “no está debidamente justificada la perpetración de un delito”. Esto lo dice sin practicar ninguna diligencia de investigación, sin realizar ningún acto de indagación y averiguación de los hechos denunciados y sin molestarse en desvirtuar los fundados indicios –algunos notorios, o sea, de dominio público, publicados por la prensa y no desmentidos por los afectados- que se hacían constar en la denuncia.
El juez considera que los hechos denunciados no son constitutivos de delito. De delito de cohecho, dice exactamente. De verdad que ni siquiera ha leído la denuncia, pues ésta va referida a 85 presuntos casos de prevaricación, y sólo en uno de estos 85 se da, además, –a juicio del denunciante- un presunto delito de cohecho. ¿Cabe acaso más desidia, descuido y desinterés?
Dice el juez que no está debidamente justificada la perpetración de un delito; y esto lo dice ignorando la doctrina jurisprudencial al respecto. La denuncia pone de manifiesto una decena de casos muy similares –que podrían ser varias decenas- en los que los tribunales han estimado que tales hechos (es decir, la contratación de personas como empleados sin seguir procedimiento alguno, con absoluto desprecio de los principios constitucionales que rigen el acceso al empleo público, sólo por criterios de clientelismo político o nepotismo) constituyen graves delitos.
He leído varias sentencias del Tribunal Supremo, en las que se afirma: …la quiebra que en los ciudadanos va a tener la credibilidad de las instituciones y la confianza que ellas deben merecerle porque como custodios de la legalidad, son (autoridades y funcionarios) los primeros obligados, y esta quiebra puede producir efectos devastadores en la ciudadanía pues nada consolida más el estado de derecho que la confianza de los ciudadanos en que sus instituciones actúan de acuerdo con la Ley y que por tanto el que se aparta de la norma recibe la adecuada sanción que restablece aquella confianza rota...”
Aplíquese el cuento la justicia y sepa, en efecto, que si la credibilidad de las instituciones se resiente a ojos del ciudadano porque las autoridades y funcionarios –como custodios de la legalidad- no sean los primeros en cumplirla, lo que más hace tambalear esa confianza hasta destruirla totalmente es que los jueces –que en última instancia son los garantes de la observancia de la ley y de los derechos de los ciudadanos- ni observen ni hagan observar las leyes. Eso sí que quiebra la confianza del ciudadano en el estado de derecho y sus instituciones.
Claro que, por otra parte, en la mayoría de los casos que la denuncia del SAF señalaba como precedentes, los corruptos eran del PP, del Partido Andalucista o del G.I.L., es decir, no eran del PSOE de Andalucía. Tal vez eso ayude a comprender las cosas. Pero, necesariamente, eso le lleva a uno a preguntarse ¿pueden unos hechos ser constitutivos de delito o no dependiendo de quién sea su autor? Parece ser que la respuesta de este juez a la pregunta es afirmativa. Es lo que la progresía judicial ha llamado derecho penal de autor; y que el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo han rechazado tajantemente (por propia convicción u obligados, como en tantos otros temas, por el Tribunal de Estrasburgo; a la fuerza ahorcan…) Según la Constitución todos somos iguales ante la Ley.
Ante lo cual, insisto, llego a la conclusión de que el juez no ha leído siquiera la denuncia, aunque ha ordenado su archivo -¿por qué?- o ha firmado lo que alguien -¿quién?- le ha puesto por delante. Y dudo también que al dictar el auto el juez tuviera a la vista el escrito de la fiscalía al respecto. Sería casi un milagro que en 48 horas el juez recibiera la denuncia, diera orden de abrir diligencias; ordenara su traslado al Ministerio Fiscal; éste las recibiera, las estudiara y se pronunciara y remitiera al juzgado su opinión al respecto y, por último, que, a la vista de todo ello, el juez ordenara el archivo y firmara el auto de sobreseimiento. No me lo creo. Ni aunque fuese el único asunto del que tuviese que ocuparse un juzgado, me lo creería. Esa inusitada celeridad; algo raro, muy raro, ocurre. Tal vez el Consejo General del Poder Judicial debería echar una miradita, por lo anómalo del asunto y la insólita diligencia en todos esos trámites. De récord.
Y, ante lo cual, uno también se pregunta por las razones del juez. Y piensa: ¿tendrá el juez hipotecas?; es decir, algún pariente, cuñado, hijos, esposa, sobrinos, etc., que haya entrado en alguna de las agencias de la Junta de la misma manera delictiva que está denunciando el SAF. No lo sé, pero podría ser; la juez Núñez Bolaños, por ejemplo, tiene, al menos, que sepamos, a su cuñada en la agencia IDEA.  ¿O, acaso, el juez sólo mira por su carrera y es consciente de que aquí, para medrar profesionalmente, es más fácil y hasta conveniente, no molestar a los poderosos?
Así que dando vueltas al asunto, uno termina acordándose de aquél pastor alemán, de nombre Ajax, como el mítico guerrero de la Ilíada, que hizo por la Justicia más que todos los fiscales y jueces de Andalucía juntos (a excepción de la ebúrnea Alaya; y no sé si de algún otro que, aunque todavía no haya honrado a la Justicia y a la ciudadanía con sus hechos, albergue, sin embargo, buenos propósitos). Vuelve uno a pensar en eso y a desear que, si esta es toda la Justicia que los jueces son capaces de ofrecernos, tal vez sería mejor tener por jueces al mono de la fábula de Rubén Darío, o al tribunal de hampones de “M” o al mismísimo don Vito Corleone.
Y, vuelve uno a pensar y a desear que, por respeto a la Justicia y a la memoria de Bías y Aristóteles y de tantos otros grandes hombres que la amaron y la honraron, lo mejor fuera dejarla en manos de los perros.
Junio, 2018

A UNA LATA DESNUDA

Mi abuelo, un buen hombre, aunque pusilánime, o más concretamente, calzonazos, era de la estirpe de Judá, es decir, un poco tacaño, bastante tacaño. Tenía una tienda de ultramarinos heredada de su padre. De modo que en las festivas ocasiones en las que es costumbre practicar la ‘elegancia social del regalo’ (como decía la propaganda del régimen, este no, el anterior) solía echar mano del género de la tienda que no tenía ya fácil salida.
Por su parte, su esposa, mi abuelastra, que era muy buena para la cocina y mejor aún para la repostería, tenía, sin embargo, unos sistemas pedagógicos que parecían adquiridos en las novelas de Dickens. En cierta ocasión, siendo yo un niño de 7 u 8 años, para corregirme el vicio de la avaricia y educarme en la virtud de la templanza, no se le ocurrió otra cosa que obligarme a comer una torta enorme que había rellenado con un trozo hexagonal de madera de una de esas jaulas que servían para transportar los quesos (como la que muestro en la imagen). Tras horas de roer sin sacar ningún provecho abandoné el banquete. Milagro fue que no perdiera más de un diente.
Pues bien, presentados los actores, pasemos a lo que importa: Un año recibieron mis padres la tradicional cesta de navidad enviada por ellos.
La cesta, como todos los años, era una caja de cartón ya usada, pues mi abuelo no era muy dado a refinamientos.
Entre los productos que contenía (un paquete de lentejas, dos carterillas de azafrán El Avión, un sobre de papel de estraza con paciencias, una lata de mejillones del río Bailón –DO egabrense-, media tableta de chocolate Quintín Nogueroles, dos huesos de bolillo, un cuarto de salchichón La Campana, con su marchamo de plomo) nos llamó la atención una herrumbrosa lata cilíndrica desprovista de toda etiqueta, desnuda tal como la parieron.
Obviamente, los chiquillos –tal vez advertidos por los exabruptos de mi padre: “Nati, las cosas de tu padre, será…”- a partir de ese momento centramos ya toda nuestra natural curiosidad en la dichosa lata.
La lata pasaba de mano en mano ¿Qué sería? Así entraron los griegos en Troya, en una lata como la que nos enviaba mi abuelo. Pero, en fin, suele decirse que ‘es de bien nacido ser agradecido’, así que hago honor al dicho y expreso mi gratitud en forma de poema:

Del estante en el extremo oscuro
de mi abuelo tal vez olvidada
herrumbrosa y cubierta de moho
estaba la lata.

Cuantas veces al verte tan sola
mi noble compasión levantaras
y a pensar en tu arcana natura
reflexivo al rincón me apartara.

De la estirpe de orín es tu fruto;
¿vegetal? ¿animal? ¿quién probara?
Sólo sé que a tu incierta sustancia
una cosa tan solo está clara:

No he de probarte yo, por más que ella
seductora rogando invitara,
o que, cruel, amenazas dé al habla.
Porque intuyo que tras faz inocua
lo que esconde, inocente, la lata
tras sus frías paredes de acero
es de jaula de queso una tabla.

Mayo, 2018