La semana pasada el régimen representó el primer
acto de uno de los dos esperpentos que tiene en programa para esta temporada.
Me refiero a las Jornadas sobre la Ley de Transparencia. De la otra joya
–bautizada como “Pacto por Andalucía”, es probable que hablemos otro día.
La representación fue profusa y
fervorosamente publicitada, sin reparar en gastos, como sucede siempre que el
histrión Pepe II, el Sencillo, sale a escena. Luego, los medios afectos (esto
es, los que pagamos los ciudadanos con nuestros impuestos; o sea, Canal Sur, El
País, El Plural, etc., etc.), probablemente untados, cantaron las excelencias
del evento, destacando cómo la Consejera Susanita (la inventora de la “prueba
del siete”, que la RAE introducirá en la próxima edición, y definirá como “artificio matemático utilizado para
verificar de forma sencilla que una operación de sustracción -de fondos
públicos- ha dado el resultado apetecido”) puso la guinda al pastel.
Y es que este régimen
transparente, más que transparente: invisible, fantasmagórico, ectoplásmico
(pues en un año de gobierno no ha hecho absolutamente nada, salvo recortar
salarios como nadie y despedir interinos por miles), sabe que su sustento es la
mentira; sabe que sin la mentira (propaganda) no existiría. Es, pues, esclavo
de esa pulsión orientada a su supervivencia, ley fundamental de todo lo que
existe.
Supongo que bajo el lema
“Transparencia Pública en Andalucía” el gobierno bicéfalo habrá mostrado al
mundo la ejemplaridad de la Junta en la materia. Habrá desvelado los ejemplares
momentos transparentes de su Historia que, sólo por modestia y pudor, mantenían
ocultos a la opinión pública, y que la Televisión Andaluza –la voz de su amo-
no quiso airear en su momento por no humillar a los opacos gobiernos de otras
comunidades.
Por ejemplo, habrán informado que
el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) les condenó recientemente
por negarse a facilitar a un sindicato –que, obviamente, no era ni UGT ni CCOO-
datos sobre la contratación de externos para cebar la administración paralela.
O cómo un sobrino de Felipe González estuvo dos años y pico cobrando nómina de
Invercaria sin que nadie lo supiera; ¡ni siquiera él mismo!, pues no se dignó
asomar la jeta por la empresa (¿Sabrá
algún fiscal o algún juez si eso es delito? Era por preguntar). También, supongo, habrán
informado que los altos cargos de la Unta, cuya residencia estuviese a más de
50 kilómetros de Sevilla, se embolsan anualmente unos 20.000 euritos, en
concepto de ayudita para pagar el alquiler. Un arcano, al que le ocurre como a
las meigas, que nadie ha visto (porque se niegan empecinadamente a enseñarlo),
pero que existir, existe. Que se lo pregunten si no a los que lo cobran. Que
por cierto, dicen las malas lenguas funcionariales que hay muchos que cobran la
pasta y, sin embargo, el chófer oficial los lleva y los trae diariamente a su
domicilio en Córdoba o en Cádiz, pongamos por caso, (y digo yo, si preguntar no
es ofender, ¿sabrá algún fiscal o algún juez si eso es un poquito de delito?).
El ataque de transparentitis no
les ha llevado, sin embargo, a hacer públicas –a pesar de que lo exige la ley-
las cantidades que perciben en concepto de productividad. Los señores
interventores –me levanto y descubro al mentarlos- han fiscalizado sus nóminas,
aun a sabiendas de que no se cumple la única exigencia legal: la publicidad.
Los socios advenedizos del
régimen no se libran; ya se sabe que todo lo malo se pega, así que lo dicho va
por todos. Pero, ¡qué vamos a decir de ellos que ya no se sepa!, si este mismo
mes el Tribunal de Cuentas ha hecho público que IU no presenta las cuentas,
pasándose la ley y al propio tribunal por el arco del triunfo. Si hasta se
están quedando con las retenciones del IRPF de sus trabajadores, según hemos
sabido por la prensa, porque Cayo, calla. Se ve que ya ha empezado la añorada
bolivarización: ¡¡aprópiese!!
Alguien podrá pensar que estoy de
guasa cuando digo que esto son ejemplos de la transparencia del régimen
“bolivaluz”, pero no, no es cachondeo. Qué mayor transparencia que conocer la
pauta conforme a la cual se desenvuelve toda actuación de este gobierno. Así,
sabiendo que su pauta es la mentira, en sus múltiples y diferentes
manifestaciones, todos sus actos se tornan diáfanos y lúcidos. Por ejemplo, si
la vicesecretaria del Psoe, antaño hermosa Consejera de Gobernación y de
Agricultura, le dice a la opinión pública que el gobierno andaluz no va a bajar
los sueldos de los empleados públicos en el año 2013, ya sabemos que lo que
quiere decir es que sí, que los han bajado, pero que la decisión no la tomaron
en el año 2013, sino en diciembre del 2012. Lo ven ustedes, son más que
transparentes; sólo hay que entender su lenguaje.
En definitiva, los hechos –más de
30 años de hechos- ponen en evidencia
que toda esta movida de la transparencia no es más que una operación de
propaganda, de la que el régimen espera sacar rédito.
Si verdaderamente quieren
transparencia, que cumplan las leyes y las sentencias de los tribunales. Si
quieren transparencia, que cumplan la ley de transparencia que está a punto de
aprobarse por la Cortes Generales; ley que por cierto tendrá carácter básico;
es decir, será de aplicación obligatoria en Andalucía. Entonces, ¿para qué
queremos otra aquí? ¿Acaso para todo lo contrario, para que sirva de coartada a
la opacidad de este régimen turbio y tenebroso?
Este gobierno, sus presidentes Pepe
y Diego, Diego y Pepe, que tanto es el que da como el que toma, son tan
transparentes como los dirigentes que cantó Bertolt Brecht: “cuando los de
arriba dicen que no habrá guerra, ya están escritas las hojas de movilización”.
Como diría un buen amigo mío, que practica el sincretismo refranero, “a otro
gato con ese hueso”.
Max Estrella, cesante de
hombre libre
Marzo, 2013