¡Hola, Felicidad!
Otra vez tú aquí por Navidad,
repartiendo mentiras,
que sacas incansable de tu fardo
cual si fuesen regalos.
Aquí otra vez, como si un mecanismo
preciso e implacable te impulsara.
Llegas y dejas tu regalo de Reyes:
Angustias y pesares,
como todos los años
desde hace ya algún tiempo.
Quiero ser optimista, sin embargo,
para que no me riñan los que quiero.
Me olvido de los hechos y lo intento:
Paso la tarde oyendo en el youtube
villancicos ortodoxos, cantados
por un coro de popes
barbudos y empapados en vodka,
sentado en torno al árbol
florecido de luces
y de buenos deseos
y de bolas de plástico.
De verdad que lo intento;
sin embargo, me siento
como esa rama seca,
irremisiblemente condenada,
que sucumbe al engaño
y arroja algunas hojas verdecidas
en un esfuerzo inútil
de aferrarse a la vida.
Lo intento, y la mentira
sólo agranda mi pena.
Felicidad, te digo,
creo que ya he pagado
en estos largos años
la hipoteca de penas y amargura
que cobras por la vida
-no exenta de intereses usurarios
de desconsuelo y llanto-.
Gracias por visitarme,
pero si puede ser,
si no es mucho pedir,
aunque sea Navidad
no hace falta que vuelvas.
Diciembre de 2022