Creo
haber señalado en más de una ocasión que los Ensayos de
Montaigne son un pozo de sabiduría en el que jamás se sacia uno de
abrevar el espíritu. Digo esto porque, tras la famosa carta de amor
de nuestro intermitente presidente de Gobierno, en la que anunciaba
urbi et orbi una insólita –e ilegal, como suele ser
costumbre en casi todo lo que hace- suspensión temporal de sus
funciones presidenciales, para pensarse, dijo, si merecía la pena
continuar en el cargo, y, transcurrido el autoconcedido plazo, tras
su pomposo discurso para darnos a conocer lo que -conociéndolo, como
lo conocemos- ya todos sabíamos, tras esos dos importantes mojones
históricos, digo, no he podido dejar de acordarme de Montaigne.
El
vergonzoso desfile, más bien besamanos, de tantos compungidos
intelectuales, artistas y periodistas y tantos suplicantes
paniaguados aclamando al caudillo, muchos de ellos los mismos que
antaño frecuentaban la Plaza de Oriente y hoy la calle Ferraz -mas
siempre, entonces como ahora, paniaguados-, me hizo recordar estas
palabras de su ensayo Apología de Raimundo Sabunda: ¿Acaso
los tiranos carecieron alguna vez de bastantes hombres dedicados a
venerarlos?
Pero,
sobre todo, lo fundamental de la farsa me trajo a la memoria una
anécdota que refiere Montaigne en uno se sus ensayos, titulado De
la inconstancia de nuestras acciones.
Cuenta que fue Nerón quien dijo, cuando le dieron a firmar una
sentencia de muerte, “Pluguiera a Dios que jamás hubiese
aprendido a escribir”.
Creo
que no ha habido, entre los políticos patrios, ningún otro
merecedor -tan fundadamente, creo- de parangón con los personajes
más siniestros y despreciables de la Historia como este presidente
interruptus nuestro. No habría de librarse, a mi juicio, de ser
comparado también con Nerón, pues su desmesurada vanidad, su
temeraria irresponsabilidad, su superlativo cinismo y su implacable
crueldad con los que son objeto de su ira, le hacen sobradamente
merecedor de ello.
Este
Sánchez ha puesto tan alto el listón de la infamia que puede ser
que pronto se nos prohíba nombrarlo, por constituir su propio nombre
un insulto. Lo siento por los Sánchez.
Abril
de 2024