Sí, fue un
malentendido. Dijeron ¡a las urnas!, y él entendió ¡a las armas…Aquí –como en los versos
de Ángel González- hay quienes pretenden conseguir con la violencia y el terror
lo que los votos le han negado. El psoe –y su segunda marca- han soltado a la
jauría rabiosa, en un ataque contra las libertades de la ciudadanía y la
soberanía popular, al que han tenido la desvergüenza de enmascarar de huelga.
La violencia como forma de hacer política -si en otro tiempo, no muy lejano,
fue desgraciadamente recurso cainita de tirios y troyanos- es hoy patrimonio
exclusivo del neototalitarismo izquierdista.
Que
esto es así lo demuestran las propias palabras de sus líderes –no hace falta
decir nombres, todos han dicho lo mismo- quejándose de excesiva presencia
policial en las calles. Para nosotros, me refiero a los que estamos combatiendo
la ley del nepotismo extremo del régimen andaluz, no dejará de sorprendernos
esa queja, cuando hemos padecido -precisamente por ir contra sus intereses
sectarios- el marcaje policial de forma desmesurada y abusiva.
Sostienen
los quejicosos que la policía ha actuado para coartar el derecho de huelga de
los trabajadores. Sin embargo, que yo sepa, ningún policía ha penetrado en el
domicilio de un huelguista, lo ha sacado de la cama y lo ha conducido a la
fuerza a su fábrica o a su oficina. Ninguno, que yo sepa, se ha atrevido a
entrar en los bares cercanos a las sedes sindicales (los que no cierran, ni son
cerrados) e increpar a los concurrentes: “venga señores, a trabajar”. Nadie de
los que hoy han trabajado lo ha hecho obligado por la policía. ¿A qué,
entonces, las quejas? La pregunta, obviamente, es retórica. La policía era un
obstáculo para sus planes, porque lo que pretendían estos matones era impedir
mediante la violencia y el miedo que los que no piensan como ellos ejercieran
sus derechos libremente. Lo que pretendían los camisas pardas de este
sindicalismo empresarial, que defiende los intereses empresariales de los dos
sindicatos más corruptos –y más ricos- de Europa, era impunidad.
En
Torretriana han dado una exhibición de matonismo (o de sindicalismo de clase,
que aquí ambas cosas significan lo mismo), que ya la hubiesen querido Norman
Jewison o Elia Kazan para alguna de sus películas de sindicalistas. Las víctimas
de sus ataques han sido preferentemente las compañeras, incluso las
notablemente embarazadas. Entre los insultos proferidos, “puta” ha sido el
favorito de estos valientes. Es fama que tienen una sólida formación en
“cultura de género”, adquirida en cursillos onanísticos (no piense el lector lo
que no es; los califico así porque en ellos mismos –sindicalistas- concurre la
doble condición del que da y toma; del que imparte y recibe). No espere nadie,
pese a ello, oír la más mínima queja o el más suave reproche de la sección
femenina del régimen. Cobardes, además de fascistas.
Conscientes
de la iniquidad de sus intenciones, traen a los camorristas de barrios lejanos
y de otros sectores de actividad. Si se tratara de informar eso carecería de
lógica, pues lo propio sería que informara la persona cercana, el compañero de
fatigas. Mas como de lo que se trata es de atemorizar y agredir, mejor los
desconocidos que no se verán cohibidos por los sentimientos de afecto o
solidaridad que suele dar el roce. Y, además, no serán reconocidos. No
obstante, me dicen que vieron entre ellos al Capo Manuel Patraña, el
“bienbesao”. Amenazante, con sus bastones, que seguro esconden estoques,
herramientas del oficio, cual cojo Mantecas del siglo XXI, rajando ruedas (por
cierto, sería interesante conocer cuantas miles han rajado hoy los defensores
de los derechos de los trabajadores). Es lógico que ahí estuviera, pues es
sabido que “el ojo del amo engorda el caballo”, y a la postre, de eso se trata
todo esto, de negocios. Lo dijo su colega, Don Vito Corleone, “no es nada
personal, son negocios”. Hoy hemos sabido que estos sindicalistas, matones y
corruptos, cobraban del “fondo de reptiles” (es lo suyo, ¿de dónde si no?)
mediante empresas tapadera.
Hoy
ha sido un día negro para la ¿democracia? Hoy, de nuevo, algunos han hecho
avergonzarse a muchos. Afortunadamente, no luchamos con las mismas armas. Unos
con la pluma, otros con la cornamenta (Don Antonio lo dijo). Unos con la
palabra, otros con el puñal (esto lo dijo un bufón de una ópera). Ahí hay que
darles la razón: todavía hay clases. Pobre país. ¡Ay de los que aman la
justicia y la libertad!
Max Estrella, cesante de hombre libre
Marzo, 2012